Capítulo 5
Han pasado poco más de cinco días y aún no cruzan palabra, ni siquiera por trabajo. Uno se la pasa todo el día hasta tarde con el cuarto príncipe mientras que ella si no está vagando por el imperio ayuda en lo que puede al príncipe Kouha y a la Princesa Kougyoku.
Sinbad ya había partido dejando una herida en ambos y una cordial invitación a aquella misteriosa Magi. La noticia fue recibida por Kouen,pero este quería que ambos, tanto Judal como ella fuesen en un viaje a Sindria con el fin de saber más de aquel lugar solo por si acaso.
Sin pensárselo Judal lo rechazó, pero se vio obligado a aceptar por un "Es una orden Judal, no puedes negarte", sin embargo, la castaña solo permaneció callada hasta el final.
Se había programado su partida dentro de tres días para antes hacer algunos otros deberes ya que dos príncipes serian sus compañías, Hakuryuu para Judal y Kougyoku para la chica.
(...)
—¿Seguro que no estás enojado? —el día estaba tan nublado con amenazas de lluvia que obligó al cuarto príncipe, Hakuryuu Ren, a no salir y mejor estudiar economía en compañía de su inseparable magi, Judal.
—Uhm.. .—el azabache chasqueó los dientes para dar vuelta a una de las páginas de un libro viejo como la misma era del Alma Torán con un desinterés impresionante— Ya te he dicho que no, me da igual lo que haya pensado esa tonta.
—Si eso dices —compuso su contrario para avivar más la llama de la vela. El día en verdad parecía noche— Pero tu comportamiento cambió mucho desde aquel día, uh... se podría decir que le tomaste importancia.
<< Estúpido mocoso, ¿Cómo se atreve a decir tal cosa?>> era uno de tantos pensamientos que poseía Judal en ese momento, tenso volvió a dar la página para solo ignorar dicho comentario.
—¿No piensas salir a practicar? —ya harto de estar encerrado en cuatro paredes optó por presionar a su candidato a Rey y como no, cual niño caprichoso, haló de las ropas de Hakuryuu.
—Tu mismo has visto el día, Judal no quiero enfermarme y menos ahora que vienen las temporadas de frío —le apartó cual madre aparta a su hijo y sigue platicando con su amiga, aunque en esta ocasión es para leer. De debajo del libro sacó una pequeña lista. —¿ Quieres ayudarme a estudiar? —no había siquiera terminado cuando recibió como respuesta un "no" pero siguió:—. Trae estos libros de aquella estantería.
—¿Me crees tú sirviente? —simplemente no quería aburrirse por lo que cedió a conceder el único deseo que estaba dispuesto a tolerar, tomó la lista y fue por estos.
Ciertamente pasar la tarde bajo el manto tenue de una vela y encima, estudiando, mataron las neuronas de nuestro Magi oscuro e inquieto, aficionado a las peleas de magia.
Al poco rato las pequeñas gotas de lluvia comenzaron a taladrar el techo del imperio, el sonido producente era tan familiar para todo adulto que alguna vez fue niño y salía a jugar bajo la misma y saltar de charco en charco.
La puerta que daba directo al salón de estudios se abrió abruptamente haciendo sobre saltar al par, las gotas habían ya mojado por completo las ropas de ambas figuras en el umbral de la puerta.
Pasaron, aun sin poder distinguirse por culpa de la poca luminosidad, el único sonido que haciendo eco eran las gotas chocando con el piso. Judal ya estaba a punto de hacer aparecer su magia ocultando así su miedo y Hakuryuu solo permaneció inmóvil.
—Kougyoku, te dije que no era buena idea —una voz bastante familiar resonó en los oídos del azabache.
—Ay... —ante la luz rojiza de la vela aparecieron las figuras de la octava princesa Kougyoku y la castaña, la segunda Magi del imperio—. Mis cálculos fallaron, creí que saldría el sol dentro de poco.
Un rayo cayó iluminando la habitación, mostrando lo mal que estaban tan empapadas y sus peinados arruinados provocando una fuerte carcajada en Judal.
(...)
—Princesa, ¿Cómo es que creíste eso? —incrédulo Hakuryuu le brindó a ambas un par de toallas para limpiarse junto con una manta, el día prontamente desapareció para dejar caer la noche y por fortuna apareció la luz de la luna.
—Es normal, hay días con nubes y no llueve... hoy pudo haber sido de esos días —con pucheros respondió para secarse sus largos cabellos para después pasar la toalla a su cpmpañera.
—Ella quería practicar pero le dije, le dije que no era buena idea —reprochó la castaña—. Hakuryuu dile que era mala idea.
No estaba conforme con decirlo ella misma, necesitaba más gente que le apoyara aunque bien intentaba no hacer contacto visual con Judal quien permaneció aislado en una esquina totalmente indiferente.
—Tiene razón, piensa bien antes de hacer las cosas, kougyoku —el cuarto príncipe posó sus manos en sus caderas dando la razón, es impresionante la manera en que la segunda magi se da a querer en poco tiempo pues después de cierta pelea digamos que nuevas puertas se abrieron.
A los pocos días, Kougyoku presentó a estos dos personajes, cambiaron pensamientos y al parecer congeniaron, sin embargo, la castaña es mucho más segura de si misma que el príncipe y por si fuera poco, tuvo el privilegio de aconsejar al segundo príncipe del imperio Kou, Ren Koumei, el cabeza de la mayoría de las misiones de subyugación.
Kougyoku, impotente, lanzó un suspiro dando su brazo a torcer y disculpándose.
—¿Y qué haces Hakuryuu?
—Debido al tiempo pensé en reforzar mis conocimientos sobre la economía —sonrió para seguir leyendo, sin embargo él bien sabía que algunas cosas le eran desconocidas, así que la octava princesa se ofreció a ayudarle en lo que pudiese.
—¿Lo ves? la economía de hace tiempo creció potencialmente en la actualidad aunque no es así en todos lado —posó su dedo índice sobre el libro y Hakuryuu bien entendió—. Por cierto, desde hace rato me he preguntado algo ¿Qué hace Judal aquí?
—Ah —suspiró como si hubiese sido cansado estar al lado del Magi oscuro todos estos días—. como peleó con ya sabes quien, volvió a estar conmigo todos los días.
—¡NO ES CIERTO! —si bien no se metía para nada, escuchaba todo lo que decían y molesto lanzó un libro a Hakuryuu quien pudo esquivarlo sonriente.
¿De verdad era mentira? la castaña no podía asegurar nada, pero lo que sí sabía era que aunque fuese mentira, le hizo por un momento feliz, tanto hasta que consideró el perdonarlo y seguir como hace poco, pero no, ella quería escuchar un "Lo siento" de sus labios.
—Sí, sí como sea —movió su mano restándole importancia al momento que recibió un codazo en el costado por parte de la peli rosa, quien susurró algo a su oído—. A-Ah —nervioso compuso:—. Judal, nos estamos quedando sin tinta ¿Podrías ir al almacén por más?
—Te estás acostumbrando a pedirme cosas —rascó de su nuca denotando la flojera que se cargaba—. Aun queda, así que no molestes.
—Vamos Judal, está por acabarse... si lo haces te lo compensaré con mi postre de esta noche.
—Bien —sin pensarlo dos veces estaba ya en la puerta y por suerte la fuerza de la lluvia se había rebajado—. No olvides lo del postre, maldito.
—Ah, también yo —dijo la princesa observando a la castaña—. Necesitó hojas nuevas, ¿Podrías ir donde judal y traerlas? —un puchero fue más que suficiente para hacer de su amiga su esclava, aunque la realidad era que no era de su agrado tener la chillona voz de la cuarta princesa torturando sus tímpanos.
La castaña esperó unos instantes después de que Judal había tomado camino al almacén y aunque no sabía bien donde quedaba dicho lugar, le siguió de lejos como la vez que se conocieron.
Observó que entró al lugar al cual dedujo, era el almacén, y tomó camino para entrar. Dentro, aunque fuese increíble, todo estaba ordenado y las hojas limpias se encontraban en una repisa a un lado de la misma tinta, tomó un buen montón con las manos temblorosas, pero de repente fue aprisionada por Judal.
—¿Por qué no has comido nada? me di cuenta, desde hace días no tocas tu comida —sorpresivamente este tomó la iniciativa por hablarle, pero solo fue por preocupación la cual nunca de los nunca daría a notar.
—No debería importante. Quien se debería de preocupar es Sinbad ¿no? — su comentario impertinente encendió la llama de odio en Judal, quien solo chasqueo los diente.
—Ese idiota no viene al tema, solo no afectes a tu salud. Eres un magi ¿cierto? —su fogosa mirada se posó en la frágil figura de la menor en tamaño, más que triste parecía fulminarla.
Ella no se molestó ni en responder cuando ya había tomado las hojas y caminó de regreso de no ser porque Judal a mitad del camino tiró de su ante brazo deteniéndola.
—¡Escúchame cuando te hablo! —exclamó, pero esta vez su mirada era especial, brindó esta primera vez a la única persona a la que amaba aun sin darse cuenta. La misma quien extinguiría sus razones de vivir en poco tiempo. Sus ojos estaban suplicando porque les escuchase.
—Ju... —impresionada es una palabra que quedaría corta ante aquello, pareciera si el arrepentimiento de Judal se contagiase.
—¡Cállate y escúchame, tonta! —sus cejas arqueadas, más esa mirada suplicante era más que suficiente como disculpa para la castaña—. No tienes que desquitarte con la comida, te has vuelto más lenta y tiemblas... también el Rukh es débil en ti... —lastimosamente agachó la cabeza impidiendo así con sus cabellos apreciar más aquella expresión.
En un suspiro ya tenía a la chica rodeada en un abrazo tonto, un intento de abrazo que desde el cielo se notaba la inutilidad de Judal en estas cosas.
—Tonta bruja, no me dejes solo... por favor.
¿Escuchó mal? El mismo Judal arrodillándose a una persona. Esto bien podría ser el fin del mundo, sin embargo, nunca aparecieron las trompetas anunciándolo y mucho menos ningún ángel a la vista, pero sí un demonio en forma humana conociendo por primera vez lo que es el verdadero amor.
—Desde que llegaste desconocí lo que era la soledad ahora no vengas a castigarme.
Tres días para la visita a Sindria y un bocadillo nocturno menos para Hakuryuu.
(...)
Desde la puerta se asomaban un par de cabelleras, una pelirroja y otra peli azul.
— ¡Misión: reconciliación, exitosa! —compuso la chica para chocar las manos con su contrario.
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