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Capítulo 8

El cielo podía llegar a ser hermoso. Dentro de ese sucio barco del imperio la vista al cielo era simplemente una delicia a las miradas. Simplemente no es la misma vista que hay desde la tierra baja de donde proviene la castaña, ahí todo es oscuro y su única guía la luz que producen las antorchas y a veces demonios con cierto dones.

El rozar la madera desgastada del barco con sus dedos, la sensación producida es una carga completa de energía. Aprendió a encontrar lo satisfactorio en cualquier cosa simple aunque fue orillada a esto por una grieta en su vientre.

Encontró aquella maldita abolladura en su cuerpo poco antes de haber abordado en barco, recordó perfectamente las palabras de aquel brujo y a juzgar por ella, la factura había empezado a ser cobrada.

Dentro.

Muy dentro de Judal, él había ya aceptado algo por su compañera y esa grieta en su piel era la misma prueba en persona. Ocultando su preocupación y miedo con emoción y despreocupación falsas, cubrió su herida con unas cuantas vendas.

—¿No piensas entrar a cenar?

Llamo la voz de su verdugo detrás de ella, más contenta no pudo estar aunque nunca contestó a su pregunta, en cambio le brindó una mirada llena de lástima. «¿Qué será de ti cuando yo ya no esté?».

—¿Por qué me miras así? —preguntó Judal.

Sin que se diera cuenta él ya estaba justo frente de ella dándole un leve golpe en la frente.

—¡Hey!

—No me culpes, deja de perder el tiempo y vamos a comer, ya es tarde.

Una sonrisa burlona se pintó en los labios de la fémina y rodeó los hombros del azabache, colgándose a él. Caminaron a la parte trasera del barco donde les esperaba un majestuoso manjar no sin antes haber molestado a Judal con un:

—El pequeño Judal está preocupado por mí.

y él responder alto y fuerte acompañado de nervios un:

—¡No es cierto! que sepas me da igual lo que pase, Hakuryuu se esforzó en hacer esto por nosotros.

—Aja claro. Y dime ¿Desde cuándo te preocupa lo que otros hacen por ti? Mentiroso.

No había respuesta, Por más que buscará a sus alrededores con su carmín mirada. No iba a encontrar una excusa, terminó siendo atrapado y sin aceptarlo, tomaron asiento uno al lado del otro.

De alguna manera comenzaron a tener este hábito. Hacer las cosas juntos, caminar por el imperio, perder el tiempo y comer.

—llegaron a tiempo, antes de que la comida se enfríe.

Formuló el aficionado a la muerte de la mujer que le engendró Hakuryuu, al momento que dejaba un gran plato de ensalada en la mesa.

La cena transcurrió de forma agradable para nuestra protagonista. En cierto punto agradeció el hecho de estar bajo el mismo cielo que aquellas tres personas frente a ella, compartir las risas y bromas justo en ese momento.

Si bien el buen rato tomó su tiempo, como si lo hubiese planeado la menor entre todos. Kougyoku tomó un sorbo de su cerveza y francamente ya estaba borracha.

—¡Judal! —llamó la atención de los mencionados tratando de tener equilibrio en su asiento—. Se ven como una pareja, se la pasan juntos.

Para este punto la peli rosa ya estaba sobre su primo Hakuryuu abrazada a él picándole la mejilla y susurrando un: Tengo envida.

Por si no fuera ya incómodo para este par, término por agregar esto:

—Judal por fin ve a ella como mujer.

"Judal por fin ve a ella como mujer."

Como si fuese una canción con un buen ritmo, resonó dentro de la castaña, el dolor provocado por aquel hechizo ardía en lo mínimo y más ahora que alguien por fin tocó el tema. Kougyoku no podía dar más, estaba muerta en tanto alcohol y babeando. Hakuryuu tuvo la molestia de cargarla y llevarla a descansar sus ideas en la cama, así el también tendría tiempo de descansar, claro, en otra cama.

—¡L-lo que dijo la mocosa es Mentira! No tengo tiempo qué perder contigo.

Se excusó Judal levantándose de la mesa dispuesto a no perder más dignidad de lo que ya perdió en esta noche, dos golpes a la vez no son fáciles de superar y menos para un orgulloso como lo es él.

Ella asintió sonriendo, «Va de nuevo, Judal tu no cambias» pensó.

—Tranquilo, no me creí ni una sola palabra, estaba borracha por si no lo notaste —respondió ella.

—¡Lo sé! Como sea —Judal apartó la mirada, el cielo oscuro y a la vez azul lleno de estrellas llegó a sorprenderle por un instante haciendo nacer aquel sentimiento en él.

Aquella prenda que siempre llevaba sobre los hombros se convirtió en una "alfombra mágica". Subió a ésta flotando, hizo un ademán para que su compañera le acompañase en ese pequeño viaje como capricho.

Su destino ya lo tenía claro y a juzgar por donde iba el barco, tendría tiempo de ir y volver antes de llegar a Sindria.

(...)

El cielo en sí nunca perdió su belleza, y ver a la castaña bajo su manto, hizo retorcer el estómago del azabache en una oleada de nervios.

Las típicas "Mariposas en el estómago".

No hace mucho habían emprendido su viaje en una atmósfera silenciosa pero cómoda. Hasta que la pregunta respectiva de colegialas surgió por parte de ella.

— Judal, ¿Has tenido ya tu primer beso?

Vaya que le tomó por sorpresa. El turbante por poco y se estrellaba con el inmenso mar. Por suerte logró tomar control de la situación y no sufrieron más que el susto.

Aunque era vergonzoso para una persona de su edad el no haber recibido un beso en su vida sabía que estaba en confianza con ella y no pasaría de unas burlas, pero él se desquitaría con pataletas. Así era como funcionaba su relación.

Formuló un inseguro "No" en un susurro y aunque ella lo había escuchado perfectamente, sus ojos se entre cerraron pensando lo tierno que puede llegar a ser esa parte de Judal, se hizo la sorda y volvió a recibir el "No" pero ahora más como:— ¡Que no, maldita sorda!

—Ya~ tranquilo, solo quería que lo repitieras.

Sonrió ocultando sus brazos detrás en su espalda de forma inocente.

Para un demonio estas cosas son absurdas, el amor no existe en los bajos mundos. Se reproducen por simple obligación llegando incluso al incesto. Aquel lugar donde no hay reglas era fastidioso y sin sentido para la castaña, esa era una de las razones por las que salía al mundo de los vivos.

Cerró los ojos y se dio cuenta.

No.

Sabía, la gran diferencia de ambos mundos así como las de él y ella. Tomó una buena bocanada de aire, la contuvo saboreando la esencia del ser humano.

En total serenidad respondió:

—Yo tampoco.

La sorpresa esperada fue mínima a la que el azabache hizo notar, solo frotó de su nariz ignorando esa tierna y cafecita mirada de su compañera.

Arribaron a la montañas manteniendo su distancia del suelo, él prefería no hacer contacto aun con nadie de ese lugar, sería pronto y un buen golpe a su ser si llegará a sentirse en su verdadera casa.

—¿Y este lugar? —preguntó ella divisando un par de chozas y un inmenso templo ya viejo.

—Estamos en las montañas.

—Eso ya lo sé, idiota. Me refiero qué hacemos aquí.

—¡Cállate y déjame terminar! —bramó halando de su mejilla, el halar de la mejilla de ella comenzaba ya ser una manía y es que el tacto era simplemente lindo—. Es...donde nací...

«¡¿El lugar donde Judal nació?! ¡¿Por qué me lo mostraría?!» Tal vez podría usar esto en su contra y chantajearla después, lo miró con un poco de sospechas, pero el semblante de Judal era uno nuevo, nuevo a su reparto de todos los días.

Sus ojos parecían querer ver a aquella figura reconfortante para todos, esas cálidas manos que nos ayudan cuando caemos, su madre.

Su difunta madre, él lo sabía.

Estaba seguro de su muerte.

Pero aun así quería encontrarla en el portón esperándolo ya con la comida lista y la típica pregunta:¿Cómo te fue hoy? Justo después de un arduo día bajo el sol en los cultivos o al menos así él llegó a fantasear una vida donde no es un oráculo, donde no hay un imperio y donde su madre aún puede estar a su lado.

En estos momentos, ella se maldecía por ser mala con las palabras y solo se limitó a palmearlo por la espalda. La respuesta a su pregunta fue dada, no eran necesarias las palabras.

Pero aun así, esto era más doloroso que aquella abertura en su cuerpo anticipando el futuro de aquella peculiar mujer.

—Habrá que volver.

Compuso el azabache, pasados los diez minutos sobrevolando sin decir una sola palabra.

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