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00. prologue

🗡 🛡️CASSIE INTRODUCES YOU🛡️⚔️
the prologue: three little children dreaming about the future 
written by mxgicsarcxsm
© 2022 ⚔️


Año ¿¿¿¿?????
Distrito de Trost


LAS SUELAS DE SUS ZAPATOS golpeando el pavimento de la calle era el sonido que más se escuchaba en aquella tranquila mañana, mientras sus cortas piernas corrían con agilidad. Alguna que otra carcajada abandonaba sus pulmones, mientras extendía los brazos en horizontal y fingía que planeaba como lo haría un pájaro surcando el azulado cielo. Sus pisadas y sus risas eran acompañadas por las de otras dos personas, de su misma edad, y que se encontraban tan entusiasmadas por aquel extraño juego como ella misma. Después de todo, nadie era capaz de quitarle la alegría a un niño pequeño cuando estaba en pleno juego.

Los tres niños corrían por la ciudad, jugando a que eran pájaros volando por un campo lleno de margaritas. Un campo en el que no se veía ni el principio ni el final, tan basto que los ojos de un humano jamás serían capaces de calcular cuanta extensión tendría. Un campo lleno de árboles, arbustos, flores y algún que otro pequeño riachuelo para aportar su pequeña canción propia, el tranquilo murmullo del agua circulando. Lleno de pequeños animales, como cervatillos o liebres, que se asustaran nada más verlos. También lleno de otros más grandes, depredadores, pero de aquellos que no correrían por lo descubierto para que sus presas no fueran capaces de verlos. Un campo de lo más idílico... sin ningún tipo de muralla que cortase sus ganas de volar.

Por mucho que los tres imaginaran que eran tan libres como lo era un pájaro, la realidad era muy distinta. No se parecía en nada al escenario que sus pequeños cerebros eran capaces de imaginar. la realidad era que vivían en una pequeña ciudad fortificada, que era una pequeña extensión de un muro mucho mayor. La humanidad había tenido que llegar a aquellos niveles de protección para ser capaz de defenderse ante su más letal y despiadado enemigo: los titanes. Los titanes eran bestias bípedas, con un horroroso parecido al ser humano, aunque por fortuna, tenían bastantes diferencias. Presentaban proporciones desmesuradas, en mayor y menor medida, así como miembros arqueados, doblados o con longitudes totalmente impensables e inconcebibles. La mayoría de ellos tenían piel y cabello, pero algunos solamente tenían músculos rojizos y sangrantes. Se sabía que sus dientes eran lo suficientemente duros como para romper los huesos de un ser humano con la misma facilidad que un cuchillo se encargaría de un trocito de mantequilla. Y, hasta el momento, esa era toda la información que la humanidad tenía sobre aquellos bichos.

Se habían construido tres enormes muros, —Sina, Rose y María—, para resguardar a todo ser humano y animal de aquel horror, del caos y la destrucción que los titanes llevaban consigo allá donde fueran. Aquellas enormes paredes medían más de cincuentas metros de alto, así que era terriblemente complicado ignorar su presencia, fingir que no estaban. En especial cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás, y todo el mundo deseaba que aquellas paredes no estuvieran para poder ver la puesta de sol con tranquilidad, —así como también el amanecer, por supuesto—.

También era terriblemente complicado de ignorar el pensamiento de que siempre se mantendrían de una sola pieza, de que se erguirían en sus lugares hasta el final de los tiempos, protegiendo a todas las siguientes generaciones de humanos. Aquellas murallas ya tenían más de un siglo de edad, desde que habían sido construidas por el rey de entonces, en un desesperado intento de frenar el avance de aquellas terribles bestias devorahombres y de evitar la inminente extinción del ser humano. La protección que ofrecían era respetada por muchas personas, casi viéndolas como si fueran alguna clase de dios. Incluso tenían sus propios grupos y edificios de culto, en los cuales se rezaba para que siguieran mucho más tiempo defendiendo a todos. Había personas que llegaban a los límites de ponerle a sus hijas los nombres de los muros, —refiriéndose a ellas como las tres diosas de la humanidad: Sina, Rose y María—, para asegurarse de que las protegerían hasta el final de los días. Una práctica que se había extendido como mucha rapidez, y que ocasionaba que hubiera pocas niñas que no tuvieran uno de los tres nombres como el primero suyo, e incluso el segundo.

Pero otra parte de la población no era tan supersticiosa, ni llegaba a aquellos niveles de adoración por unas simples piedras, e incluso dudaba de la durabilidad de aquellos muros. Eran grupos que solamente creían en la fortaleza de la humanidad, siendo conscientes de que en algún momento se encontrarían frente a frente con el horror de los titanes. Después de todo, no tenían ninguna garantía de que alguna de aquellas bestias no fuera lo suficientemente alta y fuerte como para romper los muros en mil pedacitos, con la misma facilidad que una mano deshace un trozo de mantequilla. Esa parte de la población era la que más apoyaba al ejército; lo veían como la única arma salvadora de la humanidad. La única forma de asegurar un futuro a la especie humana.

El ejército de la humanidad estaba dividido en tres grandes grupos: Policía Militar, Tropas de Guarnición y Legión de Reconocimiento. La Policía Militar básicamente era la encargada de mantener el orden en las calles y de proteger a la familia real. Además, también eran los que se aseguraban de que las leyes fueran cumplidas. Las Tropas de Guarnición tenían como principal objetivo el mantenimiento de los muros, asegurarse de que seguían en perfecto estado. Eran los ojos del ejército, puesto que desde los altos muros eran capaces de ver a los titanes que se aproximaran a los muros. Y luego, estaba la Legión.

Los hombres y mujeres de la Legión arriesgaban sus vidas en cada una de sus misiones, puesto que abandonaban la seguridad de los muros y se adentraban en territorio de titanes. Sus principales objetivos eran el estudio de aquellos seres para ser capaces de entenderlos y de obtener métodos más eficaces para su eliminación. Debían acabar con todos los que se acercaran lo suficiente a los muros, además de ir fijando pequeños campamentos para la recuperación del territorio que los humanos habían perdido a manos de las bestias. Sin embargo, al ser la fuerza del ejército que se enfrentaba directamente al enemigo, eran los que tenían más bajas. Los que más muertes cargaban a sus espaldas.

Por ese mismo motivo, los niños que soñaban con un mundo sin muros, veían a los soldados de la Legión como héroes. Sin importar cuantos se hubieran marchado de los muros o cuantos volvieran, los menores siempre los miraban como si hubieran logrado una victoria contra los titanes. Aunque, evidentemente, la realidad era muy distinta.

—¿Creéis que los muros aguantarán para siempre? —cuestionó la primera niña, la que había avanzado por todas las calles encabezando la marcha, con tono de voz algo escéptico. Era como si ella misma no se creyera lo que estaba preguntando, como si una parte de su cerebro ya estuviera pensando que estaba haciendo preguntas verdaderamente estúpidas—. ¿Qué nos protegerán hasta el final de nuestros días?

Cassie Mutigman sintió como su corto cabello castaño rojizo se mecía suavemente por la brisa que comenzó a soplar en aquel preciso momento. Mientras esperaba una respuesta de sus acompañantes, sus ojos marrones se quedaron fijos en el horizonte, en donde los altos muros se erguían casi desafiando a todos los presentes y a toda ley de la naturaleza que se conociera. Camiseta rosa y falda negra la hacían lucir como una pequeña muñeca, aunque la realidad era que había sido vestida de aquella forma luego de un arduo momento de chantaje.

Ella nunca se pondría una falda voluntad propia.

—No dejan de ser piedras, por muy enormes que sean pueden llegar a ser destruidas—respondió el único niño, observando las paredes con ojo escéptico. Se pasó una mano por su pelo marrón tratando de peinarlo, bastante más oscuro que el de su hermana, para luego añadir—: Además, ya escuchaste a papá hablar de ellos. Él y mamá piensan que es una tontería creer que durarán para siempre.

Beorn Mutigman no fue capaz de acomodar su cabello marrón como el quería, por lo que soltó un pequeño resoplido. Aquel corte de pelo, como si fuera alguna clase de casco militar, lo ponía de mal humor, pero era el único que sabía hacer el barbero local. Sus ojos marrones viajaban desde la expresión de su hermana a la de la niña que los acompañaba. Mientras esperaba, se remangó las mangas de color verde lima de su camiseta, pensando en por qué no le habría hecho caso a su padre cuando le dijo que haría calor. Al menos, el pantalón de color azul que llevaba ya comenzaba a quedarle algo pequeño, por lo que la zona final le llegaba a la altura del tobillo.

Beorn tiene razón, pensó Cassie, mirando a su hermano de reojo. Es cuestión de tiempo que los muros se rompan. Porque incluso las piedras más duras, son frágiles ante el pico adecuado.

—Pues a mí me gustaría ver algún titán—comentó la otra niña de repente, con aire tan soñador que los otros dos se giraron a mirarla con rapidez. Pero la de gafas parecía estar metida en su propia fantasía que no se dio cuenta de las expresiones de aquellos que la miraban. Ellos estaban hablando de las paredes que los protegían y ella se ponía a parlotear sobre las bestias que acechaban en el exterior—. ¡Ay! ¿Cómo serán de altos? ¿Podrán hablar? ¡Ay, ay, ay! ¿Sabrán hacer algo especial? ¿Se parecerán a nosotros?

Hange Zoë se ajustó las gafas con un dedo, con aire pensativo. Notó la suave brisa revolviéndole algunos mechones, pero por fortuna sus hebras de color chocolate siempre estaban recogidas en una alta coleta, para que no interfirieran en su campo de observación. Sus ojos marrones parecían mirar hacia los muros, pero realmente estaba sumida en sus pensamientos. La chaqueta marrón de cuero gastado, herencia de su padre, estaba doblada en sus antebrazos, mostrando su pálida piel. Había abrochado los botones de su camisa blanca de forma algo extraña, y llevaba una parte metida dentro del pantalón y la otra fuera. Un desastre.

—Ya empezamos con lo mismo... aunque ya estaba tardando—se lamentó el niño, haciendo la misma mueca que habría puesto si alguien le dijera que tenía verduras hervidas para la comida. Realmente no entendía la fijación que tenía su amiga por querer ver a aquellos seres devorahombres—. Hange, ya te hemos dicho varias veces que los titanes no son amiguitos con los que se pueda ir a tomar el té.

—Eres un aguafiestas, Beorn—se quejó Hange, haciendo un puchero con los labios, puesto que había sido capaz de escucharlo a la perfección. Luego, se giró a mirar a la otra niña, esperando que ella no fuera tan negativa como el niño—. ¡Cass! ¡Dime que tú también quieres ver a un titán!

—Por supuesto que quiero ver a un titán—habló la de cabello corto, con tono tranquilo. Sus palabras tomaron por sorpresa a ambos, y ella lo notó al instante, por lo que retuvo una sonrisa todo lo que pudo—. Quiero ver a un titán... para luego clavarle una espada y acabar con él.

Hange dio un grito ahogado, quizás demasiado exagerado, mientras que Beorn sonreía de lado por la respuesta de su hermana. El niño realmente se esperaba aquello por parte de Cassie desde que ellos dos les habían dicho a sus padres, —exmilitares y miembros de la porción del ejército que se dedicaba a matar titanes—, que querían entrar en la Legión para hacer algo por la humanidad. Se sintió algo estúpido al pensar que su hermana los quería ver para estudiarlos, como era el caso de su amiga.

—¡No hace falta que seas tan sádica! —exclamó Hange, gimoteando, como si aquello le pareciera un verdadero horror. En cierto modo, le parecía horrorosa la tranquilidad con la que la niña lo había dicho, como si no sintiera nada al pensar en matar a un ser, aunque fuera un titán—. ¡Podrías haber dicho que simplemente quieres verlos!

—No seas tan dramática, anda—replicó Cassie con tranquilidad, mientras palmeaba el hombro de su amiga varias veces, con algo de suavidad. Parecía divertida con la reacción de su amiga, aunque no lo dejó entrever en su expresión facial—. Además, somos un equipo, ¿recuerdas? Tú estudiarás a esos bichos y, cuando estén a punto de comerte porque eres una inconsciente, apareceré para salvar tu patética vida.

Mi hermana es todo paz y amor, pensó el niño observando la escena, ocultando una risa.

—¿Harías eso? —preguntó la de gafas, con los ojos brillando de emoción—. ¿Enserio?

—Mi hermana no sabe hacer bromas, Cuatro Ojos—le recordó Beorn, cruzándose de brazos con aire burlón, mientras observaba a la de coleta—, en especial cuando tiene que ver con el ejército.

Los tres ignoraron las miradas sorprendidas de los paseantes, como si no existieran. Aquella gente seguramente no se esperaban que tres niños de diez años hablaran de aquella manera, casi como si fueran adultos. Pero ninguno de ellos era demasiado normal, así que no le daban demasiada importancia.

—Por supuesto que sí—afirmó Cassie, sonriendo de forma ladeada, con algo burla. Luego, fingió estar verdaderamente consternada—. Después de todo, tú eres la inteligente, ojitos. Si tú mueres, nosotros estamos fritos.

—Me duele decirlo, pero tiene razón—asintió Beorn, también con expresión de falsa preocupación.

Lo cierto era que, en medio de aquella aura de buenos actores que solo adoptaban para hacer reír a su amiga y hacerla sentirse mejor, ambos hermanos estaban totalmente de acuerdo. Estaba más que claro que la de coleta era la más inteligente de los tres y, por increíble que pareciera, la más sensata. Ambos niños de apellido Mutigman tenían bastante facilidad para meterse en problemas, tanto si querían como si no, y necesitaban la ayuda de su amiga para salir de ellos sin que sus padres se enteraran.

Así que sí, sin Hange Zoë tanto Cassie como Beorn Mutigman lo tendrían muy complicado para seguir siendo como eran y evitarse las broncas.
Por no decir que sería imposible.

Al escuchar aquellas palabras, Hange dejó escapar un agudo chillido de emoción, para luego tirarse sobre sus amigos, ahogándolos en un abrazo. De nada sirvió que ambos hermanos se retorcieran como gusanos para intentar librarse de aquel agarre, puesto que la niña de gafas tenía una fuerza realmente asombrosa, impensable en alguien de su edad o estatura. Así que se limitaron a contar internamente los segundos que pasaron hasta que su amiga los soltó y les permitió que sus pulmones volvieran a tomar y soltar aire con regularidad.

Que fuerza tiene cuando está emocionada, pensaron los hermanos a la vez, mirándose de reojo.

—¡Ya veréis! ¡Será genial! —exclamó la de gafas, dando pequeños saltitos, más emocionada que antes. Si es que eso era realmente posible—. ¡Los tres seremos imparables! ¡Ay, y veremos titanes! —comenzó a parlotear para ella, haciendo que los hermanos se dieran una mirada divertida, aunque no se enteró del todo. Parecía totalmente sumida en su nube de emoción—. ¡Ay! ¡Qué emoción! ¡Qué emoción! ¡Ya quiero tener quince!

—Aguanta ese caballo, Cuatro Ojos—la frenó el niño, conteniendo una risa. No lo admitiría en voz alta pero, en el fondo, el entusiasmo de su amiga siempre le hacía demasiada gracia—. No sirve de nada que te emociones ahora cuando quedan cinco años, por lo menos, para que podamos entrar en el ejército.

Aguafiestas, pensó Cassie, aunque se mantuvo en silencio para ver la escena.

—¡Ay, pero es que tenemos que preparar todo! —chilló la de coleta, casi sin hacerle caso a sus palabras, como si no las hubiera escuchado o algo por el estilo. Estaba demasiado centrada en los esquemas mentales que se estaba haciendo a toda velocidad—. Tenemos muchas cosas que hacer. Sí, sí, sí.

Los hermanos intercambiaron una mirada confundida, sin entender a qué se refería su amiga. A veces era como si Hange hablara un idioma totalmente incomprensible para ellos.

—¿AH?

—Seguro que vuestros padres no tienen ningún problema en explicarnos cómo funciona el ejército y forma mucho más exhaustiva que en el colegio—habló Hange, mientras tomaba a cada hermano por una mano y comenzaba a arrastrarlos hacia sabe dios donde—. Así que tenemos que recolectar toda la información necesaria y luego crear un manual. Será como ir pasando de nivel o algo por el estilo.

—Hange, ¿te golpeaste con algo mientras corríamos? —le preguntó Cassie, poniendo cara extraña.

—¿Ah? ¿Qué si me golpeé dices? —la de gafas ladeó la cabeza hacia un lado, como si no entendiera esa pregunta. Parpadeó varias veces—. Bueno, puede ser que me golpeara la rodilla contra una caja de sandías, de esos puestos de frutas que tienen tantas. Ah, y creo que tropecé en las escaleras, pero tengo buen equilibrio y no me caí. —Abandonó su expresión y tono pensativo, para dirigirse a su amiga—: ¿Por qué lo preguntas?

—Porque tus niveles de hiperactividad están llegando a unos números demasiado elevados para un mortal normal—refunfuñó Beorn, con una mueca de disgusto dibujada en sus facciones, frenando la caminata de los tres—. Me da dolor de cabeza.

Ay no, se lamentó Cassie, sabiendo que era lo que aquel comentario desencadenaría. No era la primera vez que pasaba, ni sería la última, por supuesto.

Los ojos marrones de Hange se llenaron de lágrimas, mientras Cassie miraba a su hermano como si fuera a matarlo.

—¡Eres tan cruel conmigo, Beorn! —lloró la de gafas.

—¡Idiota! —lo insultó su hermana, mientras su expresión se llenaba de enojo. Para ser una niña bajita, daba verdadero pavor cuando realmente se lo proponía—. ¿Qué te tengo dicho de decir esas cosas? ¡Que no se las digas a Ojitos, carajo!

—Entre las dos acabaréis conmigo—refunfuñó Beorn, tapándose media cara con una mano, como si no quisiera ver. Con el ojo libre, miró hacia el cielo, con aire dramático, para luego suspirar—: Ay, señor, llévame pronto.

El llanto de Hange incrementó, mientras la ceja derecha de la niña de pelo corto comenzaba a tener unos leves espasmos. Beorn no fue realmente consciente hasta que recibió un golpe en el estómago que lo hizo chocar contra una pared. Cassie bajaba su pierna derecha lentamente, dándole palmaditas en la espalda a su amiga, mientras miraba a su hermano como si lo retara a quejarse de su patada.

—Pídele perdón—demandó Cassie, con el ceño fruncido y un aura oscura rodeándola—. Pídele perdón a Ojitos. ¡Ahora!

—N-no es necesario, Cass—musitó Hange, con mala cara.

—No lo defiendas, carajo—regañó la otra niña, mirándola de forma más cálida que antes—. Los dos somos groseros, sí, pero él se pasa de la raya. Así que—dirigió su mirada de vuelta a su hermano, achicando los ojos—, Beorn Mutigman, discúlpate con ella por las buenas... o será por las malas.

Beorn chasqueó la lengua con molestia, pero sabía perfectamente que su hermana hablaba enserio. Ambos sabían dar algún que otro golpe, gracias a sus padres, y a Cassie realmente le gustaba golpear a la gente que consideraba que se lo merecía. Así que era mejor que le hiciera caso si no quería ser el sujeto de prácticas de alguna llave.

—Lo siento, Cuatro Ojos—habló entre dientes, sin querer reconocer que su hermana lo intimidaba, mientras trataba de mostrar su arrepentimiento en su mirada. Después de todo, si no sonaba y parecía sincero, se llevaría un golpe—, a veces soy un idiota.

—¿A veces? —cuestionó Cassie, de forma retórica, luego de soltar algo que estaba en medio de un resoplido y una carcajada sarcástica—. ¿Enserio has dicho "a veces soy un idiota"?

—Solo a veces—se defendió el niño, inflando las mejillas con indignación.

Hange soltó una tenue risita, haciendo que la expresión de enfado de la otra niña se relajara levemente. Le tendió una mano a su hermano y lo ayudó a levantarse, mientras la de gafas se limpiaba las lágrimas de los ojos, recuperando poco a poco su sonrisa. Esta se amplió un poco en cuanto el niño hizo una pequeña reverencia delante de ella, haciendo que su corazón bombeara un poco más fuerte.

—Bueno, ahora que hemos solucionado esta pequeña crisis en el grupo—habló Cassie, limpiándose las manos como si acabara de trabajar con harina o con algo por el estilo. Luego, las colocó en las caderas, con aire de heroína—, podemos ir a casa a fingir que queremos ayudar a nuestros padres.

—A mí me gusta ayudarles—musitó Hange, rascándose la nuca, con aire avergonzado.

—Mira que eres bicho raro, Cuatro Ojos—bufó Beorn, negando con la cabeza. Se inclino hacia la de gafas y esbozó una pequeña sonrisa, divertido al ver el sonrojo en la niña de coleta—. Aunque si quieres limpiar mi habitación, no me quejaré ni me interpondré en tu camino.

Antes de que Hange pudiera siquiera responder, Cassie se adelantó, dándole una colleja:

—¡No te aproveches de su amabilidad, so lerdo!













¡HOLAAAA! ¿Qué tal están? Espero que bien.

No saben las ganas de tenía de publicar el prólogo y poder empezar con la historia de Cassie y compañía. Confíes que he revisado el prólogo varias veces porque nada me convencía. ¡Hasta que salió esto! Y estoy bastante contenta con el resultado.

Quería que se viera un poco de Cassie y su hermano cuando eran pequeños. En un principio iban a ser de Shiganshina, pero cambié de opinión. Y, como no se sabe exactamente de donde es Hange, pues jugué un poco con eso.

Sé que Isayama dijo que los pronombres de Hange son their/ them, pero yo veo su personaje como femenino. Quizás es por el doblaje de mi país o por el diseño, pero yo es la elección que he tomado. Si a alguien no le gusta, es libre de referirse a ella con otros pronombres.

Bueno, ¿Qué os ha parecido el prólogo?

¡Espero que os haya gustado!

Nada más por mi parte pero, ¡nos leemos en comentarios!

— 👑

|Publicado|: 26/07/2022

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