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34| Cuenta Regresiva.








Con gran sopor caminaba por la larga calle que rodeaba el cementerio. Sus parpados se venían a bajo, en la ansiada espera de obtener el descanso que no logró conciliar por tantas noches y cuya ausencia en sus negras ojeras se delataba. Con un estómago vacío que anhelaba un poco de alimento, tocó el cancel con una moneda que lo hizo sonar con gran estrépito. Pasaron unos cuantos minutos para cuando la imagen de Roberto apareció a lo lejos. Minutos en los que aquella molesta voz del noticiero narraba aun, en su recuerdo, una terrible noticia que hacía eco en su cabeza, augurando algo terrible.



El despertador sonó junto a su oreja, trayéndolo bruscamente al mundo diurno con el grito de sus pequeñas campanas pintadas en color plata. Marco apretó los ojos, apagó aquel infernal aparato que por las noches amaba y por las mañanas detestaba y se giró hacia la pared, cubriéndose la cabeza con las mantas mientras un quejido, que denotaba su gran molestia, brotaba de sus labios. Entonces, agradeció su gran acción de correr las cortinas puesto que esta, le impedia al sol penetrar a los recovecos de su habitación desordenada. La falta de luz, más el deseo de dormir diez minutos más en su cama tan cómoda y calentita, eran sin duda alguna sus mejores y únicas opciones. Cerró los ojos, intentando entregarse al descanso que anteriormente se le había prohibido con la primera llamada del despertador. Sin embargo, su celular sonó entonces, dejando al oído una canción de Alice in chains que con el inicio del bajo, lo traía de manera lenta al mundo diurno una vez más. Tres alarmas más le esperaban después de esa, con la cual, hastiado, abandonó la cama, sabiendo que las alarmas que seguían eran sin duda alguna, aun más molestas por su capacidad única de alterarlo. Pisó el frió suelo con sus pies cubiertos por un par disparejo de calcetas; rascando su cabeza, a la par de que un bostezo escapaba de su boca, caminó hasta la cocina. Encendió el televisor, sintonizándolo en VH1 y dejando que la música de sus grupos amados sonará en su pequeño hogar. Y suspirando, se dispuso a prepararse agua para café, y mientras tanto, dirigió sus pasos al baño, se despojó de su ropa y entró a la ducha. La cual lo hizo saltar primero de lo fría que estaba al haber, distraído, abierto la llave equivocada.

Un huevo estrellado, casi quemado por el adormilado a cargo, sobre un pan tostado, más su amado café, fue su desayuno. Peinado, cambiado y listo para salir a esperar a John, Marco tomó sus audífonos, apagó la luz y cerró la puerta tras de sí «Faltan quince para las 8:00» se dijo, mirando el reloj y sentándose al pie de las escaleritas de su casa, dispuesto a esperar a fuera. La neblina de esa mañana se había degradado, permitiendo ver de mejor manera los alrededores sin temor a chocar la vista. El día anterior, durante su caminata hacia el trabajo, había comentado a John que quería ir a hechar otro vistazo a casa de Martin antes que nada. Avisandole, con discreción y naturalidad, su hora de partida, esperando con ello, volver a ''coincidir'' con John de camino. Esa era la idea inicial, sin embargo, jamas habia contando con la inesperada llamada de Roberto; cuya voz, ronca y baja, sonaba al otro lado de la linea― ¿Marco?― habló Bob al instante en que la llamada entró ―Necesito que vengas ahora mismo. Ha pasado algo...― dijo con tonó severo y lacónico. ― Es sobre Martin...





10

          Tal como se esperaba, John llegó antes de las ocho, buscando toparse con Marco y acompañarlo a donde sea que este fuese. Tocó a la puerta de su hogar varias veces, pero nadie respondió. Esperó unos minutos, con la esperanza de que estuviese ocupado y  por ello, se le dificultara escuchar su llamado. Sin embargo, y aunque su paciencia parecía ser ilimitada, pronto llegó a la conclusión, con tristeza, de que Marco había abandonado la casa poco antes de lo mencionado. Echó un vistazo a su reloj: Eran las ocho con doce. Y sin saber que más hacer, pensó en alcanzarlo en casa de Martin, donde supuso, debia estar.

          ― ¿No crees que es muy impertinente de tu parte?― le preguntaron mientras esperaba el camión que lo dejaría en su destino. ―Según tú, esto se suponía ser una ''coincidencia'' de horarios. E ir a buscarlo hasta allá, no se parece en nada a tu absurda idea de azar. ¿No prefieres ir a pasear al parque, por lo menos? ―Estando en la calle, John raramente le contestaba a aquella voz; puesto que ir hablando solo por la vida no era algo bien visto por los demás. Y ser tachado de loco, aunque bien poco le importaba, era algo innecesario que se le sumaria a las miradas que por sí solo, sin así desearlo, lo perseguían por las aceras. ― ¿Ya viste? ―  continuó la voz― No hay ni una sola nube este día. ¡Te lo dije!...¡te dije que sería un hermoso día, sin nubes ni lluvia! Sería bueno que lo aprovecharas mientras puedas... ¡Vamos, camina al parque aquel, ese que esta junto a la placita!

―No. Quiero saber que todo está bien con él.― respondió después de mirar  a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie que pudiese escucharlo.― ya iremos más tarde si quieres.

―Pero más tarde, será muy tarde. ¿Qué no entiendes? ¿O es que acaso no quieres entender?

―No hay nada que entender. Ahora, por favor, guarda silencio. ―Pidió una vez vio al camión acercarse.

―Puedes ser muy tonto, ¿lo sabías? ¡Pero que sepas bien que yo te lo advertí! Desperdiciar tus días de esta manera... ¡eres idiota!― John subió al transporte e ignoró lo poco que se le decía de camino. Para cuando llegó a su destino, miró confundido la soledad en la que esas escaleras se encontraban. Esperaba encontrar a Marco sentado ahí, sumido en sus pensamientos, su música y sus ansias nunca agobiadas por la desesperanza. Se sentó a esperar, creyendo que quizás aun no llegaba. Pero los minutos volaron y no había señal de su amigo por ninguna parte. ―Esperar por quien nunca aparecerá es una cruel burla que nos da la vida.―le dijeron sin emoción alguna. Palabras huecas que sonaron en su oído distraído en los pasos que se avecinaban de cuando en cuando, esperando en ellos, reconocer a Marco. ―Ahora que lo pienso, ¿no crees que sea mucho muy estúpido encariñarte con alguien de esta manera tan absurda? Si fueses un animal, sin duda serias un perro que da su fidelidad eterna a la primera persona que le avienta las sobras de su comida.

― ¿Quieres callarte?― pidió hastiado.

―Ese tipo de cariño repentino es de los más peligrosos, Johnny. Ya deberías saberlo. ¡Mírame a mí! ¡Mira como terminé por ello! Amar puede llevarnos a cometer locuras. Terribles e inesperadas. Pero el miedo...Johnny.... ¡Dios nos salve del miedo a la soledad! ¡Ese miedo, sumado al amor espontaneo, nos termina de enloquecer! Nos carcome el alma bocado a bocado sin dejar siquiera las migas. Las cosas no deberían de haber tomado este curso. Pero de alguna manera, así fue: Encontraste a ese muchacho de amable proceder y me dejaste de lado. Perdiste tu objetivo de estar conmigo. Ya no quieres-

―No lo he pérdido, Emilio. ― contestó John en voz baja.― he hecho lo que me has pedido...y aunque me ha pesado esta carga, la llevó como puedo.

―Entonces, no piensas dar marcha atrás, debo creer...

―No...―  pareció dudar ― Yo solo... te pido un poco mas de tiempo.

―¡Pero tiempo es lo que te hace falta Johnny querido!...el tiempo se acerca.  Esta a la vuelta de la esquina. Y la esquina a esta a unos cuantos pasos...¡No depende de mi! ―  Dijo en cambio ―por lo que veo, creo que no estás listo para esto. ¡Ojala fuese tan facil! ¡Si tan solo todo esto dependiese de mi te obsequiaría, de ser posible, una década más!

John escuchó el rumor de unos pasos que se acercaban a un ritmo constante; se levantó de improvisto, con un solo movimiento ágil, creyendo haber escuchado en aquel andar el del Marco. Sin embargo, era otra persona quien se acercaba; un joven de secundaria que al parecer se había hecho la pinta teniendo en cuenta las horas en las que estaban. 

―No es él― dijo John desanimado; dejándose caer nuevamente en su asiento. Y reaccionando al tiempo, miró la hora, dándose cuenta de que pronto serian las nueve. Chasqueó la lengua. Tomó su mochila y bajó las escaleras aprisa. Ignorando por completo lo que se le había dicho por segunda vez. Corrió a la parada del bus, donde minutos después tomó el que lo dejaría a una calle del cementerio. Su corazón palpitaba con fuerza para cuando llegó al portón. Había caminado, casi trotado, toda la cruadra para apresurarse y llegar a tiempo. ¿tiempo para qué? no lo sabia y ni le importaba.

           

              Una vez llegado al sitio, alzó la vista caída, sonriéndole abiertamente a lo que creyó debería ser la imagen de Marco. Pero para su sorpresa, él no estaba ahí. Completamente solo, el vestíbulo reflejaba en sus pisos brillosos de color ladrillo, los rayos del sol que calaban a su vista con ahínco. Buscó como pudo al portero, cubriendo el sol frente a él con una de sus manos enguantadas, y al no verlo ni de lejos, buscó con que tocar el cancel. Sin embargo, trastabilló un poco y al recargar su mano en la puerta del cancel para evitar caer debido a la carrera que dio y que hizo de sus piernas un par de trapos que sentía lo soltarían en cualquier segundo; así, al posar su mano sobre el cancel, notó que esta estaba abierta. Con timidez e indecisión, la abrió y decidió entrar, cuidando no hacer ruido alguno. ―Aun estas a tiempo. No estas en condiciones, Johnny. Hazme caso... Vuelve...― le pidieron, con voz preocupada.

Pero John hizo caso omiso notando entonces que, conforme mas avanzaba hacia el final del vestíbulo, las voces de varias personas sonaban, cada vez  con mas claridad. Sus dueños parecían felices, todos ellos. La risa de Bob, entre todas las demás, surcaba el aire con gran facilidad, seguida de la de las secretarias y la de Marta. Después, la de Marco, tan clara y nunca antes escuchada por él, vistiendo esos aires de alegría. Cuando llegó al umbral impulsado por la voz de Marco, a lo lejos, vio a todo el personal del cementerio fuera de las oficinas, haciendo una especie de círculo alrededor de una de las bancas de piedra ubicadas a la intemperie. Y entonces, entre un hueco que se abrió entre el pequeño y estrecho círculo, divisó a Marco, sentado, riendo abiertamente con los ojos rojos, por lo que él creyó, de tanto llorar. Se acercó un poco, queriendo abandonar su sitio entre las sombras del portal, pero entonces, una voz se antepuso ante aquel jolgorio. 

Diferente al resto, casi olvidada por él y extrañada por todos...Clara, gruesa, agradable y alegre. 

No había duda, era la voz del jardinero, quien jalaba a Roberto, invitándolo a sentarse a su lado mientras rodeaba el cuello de Marco en un abrazo fraternal típico de él; mientras éste se llevaba su antebrazo hacía el rostro, limpiando quizás su nariz en el acto.

―Te dije que lo disfrutaras.― hablaron entonces por lo bajo, con un deje de burla e ironía.― te dije que el día no duraría y que el tiempo se te acabaría. Las nubes se acercaron y devoraron tu sol...Johnny querido...pediste tiempo, y tu mismo lo gastaste de un solo sorbo al dar este ultimo paso. La cuenta a empezado...Jonathan. Ya no hay marcha atrás.  

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