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capítulo 25 › Aquiver

Aquiver: Temblor provocado por emociones muy fuertes e intensas.
Daniel

La mano de Melissa se aplastó sobre mi pecho y golpee mi polla dentro de ella. La camilla del hospital se movía acorde a mis movimientos formando un chirrido que se mezaclaba junto con el golpe constante de mi pelvis contra su piel y los gemidos de ambos. Gimió en mi oído y mi carne palpitó contra su entrada y con un gemido saliendo de mi garganta la estuve llenando de mi semilla. Su interior se sentía húmedo y caliente, pero obligué a mi polla a salir aún cuando los dos ya habíamos alcanzado el orgasmo.

Gritó de nuevo cuando saqué mi polla de su cuerpo y colocandome entre sus piernas comencé a pasar mi lengua por su vagina. Me tomé mi tiempo para masajear la carne y humedecerla —más de lo que ya estaba— antes de introducir un dedo mientras seguía torturandola con mi lengua en su clítoris.

Su mano se hundió en mis cabellos y tiró, me dolió pero no lo suficiente como para apartarme.

Un grito ahogado de—: ¡Daniel! —dejó sus labios y volvió a llegar al orgasmo. Pasé mi lengua recogiendo su corrida y sostuve sus piernas que temblaban. Me incliné hacia delante y la besé en los labios. Apenas los movía y bajé a acariciar sus pechos.

Nos acostamos de lado y pase mi mano por su espalda delineando su cuerpo. Besé su cuello hasta que la respiración de ambos volvió a la normalidad.

—¿Cuándo vuelves a tu casa? —preguntó, he pasado dos días seguidos en el hospital viendo como Harie parece morirse cada vez más. Como se volvía loca y pedía la droga hasta ser capaz de dañarse a sí misma.

Es una batalla contra ella misma que tendría que lidiar.

—Lo siento, por no haber tenido tiempo para nosotros —le pedí, sintiéndome terrible por todo lo que estaba pasando.

—Ya te dije que estoy bien y comprendo tu situación.

No sabia que hice para merecerla. Después de todo lo que ha pasado sigue a mi lado. Y yo sigo huyendo cada que mi esposa quiere o necesita algo, pero Melissa es el pilar que me sostiene para afrontar todo. Tengo miedo y no lo niego, Harie sigue negándose a ir a un centro de rehabilitación para curarse y solo se destruye cada vez más con cada día consecutivo.

Es horroroso ver como la mujer con la compartes toda tu vida desde tu adolescencia se va yendo y aunque no exista amor romántico siempre quedará afecto.

—Debes descansar y tomar una ducha. Vuelves luego. Yo me quedaría pero soy la última persona en el mundo a la que seguramente desea ver.

—Me quedaré un rato y prometo que volveré contigo a casa.

—¿No tiene hermanos?

Negué—. Y tampoco quiere que su familia lo sepa. Tampoco quiero molestar a los chicos con una carga que es mía.

—Daniel deja de pensar que tienes que afrontar todo solo, no es malo pedir ayuda, todos la necesitamos en algún momento de nuestras vidas y estoy seguro de que por un par de horas ninguno se va a molestar. Así comes, te duchas y duermes un poco porque hace noches que no duermes bien.

—Está bien. Lo haré.

—Vamos a vestirnos. Algún médico puede entrar y sorpresa.

Bajamos de la camilla y nos vestimos. Aquello me llevo a preguntarme en que momento todo cambió tan de repente. Pero... Aún así, me encontraba esperando que cambiara cada día porque así como me aterraba, me gustaba, y aunque me lo pregunten de nuevo, lo hubiese vuelto a hacer en aquel bar.

La vida está llena de baches y si Melissa fue uno de ellos estoy dispuesto a pasar por el mismo aunque en todas esas oportunidades me cayera.

Me dejó en claro que me esperaría afuera en la sala de espera. Entré en la habitación de Harie que estaba durmiendo debido al medicamento que le habían dado para poder calmarla. Llamé a Jack, es el único que puede ayudarme en estos momentos. Quiso caerse para atrás cuando le conté todo y pidió perdón. Siempre juzgó a Harie y no le doy importancia porque él siempre me dice las cosas en la cara y lo admiraba. Admiro a cada uno de mis amigos, todos tienen rasgos y cualidades que los hacen ser ellos. Cuando colgué Harie ya estaba despierta. Me senté a su lado.

—Harie...

—Deberías irte.

—Jack vendrá a cuidarte esta noche.

—¿Jack? ¿Tu amigo el tatuador?

—Sí.

—Nunca nos llevamos tan bien como con Jin y Adam.

—Sabes como es Jack.

Hubo un silencio en la sala que fue interrumpido con un susurro suyo. Tomé su mano y me miró.

—Estuve, pensando mucho los últimos días en todo lo que ha pasado entre nosotros. Es verdad que todo ha sido mi culpa y rompí lo que podía haber sido una relación para toda la vida contigo. Lo tenía todo, un marido que me quería y estaba dispuesto a estar conmigo, una casa, un empleo, estábamos bien, incluso queríamos tener un hijo. Fallé al momento de no contarte lo que me pasaba y acudí a las drogas, lo siento mucho por eso, pero ahora estoy así, en un camino sin retorno y no puedes seguirme aunque quieras, Daniel.

—No deberías pensar en eso ahora, debes-

—Está bien que vuelvas a rehacer tu vida. Te daré el divorcio. Puedes traer los papeles y los voy a firmar. Se que hay alguien más, siempre te notaba los últimos días algo distraído y pensaba que eran alucinaciones por las dosis que me daba. Pero no, en unos meses ella te he sentir lo que en años yo traté. Tuvimos un amor muy bonito, Daniel, pero debes saber dejarme ir. Mi dependencia por ti creció así como por las drogas, siento que me estoy muriendo aquí ahora mismo y es tan horrible.

—Ya dije que —demostré ser fuerte—: no debes pensar en eso, el divorcio no es algo relevante en estos momentos. Por favor —le volví a pedir aunque sabia cual iba a ser su respuesta—, intenta entrar en un centro de rehabilitación.

—¡No quiero! ¿Acaso no lo entiendes? Ya no tengo remedio y no quiero tenerlo, no quiero pasar por nada de eso y prefiero estar en una caja antes de que en un centro de rehabilitación.

—¡Para, no digas esas cosas!

—En esto es lo que se ha transformado mi vida, y ya es tarde.

Apreté mi mandíbula y nos quedamos mirando. Éramos dos suicidas que querían ayudarse, pero nadie nos avisó que dos muertos no pueden salvarse.

—Debes irte ya.

Odia que la vea en ese estado. Me despedí y salí de habitación sintiendo que quien estaba muriendo lentamente soy yo. Hablé con su doctor a cargo que me interceptó en el camino. Me habló sobre que mañana en la tarde podrían darle el alta ya que estaba bien y no podía retrasarlo más. Tuve tanto miedo en ese momento porque vamos, nada más salga de allí lo que iba a hacer era drogarse.

Busqué desesperadamente a Melissa en la sala de espera. Estaba sentada en uno de los asientos mientras veía como los doctores corrían de un lado a otro cada que llegaba alguna emergencia. Pensé que se estaba imaginado a sí misma en aquel lugar, salvando vidas y dejando algunas que no pueden ser salvadas.

Caminé y me senté a su lado. Su mirada azul cayó en mí y sin poder evitarlo terminé derrumbandome encima de ella. Eran tantas cosas que sentí que no podía. Pasó su mano acariciando mi espalda y la apretaba fuerte contra mí. Era la universidad, era ella, Jin, Jack, Adam, Harie, mamá, las drogas.

Deseé ser yo quien estuviese postrado en aquella camilla de hospital con mi cuerpo ansiando la heroínas si eso hace que ella estuviese viva emocionalmente. Dejé de amarla y ella también, seguíamos con nuestra dependencia pero nunca le pregunté como estaba ni como se sentía, solo le echaba la culpa en mi mente y me preguntaba si era mi culpa. Demasiado ensimismado buscando un culpable como para poder abrir los ojos y darme cuenta de la realidad que me rodeaba.

—Daniel, calma, ya verás que todo estará bien.

Dejó un beso en mi cabello. Salimos de ahí cuando estuve mejor y ninguno habló más sobre el tema. Ella tiene la capacidad de entenderme sin siquiera tener que contarle. Como dos partes de un todo que estuvieron separadas todo este tiempo.

Cruzamos la calle y compramos panes con hamburguesas en un puesto de comida rápida y unos refrescos. No tenia mucho apetito pero Melissa me hizo comerlo todo sabiendo que desde la mañana no había digerido nada y mi estómago estaba vacío. Votamos las latas en el contenedor de basura y seguimos nuestro camino.

¿Por qué cuanto más dolía mi corazón más hermoso era el cielo? Pero no podría hacerle competencia al azul de los ojos de mi amada.

Supuse que todos los días son de mala suerte cuando frente a nosotros un auto atropelló a una mujer haciendo que el impacto la dejara a unos centímetros considerables del coche. Las personas se arremolinaron a nuestro alrededor hablando sin saber que hacer. Teníamos nuestras manos entrelazadas y ella se abria espacio entre las personas hasta que vimos a la mujer en la calle tirada y el chófer histérico sin saber que hacer.

—¡Se cruzó el semáforo, no fue mi culpa! —seguía parloteando lo mismo.

—¡Callese! —Melissa explotó y me sorprendió así como me calentó esa actitud fuerte de ella. Todos la miraron—. ¡En vez de tratar de salvar su culo deberia llamar a una ambulancia porque si ella muere creeme que de verdad le echaré la culpa por no llamar a una atención médica!

Trastornado por las palabras de mi novia sacó su teléfono y comenzó a llamar a urgencias. Melissa soltó mi mano y se abrió paso. arrodillandose frente a la mujer. La volvió dejandola boca arriba.

—No respira —dijo, comprobando lo antes de dicho—. Pero su corazón todavía late.

Supe que tenia miedo por la forma en que me miró pero lo que sea que ella estaba pensando le sonreí con confianza para que pudiera hacerlo.

Colocó la base de su mano sobre el esternón en el centro del tórax después de acomodar a la víctima para que estuviera bien. Coloco la otra mano sobre la primera entrelazando sus dedos manteniéndolos separados. Sus hombros estaban situados sobre sus manos y sus brazos perpendiculares al cuerpo, estiró los codos y presionó sobre el talón de la mano dejando caer el cuerpo sobre ella.

Hizo comprensiones rápidas, profundas de al menos unos cinco centímetros. Me sorprendia lo que veía y me estaba sintiendo orgulloso de ella. Volvió a comprar la respiración de la mujer y aún no respiraba. Repitió el proceso y aplicó la respiración boca a boca.

Hasta que, con el sudor cayendo de su frente, el pecho de la mujer volvió a levantarse y comenzó a respirar con normalidad. Se dejó caer en la calle y fui a abrazarla. La ambulancia llego después y se enteró de todo.

Me sentí orgulloso de la novia que tuve y se lo dejé caer.

—Has salvado una vida, de todas las que estoy seguro que salvarás —le dije, apretando sus hombros y abrazándola fuerte.

Quise llorar, pero ahora ella me necesitaba a mí. Yo creo en Melissa y sé que va a lograrlo.

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