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5. Garras enfrentadas

Casi 20 hombres se habían reunido en aquella sala tan elegante con el interior hecha de madera ocre, con cuadros minimalistas y una gran pantalla en la pared del fondo, debajo de lo que parecía ser el logo de la organización: dos patas de halcón y dos alas de murciélago a los lados, y justo debajo de ésto un texto en latín, "Unguibus extrahere cupiat animo", que significaba "Las garras de la valentía"

Todas aquellas personas que estaban en la estancia lucían un traje formal, por lo que parecía una reunión de gran importancia. Hablaban entre sí en un tono alto, cómo esperando a alguien con toda tranquilidad. De repente, irrumpió en la sala con fuerza un hombre mayor, de unos sesenta años, de estatura mediana y vestido totalmente de rojo, con lo que parecía ser una chaqueta de cuero y un casco con gafas de aviador.

Cerrando la puerta con la misma impulsividad que la había abierto, todos los hombres sentados alrededor de la mesa rectangular se giraron sorprendidos. Sin embargo, tras unos segundos mirando extrañados a la persona que había entrado, continuaron las conversaciones que mantenían.

El hombre de rojo, de ojos azules con bigote y perilla, sonrió mostrando sus ennegrecidos dientes mientras empezaba andar haciendo un molesto ruido con sus botas. Se sentó en una de las dos sillas que estaban vacías, y sin entablar conversación con nadie, esperó unos minutos mirando al infinito a la vez que seguía sonriendo. Irrumpieron de nuevo en la sala, esta vez era un hombre también con traje, de la misma edad que el hombre vestido de rojo, con el pelo gris, de estatura baja y con algo de obesidad. En el mismo momento que la gente de la sala se dieron cuenta de su presencia, se formó un silencio absoluto y se arrimaron a la mesa, en señal de estar preparados para lo que se iba a acontecer. El hombre se sentó en la silla del extremo de la mesa y comenzó a hablar para todo el mundo.

– Buenos días. Cómo sabrán, hoy están aquí convocados para la reunión oficial de los reinos del cielo, la cual se realiza anualmente entre todos los presidentes de cada estado y la representación de nuestros ejércitos aéreos y terrenales. Éste año se da lugar aquí, en la sede oficial del ejército aéreo, los halcones firmamento. Al no poder asistir a la reunión el presidente de éste ejército, ha venido en su lugar el general William Kozlov - dijo mientras hacía un ademán con la mano señalando al hombre vestido de rojo - Bien, entonces podemos empezar. -

Tras una reunión de casi dos horas, y a pesar de no haber participado nada, Kozlov esquivaba a las personas con prisa mientras intentaba dar alcance al hombre que había protagonizado la reunión y le había presentado.

– Señor Crouch - dijo algo cansado tras perseguirle por un largo pasillo -

– Ah, general Kozlov ¿que le ocurre? Ahora que me fijo no ha participado en toda la reunión. -

– Lo sé, presidente. Estaba esperando a poder conversar tranquilamente a solas con usted.

– Bien, ¿y de que se trata?

Kozlov sonrió por dentro maquiavelicamente pensando en lo que se disponía a contarle.

– ¿No le ha extrañado un poco tanta intención por parte de los presidentes de los estados el que se les destine más fondos económicos? -

– No, la verdad. Realmente ya sabe cómo están nuestros reinos, muchos sectores quedan destruidos por los ataques suicidas de esos aviones... fantasma. Se necesita dinero para volver a reconstruir las zonas afectadas.

– O para sacarse un dinero extra ¿no cree? -

El presidente Crouch le miró con desagrado.

– ¿Ésta insinuando que van a ejercer la corrupción? - dijo extrañado el presidente general -

– Es bastante posible. ¿No ha visto que, efectivamente, no tienen suficiente dinero para invertir en la reconstrucción? Tal y cómo va la cosa, sinceramente, nunca va a ser suficiente en el caso de que si inviertan. Somos un reino pobre, presidente, el poco dinero que se les dé no servirá para todos los destrozos, y al final acabarán por quedárselo y sobrevivir ellos.

– Su postura, general, es muy malintencionada. Se debe hacer lo que se pueda siempre. - dijo con cierto enfado -

– No me malinterprete, sólo busco la raíz a nuestro principal problema, que son los escasos recursos económicos que disponemos actualmente en todo nuestro mundo etéreo. Y eso lo han propiciado los reinos de la tierra, los de abajo, presidente. El ejército es el único que puede actuar contra ésto. -

El presidente negaba con la cabeza en desaprovación mientras Kozlov le acompañaba andando al final del pasillo.

– ¿Cómo demonios va el ejército a sacarnos de nuestra situación económica? ¡Lo que debería hacer es aumentar las defensas contra esos aviones que lo destruyen todo! - dijo parándose en seco y gritándole alterado -

– Una guerra, presidente. Declarar la guerra a los que nos han hecho tanto daño, a los que han olvidado a sus vecinos de arriba. Hace más de 20 años que no recibimos una mísera ayuda suya, ni económica, ni de ningún tipo. Todo lo que se formó alrededor de ese nuevo mundo, quedó en el olvido, la Tierra sólo ha hecho que preocuparse por ella misma después de apoyar plenamente al proyecto de nuestro actual hogar en el pasado. Saben todo lo que sufrimos aquí arriba y no han dicho ni hecho nada. Oídos sordos.

Warren Crouch miraba hacia abajo con la mano en la garganta escuchando las palabras de Kozlov, que le habían hecho pensar en su vida y en su hogar allí en los reinos del cielo, dónde había hecho también una familia. Realmente se sentía frustado al pensar en la crisis que pasaba su lugar y la tragedia que vivían las personas más desafortunadas. Sin embargo, levantó la cabeza con fuerza a la vez que volvía a negar rápidamente.

– Está loco, señor Kozlov. Si pretende enzarzarse en una absurda guerra contra la Tierra, no dude en que perderá. Ellos nos superan en armamento, hombres, tecnología, todo. Lo mejor, le aseguro, es mantener la calma y las buenas relaciones con ellos.

– ¡Eso puede cambiar si la gran parte del presupuesto del estado se destina a nuestro ejército! ¡Imagínese, podríamos ser superiores, incluso conquistar toda la Tierra! ¡Demostrar quiénes somos, arrasar con todo! - dijo con gran energía intentando convencer al presidente, mientras su cara mostraba una mirada paranoica sonriente - ¿Que le parece?

El presidente le miró fijamente a los ojos con gesto de repulsión.

– Me parece que igual es usted quién seguramente vaya a ser el corrupto. Buenos días, general. - dijo mientras se daba la vuelta y continuaba su camino, dejando a Kozlov con cara de estúpido por unos segundos.

Procesando lo que había ocurrido mirando al infinito, de repente se rió de manera compulsiva y dándose la vuelta, con rabia, le pegó una patada a una papelera cercana, ante la sobresaltada mirada de las personas que transitaban aquel pasillo.

William Kozlov acariciaba varias armas dispuestas una al lado de otra en una pared, asombrándose con cada tacto, recordando otras ocasiones que lo había hecho, con una mirada sonriente y desorbitada.

Pasaba la mano por cada tipo, color, forma. Tenía un laberinto entero para hacerlo, aunque era imposible deducir cuántos fusiles podían haber en aquel sombrío lugar.

Oyó unos pasos que se acercaban hacia dónde él estaba. No le importó, había dejado la puerta abierta y sólo los que le conociesen bien podían encontrarle en aquel laberinto, siendo de otra forma hubieran muerto perdidos, y posteriormente encerrados.

Un joven oficial de los halcones firmamento se presentó detrás suyo, pero a Kozlov no le hizo falta girarse para saber quién era.

– General - dijo dándo a entender algo con rostro serio y una postura firme -

– Si, esos idiotas no saben lo que hacen. Son unos cobardes. - dijo mientras seguía observando pausadamente la fila de armas - Ya sabes hasta dónde me dirijo cuándo estoy intranquilo ¿eh? -

– Ya son algunos años, general Kozlov. Creo que he llegado a comprenderle bien. -

– Por eso mismo eres mi alterno, coronel North. Tienes algo especial, algo que puede llevarte a ser un gran líder, sin duda - dijo mientras se giraba y le dedicaba una sonrisa sincera - Y espero que lo logres en el momento que yo ya no pueda seguir en mi puesto, cuándo tú lo ocupes. - terminó apoyandose en su hombro y volviendo hacia la entrada -

– Le aseguro, señor, que hasta entonces, le seguiré apoyando y aprendiendo de usted - dijo una vez habían salido de aquella sala al despacho de Kozlov -

Ahora el general miraba por el gran ventanal que tenía, pensativo, hacia el límite de aquellas tierras aéreas, que encontraban su fin a unos pocos kilómetros de dónde estaban. Sólo una barandilla de gran tamaño separaban los reinos del cielo con un abismo azul claro.

– ¿Crees ciegamente en lo que digo, Darren? -

El coronel se quedó pensando unos segundos.

– Creo en lo que dice, general. -

– ¿Ciegamente? -

– Depende de lo que signifique. -

– Que darías tu vida por ello. Que sacrificarías todo lo que tienes por defender el honor de tu hogar, de tu gente, de todo lo que ves día a día. Antes de que llegue el momento en que todo se desvanezca. De vengar lo que hoy sufrimos, por que ellos decidieron apartar la mirada y no ayudarnos. Que humanidad tan poco humana.

Se produjo un silencio durante varios minutos.

– Discúlpame si me repito demasiado. - dijo girándose hacia el coronel North -

– No pasa nada, general. Todos lo sentimos así. Son ellos quiénes desean apartar la mirada, tanto unos cómo otros. -

– No lo podría haber dicho mejor. - sonrió Kozlov mirándole con la cabeza gacha - La política de aquí está enferma. No se dan cuenta de lo que están haciendo, lo mismo que los de abajo. No se enfrentan a los problemas, sólo miran por sí mismos -

– ¿Y que piensa hacer, señor? -

Lo que nadiese ha atrevido nunca. - dijo levantando la cabeza mientras sonreía y con unamirada férrea a la vez que sombría – Actuar.

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