El auto que nos había traído desde donde se llevó acabo la boda nos había dejado frente a una gran mansión.

Era mucho más grande que una escuela, tal vez sea una escuela multiplicada por tres o cuatro veces. La persona a lado de mí en ningún momento me había dirigido la palabra, me sentía realmente incomoda.

Alguien abrió la puerta del auto, del lado donde yo venía.

-Bienvenidos sean- varias personas hablaron mientras se inclinaban.

-¿Alguna novedad? - habló la persona a lado de mí, no me habia dado cuenta cuando salió del auto y se puso a un costado mio.

-Ninguna señor-- habló una persona ya mayor de edad. Vestía como un mayordomo.

-¿Trajeron los paquetes que pedí?-

-Sí señor, todo esta en su estudio -

-Bien-

En algún momento nos habíamos empezado a mover directo hacia la entrada de la gran mansión. Taehyung, mi esposo, no dejaba de hablar y de dar órdenes a las personas que nos seguían en silencio, yo solo me mantenía en silencio uno muy incómodo.

-Y otra cosa, necesito que preparen una de las habitaciones para mi esposa-

Eso me sorprendió, me detuve y lo miré como si hubiese dicho una locura, aunque en verdad la había dicho.

-¿No dormiremos juntos? - pregunté directamente a Taehyung.

Se giró para verme, por primera vez podía ver sus ojos. Pero todo estaba tan alejado a lo que yo había pensado, sus preciosos ojos castaños estaban sumidos en una penumbra tan espesa que me hacía estremecer. No tenían ese brillo que un recién casado tenía.

-Déjennos solos- pidió a las personas que estaban detrás de nosotros.

Así lo hicieron, poco a poco las personas que habían estado acompañándonos desde que llegamos se fueron.

Taehyung se acercó hasta mí, sus ojos parecían querer penetrar mi alma. Su cabello rubio cenizo cubrían parte de sus ojos, mechones caían con tal gracia que parecía un pecado verlo. Era como un precioso querubín.

-Nosotros nos casamos, pero eso no quiere decir que dormiremos juntos, se que tanto tú como yo no deseábamos ésto, no te haré las cosas difíciles, aquí tendrás todo y no te faltará nada, no perjudicare tu virtud para que puedas encontrar a alguien que ames de verdad, después de cumplir el testamento nos divorciaremos, serás libre-

-¿De que hablas? - pregunte y él sonrió de lado, esa simple sonrisa hizo que mi corazón latiera rápidamente.

-¿No lo sabes? El testamento de mi abuelo y el tuyo dicen que nos casaramos, lo cual hicimos, pero si dentro de un año esto no funcionaba podríamos anular nuestro matrimonio. Así que no hagamos esto más difícil, por ahora puedes usar mi apellido para lo que quieras, solo... Solo no husmees cuando esté trabajando -

Su seriedad, su rostro fundido con ese sentimiento de soledad, su belleza que era sobrenatural. Todo en él podía ser peligroso, podía ser algo que me llevara a la perdición, su cuerpo y sus palabras me decían que no sentía nada hacia mí, y como lo pensé, este matrimonio solo era por complacer los deseos de nuestros abuelos.

-Lo entiendo - murmure agachado mi cabeza.

-Eres libre de hacer lo que quieres, solo hay algo que tengo que pedirte, no pongas en duda tu fidelidad, ¿podrías controlar eso? -

Frunci el entrecejo, ¿cómo podía decir eso? Yo no era una cualquiera que por no tener un matrimonio deseado, se iría por ahí.

-Te pediré lo mismo entonces- hable con determinación.

Soltó una risilla que más bien parecía un resoplido.

-No tienes de que preocuparte, tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo jugando con alguien más -

Y sin más se dio la vuelta, subiendo las largas escaleras. Me quedé contemplando su espalda y sus piernas por como subía las escaleras.

Era alto, mucho más que yo, sus manos eran grandes y tenía un cuerpo de infarto. Su belleza podría ser inaudita, tanto que me hacía sentir cosas, ¡nadie podía culparme! Estaba entre mis veintes y eso era mucho, mi cuerpo pedía experimentar cosas. Cosas que no podré hacer con él.

Los meses serán largos. Solo rogaba para que todo sea más fácil.