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Poet (parte 2)

Por fin dejo de lado la pluma cuando unos pocos copos de nieve se postraron en su ventana y suspiro una nube cálida pensando en aquella damisela. Sentía atracción por ella, era tan hermosa e inusual que no pudo evitar confundirla con una diosa o un espíritu nocturno, una ninfa o puede que hasta por una sirena que tocaba tierra cada cierto tiempo. Quedó cautivado y no podía evitar verla con tanta adoración.

Sentía que podía llegar a incomodarla, pero si es que se dejaba conocer sería menos incómodo ¿no?. Eso siempre es lo mismo, conoces a un extraño, te sientes incómodo hablando con esa persona porque no sabes si es de confiar, se empiezan a conocer, sabes mas de la otra persona, la incomodidad desaparece y ¡Voila!. No podía irse de ese lugar sin al menos saber que ya eran amigos, se veía tan solitaria, encerrada en su casa de el amanecer hasta el anochecer, saliendo al bosque por algunas frutas silvestres o al pueblo por comida como ese mismo día. Se preguntaba el porqué de la soledad en su mirada, su miedo de la gente y la pena que le impedía a su corazón dulce abrirse.

Pena

Se levantó de su cama de inmediato tomando una hoja limpia que se mancho por la rapidez con la que volvió a tomar la tinta y sin importarle eso, usándolo como firma personal, empezó a escribir algo leve, ¿no pasaba nada si se quedaba despierto un poco más? Tenía que entregar algunos encargos y enseñarles poesía a los niños asi que tendrían que esperarlo su de verdad querían su trabajo.

*
Habían pasado al menos dos días y cada uno de ellos se había dormido trade, cada uno de ellos había despertado temprano dejándole una nota a la dama. Aveces veía que las ropa y quemaba para hacer fuego en su comida y no iba a mentir, eso le destrozada el alma, pero no iba a dejar de insistir hasta ver como suspiraba por esas notas como él suspiraba al escribirlas

Hablando de suspiros, suspiró con algo de sueño y su mismo saco de siempre sobre el hombro caminando con varios chiquillos detras, aún tenía algo de sueño, pero los toquidos constantes de varios pequeños puños le hicieron despertar como nunca antes había despertado. Solo tomó lo primordial, tomó la nota que dejaría debajo de la puerta de la chica y salió junto con los niños para hacer lo que querían. Se sentó en la misma caja de madera que siempre, sacó un pedazo de papiro que ya no iba a usar y tras tomar el lápiz que llevaba para esos casos empezó con su aprendizaje

Mirando como los pequeños se concentraban para hacer la perfecta caligrafía que tenía, intentando entender la letra cursiva y dándose cuenta de que manera debían de hacerlo según lo que querían hacer. Tuvo pequeños flashes de su infancia viéndose de nuevo encerrado en la capilla bien cuidada, con el sacerdote enseñándole lo mismo que ahora el enseñaba y asombrado por su modo de escribir.

Supo que había muerto unos años atrás, no se sorprendió de ver cómo varios de sus compañeros de cuarto lo miraban asombrados al verlo llegar con ropas tan elegantes y gentil galante y tras sonreírle a el cadáver de aquel hombre, dejarle una carta que le había escrito agradeciéndole lo que era en ese momento.

Recargo su cabeza en la piedra de la casa detrás de él y sonrió dejando que la luz del sol relajara los músculos de su rostro y trajera la energía a su cuerpo. Hora de trabajar y seguir adelante, después podría dejar su poema en casa de la chica que le atraía, por ahora solo debía de relajarse y dejar que la luz sanara un poco de su sueño para devolverle esos mismos ánimos de vivir

Elizabeth miraba a su ventana con el ceño fruncido. No sabía por cuál de las dos razones en realidad, no sabía si era porque está vez no escucho los singulares toquidos que la despertaban y la carta perfectamente doblada debajo de su puerta o por que los niños seguían yendo con él en vez de ella. Le daba demasiada rabia que la cambiará por quien sabe quien que acaba de llegar. ¿Qué tenía él que ella no? Usaban las mismas tácticas, escuchaba cómo les enseñaba un trazo y varias cosas más que no alcanzaba a escuchar desde su ventana. ¿Sería prudente ir a reclamarle y pedirle explicaciones? Se supone que no lo quería cerca pero no podía quedarse de brazos cruzados. Se estaba quedando sin monedas y tendría que empezar a mendigar o buscar trabajo y eso era peor, la gente se lo niegaria solo por seguir pensando que estaba maldita

No lo pensó dos veces, salió de su casa completamente enfurecida, se posó frente a él blondo que acomodaba adecuadamente el lápiz en la mano de un chiquillo de 5 años y luego carraspeo un poco su garganta para mirarle de reojo. Meliodas no supo cómo reaccionar al ver a la dama frente a él, solo acarició el cabello del pequeño y volteo a verla nada intimidado por su mirada, al contrario, sentía que se veía adorable

—Hola—

—Hola—exclamo con cierta ira en su voz a la cual no le tomo importancia. Este solo se aclaró la garganta nervioso, hundió su mano en su saco buscando su escrito para ella y antes de que pudiera sacarlo y entregárselo. Ella le dio un pequeño empujón que lo sacó de contexto—Yo soy quien le enseña a los niños a escribir, así me gano la vida—murmuró con enojo. Así que a eso se refería, soltó una risa interna para no aumentar más su enojo. Sacó el pequeño papel negando varias veces y luego la miró fijamente a los ojos deslumbrado por lo que miró. Tenía su flequillo recorrido por el aire, el ojo anaranjado era igual que el sol de el verano y lo que sintió fue tan grande, que no pudo evitar alzar su mano para acariciar su párpado. Ante esta acción ella se sonrojo, se alejo con miedo y volvió a poner su flequillo en su respectivo lugar

—Es hermoso, ¿por qué no...?—

—Estamos hablando de que me quitas mi trabajo, no de mi físico—un frío llegó a la espina dorsal de meliodas quien solo suspiro un poco y asunto. Hoy en día no había persona que no le conociera, pues al parecer aquella bella chica jamás había escuchado su nombre ni lo que hacía —¿Por qué lo haces? ¿Qué hay de diferencia en que lo hagas tú? —

—Primero, tranquilizate linda—habló—Segundo, soy un poeta que viaja de Reino en Reino, muchos me conocen porque me piden trabajos a cambio de unas monedas o las noticias que suceden en los reinos. Así me gano la vida—ella jadeo un poco, eso explica la perfección con la que escribía y la razón por la que veía a varias personas llegar, darle dinero y que él empezará a escribir. Aun así no relajo su mirada ¿que tenían de importante unas cuantas palabras que cualquiera podía hacer? —Además, suelo enseñarle algo de poesía a los niños, no es enseñarles a escribir. Cuando yo me vaya de aquí podrás seguir con tu trabajo—

—¿Irte? —

—Tal vez en unos días—admitió con un w pequeño rubor y una mueca. Aun así no le dio mucha importancia a la desilusión en los ojos bicolores de la mujer—Te juro que esto no tiene nada que ver con lo que estas pensando, solo soy un poeta honorable y mis poemas son mi ley—

—¿Qué tienen de especial unas cuantas palabra? —la sonrisa ancha en el rostro masculino fue tanta, que elizabeth apenas pudo reaccionar cuando dejó el papel sobre su mano y se ponía de puntillas hasta dejar un beso suave en su mejilla. No evitó ponerse del color de las fresas y soltar un vapor de sus labios igual de húmedo que el beso que recibió

—Con unas simples palabras puede ganar tu mundo, o perderlo para siempre—retrocedió. Le había robado un beso en su cachete derecho, estaba molesta, furiosa, con ganas de golpearlo...pero también estaba tan ilusionada y emocionada, que solo se dio media vuelta intentando ignorar los murmullos felices de los niños ahí presentes. Hacía ya mucho que no recibía una muestra de cariño como esa, pero de algo estaba segura, no quería volver a perder esa calidez

*

Se había vuelto común despertarse por un golpe en su puerta y encontrar la nota que siempre esperaba, aveces se hacía la dormida, solo para ver como él dudaba en sí dejarla o no, debía admitir que eso la dejaba algo desilusionada. Seguramente empezaba a dudar puesto que veía como rompía sus cartas sin ni siquiera leerlas y las arrojaba al fuego. Suspiró, tomando la hoja doblada de ese nuevo día y la abrió con algo de timidez empezando a leerla, sus ojos no evitar brillar y sonreír.

"Si amarte es un pecado como sueles decir
Te juro bella mía que en la cárcel lo pagare
Pero incluso atrapado entre las rejas yo siempre te querré"

No evitó suspirar al terminar de leerla y la cerró estrujandola contra su pecho. Ahora sabía bien su conocimiento en palabras difíciles como fáciles, versos y estrofas, incluso para los aficionados de las carreras de caballos. Aveces veía como le entregaba a algunos hombres algo pequeño y no pasaba ni media hora cuando veía a ese mismo hombre dándole la carta a una dama, claramente, la mujer correspondía completamente dichosa. Por lo que había escuchado, recibir una carta del poeta era como si quisieras unirte a esa persona de por vida

Era atractivo, infantil y había acostumbrado a sentarse a ver y escuchar como los niños escribían versos adorables para sus madres o padres. Sonreía con sólo verlo pasar por la calle y de vez en cuando se preguntaba ¿qué era lo que lo tenía despierto tan noche?

Rompió la carta que este acababa de darle y la arrojó al fuego una vez más con una sonrisa. Eso no lo hacía por mala, pero en épocas de frío necesitaba algo para mantener el fuego caliente al igual que su cuerpo, no podía sentir el pinchazo agudo que el blondo sentía cada que veía su mayor esfuerzo entre las llamas

Si supiera que eso era lo que lo mantenía despierto tan noche, encontrar palabras que ella no quisiera tirar al infierno de sus palabras hasta quedar con una que le hacía escapar unas lágrimas.

Estaba por darse por vencido, quizá era mejor dejar de insistir con ella. Llevaba ya varios días más de lo que se acostumbraba a quedarse en los reinos y ninguno parecía dar resultados. Incluso en el pueblo habían empezado a murmurar por la razón de que se quedara más tiempo ahí con ellos, ninguno con dar en el blanco

—Tal vez no quiere ir a castelion—susurraba una joven a su madre

—Tal vez se quedara a vivir aquí—bueno fuera pero debía de cubrir su trabajo en otros lugares

—Quizá la bruja le obliga a estar entre nosotros—¿bruja? Si existiera esa dichosa bruja juraba que le pediría algo para enamorar a la de ojos bicolores de lo desesperado que se sentía. Debía ser paciente, no frustrarse y seguir con su plan. Dejo escapar un un gemido de el dolor que sentía en su pecho por lo que acababa de presenciar y se lo sostuvo con el puño. Iba a valer la pena, lo sabia, debía de hacerlo, con ella se sentía tan completo y para nada solo, que incluso se conformaba con saber que ellos dos eran amigos

Frunció su ceño con molestia, sorprendiendo a todos aquellos que vieron por primera vez a el señor meliodas enojado, dejó de caminar tensado lo labios y se dio media vuelta dispuesto a ir a donde quería, debía de intentarlo, si sus palabras no le provocaban algo, mínimo tenía que hacer lo suficiente como para que ella sintiera algo de cariño

Tocó su puerta algo fuerte llamando la atención de elizabeth, tocó una segunda vez haciendo que ella se extrañará por recibir visitas y cuando la tocó por tercera vez fue que ella le abrió quedando frente a frente. Se miraron largos segundos en los que pareció que el tiempo se detuvo, el hombre mordió su labio con las manos temblando y cada pizca de valentía que tenía en su cuerpo, desapareció como el humo de la niebla.

Elizabeth no evitó verlo algo confundida, miró a todas direcciones intentando saber si eso era una clase de broma de los niños y de él, pero al ver que no respondía y sólo se quedaba callado sin moverse, empezó a cerrar la puerta lentamente

—No—murmuró, sosteniendo la madera con la mano y perna impidiéndole cerrarla. La abrió con tanta facilidad que la albina no evitó sentirse nerviosa y al ver cómo daba un paso adentro no supo ni cómo reaccionar. Solo suspiro, la tomó de la cintura y no pudo ni apartarlo de un empujón cuando el blondo se puso de puntillas, le impregnó un beso en los albinos que la hizo jadear en medio de sus rosados y cerró sus ojos disfrutando de eso

Se sentía tan bien, no pudo evitar corresponder levemente, moviendo sus labios con timidez y temor sobre los masculinos que sonrieron con paz al ver que correspondía. Lástima que aquel dulce momento se vio interrumpió por una risa infantil, se separaron con las mejillas rojas al volver a la realidad, miraron los ojos infantiles que los observaban y casi corren al ver a el pequeño seal riendo mientras aplaudía

—¡El señor meliodas y la señorita elizabeth son novios! —

—¡Yei! —le siguieron el canto los infantes. El blondo sólo se disculpo entre balbuceos que elizabeth no entendió de ninguna forma, empezó a retroceder aún algo indeciso y el cuerpo temblando y salió de la casa femenina para irse a su propia habitación. Eso había sido lo más intenso que había hecho en su vida, años de estar juntando parejas que nunca había besado a una mujer hasta ese momento. Se sentía extremadamente avergonzado al respecto, pero ella había correspondido, quería decir, que le había gustado el beso ¿no? O tal vez lo hizo para no hacerlo sentir mal o tal vez solo por pena por él. Se dejó caer sobre su cama sin saber si llorar o sonreír y solo se cobijo entero ignorando a los aldeanos que parecían querer animarlo. Cuando un copo de nieve se colo por la ventana y acarició su frente supo que había llegado la hora, era momento que volver a pensar en él y después en ella. Había cumplido su misión ahí y era momento de avanzar para después volver

Por su parte elizabeth jadeo al verse sola y rodeada de pequeños que parecían celebrarlo como si lo esperarán con ansias. Quería llorar, su corazón latía tan rápido que no tenía ni la menor idea de que hacer. Correspondió, ese poeta absurdo había hecho que ese sentimiento infantil y doloroso que había intentado olvida. Solo apresuró a los niños para que se fueran y se encerró dejándose caer al suelo. Solo hizo lo primero que su órgano latente le pidió, lloro desde el fondo de su alma dejando ir los recuerdos lindos con su fallecido esposo

*

Tres días habían pasado desde ese beso y las motas debajo de su puerta o ventana habían sido más constantes, no pudo evitar guardar algunas que le causaron lágrimas y quemar otras para mantenerse caliente pero aunque el blondo la abrazaba de la cintura, le daba besos en la mejilla o abrazos desde el fondo de los sentimientos. Elizabeth seguía algo gélida y distante, no lo alejaba, pero no correspondía a sus acciones tan cariñosas. En el fondo se arrepentía, claro que quería tomar de la camisa a ese rubio hermoso y darle un beso en los labios como se debía, pero aún tenía miedo. No por su difunto esposo, no por enamorarse pues ya estaba enamorada, sino por él.

Amaba ser un poeta que viajaba de reino en reino dejando amor y buenos deseos. Él dijo que iba a irse y aunque se quedó más tiempo del que debía, ¿quién le iba a decir que un día ya no iba a encontrar su bella carta debajo de su puerta?

Meliodas inhalo el aire fresco de la mañana. Salió de ahí agradeciéndole a aquellos que le dieron hospedaje durante su tiempo de estar ahí, le entregó la carta que la señora de la casa le quería mandar a su hijo que vivía en danafor y luego salió de ahí. Ya había hecho suficiente, había besado a la chica, había disfrutado de su sonrojo y bellos ojos. Le había donando un sin fin de notas que ella había quemado pero aún así, se sentía feliz. Se sentía dichoso de saber que había experimentado el amor por primera y así podría darle mayor sentimiento a las cartas y poemas que le pedirían

Se paro frente a la puerta de la hermosa elizabeth, de su copo frío de nieve que alegraba su corazón poniéndolo a bailar y deslizó una carta que resbaló de forma perfecta, esta vez no era solo un simple poema, era una verdadera carta que escribió durante la madrugada y por eso estaba mal doblada

Se dio la medio vuelta empezando a irse y despidiéndose de con la mano de los infantes que le decían adiós desde la ventana, iba a extrañar liones, si antes era su reino favorito ahora lo era mucho más por las personas tan importantes con las que se había encariñado y la chica de la cual se había enamorado. Tomó aire para hacerse el fuerte y dejarla atrás, pero apenas pudo poner un pie en el sendero que lo sacaba del reino cuando

—¡Meliodas! —se detuvo por el grito jadeante de una voz dulce y se dio media vuelta sin poder contener su sorpresa

—Elizabeth...—

—¡Te amo! —se lanzó a abrazarlo con desesperación apretandolo contra sus suaves pechos provocando un color como las esferas de navidad en la cara masculina. Lo separó sin permitirle analizar todo lo que estaba sucediendo y luego le dio un beso suave acariciando sus mejillas

La mirada de meliodas se endulzo en ese momento, cerró sus ojos tomándola de la cintura correspondiendo a ese beso. Si la vida le daba ese placer de despedirse de ella, le agradecía totalmente.

Se separó y ella aún jadeaba intentando controlar el llanto que le impedía hablar, solo la silencio llenando de besos su cara hasta donde alcanzó con su pequeña estatura y le limpio las lágrimas. Elizabeth le respondió con pequeñas risas que sólo aumentaron el baile ancestral en el corazón del de ojos brillantes y cuando finalmente puso hablar, no se sesoeraba su confesión

—Por favo, llévame contigo—

—¿Qué? —

—Meliodas, yo estuve casada ¿si? Amaba mucho a mi marido pero él murió en una batalla y desde entonces tenía tanto miedo a enamorarme que decidí dejar de hacerlo. Todos me consideraban rara por mi apariencia y que nunca le pude dar hijos y...y...—

—He y tranquila hermosa, cálmate —beso su mejilla con vehemencia buscando su calma de forma inútil pies no lo lograba con ninguna caricia

—Y llegaste tu, hiciste que me enamorara de ti con tus hermosas palabras y tus miradas cálidas y tuve tanto miedo que creí que alejando te iba a evitarlo pero nunca te rendiste —

—Nishishi no podía rendirme sabiendo la pena que tenías en tu corazón—elizabeth le dio un casto beso adorando su sonrisa como el cielo estrellado y se separó en un suspiro cerrando los ojos

—Cada poema me hacía sentir feliz, hacía latir mi corazón y me daban ganas de besarte—

—P-Pero las quemabas, creí que era porque no te gustaban—ella rápidamente negó con la cabeza y a uno su cara

—Lo hacía para mantener el fuego prendido y que mi comida o mi casa no estuvieran frías, pero había varias que guardaba—sonrió al mismo tiempo que él repartiendo caricias por todo su cuerpo

—¿Entonces te gustaban?—preguntó con la voz tambaleante de emoción

—Me encantaban—

—Elizabeth, te amo—

—Y yo a ti—un beso mas, un abrazo que querían que durará una eternidad pero aún así elizabeth estaba reacia a perderlo. No podía hacerlo y tampoco iba a permitirlo—Por favor, llévame contigo, no seré un estorbo para ti, te ayudaré a repartir los poemas y las cartas, puedo ayudar con los niños. Por favor, quiero acompañarte—

—Elizabeth...me haría muy feliz que vinieras conmigo—la sonrisa que ella puso fue tan grande que casi se le rompe la cara por eso, pero la mueca en el rostro masculino le hizo quitarla de poco a poco —Pero no puedo llevarte, al menos no a donde voy—

—¿P-Por qué?—

—Elizabeth, castelion es un lugar horrible. Si te llegasen a ver no saldrías viva o incluso...—ella comprendió de inmediato a lo que se refería con lo incompleto. Había escuchado rumores y conocía la historia de su reino, castelion fueron traidores que robaron sus tierras y que tenían leyes que trataban muy mal a todo aquel que no tuviera una corona sobre la cabeza —Mi labor ahí es esparcir la esperanza, es el único reino en el que no cobro. Los niños se ponen tan felices con mis cuentos, las mujeres lloran con los poemas y los hombres agradecen palabras de aliento. No quiero que veas eso o que te hagan algo—

—Pero no quiero que me dejes. ¿Y si te enamoras de alguna otra chica? —meliodas negó un par de veces de forma lenta y acarició su cabeza con tal sutileza que la hizo llorar una vez más

—Elizabeth, aunque haya muchas estrellas en el cielo, solo existe una hermosa y brillante luna—Ella solo sonrió un poco y asintió—Tú eres mi brillante luna, jamás serias reemplazada—

—Pero ¿volverás? —

—Mi trayecto más corto para volver es pasar por castelion y regresar. Estaré unos días ahí y vendré por ti—

—¿Y me llevaras contigo? —

—Iremos a repartir felicidad—la dama albina solo asintió con la cabeza, pego los labios rojos de su amado una vez más disfrutando de aquel contacto que no iba a recibir en mucho tiempo y finalmente lo soltó entre sollozos y temblores que le decían que no lo dejara ir—Con lágrimas silenciosas por haberte amado—comenzó diciendo mientras empezaba a retroceder—Amor mío, este es mi adiós. Así que no llores al escuchar mi nombre, ríe, no te sientas sola en la oscuridad, siempre estaré para ti y cuando el sol se ponga en el horizonte, yo volveré a ti—y tras dejarle ese ultimátum, meliodas se dio media vuelta, le dedico un beso desde la lejanía y partió hacia su próxima locación con una sonrisa

Llenando de felicidad los corazones de la gente pobre de castelion, dedicándole un poema a una mujer rubia que lloraba desconsolada en los brazos de un hombre alto de ojos rojos solo para que unos días después, fuera cruelmente asesinado por unos caballeros de el reino de líones. Dejando salir su último aliento, con sangre en su ropa y una cara de arrepentimiento. Pues no había podido cumplir su promesa y ahora su bella muerte albina estaba sola de nuevo

Así fue como los rumores de que el poeta errante había sido asesinado en la caída del reino fortaleza se extendió por todo el lugar sin llegar a los oídos de una elizabeth que esperaba

*

¿Hacia cuanto se había marchado? Al menos dos meses y ella estaba más flaca y desnutrida que nunca. Casi se le notaban los huesos de su cara, tosia y tosia cada vez más constante sacando sangre y su pecho sufría de un dolor constante y horrible.

Incluso después de que supo que castelion había sido recuperada por liones y meliodas no volvió, creyó que había ido a camelo y ahí se había quedado, olvidandola a ella y todo lo que hizo para conquistarla. Hubo celebración de 5 días y 5 noches en el castillo del rey zeldris para celebrar el regreso de su tierra robada, pero ni escuchar la música ni a los niños que le decían que saliera a bailar la habían animado

Nadie en el reino le había querido decir que meliodas había muerto para no lastimarla, pero al parecer no decirle estaba haciendo completamente lo mismo. Leía las cartas y notas que le escondía o deslizaba debajo de su puerta cada noche, sin excepción, dejando la luz de la vela prendida para mojar con sus lágrimas la tinta de las hojas de papel. Hasta que un día, después de tantos meses llorando, con dolores y un frío de ultratumba, ya no pudo levantarse de su cama

Sollozaba con los ojos cerrados, intentando contener la constante punzada de su corazón roto, escuchando los alaridos de los niños que más la querían llorando por ella. Esa había sido su enfermedad, estaba enferma de desamor y el corazón se le estaba partiendo en trizas de verdad. Abrió levemente sus ojos bicolores notando la mirada de pena que todos le daban, incluyendo a el sacerdote que le ponía algo de líquido sobre su frente haciendo algo que parecía una oración

Siempre creyó que iba a morir sola cuando su esposo falleció y no tuvo ni un hijo, pero ahora veía a varios chiquitines que le pedían que no se fuera junto a dos personas de él pueblo. Guila, la madre de seal que le agradecía por todo lo que le había enseñado a su hijo y la panadera jericho que aveces iba con ella a pedirle que controlará a su hermano menor

—¿De qué te arrepientes hija? —susurro el sacerdote hacia la moribunda mujer que sólo negó un par de veces

—Me arrepiento de no haberle dicho que lo amaba antes—una punzada atravesó el corazón de los presentes—Me arrepiento de haberle permitido ir solo y no acompañarlo. Tal vez así estaríamos juntos—

—Ellie...—murmuro seal con tristeza

—Puedes descansar hija, Dios te perdona por todos los pecados que haz cometido—aún así ella no se sentía tranquila y no fue hasta en la noche que dejó salir su último sollozo, sus ojos dejaron de tener brillo para convertirse solo en cuencas vacías y el dolor finalmente desaparecio

En todo el reino de líones se lamento su perdida y la historia de el poeta que había matado con su palabra se extendió por toda britania

*

Entonces despertó, y lo que vio fue algo tan a maravilloso que creyó que estaba en algún sueño puesto que no sentía dolor, ni tristeza o enojo, podía ver su cuerpo completamente normal. Sin las ojeras que demostraban que no podía dormir y los huesos marcados de que no había estado comiendo. Un manto estrellado y enorme la cubría por completo, como si su nueva casa fueran las mismas estrellas del cielo nocturno y apenas pudo dar un paso, cuando sintió unos fuertes brazos que rodeaban su cintura y un beso en su mejilla que reconoció. No podía ser verdad

—Con lágrimas silenciosas por haberte amado, amor mio, esta es mi bienvenida. Así que ya no llores al escuchar mi nombre, volverás a reír. Ya no te sentirás sola en la oscuridad, porque yo estoy aquí y ahora que el sol se ha puesto en el horizonte, tu haz vuelto a mi—no necesito darse media vuelta para saber quien era. Se volteo con una sonrisa y lagrimas acumuladas de felicidad en sus pestañas, parpadeo dejándolas salir y sonrió al ver esos enormes y brillantes ojos esmeralda mirándola con cariño—Bienvenida amor mio—

—Meliodas—

*

Aquí acaba poet :'3 *supira* ay, saben que soy sentimental y no pude evitar llorar

En fin

Curiosidad que nadie pidio pero podría gustarles

- Con la muerte de meliodas, seal se está convirtiendo en el próximo poeta, ha empezado a escribir poemas, cartas y noticias usando todo lo que meliodas le enseñó y planea ir por los reinos igual que él para continuar con su legado :'D

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si ¿Cuál fue su parte favorita? Disculpen faltas de ortografía y perdón si no les gustó. A mi en lo personal me encantó TwT

¿Notaron el nombre de cierto peli negro que amamos?

Sin más nos vemos en la última historia, king

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