Dejamos que la cama fuese un infierno.
De esos en los que la piel siente el frío
que dejan las bocas que se posan.

Pero el alma
desde antes de desnudarse,
ya se encontraba en peligro de incendio
y dejamos que se quemara.

¿De qué nos sirvió hacer fogata con el deseo
si la ternura quedó desabrigada?
Y sufrimos de una "neumonía de amor".

Donde el corazón se quedó congelado
en la sala de espera.

Se sintieron las llamas
que no necesitaban más braza
que dos cuerpos en solitario,
pero el invierno traía en el inventario
un par de caricias sin portador.

Por querer huir del frío
dimos abrigo
a besos sin amor.