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11. Cara a cara

- Hanen, deberíamos enviarles refuerzos, estoy seguro de que les ha pasado algo - dijo Jerry nervioso- No responden a las llamadas.

Green se llevó el dedo a los labios, diciendo que se callase para escuchar los micrófonos exteriores, que todavía funcionaban.

- Si les he mandado a que hagan esto sólos es por algo. Y no precisamente para mandarles refuerzos. -

- Pero les matarán - respondió Jerry sorprendido por sus palabras -

- Eso es lo que quiero ver, si realmente se dejarán. Pero es imposible matarles. - dijo sonriendo -

Jerry, sin entender mucho sus palabras, siguió escuchando junto a Green los micrófonos.

Mientras, en algún lugar del extenso cielo, que hace mucho tiempo no tenía oxígeno, un hombre rubio con tupé se acercaba con aire altivo hacia Byron.
Se paró enfrente de él y le examinó cómo el que mira con curiosidad un animal extraño. Después de unos largos segundos, le miró a los ojos con su característica mirada de asco, mientras comenzaba a llover poco a poco.

- ¿Acaso crees que eres digno de que te mate? - dijo altivamente - Una muerte digna para ti sería enterrarte vivo en tu apestosa tierra de allí abajo -

Byron no pudo contenerse y le propinó un puñetazo en el pómulo derecho, mientras se empapaban por la lluvia, bajo una manta de nubes grises.
El golpe debió hacerle mucho daño, puesto que Byron era muy corpulento. Tras el puñetazo, dos hombres salieron en su defensa, pero Sheppard hizo un ademán de que no fueran.

Ante el débil físico del teniente, éste volvió a utilizar las palabras cómo armas.

- Disfruta de lo que te queda de vida, mosca terráquea. - dijo limpiándose la sangre de su boca - ¡Encerrar a estos idiotas en la nave! - acabó gritando mientras se daba la vuelta y volvía -

En el camino de vuelta, Sheppard pasó al lado de Miles, que estaba tumbado, pisándole la cabeza a posta.

Fue entonces cuándo Byron, que estaba inmerso en sentimientos de rabia y desesperación, se dió cuenta de la presencia de Miles y corrió hacia él, mientras varios hombres vestidos de rojo salían en busca de arrestar a cada uno de los integrantes de la RG10.

Bajo el incesante aguacero, cuatro soldados celestes caminaban cabizbajos lentamente hacia una de las naves rojas, cada uno acompañado por un militar halcón.

Uno, con miedo de perder su nueva vida, después de haberlo dado todo por la de los demás.

Otro, con la angustia de no poder demostrar lo que era y lo que había sido, de perder su espíritu de superación.

El tercero, con la preocupación de perder de nuevo lo único que le daba fuerzas para librarse de sus demonios.

El último, con el desaliento de perder una batalla y una esperanza, que le daba un motivo para ser por fin él mismo.

Pero todos, cada uno de ellos, acabaron levantando la mirada al cielo lluvioso, antes de subirse a la aeronave.

Aunque el cielo estuviera negro, en el fondo todos sabían que la luz del sol les esperaría.

Green, intuitivamente, sonrió.

*********

En una estrecha cabina de aquella nave, viajaban presos el capitán Byron Hillman, Lisandra Carolo, Miles Fleischer y Frederick Heinrich.

El silencio reinaba en la oscura habitación, mientras los cuatro soldados miraban al suelo con pesadumbre.

Tras mucho tiempo sin hablar, Heinrich rompió el hielo que a nadie le apetecía romper.

- ¿Por qué demonios tuve que meterme en esa nave? - exclamó el hombre mayor con su particular irascibilidad - Por lo menos podrían haber enviado a alguien más con nosotros. ¿Por que no lo hicieron? - dijo tras ver que nadie le replicaba -

- No ayudas, Fred. - dijo unos segundos después Lisa -

- No pretendía ayudar, encanto - dijo con un tono aún más amargo - Pretendía decir la verdad. Todos nos lo preguntamos. Ahora moriremos y no lo sabremos nunca.

Nadie respondió a aquello.

- Seguramente nos han mandado cómo suicidas para iniciar una guerra mediática. "Los terribles asesinos del ejército etéreo matan a cuatro pobres soldados que se desvían de su ruta" Toda una estrategia. -

- Heinrich, cómo no cierres esa boca te la cerraré yo - dijo Byron contundente -

Heinrich le miró con sorpresa, pero luego entendió que había hablado demás.

- No podemos pensar en eso ahora. - dijo Miles levantando la cabeza - Lo único que podemos hacer es pensar que han confiado en nosotros por que somos los únicos que podríamos hacer esto. Sólo así sobreviviremos. Sobreviviremos por la esperanza del ejército en nosotros. Y si no es así... - paró Miles dubitativo - les demostraremos que sí.

Los tres miraban pensativos a Miles, pero con un pequeño brillo en los ojos.

Estaban juntos y vivos, eso era lo importante. Y ahora, después de lo pasado, debían continuar con su objetivo, sin presentar debilidad. Al contrario, fortaleza. Hasta el último aliento.

Llegaron a la base aérea de los halcones rojos, y descendieron las tres naves en el aeropuerto.

Ahora, al contrario que unos días, el sol era protagonista en el cielo, sin apenas ninguna nube.

Un hombre de mirada perturbadora, con gafas de piloto y perilla, de nombre William Kozlov, esperaba con impaciencia que los arrestados bajaran de la aeronave.

Una vez allí, los cuatro soldados celestes se pusieron en fila, uno al lado de otro y justo enfrente de el general y el teniente, que se saludaron.

El general Kozlov dió un paso adelante, mirando a cada uno de ellos. Fue cuándo miró a Heinrich que se quedó petrificado, mirándole de arriba a bajo sin poder creer lo que sus ojos veían.

Heinrich, por su parte, le miraba enfadado. No le hacía ninguna gracia que le mirasen tan minuciosamente.

- ¿Fre - Frederick? - dijo con una voz aguda de sorpresa antes de carraspear -

Heinrich le miró extrañado por conocer su nombre.

- ¿Te conozco? -

Kozlov le aguantó su irascible mirada y se echó a reír compulsivamente sin motivo alguno.
Después de que Frederick le mirase aún más extrañado y que Kozlov le dirigirse otra mirada de locura, el veterano soldado de los zorros celestes pareció entender quién era.

- ¿Hermano? - dijo con estupefacción -

Automáticamente todos los que escucharon esa palabra copiaron la cara de Heinrich.

- 15 años sin saber de ti - dijo riéndose mientras paseaba delante de los foráneos. - Seguías siendo el empollón de la familia. Todo el día estudiando tu ciencia. Quién diría que te vería cómo un soldado rebelde.

- Tú seguías siendo el adoptado. - replicó muy seriamente -

El general le volvió a mirar, sin cambiar su expresión burlona.

- Nunca fuistes de los que recuerdas a las personas por sus cosas buenas, hermano -

- ¿Qué se puede esperar de una persona que hizo explotar su casa con toda su familia dentro? -

Ambos se dirigieron una mirada de rencor, de odio, que se había formado desde hace mucho tiempo entre ellos.

- Supongo que no me creerás, cómo siempre, si te digo que fué un accidente. -

- Eso es imposible. Estás loco. - intervino con rabia el capitán -

Kozlov centró su mirada en él y se puso delante suya, mientras Byron le miraba desafiante.

- ¿Qué crees, que no te he visto, noble capitán? - dijo con burla - De verdad que hoy me estoy sorprendiendo. Viejos conocidos, si señor. Aún te acuerdas lo que pasó hace diez años, ¿verdad? -

Byron no respondió, mientras le miraba con odio.

- Te lo recordaré, señor Hillman. Tu y tus amigos os estrellasteis contra una zona de civiles. No os bastaba con andar molestando por aquí, cómo siempre. Después, se estrellaron otros cinco aviones fantasmas que os perseguían. Y ahora ¿crees que podéis venir aquí de nuevo? - le recriminó con indignación y locura - ¡¿Acaso tenéis vergüenza para volver, después de que cometierais la segunda mayor masacre que se recuerda aquí?! - gritó - Os dijimos que no volvierais nunca. Las consecuencias iban a ser malas, muy malas. Y ahora, te presentas aquí, un día cualquiera, ¿a qué?

- A recuperar lo que nos pertenece. - respondió inmediatamente - Nuestra identidad -

- Dais asco. - respondió después de unos segundos - Idiotas terrestres egoístas. - dirigió una mirada a Miles y a Lisa - ¡Llevadles a prisión! Espero que disfrutéis del día. Porque será el último de vuestras vidas. -

Mientras les llevaban hacia las prisiones de las bases militares, Byron se revolvía del soldado que le apresaba, gritándo e intentando mirarle hacia atrás.

- ¡Tú no sabes nada! ¡Mi ejército ha sufrido durante diez años los miedos que nos impusistes, Kozlov! ¡Patrullando cielos vacíos, ¿me entiendes?, vacíos! ¡Mis hombres eran cómo mi familia y murieron en ese accidente! ¡Te lo explicamos, dimos pruebas, nos atacaron y perdimos el control! ¡Pero tú y tus asquerosos subordinados encontraron la excusa perfecta para echarnos! ¡No hables de egoísmo! -

Kozlov miraba a otro lado, pensativo, aparentando no escuchar a Byron.

Sin embargo,cada vez que escuchaba una nueva palabra suya, su locura deseaba más fusilarleallí mismo.

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