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Capítulo 16.

Ambos hermanos se miraron sin decirse nada, ambos seguían demasiado conmocionados por lo que no pudieron reaccionar cuando la puerta de la habitación voló en pedazos, el dios del sol estaba de pie allí en lo que era su templo, lucía furioso, pero sus ojos solo miraban hacía Adrien, no hacía Antonella. El peliazul no tardo en jalar a su hermana hacía su cuerpo para protegerla de una ráfaga de fuego que fue lanzada hacía ellos, bueno, en realidad el pensó que era hacía ambos, pero iba dirigida para el, pero termino por consumir al oráculo, ella recibió de lleno aquel ataque de su dios quedando pulverizada en cuestión de segundos. 

-"Tío Apolo... ¿por qué?..." -Pensó An sintiendo sus ojos cristalizarse, para ella era difícil odiar a esos dioses porque después de todo, fueron quienes la cuidaron durante toda su vida, quienes le entregaron cariño, atención y comprensión, aquellos con los que tenía bonitos recuerdos de su infancia, pero ahora que veía a Apolo allí presente, no encontraba por ninguna parte al dios que la dejaba jugar con sus dragones rojos, el que le contaba historias fantásticas, aquel que le enseño a interpretar hermosas melodías, quien siempre se encargaba de dejarle un poco de luz cuando iba a dormir, ni siquiera sus ojos eran esos que recordaba con nostalgia, desde aquel día, desde esa cena en donde se enteró de todo pudo notar que esos dioses no eran los mismos ¿acaso toda su vida fue formada solo de ilusiones?

-¡¿Cómo te atreves?! -Fijo sus ojos llenos de ira en Adrien, este trataba de mantener protegida a su hermana, no entendía porque a pesar de todo el poder que ella poseía no podía utilizarlo contra quienes fueron algo importante en su vida, tal vez esa era la desventaja del renacer de Destiny. -¡Nadie puede entrar aquí, profanaste la santidad de mi templo, de mi oráculo, del olimpo entero! -Antonella sintió curiosidad de sus palabras, ella había estado millones de veces en el templo de Apolo, fue por eso que su oráculo la reconoció cuando la vio. -¡Tú maldita rata, no mereces vivir, Ares debió haberte asesinado cuando tuvimos la oportunidad! -Lanzo otro ataque de fuego y luz, pero esta provoco que Adrien terminara golpeándose contra uno de los muros, perdiendo unos segundos de conciencia, Antonella quedo allí de pie sin ningún rasguño, cuando el dios iba a volver a atacar al peliazul, ella corrió hacía el para jalar de su mano. -¿Qué? -Volteo a verla estando a punto de lanzarla a un lado, pero al ver sus ojos repletos de lágrimas quedó estático en su lugar, sus ojos cambiaban de color como si tuviera una pelea en su interior. 

-¡Por favor no lo hagas! -Suplico rompiendo su voz en sollozos, se aferro al brazo del dios que seguía estando estático en su lugar, manteniendo una lucha en su interior. -¡¿Por qué tuviste que cambiar tío?!... ¡regresa a ser el de antes por favor! -Apretó sus ojos dejando caer a montones esas lágrimas volviéndose cristales, el dios con suavidad se soltó de su agarre para inclinarse ante esta, alzo su mano dejando una caricia en su mejilla para quitar parte de esas lágrimas con su pulgar. 

-Princesa... no llores por favor... -Por sus ojos comenzaron a correr lágrimas de sangre, Antonella fijo sus ojos en el dios y a pesar de sus lágrimas logró entender el porqué de esas lágrimas de sangre, Apolo estaba teniendo una lucha interna consigo mismo o con alguien mas como si lo estuvieran intentando controlar, su mente se llenaba de recuerdos con An, esos años que fue uno de los encargados de cuidarla, las travesuras que está solía hacerle, sus sonrisas, cuando le hacía regalos tan pequeños en valor monetario como coronas de flores, muchas veces flores de papel, pero que su valor sentimental era inmenso, todas esas veces que lo llamaba con tanta emoción, sus risas mientras jugaba con los dragones rojos, no quería, no podía hacerle daño a su inocente niña. -Antonella... sálvanos... por favor... perdonanos por esto... no sabes cuando... te amamos princesa... -Suplico con la voz rota.

-Tío... Apolo... -Asintió con su cabeza, esa era la voz que recordaba, entonces no solo tenía que salvar a sus padres, a los del santuario, a los del mar, del inframundo, sino también que a los del olimpo, en especial a quienes la habían criado esos años, en un parpadeo fue que el cambio se hizo presente en el dios, tomo con brusquedad de su muñeca a An que se quejo por esto. 

-¡Tú y tu hermano debieron morir hace años! -En su otra mano tenía una esfera de fuego incrementando, pero algo dentro de el trataba de evitar que la lanzara, seguía teniendo esa lucha interna consigo mismo, An podía ver como seguían cayendo esas lágrimas de sangre. 

-¡¿Eso crees?! -Una furiosa voz habló desde las espaldas del dios del sol, este al voltearse dio un paso hacía atrás soltando el agarre que tenía sobre An, Hades había llegado para buscar a sus nietos, tenía su espada en las manos, Milo había llegado junto a este pero ayudaba a su hijo a ponerse de pie, apenas vio que podía sostenerse por su cuenta fue por su hija cargándola entre sus brazos y así dejarla junto a Adrien, este jalo hacía su cuerpo a su hermana para cubrirla con sus brazos, en eso estaban cuando en medio de la habitación un remolino de vientos los dejó quietos y de él salió una hermosa mujer que tenía una corona de flores en su cabeza, al verlos tendió sus manos a los hermanos, el peliazul la miro entrecerrando los ojos. 

-Adrien hijo. -Milo volteo a ver a sus hijos, tenía que dejarlos ir para que estuvieran a salvo aunque fueran unos minutos. -Tu misión es proteger a tu hermana, no importa lo que pase, que intenten hacer o quien muera, debes proteger con tu vida a tu hermana y hacer que viaje en el tiempo, es nuestra última esperanza. -Ordeno con firmeza intentando contener sus lágrimas, sabía que esto pasaría, desde que despertó sabía que esto tenía que suceder. -Antonella se fuerte por favor, creemos en ti princesa... no olvides que en cualquier tiempo... siempre serás mi sol de medianoche y no importa a que tiempo llegues, te reconoceré... se que lo haré. -Beso las frentes de sus hijos y se aparto enseguida dándoles la espalda, no querían que lo vieran llorando mientras avanzaba a enfrentarse a Apolo. 

-¡PAPÁ, PAPÁ NO! -An intentaba soltarse de su hermano, pero este la afirmaba con fuerza, no la soltaría, el peliazul menor fijo sus ojos en Hades esperando su señal, este asintió señalando con su cabeza hacía la mujer, cargando con uno de sus brazos a An que intentaba aún soltarse llamando a su padre, tomo la mano de aquella desconocida para en segundos desaparecer.

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