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capítulo 18 › Lumbre

Lumbre: Fuego voluntariamente encendido.
Daniel

—¿Me estás jodiendo no? No quería involucrar a Melissa en esto y lo primero que hace Jin es ir y pedirle que se haga una prueba —chisté. Quiero dejar a Melissa fuera de mis problemas personales, no quiero atormentarla con cargas que no le corresponde adoptar.

—No te jodo y acepta de una vez que necesitas toda la ayuda posible.

—¡Es Melissa!

—¡Salió negativa, imbécil!

Pasé mis manos por mi rostro frustrado—. Ya no lo aguanto —tapé mi rostro para que Jack y Adam no me vieran llorando. Jack permanecía callado y solo Adam compartía palabras conmigo—. No importa si busco a mil personas en el mundo todos van a dar negativos. Me desespero y no quiero perder a mamá —ahogue el llanto—. Se que es algo que tiene que pasar pero no ahora ¡Joder! Todavía no es tiempo.

—Daniel —Jack posó una mano en mi hombro—. Tenemos un donante. Marcos, el hermano de Melissa dio positivo y aceptó hacer la donación. Por favor no llores, me destroza verte así. Tu eres fuerte y puedes con todo, ya esto es una carga menos, no te encierres en tu caparazón y dejanos ayudarte. Somos tus amigos, lo hemos sido desde la secundaria y nunca te hemos fallado, no lo haremos ahora que es cuando más nos necesitas.

—Si —Adam interrumpió—. Igual me quede "¿Cómo puede ser posible Melissa negativo y Marcos positivo?" Pero ahí Melissa saltó con sus discursos de "soy futura médico profesional, con permiso" y nos explicó que al ser mellizas de su hermano y de explicarnos el proceso no comparten ADN y pueden ser de diferentes sexos.

No lo aguanté más, Jack y Adam me apoyaron y estuvieron para mí. El plan inicial había sido vernos solo nosotros para planear las ideas para el cumpleaños de Jin, pero los idiotas llegan y me dan la noticia que he estado esperando desde que supe que mamá tiene leucemia y yo no he podido hacer nada. Hemos movido cielo y tierra pidiendole a conocidos nuestros que se hicieran la prueba, hemos contactado con el hospital para saber sobre donantes.

De nuevo Melissa (y Marcos) me salva, vuelve a ser la luz que veo en la oscuridad.

—Le dijimos a David ya. Marcos habló personalmente con él. Se enojó un poco porque David quiso ofrecerle dinero.

—David es un poco idiota. No conoce a Marcos como tú y yo, el dinero les sobra a esa familia y un buen chico como Marcos no aceptaría el dinero a no ser una causa extremadamente grave.

—Lo mismo le dije.

—¿Qué vamos a hacer para mañana? —preguntó Jack.

El viento helado, ese que cala hasta los huesos estaba azotando en España, hubiera preferido quedarme tapado bajo mi colcha tomando chocolate caliente por mi pereza y odio al frio pero Adam y Jack me llamaron para darme una noticia urgente y para planear el cumpleaños de Jin. No puedo negarme a planear el cumpleaños de mi mejor amigo y por eso me obligué a levantarme de mis colchas.

Las vacaciones de invierno estaban cerca. Dos semanas de receso escolar para los estudiantes y para mí. Lo necesito porque la universidad es algo más para agregar a la lista de cosas que me estresan actualmente.

—El año pasado hicimos una fiesta sorpresa. Pensé en un bar pero...

—Lo hicimos el antepasado —Jack completó. Solo escuchaba atentamente.

—Podemos hacer algo en casa de Adam —argumenté—. Es la más grande y podríamos hacer una mini fiesta entre nosotros, con algunos invitados, los más cercanos.

Los tres apoyamos esa idea. Comenzamos con los preparativos mañana mismo. Con Jack fui a comprar algunas de las cosas que íbamos a necesitar. Incluso pagué por un letrero de "Feliz Cumpleaños" porque me pareció perfecto como para ver el rostro de Jin en modo "WTF" y comenzar una discusión sobre lo patético que se veia todo, llorar de la emoción y después disfrutar como si nada.

Jin ama celebrar su cumpleaños, aunque solo fuese con nosotros tres. Íbamos a bares, restaurantes donde Jin devoraba todo, billares, alquilabamos alguna piscina, incluso una vez llegamos a ir a un hotel solo los cuatro (Harie se molestó porque no la llevé pero se supone que era solo entre mejores amigos).

Uno de esos tiempos hubo universidad y recuerdo como montó una fiesta en todo el salón hasta que llegó el director y los estudiantes se interpusieron para que Jin pasara su cumpleaños feliz.

—Le voy a tatuar "feliz cumpleaños" —reí con el comentario de Jack a la par que nos dirigiamos a la casa de Adam.

—No seas tan malo. Hazle ese que siempre ha querido.

—¿El búho?

—Sí.

—Lo pensaré. Lo haré en su culo.

Mi casa es grande, pero la de Adam aún más. Sus padres vivían con él hasta que sus abuelos (igualmente vivían aquí) fallecieron y desde entonces se fueron a explorar el mundo viajando de país en país. Pasan cierta temporada en uno y luego vuelven, pasan cierto tiempo aquí hasta que definen un próximo destino. Por ese motivo actualmente Adam vive solo con su hermano Gael. Si fuera yo con mis hermanos en una casa solos ya nos hubiésemos matado, nos amabamos pero siempre estábamos en problemas y teníamos esa de estar en desacuerdo y siempre haciéndonos bromas.

La primera planta es enorme. La cocina había sido diseñada con colores oscuros y plateados y había un minibar, frente a ella un juego de sofás. Hubo uno de nuestros momentos de ebrios cuando llamamos y compramos una mesa de billar y pin pon. Adam aún la conserva y aunque ya no como antes, todavía solemos jugar. En la segunda planta está la habitación de Adam y la de su hermano. Junto con ahora dos de invitado que antes eran de sus padres y abuelos.

Gael se encargaba siempre de mantener las habitaciones limpias. Adam odiaba limpiar y rara vez lo hacia, solo cuando su hermano estaba enfermo.

Dejé las cajas en el suelo y pusimos mano a la obra los tres. Colocamos globos, Adam trajo el equipo de sonido. Ibamos a tener suerte si los vecinos no se quejaban. Colgué el letrero que había comprado y colocamos los adornos. Sacamos una mesa al patio y Jack se encargó de hornear un pastel y algunos dulces que dejaríamos en la casa.

Jack se fue en su moto y yo me fui en mi coche a casa. Lo primero que hice cuando llegue fue enviarle un mensaje de texto a Melissa, me bañé y me acosté a dormir. Primero revisé el mensaje de Adam.

Adam:
Aquí está la lista de
invitados.

Habían personas cercanas a notarse como no. Profesores que comparten nuestro centro de trabajo, amigos del vecindario cercanos a Jin, Harie, Melissa, Marcos, mis padres, los de Jin y Jack.

Ahora sí me dormí.

Desperté a la una de la madrugada, Harie no había llegado y comencé a preocuparme. Intente olvidarlo volviendo a dormir pero desperte una hora después, dandome de cuenta que todavía no estaba. Mis niveles de preocupación aumentaron y no pude volver adormir. Bajé a la cocina y tomé agua para calmar los nervios. Le mande un correo a Jin felicitandolo y prometiendo que nos veríamos más tarde. Mis manos temblaban producto al estrés y la preocupación que estaba sintiendo en esos momentos por culpa de Harie.

Volví a la habitación luego de veinte minutos. Dí vueltas en la cama sin poder dormir y cuando estaba a punto de consolidar el sueño sentí la puerta abrirse, más no pude hacer ningún movimiento y dejé que mi mente se cerrara.

La mañana siguiente fue igual. Fuimos a casa de Adam y terminamos de prepararlo todo. En el patio colocamos una mesa con el pastel y algunos dulces. Decoramos la sala y pusimos algunos juegos. A las siete de la noche la estaba llenándose de personas con que las que preferí evitar socializar. Más tarde Jack me confirmó que Melissa vendría.

Me emocioné sabiendo que iba a tener a mi esposa y mi amante en el mismo lugar al mismo tiempo. Y lo peor de todo es que se que mi atracción a Melissa es tanta que tendré que hacer un esfuerzo sobrenatural para hacerme de cuentas que no está en la habitación. Temo que las cosas se me fuesen de las manos.

A las ocho ya la casa estaba abarrotada. Todos tomaban, alzaban la música, conversaban y yo permanecí en mi esquina charlando con los chicos o con Harie cuando me prestaba atención.

—Ya viene Jin —me avisó Jack.

Gritaron felicitaciones al mismo tiempo que entró. Fingió llorar dramáticamente y luego agradeció el gesto. Todos siguieron y Jin fue directo a donde estaba yo, que tuve que abandonarlo ya que Adam estaba haciéndome señas para que fuera.

—¿Quién es esa de allá?

—La crush de Jin.

—¿En serio? Dios, te la mamaste, deja que la vea. Creo que no lo ha echo. ¿Ya lo felicitaste?

—Sí, claro. ¿Tú?

—Por texto, lo haré ahora.

Melissa se acercó, lo abrazó y él, raramente, le hizo un chiste del cuál ella apenas y dio una sonrisa. No nos habíamos ni siquiera mirado en toda la fiesta y pienso que debe saber que mi esposa está aquí. Debe ser algo obvio, es mi mejor amigo, ¿por qué no vendría ella?

Me acerqué a Jin con la intensión de hacerlo a Melissa. Sus padres se acercaron y me saludaron antes de pasar a Jin, casi desfallece, viven lejos y Jin vino acá a estudiar conmigo la universidad juntos, así nos siguió Adam.

No crucé palabra con Melissa, se fue decir nada y aunque la quise seguir fui detenido por la llegada de Harie. Me pidió que la acompañara afuera.

—¿Te sientes bien?

—Sí. Solo necesitaba un poco de aire. La música, mucha gente, el ambiente me está poniendo un poco mal.

—Eso debería pasarme a mí. No me digas que te contagie —traté de hacer una broma.

—¿Tomaste tus pastillas cierto? No quiero que te de algo en medio de todo ese burujon.

—Estaré bien, mujer.

—Volvamos adentro.

Las ventanas y puertas retumban al ritmo de Sean Paul. Todo estaba saliendo mejor de lo esperado. Me dirigí a la cocina por un poco de agua para calmar la sed.

—Estoy celosa —sentí que dijeron—. Nunca he sentido tantos celos y no puedo manejarlo. ¿Es ella tu esposa?

—Sí —le dije. Rodeó la isla y se quedó frente a mi.

—¿Por qué las manos le tiemblan?

—¿Las manos le tiemblan?

—Que mal esposo eres. No se si deberia sentirme bien por eso o mal por ella.

Tomó mi camisa e hizo que quedara a pocos centímetros de sus boca.

—¿Te asusta que ella nos viera ahora? —preguntó en un susurro.

Y a la mierda. Corté el espacio que quedaba entre nosotros. La había extrañado mucho. En mi boca explotó el sabor a alcohol de ella y me separé.

—Sígueme —cogí su mano y la lleve conmigo.

La dirigí al sótano de la casa. Cerré la puerta con pestillo y volví a sus brazos, a besarla siendo correspondido por ella. Obligué a mi lengua a ingresar en su boca y baje mis manos a sus nalgas y apreté. Saltó enredando sus pies en mi contra La sostuve por los muslos.

—Me tienes loco con ese vestido —acaricie sus muslos subiendo el vestido cada vez más. Gimió apretando mis hombros.

Dejé besos en su mandíbula y bajé a su cuello. Ingresó las manos por mi camisa.

—Tenemos diez minutos antes de que nos busquen para cantarle "feliz cumpleaños" a Jin. —Dejé saber mordiendo el lóbulo de su oreja.

—Suficiente.

Mi interior brincaba emocionado con la adrenalina corriendo por mis venas. La música cada vez se hacía más lejana y lo único en lo que me enfocaba eran los ruidos que Melissa dejaba escapar. Cada gemido, cada jadeo, cada arañazo, cada marca iba directo a mi polla. Estaba erecto, ansioso por penetrarla, por llevarnos juntos a ese lugar que solo los dos conocemos.

La hice quedar con su espalda pegada a la pared. Subí su vestido y quité sus bragas. Sus manos urgaron en la pretina de mi pantalón hasta lograr abrirla.

—Te extrañé —admitió, sacando mi polla del bóxer y dándole ligeros masajes. Mi corazón se aceleró y una sensación se aposó en mi. La besé, suave, como no suelo hacerlo. Sin nada ardiente en ello.

—Yo también lo hice —admití. Saqué sus pecho sobre su vestido y me prendí de ellos, lamiendo, chupando, mordiendo. Todo ella era mía.

Sujetó mis cabello con fuerza. Tomé sus manos y la coloqué por encima de su cabeza. Tomé mi polla con mi otra mano y me masturbé un poco antes de posicionarme en su entrada. La canción de Rihanna, Rude Boy, comenzó a sonar a lo lejos mientras yo entraba en ella. No había nada de delicado en lo que hacíamos, le daba con todo, nuestras pieles se rozan y el sudor recorre nuestros cuerpos cubiertos por la excitación. Nuestros gemidos se entrelazan y nos besamos.

Subí su pierna y volví a arremeter contra ella, rápido, sin consideración, le gusta así, me gusta así, éramos como dos partes de un todo.

Su interior se contrajo avisando que estaba cerca de llegar. Su respiración era agitada y enterraba sus uñas en mi espalda por encima de la camiseta.

—¿Quieres venirte? —pregunté—. ¿Tan rápido?

—Ca-callate.

Sentí mis bolas tensarse y supe que yo también estaba cerca. Apreté mis dientes tratando de retener un poco más mi orgasmo. ¿Cómo era que se cantaba la vaca Lola?

—¿Daniel? ¿Estás ahí? Tenemos que cantarle a Jin el feliz cumpleaños —identifiqué la voz de Jack.

Le tapé la boca a Melissa. Mi corazón bombeaba rápido, una emoción embriagante corriendo a través de mis venas. Le dí con todo, más fuerte, más dentro. Sentí como amortiguo su grito cuando llegó al orgasmo en mi mano y sus jugos cubrieron mi miembro.

Una embestida más y deje salir todo lo que tenía. Me contuve de gemir y solo me quedé dentro de ella sintiendo como me vaciaba. Deje caer mi cabeza en la pared y suspiré.

Sentí los pasos alejarse.

—Estuvo cerca de que tu amigo nos viera follando —dijo, entrecortado.

Me salí. Guardé mi polla en mis pantalones y cerré la pretina. Ella se arreglo el vestido y el cabello. Fui al baño y me eche agua en la cara. Estaba agitado, sin embargo esperaba que nadie lo notara en la fiesta. Nos fuimos por caminos diferentes y cuando llegué ya todos estaban en el patio. Jin me miró desafiante e ignoré el miedo que tuve cuando me miró tan penetrante. Pedí perdón por mi retraso inventando una tonta excusa.

Me quedé con Jin, Jack y Adam hablando cuando todo pasó aunque a lo lejos sentí su mirada clavada en mí. Somos dos personas que juntas pecan y aman el fuego con el que juegan. Hemos estado echos para pecar y el día que nos encontramos todo ardió.

Harie se acercó a mi algunas veces, pero por más que lo intenté no podía apartar mi mirada de aquella que era mi cómplice. Estábamos juntos en esto y ya hemos caído muy profundo. Me cuesta alejarme y siempre la extraño. Fantaseo con ella y mi corazón se acelera cuando la tengo cerca o con las mínimas cosas que pasan entre los dos. Me siento un puberto con ella y mi etapa ya pasó. Es una joven de veintitrés años, no estaba destinada a un adulto de ya treintaidos años, yo tenia mi vida realizada y por más que quisiera me daba miedo perderla y perder parte de lo que había logrado.

Ella estaba comenzando a hacer la suya y yo no formo parte de ello. Soy solo un desvio, ella también se supone que lo es para mí. No puedo ponerle fin a lo que tenemos porque la amo, yo estoy enamorado de la chica que día o noche gime mi nombre y me da lo que me falta, lo que quiero y no se atiene a pensar en los demás, en aquello que no sabia que estaba buscando.

Nunca la busqué con ese propósito y tampoco la ví como sustituta de mi esposa, pero se ha metido tan dentro de mí, de mi alma y corazón que os puedo asegurar que Melissa y yo hemos cruzado todas las lineas habidas y por haber.

Y justo ahora me siento un imbécil porque no se que hacer.

—Iré a darme un baño —Harie desapareció y yo me dejé caer en la cama con la cabeza dandome vueltas.

—Harie —abrí la puerta del baño. Se asomó por la cortina.

—¿Uhm?

—¿Tienes pastillas para el dolor de cabeza?

—Deben estar en la gaveta de la mesita de noche. Puedes esperar un poco a que salga.

—Está bien.

Cerré la puerta del baño y abrí la gaveta, no era necesario esperar por ella si podía hacerlo. Tomé el frasco y también ví los papeles que daban el resultado de prueba que se hizo para saber si era compatible con mi mamá. Tomé dos pastillas y volví a guardar el pomo.

Recordé que no era un sueño y ya pronto tenía un donante. Tomé la carpeta para votar los papeles, esa negativa solo me daba malos recuerdos, sentí la desesperación correrme por las venas y...

¡¿Qué mierdas?!

—¿Qué hacéis con eso? —miré a Harie que estaba recostada en la puerta.

Le enseñé la hoja de los resultados y me miró como si no hubiera pasado nada—. Me dijiste que eras negativa y aquí dice todo lo contrario. Eres compatible y aquel día hasta lloré frente a tí y solo me pediste perdón.

—No iba a donar, Daniel.

—¿Por qué? Es mi madre la que está enferma ¿sabes? No es un desconocido y no te pedí el favor por gusto. ¡Sabes lo desesperado que estaba y ni siquiera por eso me ayudaste! ¡Soy tu esposo y te importa una mierda si el mundo se me derrumba encima! ¡Era mi madre, no cualquier mujer del mundo, quería que lo hicieras por mí! Y yo pensando que habías echo demasiado al hacerte la prueba —estrujé el papel en mis manos controlando el impulso de golpear algo.

—No lo iba a hacer desde un principio, fuera positiva o negativa no lo iba a hacer y te mentí porque era la mejor forma de evitar las preguntas y peleas.

—¡Te dí la vida, te lo he dado todo de mí y no puedes darme un pedazo de todo lo que te he dado! Nunca te pido nada, no te exijo, me preocupo por tí y trato de que todo te salga bien, pero a ti te importa una mierda.

Hizo el amago de hablar pero la detuve.

—Olvídalo. Igualmente ya hay alguien dispuesto a hacerlo —escupí con rabia.

Volví a encerrarme en el baño como siempre pasaba. Hice pedazos en papel en mis manos y terminé soltandolos en el suelo. Mentirosa. Lloré y lancé todos los artículos al suelo. Harie tocó la puerta y me pidió que me calmara y que habláramos, le pedí que se fuera y me dejara en paz. Luego de cinco intentos lo hizo y al sentir que la puerta principal se cerraba dejé salir todo.

Era como estar perdido en un bosque, cuando encuentras la luz decides quedarte allí pero al momento de volver a seguir el camino vuelves a perderte. ¿Por qué lo hizo? La respiración se me hizo pesada. Me sostuve que fuerza del lavamanos para evitar que mis manos comenzaran a temblar, lo hice con tanta fuerza que las venas se me marcaron. La respiración me fallaba e intenté recomponer la compostura y entender.

Tenía que haber algún motivo por el que no lo hizo. Harie no seria capaz de abandonarme en un momento así.

Lloré, odiando la vida, me odio a mi mismo, por ser así, por sentirme un llorón porque es lo único que hago cuando tengo crisis, odio sentirme vacío, perdido, abandonado. Odio sentir que nada tiene sentido y no queda por quien luchar. Odio sentir que no pertenezco al mundo y odio extrañar los viejos momentos y saber que actualmente mi vida es una mierda.

La cabeza me comenzó a dar vueltas con la perdida de la respiración. Tomé la cuchilla de afeitar y con las manos temblorosas hice tres cortes en mi mano. Odio tener que recurrir a ello pero no encontraba otra forma y nunca logro poder controlarme solo.

Ver la sangre salir de las heridas es como un incentivo y sentir que el dolor físico supera al emocional es lo mejor que podía pasar, como si todo se fuera drenando y llendo por el desagüe para luego volver como un huracán que arrasa con todo.

Me dejé caer en el suelo junto con todas las cosas que tiré. Odio esto en lo que me estoy convirtiendo, odio cortarme cuando me dan crisis, quiero parar, pero sé que apenas tenga otra lo volveré a hacer y así será la siguiente, y la otra que venga, porque conozco estas cosas como mi propia vida. Y es como dice Harie: Terminamos convirtiéndonos en aquello que odiamos.

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