Setenta y cinco
La mujer yacía sentada en el sofá, muy erguida con el bolsillo en el regazo, esperado por un vaso de agua que llego en seguida.
— Bien. — comenzó Fred —, ¿A qué viniste?
— Bueno hijo, ¿es qué no puedo pasar a visitarte?
El azabache guardo silencio y con una mirada casi asesina pronunció un único; — No.
— Fred, yo sé que nuestra relación madre e hijo no fue la mejor. Pero quiero que sepas que cuentas con mi apoyo.
— Allie, no me gusta verte. Perdón sí soy duro contigo como hijo, pero es que en serio no pudo verte sin recordar...
La expresión cansada de la mujer no desapareció.
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