A mi tentación hecha deseo
¿A quién mejor que a ti
voy a confesarme?
A ti, que no eres culpable
de que mis demonios existan,
pero al conocerte
han vuelto a despertar.
Y sería más que encantador
compartir esta soledad contigo.
El jazz de fondo
golpeando en la cara al silencio.
Los pies descalzos en el suelo frío.
La garganta ardiendo de alcohol,
que lejos de curarme las heridas,
solo me hace recordar
que bebo por ellas.
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