Sesenta y nueve
Estaban en casa de Fred, según ellos haciendo tarea y proyectos.
El azabache estaba en el sofá, con el castaño encima. Llevaban ya rato besandose, entre jadeo y caricia.
— Fred... — suspiró el castaño al sentir que éste pasaba sus labios rozando su cuello, besaba su oreja y mejillas solo para regresar a sus labios —.
El cuarto se lleno de suspiros por parte del ojiazul y gruñidos de vez en cuando por su contrario.
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