Miss Piggy
Aún no salgo de mi asombro, ¿me acaba de llamar Miss Piggy? Me cuesta asimilar sus palabras. Pienso decirle unas cuantas cosas, cuando Lynn se me adelanta.
—¿Y por qué debería de alejarme de él? —Mira en dirección a los baños—. Que yo sepa, no le vi en el cuello el título que acredita que fuera tuyo.
—Ni que fuera perro, querida. —La mirada de Madison es dura—. Contigo no me veo en la necesidad de andar por las ramas.
—¿Cómo fue que me llamaste? —inquiero todavía anonadada.
—Das pena. —Mi pregunta es interrumpida por Lynn—. Y no me llames «querida», estamos bien claras de que aquí... —Hace un círculo con sus dedos—. No hay amistad.
—Hace varios días recibí una llamada de mí Wrathly contándome de ti. —Madison la revisa de arriba abajo—. No dejó de hablar de ti, y como sabes, chica precavida vale por dos. Además, no eres nadie comparada conmigo, no negaré que puedes darme batalla, pero no eres una oponente imposible de vencer, me da igual.
—Te repito: Das pena, lástima... Como quieras entenderlo, da igual. —Lynn pasa su brazo por encima de mi hombro—. De la que debes de cuidarte es de Peach.
—¿Estás loca? —Arruga la nariz—. Wrathly puede que sea ciego, pero estúpido no es. Tu amiga parece una luchadora de sumo. Puedo asegurarte que tiene dos estómagos —se burla.
—Oye, no te pases. —Lynn da un paso hacia adelante, pero la detengo.
—Puede que tenga dos estómagos, pero eso no es problema tuyo. —Le sonrío con malicia—. Lynn tiene razón, fui yo quien le dijo a Wrathly que me llamaba como ella por razones que no me da la gana explicarte, y me sorprende que de lo mucho que hemos hablado, nunca te haya mencionado.
Madison palidece al escuchar mis palabras. Veo cómo desencaja su mandíbula, pero la recompone con facilidad.
—No te creo. —Da un paso al frente y me amenaza con su postura—. ¿No te has visto en un espejo? ¿Creen ambas que me creeré su mentira?
—Claro que me he visto en un espejo, ¿y sabes lo que veo? —También doy un paso hacia delante—. Veo a una chica hermosa, segura de sí misma —miento—. Que no tiene que ir a otro país en busca de algo que no le pertenece.
Ella levanta su rojiza ceja, sardónica, y sisea, como una serpiente:
—Eso ni tú misma te lo crees.
—¿Nos extrañaron? —interrumpe Luccas que no le pasa desapercibido unas posturas.
—Los estaba esperando, chicos, tengo que irme —trato de excusarme—. Recordé que tengo pendientes por terminar y no me estoy sintiendo nada bien.
— ¿Qué te pasa? —cuestiona mi amiga, solo yo pueda escucharla—. No puedes dejar este ring sin noquearla, todo lo que has dicho han sido ligeros golpes.
Le lanzo una mirada de advertencia. Yo no vine aquí para pelear con nadie, las palabras de Madison fueron como puñetazos directamente a mi estómago. Nunca seré tomada en cuenta para nadie, los apretujones que siento en mi corazón me lo recuerdan.
—¿Pueden dejarnos solos? Necesito hablar algo con Peach —comenta Wrathly.
—¿Es que no la puedes ver, Aiden? Si ella no se siente bien, lo mejor es que se vaya —se apresura a agregar la víbora—. Créeme cuando te digo que Peach no tiene buen aspecto.
Sus últimas palabras no fueron dichas con relación a mí "salud". Paso mi lengua por mis dientes y trato de tranquilizarme. Doble cara, bruja embustera, hasta tiene la desfachatez de fingir que está preocupada por mí. Cada sílaba que sale de su boca me irrita, cómo me gustaría exponerla. Me dan ganas de abofetearla, con qué derecho viene a juzgarme.
—Madi, necesito que me des un tiempo a solas con Peach. —Lynn suelta una carcajada, la pellizco para que deje de hacer eso—. Si quiero, puedo llevarla hasta su casa.
—Aiden. —Madison palidece y luego enrojece como un tomate—. No creo que tengas que llevarla hasta su casa.
El silencio de Wrathly le indica que ya dijo lo que tenía que decir. Se aleja a regañadientes, veo a Luccas preguntarle a Lynn de lo que se perdió.
—¿Estamos solos, Peach? —me pregunta para confirmar.
—Aparentemente sí, Lynn, Luccas y tu "amiga" —enfatizo muy bien la palabra amiga—, no están muy lejos de nosotros.
—¿Qué te pasa?
—Me duele la cabeza —mascullo en tono cortante—. Además, olvidé que tengo cosas por hacer.
—¿Desde cuándo te comenzó a doler la cabeza? —Aprieta su mandíbula.
Desde que llegó la víbora roja de tu amiga a tratar de menospreciarme.
—¿Cuál es tu punto, "Aiden"? —Le doy énfasis al nombre por el cual lo llamó Madison.
Madison se mueve un poco para que quedemos de frente en la distancia, ella centra su vista en mí. Me lanza una mirada negra llena de odio y de celos. En cambio, yo lucho contra mis ganas de llorar por la rabia que me invade. Siempre soy la descartada, la que ningún chico en su sano juicio se podría enamorar por mi contextura física.
—Siento que me estás mintiendo, Peach. —Mi respiración se detiene—. Aunque admito que no me gustaron las interrupciones de nuestros amigos.
Trago saliva y estiro mi mano para tomar su mano entre las mías.
—Tampoco a mí me gustaron tantas interrupciones.
Wrathly asiente, luego se inclina para decir:
—Espero que esto se repita, Peach, sin ellos.
Mi corazón se hunde hasta el piso, no tengo por qué ser cortante con él. El verdadero problema lo tiene su amiga, la víbora roja; no seré yo quien se lo haga saber. Inclino mi cabeza hacia un lado y me impregno de él.
—Podemos coordinar para otro día. —Hago un puchero—. Eso sí, prométeme que haremos todo lo posible para que nuestros amigos no intervengan.
Wrathly da un pequeño asentimiento. No sé qué fuerza me motivó hacer lo que hice a continuación, tal vez fue ver las miradas que me lanzaba la víbora esa, tal vez fue porque mi estado de ánimo estaba por los suelos o sencillamente era algo que necesita y deseaba hacer.
Abracé a Wrathly sin avisarle, por un momento pensé que me apartaría. Sin embargo, me devolvió el abrazo, cerré los ojos y sentí el revoloteo en mi cuerpo por la sensación. Inhalo profundo.
—Nuestra próxima reunión será mucho mejor que esta.
Wrathly incapaz de contener una sonrisa, responde:
—Sin ellos.
Muchas veces ni yo misma me comprendo. Llevo horas en el baño tratando de quitar una mancha invisible de una de las losas. Necesito despejar mi mente, aunque creo que me mostré fuerte delante de la víbora roja, la verdad es que me siento como la mierda.
Mi visión se empaña en recordar lo mucho que me ha costado en hacerle creer a los demás que sus comentarios no me afectan. Reírme de sus chistes cuando me menosprecian o plantarle cara dura cuando intentan agredirme. Me urge llamar a Lynn para decirle cómo me siento en estos momentos, pero no quiero cargarla con mis problemas, sé que las palabras se toman de quien las dice, pero eso no quita que molesten.
Y mírenme aquí, una vez más me infrinjo daño, rememoro las palabras de ese adefesio con piernas. Suelto la esponja para ponerla en el cubo con detergente, mi misión limpieza para olvidar ha sido un perfecto fracaso. Así que salgo de baño, pienso en qué tarea podría hacer que me absorba el tiempo y los pensamientos. El sonido de mi móvil me saca de mis cavilaciones, corro para contestar la llamada, pese a que no logré contestarla.
Observo mi fondo de pantalla; es una foto mía y de Lynn. La tomó Luccas cuando salíamos de unos exámenes infernales, me pareció muy graciosa. Parecíamos que habíamos sobrevivido al Armagedón. Me doy cuenta de que era ella quien me llamaba.
Lo correcto sería devolverle la llamada. Sé que quiere saber cómo estoy, me gustaría hablar con ella; como dije, no la abrumaré con mis problemas. Por eso me pongo a organizar mi ropa escuchando una canción. Al cabo de un rato, oigo el timbre, es casi seguro que es mi papá. Él siempre olvida las llaves de la casa, pobrecito, qué haría sin mí. Para mi sorpresa, es Lynn, debí sospecharlo.
—¿Qué haces aquí?
—Bueno, como no contestabas, formulé varias teorías y una de ellas era que tenías retenido a mi Jude Law y eso no lo voy a permitir, así que apártate, tengo que revisar el lugar.
Me echa a un lado para irrumpir en mi casa como si fuera la propietaria.
—¡Estás loca! —Giro mis ojos mientras me río.
No negaré que me alegro de verla, por eso lucho contra las ganas de empezar a contarle qué tan perdedora me siento hoy. Cómo me gustaría ser como ella. Se dirige a mi habitación, así que la sigo. Cuando entra, por su mirada inquisitiva, sé que saca conclusiones.
—¿Qué significa todo esto?
—No sé de qué me estás hablando. —Me hago la despistada—. Solo estoy organizando mi ropa.
—Cariño, eres una novata en querer jugar un juego que yo inventé.
Empieza a caminar por mi habitación, ve algunas de mis prendas en el piso, luego mira hacia el baño. Asiente como si analizara una escena del crimen muy al estilo de David Caruso. Toma mi reproductor de música, lo enciende y empieza a reproducir Everybody hurts de The Corrs.
— Soy toda oídos, querida.
Bajo mis hombros derrotados, no podré luchar, aunque quiera, tener en contra a una Lynn en modo investigadora, es estúpido. Así que desembucho todo y cuando digo todo es todo, no negaré que en algunas partes se me quiebra la voz, pero aun así continúo.
Me escucha con atención, sin interrumpirme. De repente, se levanta de mi sillón para dirigirse hacia el baño, cuando regresa, trae consigo un envase químico.
—Camina —me ordena.
—¿Adónde se supone que vamos con eso? —Niego con la cabeza.
—Vamos a lavarle esa boca a la víbora roja. —Sonríe diabólicamente—. Si tenemos suerte, puede que muera envenenada.
—¡No! ¡Estás loca! —No puedo evitar reírme—. Solo dejémoslo pasar, Lynn.
—Mi querida amiga, recuerda, a ti te ofende quién puede y no quién quiere. Ese esqueleto viviente ni siquiera la conoces.
—Tienes razón —admito—. Solo es que me dio mucho coraje.
—Pues debiste de abofetearla. —Hace el ademán—. Hasta que le entraras a puros golpes en su cerebrito de gallina, que contigo nadie se mete.
Se sube a mi cama dramatizando una posible pelea entre la víbora y yo. Solo Lynn puede sacarme risas en mi miseria. El timbre de mi puerta vuelve a sonar, la dejo sola con sus ideas de crímenes y asesinatos sin resolver. Lo más seguro que en esta ocasión si sea mi padre. No obstante, vuelvo a equivocarme, es Luccas. Nunca admitiré que muchas veces me ha dejado impresionada por lo bello que es. No es que me haya atraído como hombre, pero reconozco que él está en el renglón de especies en peligro de extinción.
Le pregunto lo mismo que le inquirí a Lynn al abrir la puerta.
—Tu amiga, el crucigrama viviente, me llamó y me pidió que pasara por su casa a buscarle algunas cosas.
Levanta unas bolsas, no noté que traía algo en sus manos.
—¿Y para qué?
—Quién sabe. Solo soy un humilde mensajero.
—Ya cállense y suban —ordena Lynn—. Eres un esclavo inepto, Luccas, llegas tarde.
Lo ayudo a subir las bolsas a mi habitación.
—Strega, soy demasiado bello para ser tu schiavo —dice al recostarse en el marco de mi puerta, y se pasa las manos por su pelo—. ¿Sabes? Tu madre está buenísima. Te seré sincero, eres adoptada.
—Lo que digas, príncipe encantador. —Gira sus ojos—. Además, ya conoces a mi madre.
—Sí, pero nunca la había visto con ese traje de bailarina. —Luccas empieza hacer con sus manos gestos acerca de los atributos de ella.
—Cierra la boca y lárgate. —Le lanza una de mis almohadas—. Peach y yo haremos una pijamada y no estás invitado. ¿Por qué mejor no te vas a cumplir con tu encomienda de guía turístico?
—¿Celosa, Strega? —Arquea una ceja—. ¿Quién dijo que no puedo quedarme? Este no es tu calabozo, yo me quedo... ¿Verdad, Pesca?
Ni loca me meto en los pleitos de estos dos. Así que me pongo a recoger mi ropa, me moriría de vergüenza si Luccas llega a ver algo de mi ropa interior. Mi silencio le da a mi amigo la respuesta que necesitaba, que no duda en correr a buscar mi muñeca para dañarla más.
—Me las pagarás, Luccas. —Lynn le hace la señal de observación—. Mejor me voy a la cocina.
—¡Perfetto! —Le lanza un beso—. Es ahí donde tienes que estar.
Al rato, Lynn regresa con una bandeja en sus manos, hizo Käsknöpfle, mis favoritos. Tuvimos que pelearnos con Luccas que casi no nos deja repetir; mi tarde transcurre de lo más animada entre risas y pleitos entre ellos.
Y todo se pone mejor cuando escucho un ringtone en particular. No puedo esconder la alegría que me invade, empiezo a carcajearme como una loca. Mis amigos intercambian miradas al ver mi reacción, pero no les digo nada sobre quien me llama.
Me levanto de la cama, echo a correr de la habitación y me llevo la puerta conmigo. Cuando siento que estoy a salvo, contesto:
—Hola...
Glosario:
Käsknöpfle: es una pasta con queso tradicional de Liechtenstein.
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