04 | before you go
CAPÍTULO CUATRO
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Steve metió su ropa en su mochila, era demasiado perezoso como para doblar su ropa. Aunque, no necesitaría muchos cambios de ropa, porque la ropa que le dan en la base del ejército será su atuendo de todos los días.
Después de empacar, se dirigió a las calles de Brooklyn y se dirigió a la estación de tren. Cuando el rubio llegó, se sentó en la banca más cercana, a la espera de que llegara su tren. Sorprendido, Steve se sobresaltó cuando sintió que un par de brazos delgados le serpenteaban por el cuello. Vio una luz de ondas rubias cayendo suavemente frente a sus ojos.
―Hey soldado. ―Rose susurró en su oído, haciéndole sonrojar, gracias a su aliento caliente contra su piel. Rose se abrió camino por la banca y se sentó a un lado de Steve. Sabía que no se perdería su ida de Brooklyn, siempre buscaría todos los momentos posibles para pasar tiempo juntos, lo que lo hacía feliz .
―¿Nervioso? ―Preguntó Rose con una sonrisa. Steve se encogió de hombros en modo de respuesta, incapaz de juntar sus palabras. Rose notó que estaba nervioso debido a su lenguaje corporal, y porque estaba metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
―¿Es obvio? ―Preguntó Steve, al notar que Rose se estaba recuperando de sus acciones inquietas. Ella sonrió ante sus palabras, luego agarró su mano, que parecía haberla relajado.
―No estés nervioso ―dijo ella, tratando de alentarlo. Steve suspiró y, cuando bajó la cabeza, Rose supo que estaba dudando de sí mismo, lo cual era algo que odiaba. ―Steve ... ¿Crees que puedes hacer esto? ―Preguntó Rose, sin apartar su mirada de Steve. El hombre se encogió de hombros, desesperado, como si todo el fuego y moxie que ardía en su interior se hubiera agotado, lo que era inquietante. ―Respóndeme, Steve. ―Rose insistió, estirando la mano desde debajo de su barbilla y levantandole su cara para que él la estuviera mirando en ella
―Sí, señorita .―respondió Steve en voz baja.
―¿Qué? No puedo escucharte ―Dijo Rose sarcásticamente.
―¡Sí! ¡Puedo hacer esto! ―Gritó Steve con más claridad.
―Entonces deja de dudar de ti mismo. Escucha, tienes la oportunidad de demostrar que eres más que un niño flaco de Brooklyn, para demostrar que el músculo no lo es todo. Tienes un corazón de oro Steve, y eso es más fuerte que cualquier ejército.
Sus palabras tocaron su corazón, abrió sus ojos. Ella creía en él, ella creía que podía hacerlo, y eso era algo a lo que él no estaba acostumbrado. Todas las veces que fue derribado, todas las veces que fue rechazado, golpeado, intimidado, ella estaba allí. Ella estaba allí para recogerlo, para atraparlo cuando cayó, para limpiarlo y motivarlo.
Sí, Bucky también estaba allí, él era el único hombre que tuvo la amabilidad de defenderlo de todos los matones, pero Rose, creía en él. Steve sintió algo, algo que antes no había pasado por su mente, algo que él no estaba seguro que era posible de sentir, y eso era esperanza.
Allí, se puso de pie, frente a Rose, mirando sus brillantes ojos marrones y directamente a su alma pura. Una sonrisa llegó a sus labios sin que él siquiera lo supiera, lo que la hizo sonreír a ella también.
El fuerte gemido de un motor interrumpió el trance de Steve, haciendo que girara la cabeza y notara que su tren había llegado. Miré a Rose con simpatía, como si estuviera pidiendo disculpas por haberse ido tan pronto. La tristeza cruzó sus facciones, todavía tenía un firme agarre en su mano, ella no quería soltarlo, nunca.
―Esa es mi tren. ―Steve suspiró, levantándose del banco con su mochila colgando de sus pequeños hombros. Rose miró a su alrededor y vio a muchos otros soldados y reclutas del ejército que se despedían de sus familias, de sus amantes y de sus hijos. Su corazón se rompió en pedazos cuando vio todos los rostros deprimidos, suplicando a su papá, esposo, hijo y queriendo que nunca suban a ese tren, que se queden con ellos. Pero lamentablemente, no tuvieron otra opción.
Luego se volvió hacia Steve y le dio el mejor abrazo, sosteniendo su cuerpo frágil con su fuerte agarre. Las lágrimas comenzaron a caer en cascada por su rostro y se tiñó la camisa al pensar que él la abandonaría. Pero tenía que hacer esto, era su sueño servir a su país, y ella no iba a ser la causa de que él no cumpliera con sus deseos.
―Mantente a salvo.
Ella le susurró, lo que lo hizo asentir.
―No te preocupes, voy a estar en casa en un santiamén ―sonrió, mientras ambos se soltaban del abrazo. Con los ojos llenos de lágrimas, Rose vio a su amigo caminar lentamente para ingresar al tren. Su corazón casi explotó una vez que su pie aterrizó en el primer peldaño.
Fue el final.
Pero Rose no quería que terminara allí, no quería dejar de hablar con él, dejar de estar con él, no ahora, no, nunca más. De repente, con ese pensamiento motivador, Rose corrió hacia el soldado antes de que pudiera entrar al tren que estaba a punto de partir.
―¡Espera! ―Llamó, corriendo hacia él y haciendo que él se girara.
―Rose, ¿qué estás haciendo? ¡Estoy a punto de irme! ―Steve siguió divagando, pero ella lo silenció poniendo su esbelto dedo en sus labios rosados.
―Antes de que te vayas, quiero que me prometas algo― Rose comenzó, sin una viscosa vacilación visible en su voz sedosa. Steve la miró, atónito.
―Rose, ¿es esto realmente tan importante? ―Steve dijo nervioso, notando lo impaciente que estaba el conductor del tren. Rose hizo una mueca, por supuesto que era importante, era algo que los uniría a los dos. Era algo que lo haría más fácil, era algo que tal vez la haga dormir por la noche. Era algo que la atravesaría durante el día, y era algo que le daría consuelo en momentos de necesidad. ―Prométeme que nos escribiremos todos los días. No quiero que pase un día sin que tenga, al menos, tu carta en mi mano.
Terminó de decir, mirándolo sinceramente a los ojos. Steve guardó silencio, mientras intentaba procesar sus palabras. De todos los hombres en Brooklyn, ella quiere que él le escriba. Parece imposible, y se sorprendió. Pero, no iba a desperdiciar esta propuesta, así que con una pequeña sonrisa burlona, Steve respondió:
―Te lo prometo, Rose― Rose sonrió ampliamente, luego extrañamente envolvió su meñique alrededor de Steve, como una promesa de meñique. ―¿No somos demasiado viejos para esto?
Preguntó Steve divertido, con una ceja ligeramente levantada.
―¿De qué estás hablando? ¡Nunca eres demasiado viejo para promesas de meñiques! ―Rose intervino, luego rápidamente lo empujó hacia el tren. ―Nunca rompa esa promesa, soldado.
Dijo ella. Steve dio un último saludo juguetón y luego entró en el tren. Cuando el tren de vapor comenzó a moverse, vio que Steve abría la ventana y se despedía. Le devolvió el gesto, hasta que el tren se desvaneció en la distancia y desapareció de su vista.
Eso fue, se fue. Iba a luchar por su país, su gente y, lo que es más importante, él mismo. Pero, solo un pensamiento despertó en la mente de Rose, y con ese pensamiento, comenzó a escribirle una carta.
...
[ beautiful crackship done by sweetinacai ]
[n/t]
Se viene wueno, wey :D
bai bai.
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