Sin caducidad
Me despedí del sentimiento
dándole entrada al desenfreno,
al querer con medida,
al dejarlo a medias.
Pero ya sé que soy torpe y tuviste que encontrar la falla,
destruir mi plan maestro de condenarme a vivir sin besos.
Pusiste en mi boca cerrada tu alma abierta
y ahora he vuelto a escribir,
sin mucho que alegar y demasiado por sentir.
Mis noches se tatuaron tu nombre
y cocieron las caricias con los hilos de mi almohada.
Y no busco sexo,
y no busco exceso,
y no necesito nada.
Bastó con echar a patadas de nuestras almas
a ese amor moderno que caduca
a los veintitrés besos
al tercer deseo
y a la primera llamada.
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