14. Huida
Cuatro aviones de combate despegaban de aquel angar mientras el soldado vestido con el uniforme rojo y amarillo comunicaba por su walkie talkie la dirección a la que iban.
Una vez en el aire, encabezados por el capitán Byron, los soldados celestes debían buscar dónde se hallaba su aeronave, de la cual se habían adueñado y probablemente arreglado para su uso propio. La noche estaba despejada y tanto las estrellas cómo la luna lucían igual de hermosas, con un tamaño gigantesco.
- Chicos ¿me oís? - sonó la voz de Heinrich por la frecuencia de radio de los otros tres aviones -
- ¡Heinrich! ¡Apaga eso o espiarán lo que hablemos, idiota! - respondió el capitán -
- Tranquilos, he configurado esta frecuencia cómo privada. Sólo podemos oirnos los cuatro. -
- ¿Estás seguro de eso? - se mostró Miles sorprendido hablando por su micrófono-
- Claro que lo estoy - dijo algo malhumorado - ¡He estudiado la mecánica de los aviones de combate desde que me contrató el ejército hace ya muchos años! Byron, déjame que me adelante a tu posición.
- Sabía que tú sabías pilotar, pero nunca imaginé que supieras tánto. - dijo mientras el anciano le adelantaba -
- Todavía no sabes mucho de mí, Byron - dijo mientras sonreía y giraba su vehículo aéreo hacia la derecha con una rapidez impresionante -
Automáticamente, casi de forma ensayada, los tres aviones giraron en su misma dirección con el objetivo de mirar en el angar dónde habían aterrizado por la mañana.
Tan rápido cómo terminaron de posicionarse hacia el este, aparecieron por detrás suyo aviones del mismo modelo, pero conducidos por enemigos.
- Nos persiguen dos... no, tres... ¡cinco aviones! - dijo Lisa por el micrófono mientras miraba su radar -
- Me has pedido que te dejara adelantarte Heinrich, ¡espero que ahora tú puedas dar las órdenes! - dijo Byron -
- ¡Maniobra de evasión! ¡Byron y Lisa, cruzaos uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda, Miles, tú hacia arriba y yo hacia abajo!
Los soldados realizaron sus respectivos movimientos y esperaron órdenes una vez estaban alejados de sus compañeros. Los aviones manejados por los halcones se dividieron en uno para cada avión enemigo, menos dos, que se fueron directamente a por Heinrich.
El científico, que vió cómo los dos aviones disparaban cuatro misiles directos hacia él, dió una vuelta de 360 grados. Para sorpresa de sus perseguidores, que se encontraron con Heinrich a sus espaldas, diaparó dos misiles, derribando uno de los aviones.
Miles, que había presenciado tal azaña por parte de su compañero, miraba estupefacto hacia abajo cómo Byron y Lisa, mientras intentaba zafarse de su perseguidor esquivando sus disparos y misiles, girando una y otra vez la dirección de su avión.
Lisa y Byron también hacían lo mismo, sin embargo uno de los misiles impactó sobre el lado derecho del avión de Byron, sin llegar a dar con el ala.
- ¿Vas bien, capitán? - dijo Heinrich mientras Byron maldecía su situación -
- Me han dado, ¿tu que crees? - gritó Byron alterado -
- He visto el disparo, no ha dado en una zona muy importante. - intervino Lisa -
- Está bien entonces -
- ¡Eh, eh, eh! - gritó Miles con efusividad - ¡He encontrado el angar dónde está nuestra nave! -
- Te he localizado en el radar, Miles. 800 metros al este ¿Es ahí? - sonó la voz de Heinrich en los tres aviones -
- Cerca de mi posición, pero mi perseguidor no me deja sobrevolar la zona más abajo. ¡Teneis que moveros de dónde estais o llegarán más aviones, sólo dais vueltas en una misma zona, no caigais en la trampa! -
- Tiene razón. Vamos a movernos hacia la posición de Miles. Tengo un plan. -
- Ten cuidado con lo que planeas Heinrich - avisó Byron - Que no sea un suicidio. -
Byron sabía de las aptitudes de Heinrich en las tácticas aéreas con aviones de combate, puesto que en su llegada a los zorros celestes había puesto mucho interés en ello. Por eso, confiaba bastante en él en éstos casos, pero igualmente no podía dejar de plantearse lo peor.
- ¡LLevad a vuestros perseguidores hacia el lado contrario del este, y cuándo os dé la señal, dar un giro brusco hacia el este!
- ¡¿Qué?! ¡Eso es muy complicado! - saltó Lisa -
- Estos aviones están preparados para hacer cualquier maniobra a cualquier velocidad ¡creeme! -
- Hagámoslo - dijo Byron contundente -
En apenas cinco segundos, los aviones que conducían los soldados celestes hacia el oeste, giraron estrepitósamente hacia el lado contrario con el aviso de Heinrich, retrasando durante unos segundos el tiempo de reacción de los aviones enemigos.
- ¡Seguid de frente a máxima velocidad, no cambies la dirección ni un metro! - gritó Heinrich -
- ¡Así acertarán sus misiles si nos disparan! - replicó Byron, que junto a sus compañeros, tenía la tensión por las nubes -
- ¡Hazedlo hasta que estemos sobre la posición de Miles! ¡Tú, Miles, intenta bajar lo más que puedas hasta que te avise para subir, a toda la velocidad que sea posible! ¡Uno de nosotros tendrá que bajar también a toda velocidad!
- ¡Para el carro, Hein! ¿Estás diciendo que dos de nosotros tenemos que juagarnos la vida para que dos halcones se colapsen?
- ¡Ahora somos tres para tres, si uno baja en picado habrá uno de ellos que le acompañe, mientras que los otros dos nos seguirán a nosotros! Byron, tu...
- Bajaré yo - intervino de nuevo Lisa, con decisión, pero también con miedo -
Impactado en ese momento, Miles recordó la conversación que tuvo con Lisa aquel día en el globo de la RG10, sobre cuál había sido su pasado. Un pasado que había logrado empatizar casi completamente.
**********
" No puedo permitirme perder mi propia vida. Sé que es algo normal, nadie quiere morir. Pero en mi caso, es algo que no puedo llegar ni a pensar en ello, ni siquiera a arriesgarme. Porque realmente daría de nuevo mi vida por alguien o algo, después de haber conseguido por una vez ser plenamente feliz con la que llevo.
Nací en Italia, de una familia bastante privilegiada, la cual sólo sabía darme obligaciones y tareas mientras iba creciendo. Acabé siendo una chica ejemplar, y para mi desgracia, de las más inteligentes. Estudiaba en casa, me obligaban a estudiar lo que querían mis padres, una ingeniería. Siempre fueron de los que, aún teniendo suficiente dinero para mantenerse ellos y a su única hija durante toda su vida, preferían que pudiera vivir por su cuenta y tener un trabajo de prestigio. Pero de la manera más opresora.
Desde muy pequeña había sido aficionada a los puzzles. Sí, a los puzzles. Todo debía encajar según el dibujo. No paraba hasta que encontraba una manera de que las doscientas piezas fueran perfectamente puestas. Cada una tenía su función, ser un trozo de la nariz del gato, un lazo del vestido, o simplemente un cacho del fondo. Me gustaba pensar y maniobrar aquello, pero si mis padres me veían acababan gritándome para que volviese a estudiar.
Me hice adolescente, y mi pasión por los puzzles seguía, comenzaba a ser una manitas con pequeñas cosas que se estropeaban de la casa, o incluso en construir artefactos con cualquier objeto que me encontraba. Empezé a darme cuenta que era lo que me gustaba y en lo que me quería comvertir, en mecánico. Pero cada vez que me veían hacer alguna de esas cosas, mis padres lo destrozaban y me volvían a gritar para que dejase de pensar en ello.
Gracias a ellos, mi afán de autosuperación fué incrementando con cada discusión que tenía, hasta el punto de saber que algún día sería la mejor mecánico de todos. A partir de ese entonces mi vida dejó de ser para mis padres. Me encerraron, destrozaron todo lo que había logrado reunir de información acerca de mecánica, mis inventos, todo. Me llevaron a la depresión y, cuándo mi mente ya no daba tantos problemas y podía ser más manipulable, quedé de nuevo presa de sus convicciones.
Después de unos meses, mis tíos les denunciaron y mi caso fue conocido en la mayor parte de mi país. Con apenas 18 años, un alto cargo militar se presentó en la puerta de mi casa, y mirando con sus brillantes ojos a los míos, caídos y con ojeras ennegrecidas, me dió la mano.
Cogérsela fué la mejor decisión que he tomado en toda mi vida.
Green me devolvió las ganas de vivir, la sonrisa. Me trató con el cariño y la compresión de un padre, hizo realidad mis sueños porque, de alguna manera, vió en mí la lucha y el sufrimiento que tuve en el pasado. Me convertí en mecánico de las aeronaves y me dijo que no tenía ninguna duda de que sería la mejor mecánico del mundo. Fué la primera vez que oí eso de alguien, y me volví de alguna manera egoísta. Ahora que había conseguido lo que en el fondo de mi alma quería, después de estar engañada, luchar y finalmente sufrir una opresión tan grande, no iba a desperdiciar mi vida así cómo así. Me daba miedo perderla.
Pero sé, que algún día, aunque no sea el definitivo, debo arriesgarla."
- ¡Ahora! - gritó hasta quedarse afónico Heinrich -
Lisa bajó en picado, y cómo era de esperar, un avión halcón le siguió. Con miedo, empujó el mando del avión para ir a toda velocidad, mientras Miles hacía lo mismo pero hacia arriba. No tardarían en encontrarse de frente, pero en su mente el tiempo era interminable. Debían calcular el momento exacto en el que girar bruscamente sus aviones para evitar colisionar y que sí lo hicieran, sin tener tiempo de reacción, los aviones enemigos.
Miles vió en la lejanía la cara de Lisa, que desprendía terror, sabiendo que un mínimo fallo de tiempo sería fatal para cualquiera de los dos. Miles, sin embargo, le mostró una cara sonriente mientras sus dos aviones se acercaban, con una mirada serena y decisiva de confianza.
Justo en el momento en el que Lisa presenció el gesto de Miles, supo perfectamente que todo saldría bien. Con las cabinas de ambos aviones a casi tres metros, Miles giró su avión hacia la derecha y Lisa a la izquierda, con unos segundos de diferencia respecto del primero al segundo.
Sin embargo, las alas derechas de las dos naves colisionaron y quedaron fracturadas, mientras que tal y cómo Heinrich había previsto, los aviones perseguidores no se habían percatado entre sí ni habían tenido tiempo de reacción. Habían colisionado y explotado.
- ¡Lo hemos conseguido! - dijo Miles con fervor antes de exclamar un grito de júbilo -
- ¡Tengo el ala rota, Miles! ¡¿No has sentido que nos chocabamos?! - dijo Lisa a sus compañeros por radio -
En ese momento Miles se percató de que perdía altura y su ala, efectivamente, también estaba rota.
- ¡La mía también! -
- ¡Saltar con los paracaídas y dirigir las naves hacia los soldados halcones que esperan abajo! ¡A Kozlov le hará mucha gracia, seguro! - rió Byron -
- ¡¿Cómo?! ¡¿Y vosotros?! - dijo preocupada Lisa -
- ¡Coged la nave y volarla! ¡Cuándo nos deshagamos de los que nos persiguen os alcanzaremos! - dijo Heinrich -
Los jóvenes, sin tiempo, dirigieron sus aviones hacia la marabunta de soldados que les esperaban abajo, para después salir despedidos con el paracaídas.
Lentamente, mientras veían arder a todos aquellos soldados por los aviones estrellados, bajaban con el único objetivo de hacer volar de nuevo a su querido zepelín celeste.
Se quitaron los arneses del paracaídas y Lisa fué automáticamente hacia la zona trasera de la aeronave para comprobar que la maquinaria había sido arreglada. Mientras, Miles miraba preocupado la zona dónde se habían agrupado los soldados vestidos de rojo, pensando que en cualquier momento vendrían refuerzos.
- ¡Oye, tenemos que darnos prisa! - dijo Miles -
- Hago todo lo que puedo - respondió apurada Lisa mientras comprobaba pieza por pieza y cable por cable - Parece que todo está bien repuesto. Pero no sabremos si funcionará hasta que lo arranquemos.
- ¡Está bien, entremos! -
Los dos se metieron dentro de la RG10, la cual estaba algo magullada por los placajes sufridos en la persecución del día anterior. Varias mesas y sillas, además de cajones y papeles estaban esparcidos por el suelo y en algunos casos rotos.
Miles se apresuró a arrancar el zepelín, pero por más que accionaba los botones, si bien emitía un sonido de arranque y las luces se encendían, no conseguía que durasen más de un par de segundos.
- ¿Que pasa? - dijo Miles - ¿No estaba bien arreglado?
- ¡Mierda! - maldijo Lisa con cara rabiosa - ¡Todo parecía bien, no sé que puede pasar!
Miles lo intentó un par de veces más, mientras ojeaban, con tragedia, que varios soldados halcones se acercaban en busca de matarles.
********
William Kozlov se encontraba serio, mirando con su particular cara de asco mientras se atusaba la gran perilla peluda pelirroja que tenía. Enfrente tenía al joven que prácticamente había criado, ahora detenido por sus propios compañeros, el que tantas y tantas horas le había dedicado personalmente en su formación cómo militar. Pero para él era el hombre que le había traicionado.
El silencio reinó en su encuentro, hasta que Jack Cole se dignó a romperlo.
- ¿Vas a matarme, Will? - dijo sin miedo, pero con cierto tono de decepción -
El viejo hombre le miró directamente a los ojos y, sonriendo con odio en su interior mientras acercaba su cara a la suya, le dirigió unas amargas palabras.
- Te dejaré que elijas el arma, pequeño traidor.
- Has cambiado mucho, William. ¿Que fué de aquel estupendo monitor que tenía? ¿Ahora le haces ésto a alguien a quien has criado cómo tu propio hijo? No te reconozco. Ahora eres sádico, y tu rencor ha ido más allá de los límites. - dijo con reproche -
- ¡Cállate! - gritó ahogadamente Kozlov mientras tiraba al suelo con agresividad su casco y las gafas de aviador -
Después de unos segundos observando a Jack jadeante y con sus ojos de locura abiertos cómo platos, volvió a acercar su cara a la de él, mientras apretaba muy fuerte los dientes.
- ¿Crees que tus cuentos de cariño y de sensibilidad van a librarte de la muerte, Jack? Traidores cómo tú deberían estar muertos hace mucho tiempo. Y lo que peor tolero es la traición. Y la falsedad. Si crees que el cielo no debe tomar venganza de lo que hicieron los zorros celestes y los gobiernos de la tierra, no entiendo que hacías aquí. -
- Nunca he ido en contra de tu postura, general. Siempre he dicho y pensado que fué un acto inhumano la ruptura de la hermandad. Pero no comparto que se les deba tratar cómo escoria al ejército que tuvo un accidente aquí, y mucho menos castigarles con la muerte. -
Kozlov se separó un poco de él, con el rostro serio.
- Esos soldados, me dí cuenta desde el primer momento que les ví, que eran los ideales para enfrentarse a nosotros. En sus caras se veían reflejadas las superaciones a sus propios miedos. Y si los habían podido superar, podrían superar cualquier cosa que se les viniera encima. Nos tenían miedo, sin saber que nosotros debíamos tenerles miedo a ellos.
- No me importa lo que un traidor piense. Sólo me importa que muera con la angustia de saber que ha traicionado a su gente.
- ¿Tampoco te importa que la prensa lo sepa? -
Kozlov le miró con curiosidad, asustado por lo que pudiese decir.
- La prensa lo sabe. Lo he contado todo. Que fué un accidente, que se les acusó de algo que no fué cómo se contó. Todo el halcón firmamento ocultó las pruebas de que se confirmaba que el accidente de la aeronave celeste fué originada por una persecución de aviones fantasma. Únicamente para que fueran odiados y para tener la excusa perfecta de hecharles del cielo inexplorado. ¿Sabes que pasará si la prensa lo publica, verdad?
El general le miraba negando con la cabeza, indignado en su locura.
- Lo verá el gobierno de los reinos etéreos. Y se acabará el ejército. Incluso se sabrá aquello con lo que nadie contaba, o casi nadie. El inicio de la guerra entre mundos ¿no es así?
- ¿Que? ¿Cómo...? - dijo con cara de sorpresa y preocupación -
- ¿Y sabes qué es lo mejor? - dijo con un una leve risa - Que si me matais, saldrá todo a la luz.
Kozlov no pudo evitar quedarse absorto mirando el suelo, mientras cerraba los puños con fuerza.
- No lo sabrán. - dijo por con voz baja -
- Te puedo asegurar que sí. Nunca se sabe quién te puede traicionar ¿no? -
El general se le quedó mirando fijamente durante unos segundos y mandó que le quitaran las esposas.
- Vete. Y no vuelvas nunca. - murmuró mientras cruzaba al lado de él -
- Si juegas sucio, yo también lo haré. - le respondió -
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