2. Sin explicación
El tremendo globo alargado se erigía de tal manera que su sombra ocupaba casi toda la montaña. Tras que entraran Green y Gary en la cabina de debajo, la cual era enorme, Miles les siguió aún fascinado.
Sin embargo, su fascinación aumentó cuando acabó de entrar. Una gran sala realizada en oro y plata, asemejada al vestíbulo de un palacio, estaba en la parte inferior de aquel enorme dirigible. Nada más entrar, al fondo, se encontraba una gran mesa con un bar repleto de botellas cómo si de un estante de biblioteca se tratase, además de varios sofás repartidos alrededor. A los lados, dos escaleras que llevaban a un segundo piso visible, con una barandilla recorriendo el borde a modo de balcón. La decoración se establecía por pequeños cuadros juntos en las paredes formando pequeños grupos, cuya unión entre ellos construía una pintura completa. Tampoco faltaba la decoración vegetal, con plantas no muy corrientes en macetas desperdigadas por los distintos rincones de la habitación. El techo, era completamente distinto, de madera color azabache con lámparas también de oro, muy exuberantes y de gran tamaño.
A Miles cada vez le parecía más un hotel de lujo que un palacio, al ver la cantidad de habitaciones dispuestas una al lado de otra en el segundo piso.
Green y Gary se plantaron en una concreta, casi al final.
– Bienvenido a tu hogar por unos días - dijo Green mientras habría la puerta - Gary, ¿por que no vas a ver la sala de máquinas y alzas el vuelo? En un rato voy yo. -
Gary asintió y mientras se iba, Miles entraba junto a Green a su habitación. Era parecido a un camarote normal de barco, se notaba que el dinero que habían invertido en las salas principales no era igual que la de las propias habitaciones.
Apenas había una cama y una mesa con una silla, además de un armario y al lado una ventana redonda que daba al exterior. Sin embargo, todo parecía muy nuevo y bastante cuidado.
– Bueno, se que no es la gran cosa comparado con lo de antes, pero no esta mal ¿no? -
– No, claro que no. - dijo Miles convencido mientras dejaba su bolsa encima de la cama -
– ¡Un chico sencillo, eso me gusta! - dijo riendo - Voy a tomar algo al bar, ¿te vienes luego? -
Miles, que aún se sentía extraño con tanta amabilidad y confianza por parte de Green, asintió dejando escapar un "Vale" emocionado, lo cual era algo inhóspito en él. Tras que se fuera Green y le dejara ordenando su ropa, comenzó a pensar acerca de todo lo que suponía aquel viaje, era algo impresionante la oportunidad que había conseguido. Era la minúscula esperanza que tenía dentro de su inamovible futuro. Un futuro marcado por su infancia pero que, de alguna manera, había podido vislumbrar algo mejor en él con el paso de los años. El cielo. Su pasión.
Aún seguía dándole más vueltas a su última contestación hacia Green. Aquel "vale" emocionado. Quizás fuera por que prácticamente nunca o pocas ocasiones en su vida ha podido aceptar una invitación cordial ociosa. Le había salido de lo más profundo de él, sin que le diesen explicaciones o ninguna orden sobre lo que hacer. Cómo hacía unas horas a Green, de nuevo. Cuándo le había dicho que sí a su reclutamiento. Nunca nadie le había demostrado tanta confianza y amabilidad cómo para sacarle a reflotar su verdadera esencia de ser humano, y no de máquina, cómo lo solía hacer su padre.
Con gran rapidez terminó de ordenar sus últimos pantalones y se dirigió al vestíbulo, orgulloso de su determinación, de cómo había podido decidir por sí mismo.
Green ya le esperaba en el bar del vestíbulo, el cual era más profundo de lo que se pensaba Miles. Tuvo que investigar entrando en aquel laberinto lleno de bebidas alcohólicas de todo tipo, aquello era muy estrecho y su altura era equivalente a las estanterías de una verdadera biblioteca importante. En uno de los largos pasillos que había en aquel gigantesco bar laberinto se encontraba el hombre de traje verde, mirando con emoción una botella que había escogido después de un pequeño rato buscando.
Percatándose de la presencia de Miles, volvió la cabeza sonriendo.
– Un whisky de nada más y nada menos que de Japón. Hace muchos años era uno de los mejores. Obviamente no lo pienso probar, ¡a saber desde cuándo está aquí! - dijo todavía más emocionado -
– Todo esto... ¿es tuyo? -
– ¡Claro! veinte años de mi vida viajando por todo el mundo y recopilando los mejores y peores whiskys, vinos, cervezas...¡toda bebida alcoholizada! Los más antiguos, los más nuevos...
Miles dejó escapar una risa.
– Nunca me lo hubiera imaginado de usted...
– No, por favor Miles, llámame de tu, no hace falta que seas tan cordial - dijo volviendo a poner su atención en la parte trasera de la pegatina de la botella - Todo el mundo tiene alguna pasión o hobby ¿no? Pues el mío sin ninguna duda es coleccionar botellas de alcohol.
El chico empezó a mirarle con curiosidad.
– Siempre he sido un gran catador de estas bebidas ¡Pero no me vayas a confundir con un borracho! - dijo con una carcajada entre medias - y desde entonces he sido bastante fan de todo ésto. Es cómo volver a revivir mi pasado de catador profesional, pero sin probar, sólo coleccionar - sonrió orgulloso - Te apetece un Brandy quizás, ¿algo más normal?
– Bien, un Brandy -
– Salgamos, lo tengo afuera -
Mientras Green le servía la copa de Brandy a Miles, éste se sentaba en uno de los tantos sofás crema que tenía por la sala.
– Todo el mundo tiene un pasado. Puede ser bueno o malo, pero al fin y al cabo es tu pasado. Y muchas veces, la mayoría de hecho, tiende a repercutir en tu presente. Sólo personas muy fuertes pueden centrarse en un futuro sin tener el pasado atado a él - dijo en un tono más serio mientras se sentaba al lado de Miles con su copa y le daba su respectiva - Si te soy sincero, Miles, no se si he hecho bien en traerte para reclutarte. Si por algo estoy dónde estoy es por reconocer a la mínima legua los soldados con gran proyección. Y nunca me ha salido mal, la verdad.
Hizo una breve pausa mirando pensativo su copa y moviéndola sutilmente de un lado para otro.
– Decidí proponerte que vinieras antes no sólo por lo que me habló el sargento mayor de tí, que eran todo elogios a tu condición de militar, si no por que veía en tu mirada lo que he podido ver en los que han triunfado en ésta profesión. Decisión férrea. Lo podría llamar así.
– "Vaya, que extraño que no dijeras disciplina" - pensó Miles mientras asentía con pesar -
– Pocas veces me transmiten lo que tu mirada y tu propia esencia hicieron llegarme. No sé, debe ser un don o algo que poseo. Eres diferente a los demás que ejercen ésta profesión, Miles. Y creo que ya lo sabes desde hace mucho. Por eso, sólo los mejores entran en esta aeronave para ejercer cómo los exploradores celestes. Sin embargo...
Volvió a hacer una pausa, cómo si le preocupara el momento de que hablara Miles.
– También veo otra cosa en tí Miles. Algo que tienes marcado a fuego y que te impide expresarte. Algo que te reprime. No se cómo explicártelo... tampoco es que sea un vidente o algo - dijo con una leve risa - pero... me preocupa.
Miles se acabó de un trago el Brandy que le quedaba en el vaso. Y comenzó a hablar.
– Mi pasado. No he podido desprenderme de él. - dijo mirándole fijamente -
Mi madre murió a los pocos días de darme a luz por una enfermedad, su salud no era la mejor. Nací en Groenlandia, en un pueblo de los más grandes que hay allí. Mi padre era general del ejército groenlandés, que estaba en constante tensión con el otro ejército de la parte oeste del país, por temas de alimentos y recursos, que escaseaban.
Allí pasé diez años de mi vida. Diez años en los cuales el hombre atormentado de mi padre por la muerte de mi madre y de su hermano, se dedicó a formarme desde los cinco años a ser un soldado. No me llegó a torturar, ni a agredirme. Pero su rigidez disciplinaria provocó estragos psicológicos en mí cuando era muy joven, demasiado. Hasta los diez años no podía - escudriñó los dientes - ... ni ver a nadie de mi edad, ni poder disfrutar de un simple descanso de mi entrenamiento, ni nada que se refierese al ocio de un niño pequeño. Nada. Lo único que podía hacer era obedecerle y actuar cómo un auténtico soldado cuando apenas había comenzado a tener conciencia de mi mismo. Fue tan estricto conmigo, que me lavó la mente, llegando a pensar que la conducta normal era aquella. Me acostumbré a hacerlo todo por los demás. No pensaba ni actuaba por mi mismo - soltó una lágrima -... me convirtió en una máquina.
Green le observaba en ese momento con cara de preocupación y tristeza, fijamente, sin perderse un sólo detalle de lo que contaba.
- Teniendo diez años comenzó la guerra que se preveía entre los dos ejércitos. Yo emigré a la casa de mis tías, las hermanas de mi madre, en Inglaterra. Allí pasé otros diez años de mi vida, y poco a poco fui dándome cuenta de lo que había estado viviendo y sufriendo durante años atrás. Una infancia arruinada y mi propio yo convertido en un sirviente, alguien que sólo ejecuta órdenes de una manera impecable. Poco a poco me propuse mejorar cómo persona, me costó mucho, pero hice muy buenos resultados. Sin embargo, sigo teniendo la mentalidad que me impusieron desde pequeño, sigo siendo la persona a la que transformaron psicológicamente en una máquina.
A los diecisiete me enteré de la muerte de mi padre, y fue entonces cuándo me decidí a ser soldado. En realidad - dijo después de una breve pausa - no tenía opción de elegir otra cosa. Nunca he podido elegir por mi mismo las cosas importantes de mi vida, y lo único que me quedaba para hacer algo útil en el mundo era seguir haciendo lo que toda mi vida había sido, un militar.
Ingresé en la escuela de militares y en el cuartel, hasta el día de hoy, que me he graduado.
Green se encontraba en la misma postura que Miles, encorvado con la cabeza agachada, sentado casi al borde del sofá.
– Es... vaya - dijo Green visiblemente conmocionado - Me cuesta creer tu pasado, Miles. Porque es terrible. Sin embargo... -dijo mirándole ahora a los ojos - es tu pasado ¿no? -
– ¿Que quieres decir? -
– Que...por muy catastrófico que sea... no tienes otro. Has aprendido a convivir con ello, Miles. Antes he dicho que sólo las mentes fuertes pueden dejar de lado su pasado para enfrentarse al futuro. Pero quizás esté algo equivocado. Sólo una mente fuerte cómo la tuya ha sabido gestionar tu horripilante infancia. Puede que haya repercutido en tu presente o futuro, también puede que te haya restringido tus metas, tu objetivo cómo persona, o incluso tu padre hizo que nunca tuvieras uno. No tenías otra opción que meterte en el ejército. Pero mírate, no sólo has conseguido asumir y luchar contra tu pasado, si no que has sido el mejor de tu graduación.
Dime, ¿no es para sentirse orgulloso? Ese orgullo es el que debe pensar, que los traumas de tu padre no han servido para hundirte del todo. -
Miles escuchaba atentamente, sin dejar de mirar a los ojos de Green, emocionándose por momentos.
– Gracias, Green - dijo Miles asintiendo emocionado y sonriendo - En realidad tu has sido la luz de la esperanza en mi oscuridad. Te estaré siempre agradecido por esta oportunidad. -
Green sonrió y le abrazó.
– No hay que darlas. Me acabas de demostrar que no estaba equivocado al elegirte. -
Green ya estaba de vuelta en la sala de máquinas junto a Gary, y Miles se había quedado en el vestíbulo observando por una de los grandes ventanales el cielo. Mientras estaba hablando con Green no se había dado ni cuenta de que el gran zepelín ya había despegado. "El Mar Nuboso" . Así era cómo le había dicho Green que se llamaba aquella enorme aeronave. Un verdadero transatlántico del cielo sólo para gente privilegiada, o cómo decía él, para gente no tan privilegiada que se lo merecía.
Ya sólo se observaba un azul celeste intenso hacia todas partes dónde miraba, sin ningún rastro de la Tierra, sólo alguna que otra nube blanca de gran tamaño que atravesaba la nave a una velocidad impresionante. Miles se había quedado pensando sobre la conversación tan profunda y motivacional que había tenido con Green. No sólo le había hecho ver las cosas desde otro punto de vista, si no que le empezaba a coger confianza a un ritmo mucho mayor que con cualquier otra persona.
La cena había sido tranquila, una charla informal entre los tres navegantes de la lujosa aeronave. Miles estaba tumbado en la cama, leyendo una de sus novelas favoritas acerca de las cruentas guerras que hubieron en el pasado. Le hubiera gustado empezar a leer otras cosas, pero desde bien pequeño cogió la costumbre de devorar ese tipo de libros, una costumbre cómo tantas otras obligada.
Eso fué lo último que recordó cuándo se despertó sobresaltado de la cama. A su alrededor todo se balanceaba, incluso su propia cama, cómo si de un terremoto se tratara. Pero eso era ilógico, a saber a cuántos kilómetros estarían del suelo.
Turbulencias, se trataría de eso. En el momento en el que Miles pensó aquello y se levantó de la cama, fué a dar la luz, pero el interruptor no funcionaba. Entre tambaleos constantes, Miles se escurrió en un fuerte movimiento del zepelín, que hizo que se estampase contra la pared del fondo de la habitación. Incorporándose, mareado, se dirigió a toda prisa hacia la puerta y la abrió. Con dificultad fué caminando por el largo pasillo intentando encontrar el equilibrio que le mantuviese de pie. Al llegar a la barandilla que daba al piso inferior vió aquellos muebles antiguos derrumbados y las decoraciones de las paredes hechas añicos.
Su cabeza estaba confusa por todo lo que estaba ocurriendo tan de repente, sin embargo, su instinto le guiaba perfectamente. Lo primero era encontrar a Green o a Gary. Era probable que estuvieran en el centro de máquinas de la que les había oído hablar, intentando manejar la situación.
Mientras corría hacia la derecha del vestíbulo pensaba en lo extraño que le parecía que no le hubieran siquiera enseñado más de la nave, sólo el vestíbulo, el comedor y su habitación. Entró en una sala con grandes sillones y butacas alrededor de una chimenea con unas ascuas casi apagadas, decorada cómo ya era normal en aquel lugar con varios cuadros y vidrieras en oro y con muchas alfombras de color rojizo y negro por el suelo y en algunas zonas de la pared.
Aquel definitivamente no era el lugar en el que esperaba encontrarles, pero lo peor vendría cuando Miles vió una butaca que iba volando directo a él. Gracias a sus reflejos consiguió esquivarla por muy poco, mientras que sin perder ni un sólo segundo se dirijía a un pasillo que había localizado a la derecha de la sala.
Allí se encontró con otra sala, esta vez mucho más pequeña que la anterior y sin decoración alguna, llena de cables e interruptores. A la derecha aparecían dos escaleras, una que llevaba a un piso superior y otra a uno inferior. A la izquierda, al fondo de una cristalera de gran tamaño, aparecía la sala de mandos. No había nadie, pero una inumerable lluvia de luces rojas y sonoras ponían el culmen al tremendo ruido de las turbulencias.
Miles entró, y exaltado, sin muy bien que hacer ni hacia dónde moverse, se quedó observando unos segundos la enormidad de la sala dónde se encontraba. Una gran luna de cristal recubría la ventana frontal, que mediría varios metros de largo, y el techo. La sala estaba llena de cables conectadas a máquinas y a lo que parecía ser el centro de mando, el cual era de igual longitud que la ventana frontal y también estaba llena de monitores parpadeando luces rojas, que se unían a las de las paredes.
Miles, sin pensarlo mucho, cómo un lobo a la defensiva, se lanzó al centro de mando intentando lograr una manera de volver a estabilizar la aeronave mientras todo lo que se encontraba a su alrededor se estampaba en el suelo por momentos.
El caos no era una opción que pensar para él. Nada podía desconcentrarle. Sólo debía hacerlo por el bien de los demás compañeros que estaban con él en aquella nave. Utilizando sus escasos conocimientos de aeronaútica, Miles apagó primeramente las luces de emergencia y el irritante sonido que tenían. Utilizando el volante del piloto y los interruptores y controladores de alrededor, poco a poco volvió todo a su movimiento natural.
Miles, aliviado y jadeante por la tensión, levantó la mirada del monitor y contempló más tranquilo el cielo. No se había dado ni cuenta de la belleza de la luna gibada. Las nubes se contagiaban de su luz, que se volvían plateadas cómo ella, pero no llegaban a su misma altura. Mientras observaba la escena maravillado, escuchaba una risa familiar de fondo entrando a la sala de máquinas.
– ¡Perfecto, si señor! - dijo Green aplaudiendo con Gary al lado -
– ¿Green, Gary, estáis bien? -
– ¡Has superado la prueba a las mil maravillas! -
– ¿Prueba? -
– Pensamos hacerte una prueba de iniciación para ver lo que valías con nuestros propios ojos. Y vemos que es impresionante cómo te has desenvuelto ¡enhorabuena!
Miles se les quedó mirando con cara de estupefacción pensando que estaban locos.
– Y bueno... ¡sentimos si te hemos alterado un poco! - dijo Green para aliviar la tensión - Es mejor que volvamos a la cama. Buenas noches. - dijeron los dos mientras se iban hacia sus cuartos.
Miles giró de nuevo su mirada hacia el cielo azul oscuro y plateado, serio. Se sentó en la silla del piloto y esperó con la espalda apoyada en el respaldo. ¿Por qué no se iba a dormir? Ni lo había pensado. ¿A que esperaba? A que todo fuese bien. Aunque le costase la noche en vela.
Green se sorprendió al ver a Gary sujetando dos tazas de café sonriendo y mirando a la cristalera de la sala de mandos. Se acercó y mientras Gary le daba una de las tazas vió a Miles durmiendo con la cabeza apoyada en el hombro y sentado en la silla del piloto.
– ¿Has visto alguna vez a alguien así? - dijo Gary
Green, sorprendido, se quedó serio unos minutos.
– Se ha quedado toda la noche... aunque le dijimos que era una prueba... - dijo un atónito Green -
– Impresionante. A pesar de todo, ha querido velar por nuestra seguridad por si se producía un caso real.
– Yo no estaría tan seguro de eso, amigo Gary - dijo Green esbozando una sonrisa con pena - No creo que haya sido por voluntad propia. Algo en él querría mantenerlo en vigilancia -
Gary miró extrañado a Green mientras éste pasaba de largo de la sala de máquinas.
– Cómo un auténtico soldado. -
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