vi. The letter
🗡️🛡️CASSIE INTRODUCES YOU 🛡️ 🗡️
chapter six: the letter
written by mxgicsarcxsm
© 2022 ⚔️
Año 832
📍Centro de reclutamiento
DESDE EL PRIMER RAYO DE SOL DE aquel nuevo día, Cassie había sentido una ola de energía recorrerle el cuerpo entero, como si hubiera ingerido alguna clase de bebida energética. Su hermano Beorn parecía algo contrariado con tanta energía en una sola persona, pero realmente no podía culparla de estar emocionada. De hecho, él también estaba emocionado, aunque en menor medida. Pero lo estaba que era lo importante, tanto que toleraba en silencio los ataques de energía que su hermana y su amiga, Hange Zoë, sufrían de vez en cuando.
Y él siempre solía quejarse de la intensidad de ambas.
Luego de haber insistido hasta la saciedad, y conseguir agotar la paciencia de su padre Duncan, los hermanos Mutigman habían sido anotados en el programa de reclutamiento del ejército, el primer pequeño pasito para poder seguir la estela de su familia. No solo eso, sino que también habían conseguido que Duncan anotara a Hange con ellos, a pesar de no ser familia directa como requería el formulario estándar. Sin duda era una ventaja que el mayor de los Mutigman hubiera estado en la Legión cuando era más joven y que hubiera ocupado un alto cargo. Todavía seguía teniendo contacto con los mandamás del ejércitos, quienes habían decidido hacer la vista gorda.
Así que, a pesar de que serían los menores de todos los cadetes, y seguramente habría gente que se lo pudiera reprochar al exsoldado, ellos irían a entrenar. Porque estaban cien por cien seguros de que algún vecino chalado iría a reclamarle a Duncan sobre sus actos, e incluso a su madre Devendra. Porque había gente que veía al ejército como a un panda de vagos que no hacía nada, que solamente se gastaba el dinero público en tonterías; llegando al punto de que el culto de la iglesia los veía como profanadores, o eso tenía entendido Cassie.
Lo cierto era que a Cassie le importaba bien poco lo que dijeran de su edad o de querer estar en el ejército. Lo unico que le importaba era ser capaz de seguir la estela de su familia, ser alguien de quien sus padres pudieran sentirse orgullosos. Lo demás era totalmente irrelevante para ella.
Me cuesta creer que no haya más chicos o chicas de nuestra edad, pensó Cassie, mientras la carreta que los llevaba al centro de reclutamiento traqueteaba por el camino empedrado. Es imposible que haya gente que sepa esperar hasta una edad "razonable". Además, nosotros no tenemos la culpa de ser de los últimos meses del año.
—¿Creéis que habrá más de nuestra edad? —cuestionó Hange de repente, sacando a ambos hermanos de sus mentes. Estaba realmente ansiosa, en especial porque era alguien con mucha energía, con muchas ganas de socializar y hacer nuevos amigos. Y eso, no siempre era bien recibido—. ¿O tendrán todos entre trece y catorce?
—Depende de sus familias—respondió Cassie, pensativa. En el fondo, la pregunta de su amiga era muy buena, y una que tranquilamente se había podido hacer ella misma—. Si vienen de una familia como la nuestra, llena de militares, seguramente no han sido capaces de esperar a tener trece, catorce o incluso quince (que es la edad que realmente recomiendan para un soldado).
—Porque el entrenamiento dura tres años y así salen con dieciocho—añadió Beorn, de brazos cruzados. Estaba sentado enfrente a ellas, pasando la mirada de una a otra con aire aburrido—. Se supone que con dieciocho tienes la cabeza más amueblada.
—¡Ay no! ¿Eso significa que nos van a echar a patadas? —exclamó Hange, horrorizada.
—No, tonta, no le hagas caso—negó Cassie, mirando mal a su hermano mayor—. El ejército no está en posición de ponerse tiquismisquis con las edades de los nuevos cadetes. Lo único que realmente les importa, es aumentar el número de soldados en todas las ramas, especialmente en el Cuerpo de Exploración. Además, —hizo un pequeño ademán con una mano, restándole importancia—, cuando salgamos de la instrucción, tendremos quince años. No le veo el problema.
—Hange tendrá quince—recalcó Beorn, de mala gana. No le gustaba recordar que la loca de su amiga era un mes mayor que ellos—. Nosotros seguramente tendremos catorce.
—No sabes cuando será la graduación, so lerdo.
Beorn rodó los ojos, pero se mantuvo en silencio. En el fondo, sabía que tenía razón.
Las ceremonias de graduación iban cambiando segundo la promoción, o eso les había dicho su padre en varias ocasiones. Se hacían cuando todos los soldados habían concluido sus entrenamientos con éxito, y en algunas tropas se complicaba más que en otras. Había algunas promociones que habían durado cuatro años en el entrenamiento, otros menos de tres. Dependía mucho de sus habilidades, por supuesto.
—De todas formas, no me puedo creer que se hayan tomado tan tranquilamente la recomendación de vuestro padre—exclamó Hange, con los ojos brillando por detrás de sus gafas. Había recuperado su emoción de nuevo, y realmente se mostraba en su tono de voz. Parecía a punto de ponerse a chillar o a cantar, lo primero que se le pasara por la cabeza—. Quiero decir, ¡Cassie, tú misma viste la mirada que nos echó el soldado de la carreta! ¡Se está riendo de nosotras!
—Eso es porque todavía somos bajitas—replicó la pelirroja, como si no fuera con ella. Para ser honesta, ni se había fijado en el joven que los había ayudado a subir—. Beorn nos lleva unos cuantos centímetros, y parecemos duendes a su lado. Pero en cuanto peguemos el estirón, ya nos verán como soldados.
—Si es que lo pegas—se burló Beorn, mirando a su hermana con burla—. Tú igual te quedas así de canija.
Cassie entrecerró los ojos, mirando a su hermano como si fuera a golpearlo en cualquier momento. Beorn le mantuvo la mirada como si nada de aquello fuera con él. Hange se puso nerviosa, especialmente al recordar que no estaban solos en la carreta. Después de todo, su edad ya era suficiente como para que los pusieran en duda, no necesitaban hacer ningún numerito para que los tacharan de infantiles.
Por fortuna, ni Cassie se movió ni Beorn hizo ningún otro comentario al respecto. Ellos habían visto de reojo las miradas de los demás aspirantes a cadetes, juzgándolos por su tamaño y la edad que aparentaban. Pero ellos eran Mutigman, miembros de una familia de soldados que no dejaban que nada ni nadie los detuviera en su misión de la búsqueda de prosperidad de la humanidad.
Ellos iban a ser el futuro de la humanidad. Costase lo que costase.
(...)
Cassie se mantenía todo lo erguida que podía, mientras el instructor se paseaba entre ellos, juzgándolos. Por supuesto que no era tan alta como su hermano, pero no iba a dejar que su altura fuera un problema. Podía manejar perfectamente el equipo antitanes, pues no dependía de otra cosa que de habilidad y fuerza. Y ella tenía ambas.
El sol les daba de lleno mientras escuchaban lo que aquel hombre les decía. Mantenían posturas rectas, de claro respecto hacia su superior. Después de todo, no eran más que simples cadetes, soldados sin ningún tipo de cargo importante. Como había dicho aquel hombre, en aquel momento solo eran gusanos que valdrían de cebo para los titanes. Ni siquiera para eso.
Sus ojos marrones se pasearon por los demás aspirantes, observándolos con curiosidad. Después de todo, iban a ser sus compañeros durante los próximos tres años; debía fijarse en aquellos que apuntaran maneras, que desprendieran aura de potencial. Solo esos podrían ser dignos. Había bastante diferencias de alturas, y estaba segura que de edades. Según sus cálculos mentales, los chicos y chicas que veía por allí estaban entre los doce y los quince años. Seguramente habría alguno de dieciséis o incluso de diecisiete, pero no era demasiada buena para calcular edades. Le parecía juzgar un libro por su portada, algo estúpido.
No se encontraban en silencio, pues de vez en cuando se escuchaban voces. Debían presentarse y decir la razón por la que estaban allí, por la que querían entrar en el ejército. Algunos incluso decían de donde venían, por mucho que no les llegara a interesar. Parecía ser un mero formalismo, como si tuvieran que romper el hielo de alguna manera.
El instructor, seguramente un hombre que rondaría los treinta y algo, se paró delante de su fila. Cassie vio de reojo como la chica al lado de Hange, una pelinegra de ojos violetas, temblaba ligeramente. A su lado, un chico azabache parecía mirarla de reojo, como si la vigilara. A pesar de las diferencias entre ambos, Cassie se preguntó si estaban emparentados. Quizás eran hermanos, o medio hermanos.
—¡Tú! —El instructor se paró delante del azabache, quien ni siquiera pestañeó. A diferencia de la chica a su lado, que volvió a temblar—. ¡Preséntate, basurilla!
—Me llamo Angus Hitman, señor.
¡Es un Hitman!, pensó Cassie, asombrada. Su familia tiene mucho dinero, ¿Qué hace aquí?
—¿Hitman? ¿Qué haces aquí?
—Deseo ayudar a la humanidad en su lucha contra los titanes, señor.
—Bueno... eso habrá que verlo...
Estaba claro que el instructor dudaba mucho de las capacidades de un miembro de los Hitman.
Procedentes de la muralla interior, donde la familia real y sus allegados solían estar, los Hitman eran una de las familias más influyentes de todo el reino. Con múltiples propiedades y negocios, su capital ascendía hasta números que seguramente harían que las cabezas de todos dieran vueltas sin descanso. Era extraño ver a uno de los suyos en las filas del ejército, queriendo ser soldados rasos.
Por supuesto, los Hitman colaboraban con el ejército, pero por medios económicos. Eran los encargados de financiar las armas de los soldados, de abastecer a las tres ramas con todo lo que necesitaban. Su dinero hacía que todo el mundo dejara de cuestionar su apoyo al ejército, pues lo consideraban perdido. Sin embargo, aquella familia seguía invirtiendo todo lo que podían, como si mantuvieran la esperanza de que eran su único medio de prosperar.
—¿Y tú, pequeña basura? —El instructor le hablaba a la chica al lado del azabache, la cual tembló levemente, luego de dar un brinco en el sitio—. ¿Quién eres?
—M-me ll-llamo M-mizuki U-uchika, s-señor—tartamudeó la de ojos violetas, nerviosa por la seria mirada que aquel hombre le daba. Se encogió levemente sobre sí misma, intimidada—. Y-yo t-también q-quiero a-ayudar, s-señor.
El hombre alzó una ceja, escéptico.
—Bueno, supongo que la Policía Militar siempre tiene sitio para alguien más. —Desvió su mirada hacia Beorn, quien parecía no estar allí—. ¡Tú, mocoso! ¿Quién demonios eres y que haces aquí?
—Soy Beorn Mutigman, señor—respondió con tranquilidad, como si no fuera realmente con él—. Mi objetivo es ayudar a la humanidad acabando con los titanes, señor.
—¿Mutigman? ¿Eres un Mutigman?
—Lo soy, señor. Y ella también—señaló a Cassie, quien estuvo a poco de sonreír—. Es mi hermana.
—Vaya, vaya, vaya, y yo que creía que no viviría lo suficiente como para ver a más Mutigmans en el ejército. —El instructor se rio de su propio chiste, mientras ambos lo miraban seriamente. El resto de los jóvenes parecía realmente sorprendido—. Escuchad, basuras humanas—se dirigió a todos los presentes—, si no sabéis quienes son los Mutigman, es mejor que os escondáis de nuevo bajo la piedra en la que vivíais.
>> En cuanto el primero de ellos llegó, todo el mundo supo que el ejército tenía una pequeña esperanza contra las bestias que llamamos titanes. Abrid bien los ojos, porque estoy plenamente seguro de que estos dos micro basuras de aquí—volvió a mirar a los hermanos—, en un futuro serán líderes de medio ejército.
—Con el debido respecto, señor, no nos importa el título que tengamos—intervino Cassie, tan recta como una tabla de madera, y con un aura de seriedad que ni su hermano ni su amiga le habían visto nunca—. Lo que nos importa a todos los Mutigman, es contribuir en la lucha de la humanidad. Solamente queremos luchar contra los titanes. Las medallas son algo secundario, señor.
El instructor se quedó mirándola durante unos largos segundos, mientras ella le mantenía la mirada con tranquilidad. Durante ese período de tiempo, todos los nuevos soldados giraron las cabezas o se movieron lo suficiente como para mirarlos. Realmente les sorprendió ver a aquella niña bajita, que casi parecía querer salir corriendo a jugar, siendo capaz de mantener la mirada a un soldado veterano como era su instructor.
Los murmullos comenzaron a resonar por lo bajo.
<<Para ser bajita impone>>.
<<Caray, nunca había visto una mueca tan seria en alguien tan joven>>.
<<¿Es una Mutigman? ¡Genial! Papá me dijo que eran increíbles>>.
<<Podré ver a una Mutigman en acción, que maravilla>>.
<<Así que esa canija es una Mutigman... bueno, supongo que puedo enfrentarme a ella de todas maneras>>:
—Bueno, no me esperaba otra cosa. No me decepcionéis vosotros dos, Mutigman's, o yo mismo os tiraré a los titanes. ¿Estamos?
—No le defraudaremos, señor—soltaron Cassie y Beorn a la vez, de forma perfectamente coordinada. Era como si lo hubieran estado ensayando durante mucho tiempo, cuando en verdad había sido totalmente esporádico.
Era su sangre, la de los Mutigman, la que decía aquellas palabras.
Su sangre, hablaba por sí sola.
(...)
Año 839
📍Instalaciones de la Legión
Cassie había perdido la cuenta de cuantos minutos llevaba observando a Isabel girar y girar con el equipo de maniobras, pero no se quejó. La chica había recurrido a ella, pidiéndole que le ayudara a mejorar su forma de moverse, y la Mutigman no había tenido el coraje necesario como para decirle que no. Isabel realmente destilaba ternura por cada poro de su piel, y en cierto modo le recordaba a su hermanito pequeño.
Rinc era el menor de su familia, y justamente había nacido un año antes de que Beorn y ella hubieran terminado su adiestramiento. El instructor les había permitido volver a casa solamente para conocer al pequeño, que ahora ya tenía cinco años y era un verdadero torbellino. En su humilde opinión, era una mezcla perfecta entre su hermano mellizo y ella. En otras palabras, un dolor de cabeza para sus padres.
—Estás mejorando mucho, Isabel—la alabó, mientras le tendía un poco de agua al verla tan agitada. Había decidido parar aquel entrenamiento, pues tampoco quería que se mareara y vomitara—. Creo que estarás lista para cuando vayamos de expedición. Aunque para eso todavía falta.
—Me da algo de miedo—admitió la menor, haciendo una mueca—. Pero mi hermano estará allí, ¡así que todo irá bien!
—Hablando de tu hermano, ¿Dónde están Farlan y él? —cuestionó Cassie, confundida—. Creí que ellos también vendría a entrenar contigo.
Isabel se puso nerviosa ante la pregunta, poniendo a funcionar su cerebro a toda velocidad. No podía decirle la verdad, por supuesto. Farlan y Levi estaban en medio de su misión, aquella que los había sacado de la Ciudad Subterránea, y no podía dejar que los pillase con las manos en la masa. No quería regresar a aquel lugar, bajo ningún concepto.
—No les entendí lo que dijeron—habló, un poco más rápido de lo normal—. Dijeron no se qué de pasar tiempo de hombres, y me echaron a patadas de la habitación.
—¿Tiempo de hombres? —cuestionó Cassie, ladeando la cabeza hacia un lado.
—¿Tú sabes lo que significa eso? —preguntó Isabel, siguiendo con su actuación. Aquel plan mental suyo había salido de la nada y parecía estar funcionando bien—. ¿Tú sabes a que se refieren?
Cassie recordó algunas conversaciones entre su hermano, Harry y Angus. Ellos también empleaban unas palabras parecidas, seguidas de las burlas del de ojos dorados. Cuando eso pasaba, tanto su hermano como Angus se ponían rojos y le pegaban a Harry. Así que, si era exactamente lo mismo que ella estaba pensando, le iba a costar un poco mirar a Farlan y a Levi a la cara.
¿Lo harán juntos o por separado?, se preguntó, para luego sacar aquella imagen de su cabeza. Dios mío, no necesitaba imaginarme eso...
—¿Cassie? —la llamó Isabel.
—¿Sabes qué? En la ignorancia se vive mejor—murmuró Cassie, saliendo de sus pensamientos. Vio la mueca confundida de la chica frente a ella, así que prefirió mantenerse en silencio. No quería ser la responsable de un posible trauma—. Seguramente sean cosas suyas, mejor no nos metemos. Pero espero que no descuiden su entrenamiento o tendremos muchos problemas.
—Los tendrán ellos, ¿no?
—No, yo también los tendré—respondió la mayor, haciendo una mueca—. Se supone que le estoy robando tres soldados a Flagon, como si no tuviera nada mejor que hacer con mi vida. Además, le dije a Erwin que me encargaría personalmente de que mejorarais vuestras habilidades de cara a la nueva expedición. Él es muy cuadriculado, si ve que no lo he cumplido se va a enfadar un poco...
Isabel contuvo una mueca. La van a meter en problemas, tenemos que pensar en algo ya.
—¿Conoces al capitán Erwin desde hace mucho tiempo? —cuestionó Isabel, con tono inocente. Después de todo, presentía que la información sería bien recibida.
—Uh, ya hace unos cuantos años que lo conozco, sí—respondió Cassie, conteniendo un resoplido. Recordaba perfectamente la primera vez que lo había conocido, y lo patética que había sido. El solo pensarlo, hacía que quisiera volver en el tiempo para darse una bofetada a sí misma—. Pocos días después de habernos graduado, tuvimos que elegir la rama del ejército a la que queríamos unirnos. Él estaba entre los soldados que hacían de "comité de bienvenida" del Cuerpo de Exploración.
—¿Hace mucho que te graduaste? —preguntó Isabel, ladeando la cabeza con curiosidad.
Quizás eso me diga algo, pensó ansiosa, aunque es evidente que es más joven que mi hermanito.
—Pues creo que unos cuatro años—respondió Cassie, frunciendo ligeramente el ceño—. La verdad es que recuerdo poco, básicamente tengo memoria selectiva. A mí me parece más tiempo, pero porque a veces Erwin es un poco teatrero de más. Sus discursos se hacen eternos cuando se pone intensito. —Sacudió la cabeza, como si borrara lo que había dicho—. De todas maneras, los demás lo saben casi mejor que yo. Todo lo que tenga que ver con mi familia, se recuerda porque se grava a fuego en las memorias de todos. Es increíblemente agobiante.
—¿Dónde están tus padres?
—En un pequeño pueblito de Trost, cerca de la ciudad. La casa de mi familia, y las de algunas más, forman un pequeño pueblo agricultor y ganadero. Los Mutigman llevan muchas generaciones viviendo allí, y mi madre realmente espera que uno de nosotros viva allí. Me tendría que pelear con Beorn y Rinc para vivir allí, pero casi prefiero el establo. Los caballos son la pasión de mi padre, y siempre he vivido entre potrillos.
—¿Rinc? —repitió Isabel, confundida—. ¿Quién es Rinc?
Cassie dejó de caminar, con aire confundido.
—Es mi hermano pequeño—pronunció lentamente, mirando a la chica—. ¿Nunca te he hablado de él?
Isabel negó con cabeza varias veces. —No, nunca.
—Oh, pues es extraño, porque no dejo de hablar de él. Soy la típica hermana mayor que está encantada con su hermanito—se echó a reír, haciendo que se le entrecerraran los ojos brevemente—. Ahora tiene cinco años, y te aseguro que es un terremoto de niño. Ha aprendido a escribir hace poco, y nos manda cartas de vez en cuando. Aunque, si te digo la verdad, hace más dibujos que otra cosa.
Cassie siguió hablando mientras ambas guardaban el equipo, Isabel escuchando atentamente. Había visto el brillo en los ojos de la mayor cuando hablaba del pequeño Rinc, y la había deslumbrado tanto que quería seguir escuchando más cosas del menor de los Mutigman. Ni siquiera pensó en Farlan y Levi, o en el maldito plan que tenían en mente para conseguir los papeles de una vez. Era la primera vez que tenía una chica con la que hablar, y realmente quería aprovechar el momento. Cassie era su única referencia con la que resolver todas las dudas de su joven mente. Isabel sabía perfectamente que preguntarle a Farlan o a Levi sería como tirar una piedrecita a un pozo; no tendría nada de utilidad.
Se encontraban tan enfrascadas en su conversación, que ni siquiera se dieron cuenta de cuando Beorn, Soleil, Maika, Harry, Angus y Mizuki se unieron a ellos. Solamente fueron conscientes en cuanto escucharon otras voces sumándose a las suyas, aunque el tema no cambió. Después de todo, los compañeros de los hermanos habían conocido en persona al menor de la familia, y tenían muchas anécdotas que contarle a Isabel. Historias que la de ojos verdes escuchaba en silencio, preguntándose como sería tener una familia como la de Cassie y Beorn, tener a alguien que la cuidara tanto y que le brillaran los ojos tanto al hablar de ella.
Rinc tiene mucha suerte, pensó, mientras escuchaba. Tener a Cassie de hermana mayor tiene que ser realmente genial.
Al desviar la mirada, Isabel vio a lo lejos a Farlan y a Levi. A juzgar por su lenguaje corporal, no habían conseguido los dichosos papeles, así que debían hacer más intentos para logar completar aquella misión. Sin embargo, aquello no desanimó a Isabel, sino todo lo contrario. Aquello era una excusa para seguir pasando tiempo con Cassie, y mejorando sus habilidades con el equipo de maniobras tridimensionales.
—Estás aquí, Isabel—habló Farlan, luego de hacer un saludo generalizado, algo nervioso—. Te estábamos buscando.
—¿Ya habéis acabado de hacer cosas de hombres? —preguntó Harry, con aire de malicia, sin dejar que nadie se le adelantara. Por supuesto que no iba a dejar pasar la oportunidad de burlarse de alguien—. Me ha parecido que os ha llevado poco tiempo.
Farlan puso una mueca extraña. —¿Eh?
—Isabel nos dijo que estabais haciendo cosas de hombres—explicó Cassie, evitando que su compañero dijera una animalada más. En cuanto habló, se ganó la mirada de los recién llegados—, y que por eso no habíais podido entrenar con ella.
—¿Qué estábamos haciendo cosas de hombres? —repitió Farlan, confundido. Tanto, que no vio el gesto que la menor le hacía—. Nosotros no-...
—Si, hemos acabado—interrumpió Levi, luego de darle un codazo al rubio.
Farlan se sobó la zona dañada, con aire ofendido. No entendía porque lo había golpeado, ni la razón por la que Isabel parecía irritada de repente. Su cerebro simplemente no había procesado la información.
Y era algo que solía irritar a Levi.
—Oh, bueno, en ese caso dejaremos el entrenamiento para otro día—ofreció Cassie, luego de observar aquel intercambio.
—Sí, seguro que hoy están muy agotados—se burló Harry, sonriendo de forma que sus colmillos se vieron.
—Harry—regañó Angus.
—Mira que eres santurrón cuando te lo propones.
—No empecéis, por favor—pidió Soleil, mientras Maika contenía las ganas de bufar—. Lleváis mucho tiempo discutiendo sobre lo mismo.
—Luego del primer mes ya pierde la gracia—añadió la de ojos oscuros.
Cassie no hizo comentario alguno, pero estaba realmente de acuerdo. Harry siempre molestaba a Angus con su forma educada de ser, desde que se habían conocido. Y ya hacía más de cuatro años desde la primera vez que había tomado la suficiente confianza como para hacer esa clase de comentarios.
Me pregunto si en algún momento dejará de hacerlos.
Justo cuando estaba a punto de moverse para hacer algo, escuchó pasos acelerados. Giró sobre su eje, viendo como Erwin se acercaba a ellos con rapidez. Estaba vestido con el usual traje que llevaba cuando no tenia el uniforme de la legión, y sus cejas estaban totalmente fruncidas sobre sus ojos azules. A sus lados caminaban soldados rasos, intentando hablar con él, aunque algo le decía que no les estaba haciendo ni caso.
Nunca he visto a Erwin con esa expresión, pensó Cassie, poniéndose algo tensa.
Erwin ni siquiera miró a los soldados del subterráneo, quienes sí lo miraron al instante, como si intentaran verle el alma. Levi, de hecho, se puso tieso como un palo. Miraba al hombre rubio con el ceño fruncido por encima de sus grisáceos ojos.
—Erwin... ¿va todo bien? —cuestionó Cassie, confundida con el aura que rodeaba al rubio. Lo conocía desde hacía mucho tiempo, y no recordaba haberlo visto tan serio—. Estábamos en un descanso del entrenamiento...
—Pues creo que el descanso va a tener que alargarse más, Cassie—replicó Erwin, con un tono tan serio que casi el heló la sangre. ¿Acaso había hecho algo malo y no se había dado cuenta? —. Ha llegado esto para ti. De hecho, para ti y para Beorn.
Le tendía un sobre blanco.
—¿Para mí? —cuestionó Beorn, confundido.
—¿Qué es? —preguntó Cassie, recibiendo el sobre—. ¿Lo has abierto?
Erwin negó con la cabeza. —Mira el remitente.
Cassie giró el sobre y notó como se le secaba la garganta el leer <<Duncan Mutigman>>. Era una carta de su padre, pero sus comunicaciones nunca pasaban por medio de Erwin, sino que iban directamente a ella por medio de alguno de los soldados de menor rango. Que aquel sobre hubiera ido al capitán frente a ella, la ponía de los nervios.
Se percató de que estaba algo rasgado.
—Lo has leído—masculló Cassie, aunque no fue en tono de reproche.
—Shadis quería asegurarse de que era de tu padre y no de algún listillo—explicó Erwin, cruzándose de brazos de forma que la camisa se ciñó a sus bíceps—. Es importante, Cassie. El entrenamiento debe esperar.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Beorn, poniéndose de pie de un salto.
Cassie había sacado la hoja del sobre mientras Erwin hablaba y en ese momento deslizaba sus ojos marrones por la letra de su padre. Conforme leía, su mueca de tranquilidad se iba rompiendo en una totalmente distinta. Todos y cada uno de los poros de su piel desprendían preocupación.
—Es mamá—informó Cassie, con el corazón en la garganta—. Ha tenido un accidente con la carreta, y tiene que guardar reposo absoluto. Papá está solo con los caballos y Rinc...
—¿Qué? —soltó Beorn, con tono más agudo de lo normal.
—Beorn...—Cassie elevó la mirada para posarla en su hermano—. Estamos en plena época de entrenamiento de potros. Si papá pierde algún cliente...
—Puede perder los ahorros de todo un año, de un solo plumazo...—finalizó él.
Los hermanos se quedaron mirando el uno al otro, con la preocupación flotando perfectamente alrededor de sus cuerpos. Sabían perfectamente que su hermanito también ayudaría a su padre, pero Devendra realmente odiaba que el pequeño Rinc anduviera en medio de los potros. No eran tan dóciles como los adultos, y podían darle una coz sin querer.
Ni Cassie ni Beorn se perdonarían que su hermano se llevase un golpe de un caballo. No si ellos podían evitarlo.
Por eso, Cassie se giró hacia Erwin, con la preocupación claramente visible en sus ojos avellana.
—Erwin...
—No tienes ni que preguntarlo—la cortó Erwin, pues la conocía demasiado bien como para saber lo que diría—. Antes de venir aquí, hablé con el Comandante. Me costó lo suyo, pero he conseguido que no ponga pegas a que volváis a casa a ayudar a vuestro padre. Al menos hasta que tu madre se recupere y pueda volver a hacer vida normal.
—¿Dice algo de si la ha visto un doctor? —preguntó Beorn, poniéndose nervioso.
Cassie negó con la cabeza.
—El Comandante Shadis ya ha avisado al doctor Jaeger—informó Erwin, haciendo que ambos volvieran a mirarlo—. Estará allí en un día, como mucho.
—Gracias, Erwin—musitó Cassie, esbozando una sonrisa algo triste.
El rubio hizo un gesto con la cabeza, para luego girar sobre su eje y alejarse. Los soldados que lo habían acompañado hicieron el saludo en dirección a la Mutigman, para luego salir corriendo detrás del capitán. Casi parecían patitos detrás de mamá pato, y seguramente en otra ocasión la comparación le habría hecho gracia. Pero no era el momento.
Se giró hacia sus compañeros y los tres soldados del subterráneo. Todos habían presenciado la escena.
—Lo siento mucho, pero nuestra familia es primordial—habló Cassie, apretando la nota de su padre en su mano, como si eso fuera a ayudar a que su madre se pusiera bien—. Podéis entrenar por vuestra cuenta o ir a ayudar a Hange, lo que queráis. —Se giró hacia los tres del subterráneo—. Lo lamento, de verdad. Seguiremos con el entrenamiento cuando volvamos...
—Espera, Cass—la frenó Soleil, poniéndose de pie de un salto—, no te precipites.
—Te has vuelto loca si piensas que vamos a dejar que os vayáis solos—señaló Maika, también poniéndose de pie.
—El Comandante Shadis se pondrá hecho una furia si no se sigue con el protocolo de la preparación de la próxima expedición—habló Cassie, de forma tan rápida que por poco no la entendieron. Pero lo cierto era que estaba algo ansiosa por irse a casa y ayudar a su padre—. No quiero que os metáis en líos por nuestra culpa.
—El Comandante Shadis puede besarme el trasero si quiere—bufó Harry, con el ceño fruncido.
—Cass, tú misma lo dijiste cuando formamos el escuadrón—habló Angus, de brazos cruzados—. Ahora somos como una familia.
—Y tus padres siempre nos tratan muy buen cuando vamos a verlos—añadió Mizuki, esbozando una tenue sonrisa—. Es momento de que nosotros les devolvamos el favor.
Cassie hizo esfuerzos para no sonreír como una loca.
Por motivos como ese era por el que el gustaba tanto su escuadrón. Porque no eran soldados y su superior, no. Ellos eran amigos, una segunda familia. Y siempre se podían apoyar los unos en los otros. Por eso se compenetraban tan bien, por eso pensaban como si fueran una misma persona.
—Esto... Cass—balbuceó Isabel, jugueteando con sus dedos—, ¿yo también puedo ayudar?
—Isabel—soltó Farlan, abriendo los ojos más de lo necesario.
—Mocosa—farfulló Levi.
La de ojos verdes los ignoró, clavando su mirada en la mayor. Cassie parecía algo sorprendida.
—Te has portado muy bien con nosotros, y me gustaría devolverte el favor—se justifició Isabel, luego de soltar un bufido irritado. No era demasiado buena con las palabras—. Además, me encantan los caballos. Se me dan muy bien, como ya has visto. Por favor, por favor—añadió, poniendo ojos de cervatillo.
—¿Cómo lo ves? —le preguntó Cassie a su hermano.
Beorn hizo una mueca con los labios. Si bien no le agradaba demasiado que mucha gente estuviera en su casa, con su hermanito pequeño, la verdad era que no había nada en Isabel que le transmitiera malas vibraciones. Y la había visto manejarse con los caballos, realmente se le daban bien.
—Cuantos más mejor—acabó por soltar, sorprendiendo a sus compañeros—. Papá va a necesitar toda la ayuda posible para acabar bien la temporada. Eres bienvenida de venir con nosotros, Isabel.
Isabel contuvo su emoción, dando un pequeño brinquito en el sitio.
—En ese caso...—comenzó Farlan, mirando al más bajo.
—Nosotros también iremos—soltó Levi, sin pestañear. Estaba claro que su plan debía esperar un poco más, pero que remedio había. Tenía que vigilar a ambos a la vez—. Para asegurarnos de que la mocosa no hace de las suyas.
—¡Hermano! —se quejó Isabel, aunque también se mezcló con su emoción.
Levi simplemente chasqueó la lengua con irritación.
—Bien—aceptó Cassie, mirando al pelinegro con una pequeña sonrisa. Por alguna razón, aquello había hecho que su ansiedad se relajara un poco. Después de todo, su padre iba a tener suficiente ayuda como para poder acabar bien la temporada. No iban a perder el dinero que tanto le costaba ganarse—. Preparad vuestras cosas. Saldremos en tres horas.
¡Hola, hola! ¿Qué tal están? ¡Espero que bien!
En este capítulo os he dejado un poco más de información de los Mutigman, y me he puesto al día con las fechas. Os prometo que me he pasado más de media hora con la calculadora y un folio para que me dieran las cuentas, pero ya está todo bien cuadrado. (Por si os interesa saberlo, Rinc nació en el mismo año que Armin, por lo que ambos son más mayores que Eren y Mikasa; Información que no necesitamos por el momento je). Ah, y vuelvo a confirmar que Cassie es menor que Levi, por si alguien anda perdido.
La verdad es que no tenía pensado que Isabel, Levi y Farlan conocieran al pequeño Rinc y a los señores Mutigman, pero vi unos cuantos edits en Tik Tok de los OVA's y me dieron ganas de llorar.... así que decidí poner algo bonito de por medio. Bueno, que Devendra ha tenido un accidente, pero x. Se van a conocer, ojo cuidado. Ojo cuidado.
Bueno, ¿Qué os ha parecido el capítulo?
¡Espero que os haya gustado!
Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!
—👑
|Publicado|: 08/11/2022
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