27| Nada y Todo.
Una risa divertida llegó a oídos de John, quien, abandonando su lectura, alzó la vista y preguntó curioso— ¿Qué te causa tanta gracia?
—Nada...— le contestaron— Es solo que recordaba aquella danza ridícula que inventamos en verano.
John negó con la cabeza, volviendo superficialmente la vista a las páginas de su libro—El sol nos hirvió los sesos ese día. ¡Olvídala ya! — dijo, sonriendo ligeramente divertido al recordarla. Entre sus piernas cruzadas, aquel libro de pasta dura cual roída se extendía ante él. Llevaba tiempo sin retomar la lectura y pensó que ese sería un buen día para hacerlo: después de todo, la lluvia parecía estar lejos de ellos por primera vez en la semana y sentía la necesidad de alejarse, aunque solo fuese un poco, de su presente.
—Buh... ¡aguafiestas! Era un lindo baile...tonto, pero lindo. Te desbaratabas de risa cuando lo hacíamos. Pocas veces lo terminábamos ya que la risa podía mas.
—''La danza del sol y la luna'' la llamábamos así, ¿o me equivoco?
—Estas en lo correcto. El tiempo de ocio, sea para bien o para mal, despierta las mentes.
—En nuestro caso fue para mal. Ese baile nunca debió existir.
—Puede que tengas razón...hay cosas que nunca debieron hacerlo... ¿Quieres que esta noche intente traer ese tiempo en sueños para ti? No has dormido muy bien últimamente. Y un buen sueño al reposar la cabeza cae bien a cualquiera.
—Sería bueno...aunque con conciliar el sueño por más de una hora me bastaría...
— ¿Cómo te sientes?— le preguntó, interrumpiendo de nuevo la recién retomada lectura de John.
— Momento, ¿Desde cuándo te interesas en saberlo?— cuestionó asombrado.
—No te veías muy bien anoche...
—La gente que no duerme, por lo general no se ve bien— argumentó John a la susurrante voz que no había soltado palabra alguna desde el día anterior y que de la nada, comenzaba a sacar conversación.
—No me refiero a eso. — puntualizó.
— Entonces permíteme preguntar, ¿A qué te refieres?— dijo, con el ceño ligeramente fruncido y con cierto recelo, fingiéndose distraído mientras arrancaba una rosa que pronto se marchitaría del jardín de Emilio. Temía que la conversación que estaban hilando se torciera y tomara un camino que él quería evitar por completo.
―Parecías enfermo. ¿Tanto te afecto el ser evadido? — Recalcó la voz con malicia bien disimulada — normalmente no es algo que llegue a afectarte, pero es que, después de todo, jamás te habían rechazado de esa manera... perdona que lo saque al aire, pero lo recordé al mencionar la palabra ''lindo'' ya que ¡Te veías tan lindo con la flor en mano, buscándolo por los alrededores solo para que el cachorro llorón te eludiera de semejante manera! Debió ser un fuerte golpe para ti. Después de eso, lucias tan agitado...casi devastado como sí-
—Déjame ver ¿preguntas para luego consolarme o para burlarte? Porque la verdad no logro entender a qué quieres llegar. — lo atajó John, molesto. Sus sospechas eran ciertas, aquella conversación sería una molestia para él.
—No te alteres, Johnny. —Pidió — Solo preguntaba porque en verdad me interesas...estoy preocupado por ti.
—No hay motivo para estarlo ya que estoy bien. Además, ya no soy aquel niño que salía corriendo y llorando cuando lo rechazaban.
—Así que admites que fue un rechazo. Eso es admirable, una muestra más de que ya no eres ese retoño de aquel entonces, pero, volviendo al tema, ¿a qué se debe tú...comportamiento? lo de anoche es bastante pasable. Eso no lo discuto. Pero, por lo general, no eres tan malhumorado por las mañanas. El enojo, cuando se trata de ti, se desvanece como el tenue humo del vaho. Pero...¡Esta mañana empujaste a una pequeña y ni siquiera te disculpaste como lo harías en otras ocasiones! Lo que me lleva a sospechar lo siguiente: O traes la mente en las nubes o algo te nubla la vista. En lo personal, opto por la segunda.
—Ya te dije que no es nada. Y ahora, si me disculpas, quiero leer mi libro.
— ¿Fue por el regalo que te hice ayer por la tarde? — continuó, ignorando su petición—Si fue así, me excusare diciendo que en su momento, escuché que los recuerdos alivian el alma...o... ¿era envenenaban? Cierto es que no lo recuerdo, pero creí que sería un lindo detalle indagar en aquel tiempo...ya que, bueno, sucedió por estas fechas. Además, estabas tan cansado que pensé sería un agradable detalle.
—Para nada.
Pasaron un par de minutos en silencio, los cuales corrieron con total rapidez— Si no es por eso...entonces, es por ese tipo. — Sentenció finalmente, provocando un sobresalto apenas perceptible en John. Fuese debido al desprecio con el que habló, o fuese por el sujeto al que se refería, John alzó la vista nuevamente, con un estigma de temor vistiendo su tez confundida. — Di en clavo. ¿No es así?― continuó― ¡Mi querido Johnny! ¡Mi amado niño!... ¿No crees que te éstas encariñando un poco demasiado rápido de él? Estabas muy bien antes de verlo en ese estado tan deplorable de ayer. Que digo... ¡Estabas muy bien antes de siquiera dirigirle la palabra! ¡Antes de notar su absurda existencia!
— ¿Qué tonterías dices?— meneó su cabeza, aun más molesto que antes. — No te entiendo. No me hablas desde la tarde de ayer, y ahora, de la nada, ¿decides iniciar conversación solo para tocar este tipo de tema?
—Yo solo digo...que le estas dando mucha importancia al señorito portero. Te conozco demasiado bien, Johnny. Ya te lo había dicho; te las das de frío y autosuficiente, pero en cuanto alguien te sonríe y se muestra amable contigo, caes como un bobo y lo subes en un pedestal utilizando tu cabeza como escalón de ser posible... En su momento pensé en dejarlo pasar. En verdad.
— ¿Dejar pasar qué?
Un suspiro surcó el aire. — ¿Me dirás que no sabes a que me refiero, tal como siempre lo haces? ¡Oh rayos! ¡Si tan solo hubieses visto tu expresión al mencionarlo, sabrías de lo que hablo! Mira que ni siquiera tuve que decir su nombre para que lo reconocieras en tan simple referencia... ¿Qué tan mal debes estar para poner esa cara, Johnny querido? ― John no contestó, por lo que continuó, tomando aire y alzando la voz ― ¡Ignoré la romántica y estúpida escena bajo la lluvia que tuvieron en los jardines de mi hogar; donde los celos, al saber que no eres el único para el esperpento ese, afloraron en ti tal cual afloró la cruel burla al ver como rechazaba, por tu causa, al motivo de tus celos!; las miradas, sonrisas y palabras que se dieron en el barecillo aquel donde disfrutaron su compañía al ritmo del Jazz. Por no mencionar aquel bello viaje al pasado, junto a las promesas...y toda esa... ¡esa basura! — escupió con desdén y notable alteración mientras que John, escuchaba atónito todo aquello, sintiendo a la vez, cómo algo se encendía dentro de él y lo invadía con impaciencia; cegándolo y dejándolo inútil ante ese extraño y nuevo sentir. Sentir que él decidió traducir como un miedo irrefrenable poco después de notar sus labios temblar y su pecho arder.
Eso que sentía eran ganas de... ¿Llorar, arrepentirse y suplicar perdón? Si, probablemente era eso y seguro de ello, el joven estuvo listo para hincarse y agachar la cabeza al suelo en muestra de rendición, justo como hacia cuando metía la pata y se disculpaba reiteradas veces, a la vez que abría la boca, con las palabras de devoción y amor total hacia Emilio asomando en la punta de su lengua; pero, algo fue diferente esta vez, algo lo detuvo a medio camino de sus tan buenas e ingenuas intenciones. No. No era eso lo que sentía. No era eso lo que quería hacer; Después de todo, no había porque pedir perdón. No había nada de qué arrepentirse. No había hecho nada malo...y hasta entonces, había mantenido su palabra lo mejor posible. Seguía al lado de Emilio. No lo había abandonado. Seguía queriéndolo...
John alzó la vista.
Entonces... ¿era eso? ¿Solo necesitaba reafirmar nuevamente que él le pertenecía por completo? No. Tampoco. Lo que impulsaba sus ansias sin nombre no eran reafirmaciones de amor...
Confundido, con una rodilla apoyada en el suelo mientras que la otra estaba preparada para levantar lo que restaba de su cuerpo, intentaba darle forma a ese extraño sentir que acongojaba cada vez más su ser. Por lo que simplemente se limitó a guardar silencio. Procesando la información y sintiendo, sin embargo, como poco a poco, conforme escuchaba los nuevos insultos dejados al viento, crecían en él las ganas de gritar, ordenarle callar y retractarse inmediatamente de las crueles palabras que eran escupidas con ira. ―Esa forma de ser tuya me resulta lamentable― continuó, esta vez con tono falsamente lastimero pero aun susurrante― Ir por ahí mendingando por un poco de atención. De cariño. ¡Rompiendo tu promesa y escupiendo en ella sin dudar con cada paso que das hacia él!
― ¡Nunca he roto mi promesa!― repuso Jonathan alterado. Convencido...
― ¿Ah, no? ...entonces dime... ¿Por qué pensaste que sería buena idea darle una de mis rosas?
John tragó saliva: El día anterior, después de ver a Marco llorar de esa manera y después de haberlo pensado detenidamente, se armó de valor para llevar a cabo la idea que rondaba su mente gran parte de la tarde. Para cuando el sol cayó, John tomó la rosa blanca que tanto había fascinado a Marco y lo buscó por todas partes, decidido a entregarle esa bella flor. ¿Con que propósito? El no lo sabía. Simplemente...sentía que debía hacer algo. Y ese algo yacía depositado en los pétalos suaves de una flor. Sin embargo, siempre que conseguía topar su camino con el del portero, este lo evadía alegando que tenía trabajo extra que hacer aquí o allá mientas alejaba sus pasos apresurados de él, dejándolo con un cacho de esperanza esperando, oculta con cuidado, entre su bolsillo y su brazo estratégicamente ubicado entre el obsequio y el objetivo de este. Por desgracia, esta vez no podía negar que era enorme la decepción y la vergüenza que pasó al no obtener el momento adecuado para entregarle, no solo un obsequio, si no que, una parte de su tiempo vertido en el crecer de la flor; por ello, el enojo que viene acompañando a la frustración llegó a tocar a su puerta, manipulando su estado de animo y creando excusas para justificar el ser evadido de esa forma; porque si. El se había sentido evitado, rechazado, burlado...
―Nunca te gustaron las blancas.― se excusó avergonzado, bajando la mirada y con ello, el tono de su voz, que si bien, no era lo suficiente alto como para que sus palabras llegaran a oídos de alguien, si lo era para hacer ver a su interlocutor que esa charla había logrado impacientarlo. ― Siempre que te traía un ramo de rosas blancas...― continuó John a regañadientes― tú te encargabas de corromperlas. Así que... ¿Qué hay de malo en que yo la tomará, e hiciera lo que me viniese en gana con ella? ― John esperó respuesta, impaciente. Con la vista clavada insistentemente en el suelo. Al no obtener respuesta, minutos después, se dejó caer nuevamente al suelo, tomando su libro y buscando la página que hasta entonces leía.
—Ya me cansé de esto. — Le repuso con indiferencia. Altivo y casi demandante — Juguemos... ¿Qué estoy viendo?...
—Cállate. Quiero leer.― Pidió John, serio. Un absurdo juego era lo que menos quería en esos momentos en los que la vergüenza, el rubor del dia anterior, la culpa y un sentimiento que no podía, no, más bien, que no quería reconocer, volvían a él.
—Es algo pequeño. Color blanco. Muere con facilidad. —explicó, ignorando su grosera petición― vamos, dime que es lo que estoy viendo. Nunca te ha gustado este juego, pero eres muy bueno en el. Dime, anda. ¿Qué es lo que veo?
El joven suspiró resignado. Serenó su mente, convenciéndose de que quizás era lo mejor por el momento. Lo pensó un poco y miró a su alrededor. —Fácil― contestó encogiéndose de hombros― la rosa que sobresale de mi mochila.
—¡No te emociones tanto, que apenas estamos calentando! ¿Quieres ver o solo buscar?
—Buscar.
—Puedes ser muy aburrido a veces, ¿sabes?... Veo, veo...algo pequeño, frío...de color gris.— esta vez, por más que John buscó, no encontró nada parecido a lo descrito, más que una roca y un bichito, los cuales fueron rechazados.
— Me rindo. ― dijo al fin John, después de buscar y pensar unos minutos sin éxito.
— ¿Quieres una pista?
—Sí, si...lo que sea. — contestó con hastió, importándole poco el juego.
—Muy bien. Es algo pequeño. Color...plata. Plata-.
—Habías dicho gris. — lo interrumpió.
— ¿Qué importancia tiene eso ahora si ya te lo dije? No me interrumpas, que es complicado para mí hacer esto. Bien ¿en que estaba? ¡Ah, sí!...pequeño, frío, color plata. Plata manchado con algo, pero, ¿Qué color será?... ¿cobre? o ¿rojo tal vez?
— Los barrotes— se apresuró a contestar John, girándose hacia la puerta principal.
—Dije pequeño. Además, los barrotes, aunque están oxidados, no son plateados, son negros.
—Me lo dice quien confunde el gris con el plateado....
—Última pista...— advirtió con inesperada malicia— aunque es pequeño... forja, en múltiples maneras... un vínculo entre Amo y Perro.— Los ojos de John se abrieron cuanto pudieron. Apretó los dientes con fuerza y sus manos se engarrotaron entre temblores, mientras el dueño de la voz parecía disfrutarlo. — ¡Guau! ¡Guau!― comenzó a ladrar entonces el dueño de esa voz susurrante, semejándose al ladrido de un cachorro. ― ¡Guau! ¡Guau! ¿Qué será? ¿Qué será? ¡Guau! ¡Guau! ¿Qué será lo que se acercará?
Y con esa pregunta vestida en crueldad y burla descarada, entre las risas que su interlocutor dejaba escapar en forma de carcajadas, John fue capaz de traducir aquella ola de sentimientos extraños que acometieron a él minutos atrás, pero esta vez, con espantosa claridad.
El cuerpo de Jonathan comenzaba a temblar cuando a sus espaldas creyó escuchar una voz clara, vivida, cálida...alejada de toda malicia y burla,pronunciando su nombre.
Asustado, se giró, vislumbrando la imagen de un sujeto que, mirándolo apenado y casi cabizbajo con una leve sonrisa curvando sus labios, hablaba sobre algo que él no alcanzaba a comprender. Lejos de ahí, en otra dimensión quizás, sonaban las notas de una canción lenta que parecía arrastrarse con dificultad a través del aire y de su propia composición; mientras que, chocando ambas miradas, tan distintas una de la otra, semejaba entre si, la imagen de la inocencia y la perversión; ambas entremezclándose en un mismo paisaje donde el viento parecía soplar, aunque no acariciaba; donde la música parecía continuar, aunque no sonaba; donde sus corazones palpitaban y sus respiraciones, un murmuro apenas perceptible, aceptaban danzar la una con la otra en la atmósfera donde todo parecía fluir con normalidad a excepción de sus portadores, que permanecían alejados el uno del otro, ajenos, desconectados de todo, menos de sus vacíos y anhelos silenciados y tal vez, aún desconocidos.
—Lamento saludar hasta estas alturas.― decía su nuevo y tan esperado acompañante, jugueteando con sus manos, inseguro y totalmente distraído, ignorando la gran maravilla que su existencia representaba en ese simple minuto donde, haciendo caminar con su sola presencia el presente pausado, trabado y descolorido del joven frente a él, alumbraba el camino hacia el consuelo mismo con el sencillo brotar de su voz; devolviéndole la vida a un joven que se sentía perdido cuan confundido y asustado ― Pero, como quizás pudiste notar, no estuve en la puerta esta mañana para darte la bienve-
—¡Buenos días!— contestó tardíamente John, con voz entrecortada pero alegre; levantándose abruptamente del suelo y dejando caer el libro que tenía sobre sus piernas.
Tomando aire como si este le fuera devuelto después de un gran lapso privado de él, John le sonreía, esperanzado. Cariñoso... maravillado. Mirándolo como si de repente, ante él, apareciera una hermosa realidad codiciada después de vagar entre mares de pesadillas que parecían no tener fin alguno. Embelesado, con la frente perlada en sudor, extendía su temblorosa mano e ignoraba, sin siquiera saberlo, lo antes dicho por Marco. —Buen día, John— reafirmó el portero, estrechando la mano enguantada que le fue tendida. — Si te soy inoportuno, puedo venir más tarde...
— ¡No! No ¡para nada!...Quédate, por favor. — Pidió Jonathan casi suplicante, sin soltar la mano del portero y sin apartar su vista de él— De ninguna manera eres inoportuno... Toma asiento. — dijo, señalando la banca con gracioso ademan. Marco siguió con la mirada el lugar señalado, negó con la cabeza y se sentó en el suelo, con la excusa de que el sol aún no estaba alto y el ángel les serviría de sombra un rato más. ―Además, creo que es más cómodo el suelo.― agregó el portero.
— Y bien, dime...Cómo... ¿Estuvo pesado el trabajo de ayer? ¿Te fuiste muy tarde?— le preguntó John, peinando su cabello hacia atrás, nervioso, a la vez que tomaba asiento frente a Marco. Sin dificultad alguna, se podía leer en el rostro de Jonathan, más allá del cansancio, un genuino interés y un deje de preocupación al hacer sus preguntas a medida que esperaba con la impaciencia disimulada de un niño.
—Fue más fácil y rápido de lo que creí.― contestó el portero, agradeciendo en sus adentros aquella muestra de interés― Me fui a eso de las diez treinta, pasadas.
— ¡No me digas!...― exclamó John con desilusión― Pude haberte esperado perfectamente...
—Lo sé. Pero no quería hacerte perder tiempo...
―En todo caso, uno decide cómo administrar su tiempo y si es una pérdida o una ganancia.
― Si― dijo Marco haciendo una mueca de falso desagrado.― rayos, tienes razón...
―Bien, está decidido― dijo el joven, sonriente ― para la otra, te esperaré. Y no aceptaré un no por respuesta.
Al verlo tan decidido, Marco llegó a la conclusión de que objetar no serviría de nada. « Después de todo, ya dijo que él decidirá con que perder el tiempo» pensó, feliz de haberse acercado al joven después de tantas dudas. Los minutos pasaron volando; ambos charlaban acerca de trivialidades que si bien no tenían nada de extraordinario, eran bienvenidas en una charla entre compañeros, amigos e incluso desconocidos por conocer. Marco explicó el motivo por el cual llegó más temprano al cementerio e irónicamente, más tarde a su puesto de trabajo. También le habló sobre lo que tenía que estudiar y sobre sus constantes dolores de estómago, producto de su absurda incapacidad para exponer ante el público mientras que John escuchaba con atención, solo interrumpiendo con una que otra pregunta cuando alguna duda llegaba a el—Entonces lo consideras como pánico escénico.― concluyó el joven, cruzándose de brazos, una vez Marco guardó silencio.
—No exactamente. No todos saben esto pero...Interpreté a Hamlet en la primaria.
― ¿En serio?― preguntó John admirado. ― ¡Eso no me lo esperaba!
Marco asintió, orgulloso. ― Por eso creo que, más que pánico escénico, diría que...bueno, soy pésimo con las exposiciones. El solo hecho de dar información. El ser cuestionado. El manejar información...rayos... ¡no puedo con eso!
― ¡No te entiendo! Interpretar a un personaje es más difícil que dar simple información― río Jonathan, divertido e incrédulo ante lo que escuchaba.
― ¡Hay que considerar que era un niño cuando me presente ante el público!― se defendió Marco, sonrojado― Sin contar que estaba encantado con la idea de interpretar a Hamlet. ¡Me sabía el libro al derecho y al revés! Además...«No era yo.» pensó, sonriendo ligeramente. «El niño asustadizo y solitario, había desaparecido de la faz de la tierra. Solo quedaba su tierna muda hilada por palabras de venganza y falsa locura. De dolor transformado en ira. De locura falsa vuelta verdad...»
― Eres muy raro.― Habló Jonathan, mirándolo atentamente para romper con la falta de palabras que había acometido entonces durante el rato en que Marco divagaba en otros senderos ocultos a la vista de curiosos.
―Sí... Eso mismo decían mis compañeros. ― admitió Marco, volviendo la mirada. Entonces, como si volviese a ser consciente de su situación, el portero sujetó su estomago de repente. Los nervios querían volver y su cuerpo comenzaba a resentirlo nuevamente.
— ¿Por qué no lo posponen y esperan a que el jardinero se encargue?― propuso John, retomando el tema principal, mirando a Marco; suplicándole con un rostro ligeramente lastimero al ver el dolor del portero― No tienes por qué pasar por esto. No es tu responsabilidad...
―Yo mismo me hice esa pregunta pero, la respuesta siempre es la misma: Le debo demasiado a Martin.
―El jardinero.― Puntualizó, serio. Marco asintió, ignorando el semblante de John, que solo guardó silencio con expresión ligeramente sombría.
― ¿Estás bien?― Preguntó Marco esta vez― luces cansado. No has dormido bien, supongo.
― Y tienes razón. No he podido conciliar el sueño. ―admitió John.
― ¿Tan mal tienes la conciencia?― bromeó Marco― ¿Ya probaste con algún té? ¿Pastillas? ¿Una nana para dormir? ¿Algo?
―Lo de la nana aún no. ― consideró John, siendo participe en la broma―Compraré algún disco con las veinte mejores nanas para conciliar el sueño. Quizás así...
―En todo caso, siempre puedes optar por ser noqueado. ¡Yo puedo llevar a cabo esa tarea! ¡Me gusta noquear gente!―con ese comentario, el propósito de Marco se cumplió al ver a Jonathan reír. Mientras que él, celebraba en sus adentros aquel éxito rotundo; entonces los negros ojos de John se achicaban, pero irradiaban una fugaz ráfaga de alegría verdadera: Esa, la diferencia entre una sonrisa falsa y una genuina, solía decirse el portero, dichoso por haber sido capaz de hacer brotar tan hermoso gesto.
«Puede que él no sea feliz...Pero cuando ríe, entonces, la amargura queda en la nada. Como si nunca hubiese existido. Y la felicidad espontanea que se apodera de él queda transformada en un todo. Entonces...por alguna razón y siguiendo las pautas de esa innegable lógica, siento la absurda necesidad de dibujar en su rostro cientos de sonrisas floreciendo en carcajadas que inunden cada recoveco desértico que pueda existir en su alma... ¡Dios! ¿Qué tan absurdo puedo ser al pensar algo así de un extraño que apenas estoy conociendo? ¿Qué puede impulsar a alguien como yo, a desear conseguir algo de ese calibre para un sujeto que hasta hace pocos días, ni siquiera notaba mi existencia? »
Se encontró pensando en eso, cuando, a lo lejos, la radio de Bob comenzó a hacer un feo ruido de interferencia que captó la atención de ambos. No tardaron en escucharse las quejas y reclamos de Roberto, que golpeaba la radio con el puño de su mano. ―Aparato vejete. ― decía el buen hombre con un tono de voz lo suficientemente alto. ― ¡Chatarra inservible, te vienes a trabar cuando mi canción va a empezar! —Después de varios golpes propinados a la radio, como si de tanto maltrato se cansará el pobre aparato, sonó una canción que les pareció más vieja de lo esperado. Con coros anticuados pero mágicos. Con ritmos lentos, agradables al oído:
''Everybody loves somebody sometime
Everybody falls in love somehow
Something in your kiss just told me
That sometime is now''
―Música del año del caldo― Dijo Marco meneando la cabeza después de escucharla un poco y volviendo la vista hacia John, quien inesperadamente, escuchaba muy atento la canción.
―Si...― contestó distraído― música que resulta ser más sincera que muchas de hoy en día...
― ¿La conoces?― preguntó Marco refiriéndose a la canción, con cierto temor de alzar mucho la voz al ver a su acompañante tan atento a la canción y a lo que esta decía.
―''Algo en mi corazón sigue diciendo que mi lugar es aquí'' ― murmuró Jonathan, sin embargo. Saboreando esas palabras con gran atención. Analizándolas y grabándolas en su memoria.
John, por suerte, se hallaba tan distraído que no se percató del semblante nervioso que había tomado el portero, cuyo corazón palpitó con fuerza de repente, como si un golpe inesperado lo atajara entre la oscuridad al escucharlo decir eso. Si la sangre subió a sus mejillas, o si esta desapareció de su rostro, lo desconocía. Pero esas palabras distraídas crearon un nudo en su estómago, ligero en dolor, pero grande en extrañeza. Tan distinto del que lo aquejaba hasta hace unos minutos atrás. Soltó una risa nerviosa, sosteniendo el lugar afectado con ambas manos y contemplando el rostro del joven frente a él con timidez. Guardando silencio y grabando cada pequeño rasgo de su rostro sereno.
«Tan tranquilo...» pensaba el portero « Desde el inicio, verlo resultaba tranquilizante. Como un anestésico para el corazón. Si hay dolor, se va. Si hay tranquilidad, aumenta. Si hay recuerdos...los desvanece. No hay problemas. No hay malestares. Solo él...solo él y el viento. Solo él y su esencia...entonces, ¿Cómo es posible que alguien que inspira esa sensación de seguridad y confort, pueda poner una expresión tan lastimera como la que vi ayer? »
― ¿Pasa algo?― preguntó John, mirándolo de improvisto. La canción había terminado, dando comienzo a otra más movida y actual que la anterior. Marco meneó la cabeza con rapidez, disipando entre el movimiento la impresión de haber sido descubierto, por segunda vez, sonrojado, nervioso y en las nubes.
―Nervios. ― contestó simplemente. ―Solo eso.
Cancion mencionada:
Dean Martin - Everybody Loves Somebody
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