8. Pésima noche
Capítulo 8
Pésima noche
La fiesta había transcurrido sin problema, creí que el ambiente sería incómodo pero no, Matt realmente hacía que todo estuviera bien. De vez en cuando lo miraba pensativa, ¿Realmente iba a besarlo? ¿Realmente sentía algo lo suficientemente fuerte como para querer besarme o simplemente era un juego? Perfecto, era la chica perfecta para esos estúpidos juegos.
Kim había salido a encontrarse con su madre, debían hacer algunas remodelaciones a la cafetería, yo en cambio me encontraba sentada frente a un espejo, estaba en la peluquería, después de tanto pensarlo decidí que era momento de cambiar de apariencia. Quizás el hecho de ver a Matt era de ayuda también.
Después de salir de allí quise ir a comprar algo adecuado para esta noche, la tarde en la cafetería fue muy estresante, no supe cuantos clientes había atendido, mantenía mi nuevo cabello oculto bajo la gorra, Kimberly había pasado todo el día junto a su madre, al llegar al departamento cansada, me apresuré en ir a darme un baño y cambiarme.
Miré la hora de mi celular, 17:15. Intenté no tardar mucho bajo la ducha, al salir con el cabello mojado escuché que Kim llegaba, cerré la puerta de mi habitación, quería que en cuanto me viera fuera al estar lista. Me vestí, me arreglé, sequé mi cabello decidiendo plancharlo, respiré profundo acercándome al espejo mirando el resultado.
No parecía a la vieja Susan.
Llevaba un vestido suelto hasta la mitad del muslo color mostaza con pequeños puntos negros, era de tirantes por lo cual decidí combinarlo con un chaleco azul oscuro que tenía entre mi armario. Las zapatillas negras que llevaba quedaban muy bien, sonreí un poco fijándome en mi aspecto nuevo.
Mi cabello ya no era castaño, ahora se encontraba de un color rojizo, absolutamente todo estaba liso, las puntas apenas tocaban mis hombros, el flequillo caía sobre mis cejas oscuras. No me quedaba tan mal ese tono, resaltaba mi piel y mis ojos verdosos, mis labios tenían brillo y para finalizar había aplicado algo de sombra en mis ojos resaltando mi mirada.
—¿Susan? ¿Estás lista?
—Sí ya salgo—tomé mi celular guardándolo en un pequeño bolso cruzado, al salir de la habitación y encaminarme a la sala, no pude evitar reírme por el asombro de Kimberly—¿Muy drástico?
—¿Dónde está mi amiga? ¿Qué le hiciste a la Susan que conozco?—me rodeó observando cada detalle—¡Estás hermosísima, Susan! Y tu cabello...—señaló con cierta nostalgia y alegría.
—Creí que era el momento para consentirme un poco, ¿Me queda mal?—giré de nuevo haciendo que la falda del vestido se moviera.
—No, claro que no—me abrazó—Extrañaba ver a la antigua Susan.
—Sigo siendo yo, tranquila—me alejé un poco. No quería amargar la noche. El timbre del departamento hizo eco en la sala, algo confusa y acusadoramente miré a mi amiga.
—Lo siento, se me había olvidado decirte que Matt llegó. Le dije que subiera...
—Intentaré no llegar tarde, ¿Sí—caminé a la puerta. Tomé un profundo suspiro antes de abrir.
Sus ojos brillaron al fijarse en todo mi nuevo aspecto, por primera vez, lo había dejado sin habla. Escuché una risita a mis espaldas, Kim disfrutaba con esto. Sonreí luchando por no sonrojarme.
—¿Susan?
—Sí—incliné mi cabeza un poco teniendo mi mano en el pomo de la puerta—¿Sorprendido?
—Mucho—sonrió sin dejar de mirarme—¿Estás lista?
—Sí, claro—me despedí de Kim antes de salir del departamento.
—Intentaré acostumbrarme al rojo—señaló mientras conducía. Reí divertida acomodando mi flequillo sobre las cejas—¿A qué se debe este cambio, señorita?
—Locuras de las mujeres, no entenderías.
—Pues es una locura muy buena—admitió mirándome de minutos—Estás hermosa esta noche, Susan.
—Gracias, tú también estás guapo—sonreí un poco—¿Tus padres están en casa?
—Así es, sólo faltas tú.
—Me siento mal llegando tan tarde...
—No, no, no te preocupes—tomó mi mano manteniendo la otra en el volante. Me tensé ante el contacto recordando el casi beso de la fiesta—Llegas a buena hora.
Mi mente comenzó a imaginar miles de formas de alejar su mano, no quería ser grosera y no quería lastimarlo, Matt era un chico de buenos sentimientos que por desgracia tuvo que caer en mi vida. ¿Sería capaz de contarle mi historia? Según él, ya me conocía más de lo que yo misma creía.
—Si eso dices—alejé mi mano fingiendo revisar mi celular.
El auto se detuvo frente a una hermosa y sencilla casa, bajé junto a él siguiéndolo hasta la puerta. Todo estaba muy limpio, organizado y bien decorado. ¿Había algo en Matt que pudiera odiar?
—Bonita casa.
—Gracias—dejó su chaleco en el perchero. Al preguntar por el mío negué con la cabeza, estaba bien así—Ven, los demás están aquí—me guió hasta la sala. Noté el exquisito olor a comida, si el chico era perfecto en repostería estaba segura de que en esta cena más me enamoraría de su forma de cocinar.
Una pareja reía junto a una chica mientras bebían de unas copas, al vernos, se levantaron deteniendo las risas. Los padres de Matt tenían las mismas características del chico, controlé los nervios sonriendo un poco.
—Susan, ellos son mis padres—presentó sin alejarse de mí—Mamá, papá, ella es Susan, una amiga.
Una amiga a la que casi besas en una fiesta.
—Mucho gusto, cariño—se acercó la mujer tomando mi mano. Sentí una punzada en el pecho, esta mujer me era conocida, ¿Dónde la había visto?—Matt nos ha hablado mucho de ti.
—Espero que hayan sido cosas buenas, señora.
—Así que tú eres Susan—miré a la chica que era de mi estatura, sonreía con unos dientes perfectos e impecables, era algo rellenita pero se mantenía en forma—No sabes lo loco y tonto que tienes a mi primo.
—Muy graciosa, Aris—intervino Matt apenado—No le hagas caso. ¿Dónde está el amargado de mi hermano?
—¿Amargado, hermanito? ¿Enserio?
Oh, no. Un balde de agua fría cayó sobre mí congelándome, mi corazón se detuvo, mi respiración se hizo dificultosa, mis manos se tornaron frías, ¿Acaso era lo que estaba pensando? Tuve miedo de girarme pero lo hice y justo allí en el marco de la sala se encontraba él cruzado de brazos, el hombre que tantas veces prometió amarme, el hombre que prometió casarse conmigo y que juró no engañarme jamás.
El recuerdo de esa tarde en su departamento llegó a mi mente, mis piernas temblaron y supe que debía salir corriendo de allí. Miré a ambos hermanos entendiendo porque Matt me recordaba tanto a mi ex desde el primer momento, aquellos dos chicos eran gemelos aunque estaba claro quien era el problemático y quien el más tranquilo.
Max nunca me había presentado a sus padres oficialmente, el chico tenía problemas con ambos, en especial con su padre. Nunca me dijo porqué, ante tantos recuerdos me sentí mareada, Matt tuvo que sostenerme para no caer.
—¿Estás bien?
—No, creo que...debería salir un momento—me disculpé apresurándome a salir de la casa. Miré alrededor al estar solo respirando agitadamente, mi corazón dolía y los recuerdos se repetían como una película. Oh, Dios mío, ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué esto me pasaba a mí? ¿Era planeado para seguir haciéndome sufrir? Contuve las lágrimas con esfuerzo.
¡No voy a llorar! No voy a llorar, ese idiota quedó en el pasado.
—Respira, Susan—susurré acercándome al banco que estaba cerca, me senté abrazándome a mí misma—Dios, ¿Por qué él? ¿Por qué?—llevé mis manos a mi cabeza pensando en largarme de allí antes de correr peligro.
—¿Susan?—me levanté de inmediato estando alterada. Matt parecía realmente preocupado—Oye, tranquila, ¿Estás mejor?
—No, yo...ahh...acabo de recordar que...debo irme.
—¿Qué? ¿Ahora? Pero acabas de llegar—avanzó hacia mí—Estarás bien.
—No, no estaré bien, realmente debo irme, no te preocupes, llamaré un taxi—intenté pasar a su lado pero tomó mi brazo deteniéndome. Tomó mi rostro entre sus manos obligándome a ver sus ojos.
—Todo estará bien, vienes por mí, no por él.
—Cierto, vengo por ti...—me interrumpí a mí misma deteniendo mi ataque de nerviosismo. Retrocedí estando seria—¿Por él? ¿Hiciste esto a propósito?—no obtuve respuesta—¿Este era el misterio al que no estaba preparada según tú?—acusé intentando no alzar la voz. No quería armar un escándalo frente a sus padres, esos señores ni siquiera sabían sobre mí, la madre de Matt me era conocida por una foto que vi en el celular de Max cuando comenzamos nuestro noviazgo—Oh, Dios.
—Susan, lo siento, debes...
—No hables, por favor, estoy a punto de estallar—volví a sentarme con las manos en mi cabeza—Sabías todo, sabías todo desde el principio y yo volví a caer como estúpida. Dios, me odio, me odio por ser tan idiota.
—No digas eso—se arrodilló frente a mí tomando mis manos. Por primera vez lo vi serio—Sí, sé que ibas a casarte con mi hermano pero si supieras porque hice todo esto lo entenderías—parpadeé varias veces por las lágrimas soltándome de él—Puedo explicartelo pero en estos momentos quiero que entres y que mi hermano se arrepienta de lo que te hizo.
—No puedo...
—Si puedes, yo estaré contigo—acarició mi mejilla sonriendo un poco—Confía en mí.
—Eres el hermano gemelo del hombre que me engañó, ¿Cómo pides que crea en ti?
—Sólo hazlo, dame una oportunidad, Susan—suplicó. Se levantó ofreciendo su mano, algo dudosa la acepté regresando a la casa con él.
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