4. La vida en la central
Un hombre de edad avanzada, indignado con el universo, gritaba molesto de un trabajador a otro, cómo si no le importara quién le escuchara con tal de expresar su enfado. Aquel hombre, con bastantes arrugas, pelo blanco corto rizado, de baja estatura con camisa a cuadros y cara de pocos amigos, correteaba de un lado a otro de la gran central de los exploradores celestes nervioso. Aunque ya se le conocía por su efusivo carácter en la zona.
- ¡Cinco años! - gritó una vez más el hombre - ¡Tanto tiempo para nada! ¡Para que un par de idiotas me digan que no sirve para nada!
- ¡Señor Heinrich! - exclamó un alto cargo militar acercándose tenso hacia él - Otra vez montando un numerito... ¿que le dije de ello? ¡Si apareciese el general Aeger de visita sería la ruina verle dándo vueltas cómo un descosido! Me parece bien que haya vuelto a descubrir algo interesante pero...
- ¡No se trata de eso teniente Merter! - dijo gritando aún más - ¡Han desestimado mis investigaciones sobre la expansión de la atmósfera! ¡Los imbéciles de la federación de científicos ingleses! -
El teniente Merter se hechó la mano a la cara en señal de impaciencia.
- Mire, señor Heinrich. Le contratamos para que proporcionase investigaciones a nuestro cuerpo de científicos, no a los demás.
- ¡Pero han dicho que eran falsas! ¡Falsas! - dijo acercándose agresivamente hacia el militar -
- Franklyn, será mejor que se tranquilice por su bien - dijo de nuevo con impaciencia -
En medio del silencio tenso que se produjo después, apareció un joven de pelo negro y corto, con el flequillo a un lado, llevando una bata blanca y gafas. En un segundo hizo un ademán de separar a Heinrich de la posición tan insolente que tenía frente al teniente Merter.
- Teniente, le ruego que le disculpe - dijo riendo para romper la tensión - ¡No dude que es uno de los mejores científicos que hay en el mundo, y es todo un profesional! - dijo plenamente convencido.
Heinrich le dirigió una mirada molesta por haberse inmiscuido.
- ¿Jerry Layton? Si no me equivoco, ¿verdad? - dijo Merter haciendo valer su excelente memoria -
- Si, señor - respondió él
- Hace poco que trabajas aquí, pero deberías saber que si a este tipo le das mucha coba, se vuelve insoportable -
Heinrich le volvió a mirar desafiante gruñendo entre dientes.
- Ah, yo... - murmuró inseguro Jerry sin saber bien que decir - Lo único que creo es que ha sufrido una injusticia en toda regla. Hace tiempo que sigo sus investigaciones y han llegado a lo más alto, es imposible que se haya equivocado ésta vez. -
- ¡Bien! ¡Justo lo que pensaba! - dijo riendose - Eres otro de esos fans incondicionales de sus ídolos -
Jerry acompañó a Heinrich en la mirada de rencor que fijamente le dirigía
- ¡No tiene ni idea de lo que ha hecho éste hombre en el campo de la química y la física! - gritaba mientras Merter seguía riendo -
- ¡Oye, Jerry o cómo te llames! - dijo explotando cómo lo venía haciendo minutos antes - ¡¿Quien te crees para venir a entrometerte aquí?! - dijo mientras Jerry sólo hacía que replicar las risas del teniente -
A pesar de todo el alboroto, nadie prestaba atención a la absurda discusión que mantenían aquellos tres personajes. Ya era normal encontrarse situaciones así todos los días, por lo que la mayoría de investigadores y soldados hacían caso omiso. Algunos, incluso, se metían en la "pelea" de manera esporádica, sin tener algo que ver. Pero sin duda alguna, lo más extraño, era que al día siguiente comentaban la movida conversación con carcajadas y risas, olvidando cualquier pique o pequeño rencor entre los participantes. Y al día siguiente, pasaba de nuevo alguna discusión, que se solventaba de la misma manera que en anteriores días.
Aquel lugar era una isla flotante, de un tamaño gigantesco, hecha únicamente de metal. Su interior era todavía más inmenso, con varias filas de mesas alargadas y múltiples monitores y ordenadores dispuestos en ellas, cada uno correspondiente a un científico del cuerpo de investigación de los zorros celestes de exploración. Grandes ventanales recubrían casi toda la estancia, a la derecha se encontraban los puertos de zepelins que estaban preparados para usarse y los que permanecían en mantenimiento. A la izquierda se subía al segundo piso, dónde estaban las literas para soldados y otras habitaciones más lujosas para investigadores, altos cargos militares e invitados. Se podía acceder a un tercer piso, el cual era el absoluto centro de mando dónde se controlaban, mediante otros tantos monitores y técnicos de vuelo, las patrullas y los cuerpos de soldados que volaban con un zepelín, asistiéndolos en sus misiones.
A pesar de el color metálico y la forma tan mecánica de la base en el exterior, la cual tenía en famoso zorro alado celeste cómo emblema, el interior era completamente distinto. Un color azulado y negro componía todas las paredes, techos y suelos de la estancia, con columnas y otras formas arquitectónicas, cómo las paredes, con formas novedosas y futurísticas.
Mientras el teniente Merter, Jerry y Heinrich continuaban pasando el tiempo discutiendo, el capitán Byron Hillman atracaba en el puerto su aeronave con la precisión y cuidado que solía mostrar. Salió realmente cansado de su nave a la base de operaciones, cómo si apenas hubiese dormido en toda la noche. Byron era negro, con perilla y una cicatriz bastante destacada en su pómulo izquierdo. Tenía la cabeza afeitada y su cuerpo se notaba fornido, con unos pantalones azules y blancos, y chaqueta y botas negras, a lo que le acompañaba su intensa mirada seria.
A su lado, salió de la nave una chica de estatura media, de ojos marrones y pelo castaño muy largo, vestida con los mismos pantalones que su acompañante pero levemente recogidos por abajo, y una camiseta holgada de color blanco que la dejaba destapada la zona de el ombligo.
– Capitán Hillman... ¿se encuentra bien? - dijo la chica percatándose de la forma pesada de caminar de Byron -
– Si, tranquila Lisa... - dijo suspirando - pasarse toda la noche haciendo patrullas de guardia no es lo mío -
– Bueno, yo la verdad, me noto igual que siempre - expresó contenta, a lo que Byron le respondió con una mirada envidiosa - ¡Vaya! Que escándalo hay por aquí...
En ese momento llegaron al lugar en el que los investigadores y el teniente mantenían su exaltada conversación.
– Buenos días. - dijo Byron en medio de los berrinches -
– ¿Capitán Byron Hillman? - dijo Merter ya alterado - ¿Tan pronto vuelve de la patrulla del amanecer? ¡No se le ascendió a capitán para ésto! -
– Teniente... acabo de volver de la patrulla de madrugada... me dijo de tomarme éste día libre...señor - murmuró oprimiendo su ira apretando el puño -
– ¡Ah! ¡Cierto, cierto! - dijo con cierta vergüenza - ¡Que cabeza la mía!
– ¡Nosotros también hemos estado trabajando toda la noche! ¡Teniente no es justo! - se entrometió indignado Jerry -
– ¡Tienes razón, es injusto! - gritó un poco más de lo que ya venía haciéndolo Heinrich -
– ¡No sabéis de que estais hablando! ¡Estar en de guardia patrullando toda la noche es agotador! ¡Mucho más que estar aqui, sea lo que sea que hagais! - se entrometió esta vez Lisa -
– Lisandra ... ¿Carolo? - dijo Merter haciendo callar a los demás -
– S-si - dijo sorprendida mientras Merter reía por lo bajo volviendo a mostrar su increíble memoria -
– Si no recuerdo mal, que no lo creo, no eres ni soldado. Eres una mecánico de naves que el capitán recaudó para su aeronave sin personal militar ¿no es cierto? - dijo con una leve inquina -
– Si, ¿algún problema? - se interpuso Byron entre ellos con tono desafiante-
– Bueno... en realidad... ninguno claro... - dijo el teniente intimidado ante el imponente capitán -
Varios pasos que iban hacia ellos se escuchaban entre la lluvia de voces alteradas.
– ¡Halla paz! - dijo una voz que no se escuchó hasta que no se volvieron a ver quién estaba frente a ellos -
– ¡Hanen! - exclamaron varios de ellos a la vez - ¡General Green, a sus órdenes! - dijo el teniente Merter mientras hacía el saludo militar -
– ¿Por qué tanto alboroto? - preguntó con su característica carcajada feliz al lado de Miles, que miraba curioso la escena -
– No se preocupe, General Green, está todo bajo control - dijo Merter todavía firme y serio - Son éstos soldados e investigadores rebeldes, que no tienen otra cosa mejor que aportar que andar molestando, señor -
– ¿¡Que!? - dijeron los demás al unísono cuándo Green seguía riendo y Miles pensaba atónito en la confianza que tenían al llamarle al general por su nombre.
Tras un rato de discusión entre los cinco y Green intentando poner calma en medio de su propia risa, la situación llegó a un momento en el que todos empezaron a reirse y a estar contentos. En ese preciso instante Miles no comprendía del todo que era lo que estaba pasando. Progresivamente la discusión que estaba en llamas se había ido apagando hasta convertirse en simple colegueo. Parecían locos.
Pero era tal y cómo una familia. Una familia dentro del ejército, algo que no entraba demasiado bien en la lógica de Miles, pero podía hacerse una idea.
Tras calmarse las cosas, Green empezó a presentar a Miles a cada una de las personas que había allí.
– Bueno, Miles, perdón por ésto. ¡Ya es habitual, así que te acostumbrarás! - dijo Green de nuevo riéndose - Bienvenido a la sede central oficial de los zorros celestes. O también dicho, tu nuevo hogar.
– Éste es el Teniente Lucius Merter, se encarga junto a otros tenientes de mantener un poco el control por aquí y ayudarnos con las operaciones del ejército importantes -
– Él es Franklyn Heinrich, uno de los grandes científicos ingleses, conocido sobre todo por sus investigaciones del medio ambiente. Ahora trabaja y es líder del cuerpo de investigación de los exploradores celestes -
– ¡Sí, le conozco! - dijo Miles encantado - ¡Un honor! -
– El Capitán Hillman, Byron Hillman. De los mejores y más experimentados líderes militares que tenemos en nuestras filas -
– Y ella, Lisandra Carolo, una de las mejores mecánicos que disponemos actualmente, ¡y es que con tan sólo doce años sabía un montón de cachibaches! Todavía me acuerdo de cuándo te fuí a reclutar ¡no se me olvida! -
– Y...pues... - miró a Jerry colapsado - Lo siento chico, pero no me acuerdo de tu nombre -
– Jerry Layton, señor, un investigador del cuerpo. Y fan incondicional del señor Heinrich. - dijo Merter después de que Jerry mirase con molestia hacia otro lado -
– ¡Ah, si, Jerry! Te juro que no se me olvidará más - dijo riendo mientras los demás también lo hacían - Bueno Miles, te acompañaré a las literas dónde dormís los soldados -
Mientras llegaban al lugar, el cual era bastante más acogedor que su antigua habitación de literas abajo en la tierra, Miles no podía reprimirse a preguntarle algo a Green.
– ¿Hanen? - le preguntó -
Green le dedicó una sonrisa recordando el momento en que se lo gritaban.
– Tengo una gran suerte de tener personas a mi alrededor así ¿no crees? Tienen tanta confianza y respeto hacia mí que me llaman por mi nombre -
– No lo entiendo, la verdad - dijo Miles extrañado mirando al suelo y subiendo la vista hacia él - ¿Un general no tiene que imponerse? ¿Hacerse respetar de una forma autoritaria? -
– Si, exactamente. Eso es lo que pasa normalmente en los ejércitos. Pero ya te habrás dado cuenta de que éste no es un ejército normal - dijo todavía sonriendo - Somos algo más que un ejército, una familia. -
Miles asintió recordando que era justo lo que había pensado antes.
– Y eso sólo se puede conseguir dándo confianza, para obtener confianza. En un ejército normal no ocurre eso, no existe la confianza en las personas. Lo único que existe es... la disciplina - dudó un momento en utilizar esa palabra para los oídos de Miles - y las órdenes. Pueden ocurrir traiciones, conflictos por el ansia de escalar en el poder... pero aquí sólo nos tenemos a nosotros. Y si perdemos nuestra confianza... perdemos todo - dijo algo más serio - Ya te dije, que los que estamos aquí somos personas especiales. No somos unos soldados u oficiales más en el ejército. -
Después de un breve silencio, Hanen Green recuperó la sonrisa.
– Te dejaré que te acomodes a tu litera y te organices, luego puedes darte una vuelta por las instalaciones. Tienes el día libre. - dijo mientras le daba una palmada en la espalda a Miles y salía de la habitación, cómo si la conversación que habían tenido le hubiese dado más energías todavía de seguir dando confianza a las personas.
De nuevo serio, Green se dirigía hacia Byron, que hablaba en ese momento con Lisa tomando un café.
– Byron, ¿podemos hablar un momento a solas? -
– Claro, Hanen - dijo apoyándose un segundo en su espalda con confianza y con más energías después de haber dormido un rato -
El general y el capitán se alejaron un poco de la muchedumbre científica que componía el piso bajo del edificio flotante, hacia los grandes ventanales que daban a los puertos de los zepelins dispuestos a embarcar.
– He estado pensando mucho Byron, más de lo que piensas - dijo Green con mirada preocupada hacia la ventana gigante -
– ¿Acerca de qué? -
– De todo, de todo ésto. Míralo. - dijo con aspaviento mientras se volvía hacia la estancia después de una breve pausa -
De nuevo, no parecía encontrar las palabras adecuadas para decirle a Byron, que le miraba comprendiendo a qué se refería con resignación.
– Parecemos un aeropuerto en vez de una central militar. - dijo negando la cabeza con decepción al oir sus propias palabras y riendo resignadamente a la vez - ¿En que nos hemos convertido, Byron? -
El capitán seguía mirando al infinito, sin responder.
– Yo te lo diré: - dijo Hanen Green mirándole a los ojos - en cobardes.
En ese momento Byron levantó la mirada con resquemor.
– No te atrevas a llamar cobardes a los que murieron aquella vez. – respondió con rabia alzando la voz -
– ¿Acaso ellos hubieran deseado que nos hecháramos hacia atrás, en vez de seguir adelante? - dijo Green medio gritando - Ese chico me ha hecho ver lo que no hemos visto ninguno en muchos años. Y es la valentía. -
Ahora Byron escuchaba atentamente razonando lo que le iba diciendo Green.
– Tanto nosotros cómo él teníamos una herida muy grande. Nos quitaron la personalidad, el orgullo, nos estamparon en la cabeza lo que teníamos que hacer. Nos obligaron a huir metiéndonos miedo. -
– Y ahora quieres que volvamos ¿verdad? -
Se hizo un silencio tenso ante la respuesta gélida y rápida de Byron.
– Sí - dijo serio intentando parecer convencido - Quiero que vuelvas tú con él y con Lisa. -
Byron le miró con estupefacción negativamente.
– ¿Pretendes que vuelva con dos personas? ¿Y una que acaba de salir de la preparación militar? -
Green le miró seriamente a los ojos sin ofrecer palabra alguna.
– ¿Por que me haces esto, Hanen? Sabes que yo... mis tropas ... - dijo intentando explicarse -
– Si dejas que una herida prevalezca por mucho tiempo, se infectará. La tuya ya esta infectada, Byron, sabes que te conozco bien. Pero es momento de que actúes para sanarla de una vez por todas ¿no crees? - dijo Green mientras apoyaba su mano en el hombro de Byron -
– No... no pienso tirar por la borda más vidas, lo siento -
– Soy tu general, capitán Hillman, debes obedecerme. Y si te digo que es por tu bien, también debes hacerme caso. A si que sal ahí, y empieza lo que hace tiempo tuvimos que hacer, que es recuperar nuestra esencia de luchadores. -
Byron suspiró y asintió aceptando la razón de Green, mientras se pasaba la mano izquierda por su cara, agobiado por la situación.
– No quiero que lo sepan ellos cuándo vayais. Prefiero que les digas que es una patrulla normal y corriente de amanecer. Llevar todo tipo de armas, municiones y recursos alimenticios, teneis mi permiso. Y una cosa más...
– ¿Si, mi general? - dijo con burla -
– Recuperar las alas del zorro celeste - dijo sonriendo -
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