El Temor de Emilio (2/2)
Emilio tomó aire.
Dejó pasar medio minuto en silencio, y se dispuso a narrar, mirando a Mar a los ojos. —Nací un 29 de Diciembre, dentro de una familia a simple vista amable y respetable. Soy hijo de un hombre de reputación; empresario exitoso de inteligencia innata para los negocios, dueño de grandes tierras y negocios exportadores. Un caballero, dirían algunos. Un gran hombre, corresponderían todos al opinar. Su esposa, mujer amante de la naturaleza, la rectitud y las artes. Mujer responsable, fina dama de carácter macizo que contrasta con sus delicados portes y actitudes. Ambos padres de tres hijas y dos varones, entre estos últimos, yo. Todos crecimos bajo el yugo paternal, tratados por igual, apoyados en cada distinta rama en la que nos queríamos desenvolver. Las damas, mis hermanas, en sus costuras e instrumentos tales como el arpa y el piano. Y a pesar de tener cocineros y personas responsables de los trabajos del hogar, Madre creía que una mujer debía, si o si, saber hacer los deberes de una mujer de casa. Por otra parte, Ezequiel, mi hermano, se desenvolvió perfectamente en los deportes, siendo la caza y el tennis sus predilectos. Aunque en lo personal jamás he aceptado la caza como un deporte. Por otra parte, yo me fui más por el arte. La música y la lectura. ''
''Ezequiel y yo no teníamos muchas cosas en común. Solo las enseñanzas sobre el manejo empresarial; números, tácticas...todo aquello que mi padre nos impartió a ambos, era la única semejanza que manteníamos. Nuestra relación como parientes era buena al inicio, tenemos casi la misma edad, ganándole yo por un año; así que convivimos durante un tiempo. Sin embargo, conforme fuimos creciendo, los gustos cambiaron y nos alejaron cada vez más. Lo que él veía divertido, a mi parecía una barbarie, y lo que yo consideraba a mi gusto, él lo veía aburrido. Lo mismo con nuestras ideologías. La relación con mis hermanas era distante desde un inicio. Eran mayores que yo y quizás tenían mejores cosas en que pensar. O al menos esa era la excusa que me inventaba sobre su escaso trato hacia mí, el cual era evidentemente mínimo, si se comparaba al trato con Ezequiel...''
Entonces, Emilio se detuvo. Miró a Mar, temiendo no estar satisfaciendo sus principales dudas. Pero el permanecía atento, gravando cada detalle en su relato, ansioso por saber más, pero al mismo tiempo, paciente y comprensivo con los aplazamientos del relato. Al ver que el joven se detuvo, Mar hizo la primera pregunta, animándolo a continuar y mostrándole que le interesaba profundamente: — ¿Entonces consideras que la relación entre tus hermanos era más estrecha?
—Sin duda alguna. — Contestó Emilio sin vacilar, con una sonrisa resignada y triste en sus labios— ellos se llevaban estupendamente. Conversaban a menudo. Reían e incluso jugaban juntos cuando Ezequiel era más chico.
—Te considerabas un niño solitario. — concluyó Mar.
—No me gusta designarlo así. Después de todo, aunque mis juegos infantiles se veían constantemente interrumpidos y pausados por varios días, debido a la intervención de mis hermanas, mi trato con la servidumbre...― Emilio hizo una mueca de desaprobación y disconformidad― perdone que lo diga así pero soy muy estúpido al buscar una referencia diferente sin mancillar a esa maravillosa y trabajadora gente que alivió mis días de infante; mi trato con ellos era tan bueno como el que mis hermanos llevaban entre sí. Inclusive me atreveré a decir, que cuando no estaba encerrado en mi habitación, me hallaba la mayoría de veces entre las cocinas, las bodegas y los jardines, charlando con quien tuviese la ocasión. Buscando su valiosa compañía, que sentía tan amena y amada.
— ¿Qué hay de tus padres? ¿Tenías buen trato con ellos?— Emilio tragó saliva con esa pregunta, demorando un poco su respuesta.
—Con mi padre.... La relación más estrecha era con él. En casa era el único que parecía quererme. Y esto solo pude corroborarlo más adelante, cuando el motivo de mi huida se presentó. De alguna manera, me tenia más confianza en cuanto a sus proyectos empresariales. Era un hombre trabajador. Por lo que siempre estaba ocupado. Y aun así, siempre conseguía tiempo libre para estar conmigo. Hablar sobre mí. Sobre mis proyectos. Salir a caminar. Inclusive se disponía a pintar conmigo, siendo que era pésimo en eso. Ezequiel y Elizabeth, la mayor de mis hermanas, eran quienes siempre se quejaban de que pasara la mayoría del tiempo libre que obtenía, conmigo. Eso me trajo muchas peleas innecesarias con cada integrante de la familia. Incluyendo a Madre, que incluso llegó a reprocharle en repetidas ocasiones...Las personas veían en nosotros el ejemplo de lo que una familia feliz debía ser. Pero a mi ver, éramos iguales, o peores, a las familias convencionales con problemas convencionales. Cuando cumplí catorce años, recibí el primer golpe sin motivo de Madre. No había hecho nada. No había roto ni estropeado nada. Me comportaba tal cual se esperaba de mí. Viviendo bajo las normas estrictamente dictadas por parte de Madre, que siempre se mostró más estricta conmigo; fría y distante. Severa e implacable en sus castigos. Esa tarde, yo estaba leyendo en la biblioteca. Ella entró y sin previo aviso, golpeó mi mejilla con una fuerza brutal. No crea usted que soy un blandengue, que llora y se deprime por algo como eso. Mi educación se basó en gran parte de actitudes y reprimendas semejantes y a veces peores. Pero, debo admitir, que el shock permaneció. Y aumentó cuando vi en sus ojos el odio que siempre intentó ocultar hacia mi persona. Madre no me quería. Y yo lo sabía. Siempre lo supe. Y aun así, intentaba agradarle, hacer que por lo menos, sintiera un poco de felicidad avivada por mi causa. Pero eso jamás ocurriría. Porque los legítimos no quieren al hijo bastardo.
El tic-tac del reloj pareció hacer eco entonces. El trinar de un ave sonó a lo lejos sumado con el viento que recorrió los jardines y entró por la puerta refrescando cada rincón. Mar apenas se movió. ―Entonces...tu madre...
―Mi padre le fue infiel a madre con una de las muchachas del personal. Guardaron las apariencias con un viaje de seis meses a una casa de campo ubicada al Norte, entre la espesura de un bosque, en la montaña creo. Ahí se llevó parte del personal, entre ellos mi madre. De esa manera, nadie que no perteneciera a la casa se enteraría del adulterio que mi padre cometió. Para cuando nací, todos volvieron a casa y Madre, con el vástago de mentiras y vergüenza, entre sus brazos. Mi amado padre, impidió que Lucia, mi madre biológica, fuera despedida y alejada del todo de su hijo. Al igual que impidió que la potestad de Madre se llevará a cabo.
― Y ¿Cuál era su potestad?
―Abortarme. Quizás. O abandonarme...pero mi padre no permitiría cosa semejante. Se hizo cargo de mí, y Madre, por guardar las apariencias, aceptó a regañadientes mi existencia y presencia en su mancillado hogar. Crecí como parte de la familia. Ignorando esta verdad que para entonces, aunque era obvia en muchos aspectos que se notaban a leguas desde el azabache que en los cabellos de Madre y mi padre estaban, y en el claro castaño y rizado cabello de Lucia, a quien se le encargaron los establos, allá, llena de excremento de caballo hasta el cuello. En el trato indiferente de mis hermanos. Y el evidente odio de Madre hacia mí.
― ¿Cuándo te enteraste de que ella no era tu Madre biológica?
―Justo después de recibir esa cachetada. Su mirada me lo dijo en parte. Una madre jamas miraría así a su hijo. Creí haberla escuchado decir ''te odio'' entre sus exageradas respiraciones provocadas por el enojo. Más tarde, ese mismo día, me entere por Ezequiel, quien se mostró por primera vez molesto verdaderamente conmigo, de que mi padre, me heredó la mitad de sus bienes, y la otra mitad, la repartió entre mis demás hermanos. Estaba firmado, comprobado y asegurado inclusive de su propia boca, alegando que yo era el indicado para llevar y hacer crecer aun más sus empresas. Las siguientes horas, los siguientes días...cada minuto que pasaba se volvió eterno. Mientras mi padre me amaba, ellos más me odiaban.
—Entonces... él les aseguró que la mitad te pertenecería a ti.
—No al inicio; fue un juego del azar o quizás del destino, que ella se enterará. Mi padre había dejado copia de estos documentos recién efectuados en un sitio ni muy oculto ni muy expuesto. Ella los encontró y él la encontró a ella en el acto. Le pidió explicaciones, supongo, y él se las dio. Esta información la supe semanas después por parte de la Señora Graciela, amiga de mi madre biológica y amiga querida mía. La mujer que me sostuvo por primera vez en sus manos y que cuidó de mí desde las sombras que la posición del ama de llaves le daba. También, fue la única que contestó a mi pregunta con sinceridad, dándome el nombre de mi madre y llevándome a ella.
— Y qué hay de tus hermanos...
—Si mis hermanos sabían la verdad de mis orígenes antes de ese día, lo desconozco, pero desde entonces, dejaron de tratarme meramente bien, y comenzaron las burlas y los desprecios. La venda se había retirado de nuestros ojos y ya no había porque guardar apariencias que no correspondían entre paredes. Empezaron a hablar mal de mi madre, diciendo que era una sirvienta sucia y que por lo tanto yo debería de estar con ella en los establos...yo había hablado desde hace tiempo con Lucia; era muy amable y cálida con todos, pero más conmigo. Me daba consejos, me escuchaba en mis lecturas. Me veía pintar cuando lograba conseguir tiempo libre que ella llamaba una casualidad. Así que con el afecto que yo ya le tenía, más con la verdad que en esos días afloraba con desesperación, naturalmente me molesté. Comencé a reaccionar a los insultos lanzados contra mi madre, mujer trabajadora a la que ya no se me permitía ver una vez me entere de quien era. Comencé a ignorar más a Madre, cosa que la molestó e hizo que me diera más de una buena tunda, más de un castigo, más de una noche sin cenar...Sin embargo, esto duraba poco, puesto que mi padre siempre llegaba a casa y restauraba el orden. Llegaba para salvarme y protegerme. Después de una corta pero severa advertencia, aplacó a todos con una orden. Y entonces, los días volvieron a la normalidad. Me vi a mi mismo solo nuevamente, pero sin los constantes acosos de los residentes de la familia. ''
—Entonces ¿Qué pasó?
—Pasó que el tiempo se fue volando. Padre enfermó de repente, y a los dos meses, falleció. Quién pensaría que un hombre como él, tan fuerte y sano, trabajador y decidido, moriría postrado en una cama por una enfermedad que no se detectó a tiempo y le arrebató la vida. Cualquiera pensaría que el luto se viviría a flor de piel dentro de aquella casona. Pero no fue así. Las prendas de luto fueron removidas. La música sonó con normalidad. La vida continuó como si no se hubiese perdido vida alguna. Sé que mi padre era amado por todos nosotros, pero también sé que, Madre entre todos, nunca había perdonado su desliz y su intento de mantener las manchas de su vida junto a él. Era, después de todo, su mujer. Y merecía respeto como tal. Sus hijos, mis medio-hermanos, también debieron haber heredado parte del orgullo de mi Padre y parte del odio de Madre, puesto que ellos parecían no haberlo perdonado. Mucho menos después de su última traición, que fue haber repartido media herencia con ellos mientras el bastardo, el hijo ilegitimo, obtenía la mitad de está, siendo las tierras más vastas y las empresas mejor administradas y más avanzadas de su propiedad tras la muerte del antiguo dueño. No puedo culparlos. Al final de cuentas, ellos amaban a mi padre y eso fue un golpe duro para ellos y shock inesperado aun para mí. El motivo por el que me marché fue simple, señor mar, pero vil en su estructura. Ezequiel es un hombre de cuerpo grande, como se espera de un hombre con buenos genes amante del deporte. Y aunque es menor que yo, es por su masa que se impone con facilidad. Véame, Mar. Cuando llegué era un enclenque que llevaba varios días vagando sin rumbo. Ahora estoy repuesto, y aun así, no soy ni la mitad de lo que Ezequiel era. Debo decir que con la muerte de mi padre, la cual sucedió cuando yo tenía quince, las peleas se acumularon. Las intimidaciones y las bromas pesadas. No había sitio en el que pudiese estar en paz en esa casa. No al menos, sitio visible. Por lo que iba con mi madre o con la señora Graciela, quienes se mantenían siempre en las zonas que los dueños no frecuentaban. Ambas, en especial mi madre, me daban el consuelo que necesitaba. Pero no fue hasta hace unos meses, que Ezequiel se volvió insoportable. Comenzó a hablar mal de nuestro padre, y al final, de mi propia madre. Burlándose enfrente de su cara y empujándola como si fuese un mueble. Estábamos fuera del establo. Mi madre en el suelo, incorporándose con dificultad, y yo, lanzándome al tiempo sobre aquel al que alguna vez llame con cariño, hermano. Forcejeamos. Él se colocó encima de mí con una facilidad asombrosa. Pronto golpeó mi rostro sin piedad. La sangre brotó. Mi madre gritó. No puedo decir que pasó a ciencia cierta, lo único que recuerdo, fue ver el cuerpo de Ezequiel inmóvil, tumbado sobre el pasto, sangrando, con el rostro desfigurado. Y entre mis manos, una roca de tamaño considerable, manchada con aquel carmín. Todo se volvió borroso. Me quede sordo. Miré a mi madre gritando, corriendo hacia mí. Tomándome de la mano y adentrándome al establo, donde agarró varias mantas con las que se cubría cuando en tiempos de frío, debía permanecer ahí cierto tiempo por mandato de Madre.
Me dio todo cuanto pudo, me limpió la cara, besó mi frente, me abrazó y después, cuando me perdí en el lapso de tiempo, me vi a mi mismo correr por los senderos del bosque a toda prisa. Aterrorizado, sentenciado a vagar con una muerte a cuestas.
Jonathan llegó a las tres. Mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Algo que indicaba que su día había ido de maravilla. El temor, los nervios...todo había desaparecido y se había convertido en orgullo. En alegría. En un paso gigante para alguien tan pequeño. El hijo de Tomas lo acompañó hasta casa. Un muchacho de tez morena y cabellos azabache, nariz fina y ojos negros y grandes. El muchacho saludó a Mar, que estaba sentado bajo el marco de la puerta. — ¡Buenas tardes Mar!— Lo saludó cuando aparecieron en su visión. Jonathan no desaprovechó su arranque de alegría contenida en todo el camino y corrió hacia su viejo, mostrándole una bolsita marrón de papel y diciéndole: — ¡Aquí esta! ¡Aquí está mi paga Mar! ¡Mi propio dinero!— Mar despeinó su cabeza, riendo con agrado.
— ¿Cómo estuvo tu día?— le preguntó— debes estar cansado. Vamos, entra. Te estábamos esperando para la comida.
A Jonathan le agradó escuchar eso. Normalmente era el quien lo esperaba para la comida cuando salía de cuando en cuando a vender. Y ser él ahora el esperado, era un gran cambio. — ¿Dónde está Emilio?— preguntó, ansioso por hablarle sobre su día. Una vez obtuvo respuesta, se despidió del muchacho, que le correspondió con un: —Nos vemos mañana compañerito.
Corrió cuanto pudo. ¿Cansado? ¡Quién podría estarlo con tantas cosas por contar! Jonathan subió las escaleras hasta el piso donde Emilio se suponía debía estar. Abrió la puerta y al ver su silueta dando la espalda a la puerta, corrió y lo abrazó, gritando: — ¡Ya llegué! ¡Ya estoy aquí! — entonces, Emilio, quien miraba la ventana, se giró lentamente. Jonathan no pudo verlo bien, dado que la luz que entraba lo cegaba un poco y ensombrecía la imagen de su amigo. Este le sonreía, pero las sombras no dejaban ver que sus ojos, del color de la más dulce miel, habían estado vertiendo lágrimas hasta que vio a lo lejos, su pequeña silueta acercarse.
— ¡¿Cómo estás?! ¿Cómo estuvo tu día?— le preguntó, despeinando su cabeza.
Esa tarde ambos pasaron el tiempo juntos. Trepados en la azotea donde Jonathan, antes de la llegada de Emilio, mataba el pasar de las horas. El sol ya se ocultaba y ellos pronto entrarían. Jonathan había hablado sobre su maravilloso día; de cómo se hacia el pan y de que Tomas le enseñaría como hacerlo. Por otra parte, Emilio escuchaba atento. — ¿Cómo te fue sin mí en casa?— preguntó el menor— ¿Mar te negreó mucho?
— ¡Como no tienes idea! Pero de todos modos, no es como si tuviese mucho que hacer sin ti rondando por aquí.
—Puedes buscar algo que hacer. Algún proyecto. O algo.
—Quizás aprenda francés. — Consideró, acostándose en el suelo y cruzando sus brazos por debajo de su nuca. — o descubra la cura del cáncer...quien sabe.
—Bueno, tendrás mucho por hacer— y con ello, Jonathan imitó a Emilio.
—Mar dijo que debería conseguirme un trabajo...quizás tenga razón. Ya estuvo bueno de ser un niño mimado. Aunque la idea me revuelve el estómago. Nunca he tenido un trabajo. Eso me pone nervioso.
—''Es normal que te sientas así. Por lo tanto, disfrútalo. Atesora este momento en tu memoria, porque, dentro de unos días, ese feo sentir será pasado''— Citó Jonathan, mirando al terminar a Emilio— Eso me dijiste esta mañana. Y es cierto. Así que no temas.
El mayor bufó, divertido al ver como de repente, se encontraba en la misma posición que Jonathan esa mañana. —Sabes...— comenzó Emilio— Aunque me da miedo, lo lograré. Porque el miedo que le tengo a lo nuevo no se compara con mi nuevo, único y mayor miedo en el mundo.
— ¿Y cuál es tu nuevo, único y mayor miedo en el mundo?— preguntó curioso.
Emilio se incorporó, sentándose con las piernas cruzadas, mirando a Jonathan con una sonrisa. Acarició su cabecita azabache con ternura y simplemente dijo lo que sentía desde hace tiempo:
—Perderte y volver a estar solo.
****
Una lagrima resbaló por su mejilla al recordar esas palabras. Al ver aquella visión de una vida ajena a su percepción que solo la falta de sueño constante, las alucinaciones o la misma muerte, seria capaz de mostrarle. Los rayos cenizos de un triste día entraron por las persianas de su habitación mientras sentado al filo de la cama, Jonathan no podía dejar de reír a pesar de tener sus mejillas empapadas en sal.
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