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8。

Brock。

Imaginen dormirse en un baño público y despertar sentada en un auto en medio de la noche. Esa sensación es la que siento hasta que Cole me explica cómo me encontró. Los recuerdos de lo vivido me caen de a poco, voy uniendo las piezas hasta que lo recuerdo todo. Qué asustada me sentí antes de que se me ocurriera refugiarme en el baño del minimarket.

Con Cole volvemos al ClubLarson. Esta vez el guardia nos deja pasar sin siquiera mirarnos. En el aseo me limpio el alcohol de la piel y voy por otra bandeja. Al final de la noche, el encargado de la barra me da un gordo fajo con billetes y me voy feliz, porque no volví a dormirme, porque me alcanza para reparar mi auto y porque no volví a ver al cabrón señor Larson.

En mi casa me doy un baño mientras Cole prepara café, lo vamos a necesitar. Después de asearnos y desayunar, cada uno se irá a trabajar. Pasamos primero a casa de mi mamá, Cole se esconde mientras yo recojo a mi hija y luego entra a la casa para cambiarse de ropa. En el camino le cuento a Isis que, después de retirarla del local de la Av. 12, iremos a retirar nuestro auto del mecánico.

Dejo a Isis en su colegio y camino a la estación de metro preguntándome si James tendrá la suficiente dignidad como para asumir que sus planes conmigo fueron rechazados por mí misma.

No lo veo en el lugar de siempre, eso dice mucho. Me encuentro bien, no siento que no he dormido en 24 horas. Desayuné bien, almorzaré bien, tomaré mucho café y sobreviviré hasta las nueve de la noche. Luego me tiraré en mi cama libre de decidir si seguir despierta hasta la medianoche o dormirme temprano.

—Perfecto, estás mirando al frente —comenta alguien con un tono burlesco. Veo que camina hacia una motocicleta, pero me mira a mí.

¡Aj! Es él.

—Y lo que veo es horrendo —contesto.

—Es porque estoy vestido —me molesta, buscando incomodarme, ruborizarme, entorpecerme, algo, pero no me inmuto. Soy mujer, escucho esas berreas a diario.

El cabrón se pasa una mano por la nuca, incómodo.

—Oye —me dice—. Lamento demasiado haberte sacado anoche del club. Si hubiera conocido tu situación, jamás lo hubiera hecho.

Le ofrezco una risa sarcástica. Sus disculpas no me sirven, su lamento no me conmueve.

—Si una mujer te suplica aterrada, creo yo, y lo cree también cualquier persona con algo de piedad, que es razón suficiente para escucharla.

—No discutiré contigo sobre eso, tienes toda la razón.

Me enfurece que me diga eso. ¿Está actuando? ¿Quiere conseguir que baje la guardia?

—Váyase a la mierda, señor Larson.

El hombre inhala por la nariz, poniendo los ojos en blanco.

—No entiendo cómo una grosera como tú puede criar a una niña tan educada.

Esas palabras sí me provocan, pero no es la reacción que seguramente él esperaba. De un manotazo le tiro encima el café caliente. Lo oigo gemir de dolor, lo veo apretar la mandíbula. Se separa la camiseta de la piel, odiándome con la mirada. Siento que va a golpearme. Trago saliva, necesito decirle algo más antes de irme, no me importa parecer patética y correr, pero lo haré, porque siento que va a golpearme.

—Es para que sea mejor que yo —le contesto—. Y a mi hija no la mencionas. Ahí también tienes por haberle pegado a mi amigo.

—¡Él me pegó primero!

—¿Soy la perra que te parió que vienes a acusarlo conmigo? ¡Abusivo! —Cole diría: "Con esa boquita nunca vas a conseguir marido" para molestarme, porque sabe que eso no me interesa. Y yo le contestaría: "Soy mamá soltera, ni siquiera conseguiré enamorar a un hombre, así que..."

Giro sobre mis talones para caminar velozmente lejos de él. Todo mi cuerpo está temblando de pavor. Juro que ya siento sus manos agarrándome por la espalda. Sé que no debo provocar la ira de nadie, porque podría repercutir de forma negativa, peligrosa, casi suicida en mí, pero ese cabrón... ¡Es ley de vida no inmiscuirse en la crianza de los hijos ajenos! Nunca nadie sabrá lo duro y sacrificado que es criar a un hijo, ni siquiera otra madre puede entenderlo del todo, porque todos los niños son distintos. ¿Cómo una grosera como yo puede criar a una niña tan educada? ¡Con ocho putos años de un sobrehumano esfuerzo!

Mi teléfono emite el silbido de un pájaro, lo tengo configurado para que suenen así los mensajes. Desbloqueo la pantalla y veo la foto de perfil de un hombre de pelo largo amarrado en una coleta baja, junto a la foto leo el nombre que tiene en sus redes sociales, Dante, y debajo de su nombre se ven las primeras palabras del mensaje que me ha mandado. ¡Por fin! Esto me alegra el día, la vida y la existencia. Dante ha sido por seis meses una época hermosa. Me tiene completamente fascinada. Posiblemente sea, y estoy segura de que sí, el hombre que más me ha gustado en la vida. Más, incluso, que el hombre con el que tuve una hija y una relación que expiró luego de tres tortuosos años. Dante es inteligente con las palabras, extremadamente entretenido y todo un caballero sutil y pervertido. Me da placer en cada mensaje que me envía... Pero... Sí, hay un pero bien grande. Un pero que tiene un vacío en mí y a veces me mantiene deprimida por horas.

Siempre he sido mala poniendo nombre a mis relaciones con los hombres debido a que no busco relaciones formales. Realmente no soporto la idea de despertar y ver en mi cama a un hombre; y luego sentarme a desayunar y tener todavía a ese hombre a mi lado, sentado a mi mesa, hablándome cuando tal vez yo quiero estar en completo silencio; volver a mi casa, con mi hija y encontrar a ese mismo hombre viendo televisión acostado en mi cama, esperando que me acurruque con él cuando todo lo que quiero es estar sola con mi hija.

Pero los hombres son unos imbéciles por muchas razones, la que yo he experimentado es que creen que para llegar a mí deben ganarse a mi hija y luego mentirme con promesas de amor, y cuando les dejo claro que no busco una relación ya solo hablan de sexo. La relación que busco con un hombre no sé cómo se llama. Sí puedo definir las reglas, puedo comprender el juego, puedo entender los límites, pero nombrar un tipo de relación no puedo.

Comprendí que las relaciones tienen un nombre, y al nombrarlas, te riges por las normas y reglas de dicha relación. Por ejemplo: en una relación entre dos personas a la que llaman noviazgo, una de las normas es creer que están enamorados y decirse te amo. Si dos personas son amantes, la norma es verse a escondidas, una de las partes tiene que ponerse exigente para que el amante deje a su pareja oficial, mientras que la otra parte mantiene engañada a su amante diciéndole que en un futuro serán "libres". Las amistades son otro ejemplo, la regla de una amistad es que haya diversión.

Ahora, ¿qué pasa cuando dos personas deciden tener una relación sin compromisos basada en amistad y sexo? No hay reglas. Lo que se puede hacer y no se puede hacer no está definido, eso se va descubriendo conversación a conversación. Es una relación divertida, relajada, sin dramas, una escapada a veces, pero también tiene su grado de dolor de cabeza. Porque no hay reglas.

A veces quieres un mensaje de buenas noches, a veces quieres escuchar un halago, a veces quieres saber qué lugar ocupas en la vida de esa persona, y esa persona no te lo dice y no puedes pedirlo, porque la otra parte no tiene obligaciones contigo. ¿Por qué no te lo dice aunque no se lo pidas? Porque él tiene la libertad de hacer lo que quiera. Los dos pueden hacer lo que quieran, dentro de lo respetado.

Y si al otro no le nace decirte que te has vuelto una persona importante para él, si quiere decirte que eres preciosa y un agrado, un placer en la cama, pero no te dice que está feliz de conocerte, no puedes quejarte. "Soy tu novia, dime cosas lindas": eso no entra en esta relación no definida. "Soy tu amiga, no seas tímido, no me pasaré rollos": eso aquí no aplica. "No soy tu esposa, pero soy tu amante, debes quererme, ¿no? Por algo siempre me buscas". Yo soy menos que la amante de Dante. No sé qué soy porque no me lo dice. Como no hay reglas en este tipo de relación sin definir, no soy nada.

Con una novia o una amiga sales a pasear a la calle, te dejas ver en público, no la escondes, presumes de que ella es parte de tu vida, incluso con la amante el hombre sale a lugares que nunca ha visitado con la esposa. Pero yo soy esa mujer que es menos que la amante, que está escondida en las sombras. Este hombre no habla de ella con nadie, no le contesta los mensajes públicos que ella escribió en sus publicaciones en sus redes sociales, ¿por qué? NO LO SÉ, porque no está en las normas que él me dé explicaciones.

Me muero por pedirle a Dante que definamos esto, limitémoslo porque a mí este juego no me funciona para la entretención. Me llena de preguntas sin respuestas. Me mantiene intrigada, pensando todo el tiempo, no lo soporto. Soy alguien que necesita respuestas.

Pero no puedo pedírselo. Porque las reglas están dictadas y ambos las aceptamos meses atrás. Sé, estoy segura de que será así, que si cambio las reglas él me dejará de hablar. Además, ni yo estoy muy segura de querer una relación con él. Ambos queríamos este tipo de relación, o "interacción", como Dante una vez llamó a lo nuestro. Si bien me vuelve loca por no tener respuestas, es la relación más sana que he tenido en 23 años de vida.

Pese a que él se demoró casi dos días en contestarme el último mensaje que le dejé, yo le contesto de inmediato. No soy ese tipo de mujeres que no contesta rápido si él no lo hizo también. A veces, por trabajo, me demoro hasta diez horas en contestarle, pero si tengo el teléfono en la mano, le contesto de inmediato.

Enseguida comenta mi estado en Instagram con una carita sonriendo. Es el dibujo de una chica destruida de cansancio sobre su escritorio con una frase que dice: "Me siento como el lunes, pero se me pasa el viernes, cuando marco la salida". Me disgusto porque seguido de esa historia subí una foto mía. Y a esa foto él no ha reaccionado. Estoy segura que va a comentarlo también, y espero. Dante no es descortés, no es mal tipo, sé que va a reaccionar a mi foto. Entonces me convenzo: se está armando de valor para decir algo sobre mi foto, y reaccionar a mi anterior historia solo fue para disimular que quería decir algo sobre mi foto. Finalmente comenta mi foto con un: "Top".

Enloquezco. Realmente enloquezco. Me excita saber que soy su atención. Respondo un "gracias". Me manda una foto, es una chica sentándose sobre un chico, le está diciendo: "Oye, ya no hay sillas, ¿puedo sentarme en tu verga?".

Qué manera de reírme en la calle. Dante me manda otro mensaje:

Dante: Lo vi y pensé: "¿Será así como Brock me dirá que ya es hora?".

Brock: Uuuuhhh si crees que voy a ser así de poco original, entonces será fácil sorprenderte.

Dante: Ahora que dijiste eso, no sé cómo me sorprenderás.

Brock: No, no lo sabes. Y no te lo contaré, así que te vas a quedar con la duda un buen tiempo.

Dante responde a la imagen que él me mandó: Igual, dada la confianza, te aceptaría esa malísima excusa.

Brock: Pero ¿con esas mismas palabras? Porque, si me conozco bien, yo solo me sentaría. No soy buena pidiendo permiso.

Dante: Y ¿cómo lo harías? Para sentarte en ella debería estar dura.

Brock: ¿Y si te la pongo dura cuando me siente entre tus piernas? Y si no, ya pensaré en algo. Se lo confiaré todo a la improvisación.

Ese mensaje no lo lee, vuelve a desconectarse. Suspiro guardándome el teléfono. Tengo una situación con este personaje. Estoy fascinada. Sé que no es amor, porque cuando hablamos de cómo será el encuentro que tendremos por primera vez, no me emociona ni la mitad de lo que me emociona tener conversaciones por mensajes con él. Mientras podamos ser amigos y hablar, solo hablar, soy feliz. 

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