18. Mi dulce hogar
Capítulo 18
Mi dulce hogar
El pavimento se encontraba resbaladizo por el agua de la lluvia, seguramente había llovido toda la noche. Kim me había escrito cuando llegué al parque, Carlos le había pedido que se quedara a desayunar, era más que obvio, ambos sentían algo y mientras más lo negara ella más notable se hará.
Matt había desayunado conmigo, disfrutaba cuando intentaba explicarme algunos trucos, tenerlo cerca ya se estaba volviendo una costumbre. Escondí mis manos en el abrigo acercándome a la chica de cabellos rubios, al estar cerca no pude decir palabra alguna, Teresa me abrazó con fuerza sollozando. No pude evitar preocuparme un poco.
—Soy una tonta, Susan—susurró sin soltarme.
Mis brazos se encontraban inmóviles, no sabía como consolarla.
—Tranquila.
—Necesitaba hablar con alguien, perdón que te haya molestado tan temprano—se separó limpiando sus mejillas. La acompañé sentándonos en uno de los bancos, ¿Qué había sucedido ahora?
—Respira—acaricié su espalda. Inhaló y exhaló varias veces—¿Mejor?
—Sí, un poco.
—Bien, ahora dime, ¿Qué sucedió?
—¿Recuerdas al chico que estaba viviendo conmigo?—sus ojos azules seguían estando tristes, casi decepcionados—Ibamos a cumplir dos meses.
—¿Te hizo algo?
—No, pero yo a él, sí—volvió a sollozar. Apoyó sus codos en sus rodillas ocultando su rostro, al ser capaz de hablar, añadió—Lo engañé, lo engañé de la peor manera.
Por un momento no supe que decir, ¿Debía creer su sufrimiento? ¿No se suponía que si amabas a alguien no podías engañarlo? Bueno, está claro que ambas pensamos distinto. Por mi cabeza pasó el nombre de Max, ¿Lo habrá engañado con él? No lo sabría, era muy cobarde para preguntárselo y tampoco quería hablar de ese hombre.
—¿Cómo se enteró?—interrogué seria.
—Tuve que decírselo, no pude mentirle—negó con la cabeza como si estuviera recordando—Soy un monstruo, Susan, ese chico me quería. Al menos así lo sentía...
—¿Por qué lo engañaste entonces?
—Sabes como soy, no soy seria con las relaciones—se enderezó en el banco limpiando las lágrimas de nuevo—Merezco estar sola, por primera vez lastimé a alguien.
—No sólo eso, al parecer lo querías también, sino, no estuvieras llorando.
Acomodó su cabello para disimular su malestar, en minutos volvía a caer en llantos, me sorprendía verla así. Teresa no acostumbraba a ser tan sentimental, la chica enamoradiza e ingenua era yo. Sentía que estaba en un mundo paralelo donde los papeles habían cambiado.
—No quiere verme, lo dejó en claro.
—Dale tiempo—muy dentro de mí no sentí lástima—Mejorará, ya verás.
—¿Eso crees?—me miró y asentí. Volvió a abrazarme, esta vez correspondí el gesto.
Kimberly se encontraba comprando los pasajes del autobús, estaba algo ansiosa por salir de la ciudad el fin de semana. Esperando fuera del auto, Matt se acercaba con dos vasos en su mano, hacía mucho frío. El de él era un café bien cargado mientras que el mío era un chocolate caliente.
—¿Le contarás a tus padres?—recostó su espalda de la puerta acomodándose a mi lado.
—Nos colocaremos al día y luego les diré—di un sorbo sintiendo el líquido caer por mi garganta. Tomaba el vaso con ambas manos temblando un poco, Matt me acercó más a él colocando su brazo sobre mis hombros. Sonreí apoyando mi cabeza de su pecho—¿Vas a extrañarme?
—Claro que sí—besó mi frente—¿Y tú a mí?
—No sabes cuanto—subí mi rostro obteniendo un beso de su parte.
—Buena manera de entrar en calor, ¿A quién debo besar?—bromeó Kim haciéndome sonrojar. Rió divertida—En dos horas sale el autobús. ¿No se nos olvida nada?
—Creo que no—eché un vistazo a los dos bolsos en el asiento trasero. Traía la ropa necesaria—¿Quieres un poco?—le ofrecí mostrándole el vaso.
—Creo que Kim prefiere algo más fuerte—bromeó interviniendo. Su brazo seguía sobre mis hombros.
—Me conoces bien, querido—aceptó el vaso bebiendo algunos tragos cortos de café. Rodeé los ojos sonriendo divertida.
—¿Fuiste a ver a Teresa esta mañana?
—¿Qué?—miré a Matt. Kimberly no sabía nada, al saber que había metido la pata se disculpó—¿Desde cuándo salen como amigas de toda la vida?
—No era eso, Teresa terminó la relación que llevaba con un chico.
Rió fuertemente negando con la cabeza. Al beber otro poco de café, me miró.
—No me sorprende.
—¿Qué sucedió?—intervino un Matt curioso.
—Lo engañó y ahora está arrepentida—ambos se miraron no muy convencidos. ¿Quiénes eran para juzgarla?—Tal vez el destino quiere hacerla pagar por lo que hizo.
—No te desanimes—acarició mi brazo el chico—Merecías algo mejor.
—Es una zorra.
—Kimberly—reproché. Levantó sus manos mostrándose desarmada, sostuvo el vaso para luego entregarlo—Tampoco has durado en las relaciones.
—Cierto pero no los engaño, ellos saben que es una sola noche, sólo eso—se encogió de hombros.
Estuvimos hablando un largo rato, cuando finalmente pasaron las dos horas, recogímos nuestras cosas formándonos en la fila para subir al autobús. Unos niños jugaban un juego de palmas mientras su madre buscaba con angustia los pasajes en su cartera. Kim tenía el nuestro en sus manos, escribía en su celular mientras nos acercábamos más.
—Te escribiré en cuanto lleguemos—abracé a Matt besando sus labios luego.
—Ten cuidado—acarició mis mejillas.
—Yo la cuido—le indicó Kim sonriendo—Nos veremos el domingo, Matt—se despidió cuando fue el momento de subir.
Con algo de tristeza solté su mano subiendo detrás de ella, al lado derecho en el tercer puesto de la fila decidimos sentarnos. Aparté la cortina despidiéndome al mover mi mano, Matt sonreía un poco imitando el gesto, cuando todos los pasajeros estuvieron en sus asientos, las ruedas comenzaron a moverse. Me sentí incompleta con la imagen de Matt más y más lejos.
—Ustedes son tan dulces.
—¿Al igual que tú y Carlos?—me acomodé en mi puesto con el bolso sobre las piernas.
—¿Por qué siempre sacamos el tema?—rodeó los ojos aburrida de lo mismo. Reí un poco consiguiendo los audífonos, los conecté al celular colocándolos en mis oídos, la música no tardó en relajarme hasta hacerme quedar dormida con la imagen del chico de ojos café.
Al llegar al pueblo eran las 22:00. Tres horas había durado el viaje en autobús, a pesar de ser tarde, algunas personas seguían en las calles. No recordaba la última vez que había venido, sólo sabía que estaba lejos de la ciudad y lejos de Matt. Kim consiguió un taxi que nos llevó directo a casa de mis padres, por la mañana haríamos otras cosas, ahora estaba cansada y quería dormir, incluso después de estar en todo el camino durmiendo necesitaba recuperar más energía.
Allí estaba la casa simple y pequeña en la que había crecido, aquí se había criado la Susan romántica, la que amaba todo en la vida. Tenía un aspecto colonial que siempre me había gustado, mi padre había pintado el marco de las ventanas de color chocolate cuando tenía ocho años, al tocar el timbre no tardé en obtener respuesta.
Una mujer de cabello oscuro completamente ondulado, más abajo de sus hombros, ojos negros y rasgos finos nos recibió. Sonreí abrazando a mi madre, la había extrañado mucho. Ambas eramos de la misma estatura, la notaba un poco más rellenita.
—Hola, mamá.
—¡Cariño!—al separarse se fijó en los detalles de mi aspecto—¡Vaya!
—Es una larga historia, créame—dijo Kim divertida.
—¡Kim!
—¿Cómo está, señora Reed?—la abrazó también. Al entrar a casa todo seguía intacto, a veces creía que mi madre le gustaba que todo permaneciera igual, así el tiempo parecería no tener efecto en su vida. Suspiré sonriendo un poco, Matt disfrutaría estar aquí.
—¿Dónde está papá?
—Llegó algo cansado del trabajo, está durmiendo, intentó mantenerse despierto...
—Lo saludaré mañana—la interrumpí—En este momento queremos descansar, estamos agotadas también. Tuvimos mucho trabajo en la cafetería.
—No tuvimos descanso, realmente—explicó Kim.
Mamá nos llevó a la que solía ser mi habitación, ahora lo usaban para las visitas, la mayoría de las cosas me las había llevado a la ciudad cuando me fui. Kim no perdió el tiempo en colocarse su pijama, hice lo mismo, al caer sobre la cama, la miré girarse a la pared, sonreí de lado. Había sido un largo día y mañana tendré mucho que contarle a mis padres.
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