No tan sola
El lujoso automóvil circulaba lento entre el tráfico vespertino de Paris, desde una de sus ventanillas una emocionada chica contemplaba con una disimulada sonrisa el hermoso escenario navideño que se mostraba generoso ante ella.
A su memoria venían las imágenes de su querida Osaka, que al igual que una bella novia se engalanaba de cálidos colores, brillantes luces y bullicioso ambiente. El alegre recuerdo de sus abuelos llevándola al mercadillo de Nakanoshima para disfrutar de aquel festivo ambiente la embargaba de una agradable calidez y a la vez tristemente le recordaba que aquellas evocaciones no tan lejanas no se volverían a repetir.
En cuanto a decoración se refería era ligera la diferencia que se podía apreciar entre ambas ciudades, quizás París se esmeraba un poco más, no por nada llevaba con orgullo el sobrenombre de la ciudad de la luz. Pero lo que era innegable era el hecho de que en cada rincón de aquella gran urbe se respiraba un ambiente de magia que alegraba el corazón y daba paz a sus sentidos.
Sintió el leve empujón cuando el vehículo por fin se detuvo frente a su destino. Pesarosa cerró sus ojos, hacía menos de un año que habían llegado a aquella ciudad y apenas podía contar con los dedos de su mano los amigos que en ella tenía. Inspiró profundo para después dejar escapar de golpe todo el aire en un pesado suspiro a la vez que mostraba el suave castaño de sus ojos.
Al bajar del coche la fresca brisa acarició su cuello haciendo que su cuerpo se estremeciera y que todos sus pensamientos se difuminaran, tomando los extremos de su abrigo lo cerró contra su pecho cubriendo así la trémula piel y mostrando su adusta expresión de siempre se encaminó a la entrada del instituto Françoise Dupont.
Bajo aquella impecable fachada de dedicación extrema y pulida perfección se encontraba una chica llena de ilusiones, miedos e inseguridades y sobre todo necesitada de afecto.
[...]
Aprovechando el momento del receso y a que era vísperas de las vacaciones de navidad, toda la clase se había reunido alrededor de una de las tantas bancas del patio para organizar el reunirse para despedir el año.
- Podríamos quedar en casa de alguien, yo llevaría la música. - todos se miraron entre sí no muy convencidos de la sugerencia de Nino.
- Es una buena idea pero no creo que sea lo más acertado, ya que todos tendremos compromisos con nuestras familia y no vamos a invadir una casa con todos ellos ahí. - indicaba Alya dando unas cariñosas palmadas en el hombro de su novio.
- ¿Que les parece si vamos todos a ver los fuegos artificiales y el espectáculo de luces al Arco del Triunfo? - sugirió ilusionada Rose.
Por un momento se entrecruzaron las miradas y los murmullos no se hicieron esperar, poco a poco una sonrisa de conformidad se fue mostrando en el rostro de cada uno de ellos.
- Es una gran idea, así podemos cenar con nuestras familias y después vernos en el Arco del Triunfo. - apuró a decir alegre Marinette.
- ¿Estamos todos de acuerdo con la idea de Rose? - inquirió Alya poniéndose de pie con un gesto entusiasta.
Un sonoro "si" se escuchó hasta el otro extremo del patio donde una joven azabache no se había perdido detalle de aquella improvisada reunión. Por un momento anhelo aquellas veces que se reunía con sus amigos en Japón para planear alguna salida divertida, todo era cuando sus pad...su madre no se había convertido en la persona tan intransigente y autoritaria que era ahora.
- Hola. - notó como alguien se sentaba a su lado, apartando de golpe sus pensamientos .
- ¿Adrien?, - preguntó extrañada al ver a su compañero de esgrima junto a ella - no deberías estar allá, con ellos. - señaló hacia los compañeros del joven modelo.
- Je, je. No, es mejor que ellos decidan lo que quieren hacer. Si estuviera ahí seguramente Marinette y Alya buscarían lo que fuera para que yo pudiera ir y eso no sería justo para los demás. - dijo mirando con afecto a sus compañeros.
- ¿No iras entonces con ellos? - preguntó confundida.
- No lo sé, claro que me gustaría ir pero con mi padre nunca sabe. - su vista cayó al suelo melancólica - El año pasado tuve suerte y pude celebrar la navidad con ellos. - volvía a señalar con la vista a sus amigos.
- ¿Ah sí?, ¿y cómo fue eso?, ¿te escapaste acaso? - con un tono divertido preguntaba a su amigo.
Aunque hacía poco tiempo que lo conocía sabía lo estricto y sobreprotector que podía llegar a ser Gabriel Agreste con él, tanto como lo era ahora su madre con ella.
- Pues así fue. - los ojos de Kagami se abrieron de más dejando ver su sorpresa a la inesperada respuesta - Me escape en Navidad, puedo decir que no me siento orgulloso de ello por los motivos que lo hice, pero por otro lado no me arrepiento ya que pude disfrutar de una velada con la gente que quiero. - una vez más una mirada alegre se posaba orgullosa sobre el grupo de amigos que aun discutían su plan de año nuevo.
- ¿Y tú que harás en año nuevo? - el semblante de la azabache cambio a uno más taciturno.
- Tampoco lo sé, mis padres siempre suelen tener algún compromiso relacionado con sus negocios ese día. Si estuviera en Japón lo pasaría con mis abuelos, son muy divertidos ¿sabes? - dijo mostrando una suave sonrisa - y posiblemente vendrían algunos amigos a casa.
- Te entiendo. - indicó cabizbajo, remembrando otros tiempos cuando su madre aun estaba con ellos.
- ¡Adrien! - Marinette lo llamaba agitando su brazo.
- Bien, me tengo que ir. - se puso de pie y se quedó inmóvil un par de segundos mirándola.
- Sabes, si no tienes otros planes podrías acompañarnos. - sonrió amable volviendo la vista hacia sus amigos.
Se quedó pensativa observando cómo se alejaba, ¿pasar año nuevo con ellos?...no era una mala ida pero no sabía como respondería su madre ante eso. No perdía nada con intentarlo, el poder compartir esa festividad con Adrien y sus amigos siempre seria mil veces mejor que quedarse sola en casa ante un plato que ni siquiera probaría y un cumulo de recuerdos que le traerían más pena que alegría.
Los siguientes días pasaron neutros en su casa, a diferencia de todo lo que había vivido en antaño ahora su hogar se mostraba apático a mostrar el júbilo por aquellas festividades. Al ver la somera decoración navideña, la cual su madre encargó a la servidumbre, volvían con nostalgia los recuerdos de la familia reunida para adornar el árbol y hacer los planes para las celebraciones, añoraba los gestos cariñosos de sus abuelos y las risas con sus padres. Ahora apenas y coincida con su padre y su madre siempre ausente de ella, ocupada en mantener las relaciones sociales en aras del bienestar familiar tal como ella decía.
Finalmente el día más esperado del año había llegado, aquel donde todos ponen su contador a cero, se olvidan de las promesas dadas y se preparan para formular nuevas expectativas que solo muy pocos llegaran a cumplir.
Ella estaba en su habitación, aquel gran espacio tan lleno de objetos refinados, delicados, atrayentes pero que ni uno solo de ellos era capaz de regalarle un ápice de alegría.
Jugaba nerviosa con su teléfono en mano, pensando si sería lo correcto, si su madre no se opondría. Dejando escapar un suspiro busco en su lista de contactos el de Adrien, antes de que pudiera presionar el botón de llamada la puerta de su habitación se abrió entrando su madre a continuación sosteniendo un largo porta trajes en la mano.
- ¿Madre? - su sorpresa fue mayor al igual que su desconcierto, dejando el teléfono sobre la mesa se puso en pie y fue junto a ella.
- ¿Que es esto? - preguntó señalando al porta trajes que estaba ahora sobre su cama.
- Es tu vestido para esta noche, habrá un evento para celebrar el año nuevo en el "Jules Verne", al que asistirán unos socios de tu padre que vienen desde Japón. Hemos pensando que deberías de asistir como parte de la familia que eres, estará gente muy importante y muchos de los cuales tienen hijos de tu edad. - tomó el porta trajes y con cuidado sacó el vestido.
- ¿Un omiai? - murmuró incrédula ante aquello último que escuchó. La azabache enarcó ligeramente las cejas, asustada ante aquella idea.
- Por supuesto que no, - apuró a corregir su madre - esta no sería la ocasión para ello, le faltaría formalidad. - dejando el vestido sobre la cama se dirigió hacia la puerta. Antes de salir giró ligeramente la cabeza hacia su hija - Pero nunca se puede saber, quizás aparezca un chico que te agrade.
Ante la impresión del incomodo momento no tuvo siquiera la oportunidad de decirle que quería ir con Adrien y sus amigos. No era suficientemente malo tener que asistir a una celebración por compromiso en la cual sabía de antemano que estaría sola, sino que ahora tendría que soportar el que tal vez quisieran emparejarla con cualquier chico de "excelsa familia".
Eran las ocho menos cuarto y salía del baño envuelta en una toalla y con otra secando su corta cabellera. Se acercó a la cama y con desgana tomó el vestido, después de mirarlo un par de veces de arriba a abajo tuvo que reconocer el buen gusto de su madre así como su interés porque luciera bien esa noche.
El vestido en rojo cerezo resaltaba en dos tejidos que se entremezclaban en una elegante falda en tejido mikado rematada en un deslumbrante cuerpo de encaje, donde el rojo se volvía mas vivo confiriéndole una mayor intensidad a un escote ilusión que dejaba entrever un insinuante escote de tipo corazón.
Acentuó un poco más el rubor sobre el pómulo derecho, resaltó la línea del labial en tenue carmín, un último toque de perfume y solo faltaba para completar el idílico cuadro el remarque de una alegre sonrisa, la cual se resistía a asomarse al igual que el sol en una encapotada mañana de invierno.
- ¿Kagami? - su madre entró terminando de colocar una brillante pulsera sobre su muñeca - ¿estas ya lista?.
- Si madre. - respondió átona.
- En esa caso baja ya que el chofer está esperando. - vio como su madre volvía a salir de la habitación, ausente de ella sin siquiera molestarse en mirarla.
Dejando escapar un suspiro antes que una lagrima, a fin de cuentas ella era una Tsurugi y al igual que el mejor tamahagane ella no doblaría su temple ante aquello, miró con tristeza y añoranza la foto de sus abuelos que decoraba su mesilla de noche. Dando la media vuelta salió con premura de la habitación.
Después de un incomodo viaje donde tuvo que prestar atención a todas las insufribles instrucciones que sus padres le daban llegaron a la torre Eiffel. El que ella entendiera que para ellos estas celebraciones eran una oportunidad de nuevos negocios no significaba que estuviera de acuerdo en no poder compartir esos momentos tan especiales con su familia y amigos. Podían haber viajado a Japón para pasar las navidades y año nuevo con su familia, podía haber ido con Adrien y sus amigos al Arco del Triunfo...podía haberse quedado sola en casa como tantas veces en lugar de estar ahí en un ambiente frio e impersonal con gente desconocida para ella.
Se mantenía en silencio mientras el ascensor subía hasta el segundo piso del emblemático monumento, donde se ubicaba el restaurante. Escuchaba atenta las anodinas conversaciones donde claramente se notaba que todos intentaban sociabilizar hasta llegar al postre y ahí, en ese preciso momento comenzar sus irritantes charlas empresariales.
Entró junto a sus padres al restaurante, aquello estaba repleto de gente que charlaba y reía amenamente, ella procuró mantenerse siempre al lado de su madre más por estricta recomendación que por propia voluntad.
Saludos iban y venían, las presentaciones de gente en busca de algo no se hacían esperar, no podía faltar algún alago hacía ella.
Cuando se disponían a sentarse para cenar un orondo hombre de mediana edad se acercó a su padre y con una respetuosa reverencia lo saludo antes de darle un efusivo apretón de manos.
- ¡Tsurugi!, cuánto tiempo sin vernos. - saludó exultante el hombre.
- Tres años me parece recordar, nos vimos en la convención de Munich. - indicó pensativo.
Kagami se tenso cuando los pequeños ojos de aquel hombre se posaron en ella, detallándola de arriba a abajo.
- ¿Es tu hija? - preguntó con interés y sin apartar la mirada de ella.
- Así es, ¡Kagami!, - exclamó con voz impostada - te presentó al señor Himura, es un buen amigo.
La azabache dando un paso al frente hizo una reverencia como marcaba la tradición.
- Es un placer conocerlo. - saludó afable manteniendo la reverencia.
- Tengo un hijo de tu edad, Ryota. Es un gran chico estoy seguro que congeniarían estupendamente. - aludió sonriente hacia los padres de la azabache.
Aun manteniendo la posición sus ojos se abrieron desorbitados, lo último que necesitaba era tener que soportar a un "candidato" esa noche, ya bastante contrariada estaba como para tener que tolerar eso.
- Es una lástima que no haya podido venir. - completó el rechoncho hombre.
Una expresión de tranquilidad se mostró en su rostro después de soltar pausadamente todo el aire que hasta ese momento había estado conteniendo en su pulmones sin haberse dado cuenta. Recomponiendo su posición sonrió amable hacia aquel hombre.
Había pasado la cena de manera anónima, sin poder participar en ninguna de las conversaciones, totalmente ajena a sus padres. Advirtió que era la única adolescente en el recinto, o al menos hasta donde podía apreciar. Disimulada revisaba de vez en vez su teléfono, esperando algo, lo que fuera que le diera calidez a aquella gélida fecha, pero nada, el dispositivo se mantenía completamente mudo.
Al terminar los postres se disculpó con todos con la excusa de ir al servicio, se levantó despacio, alisó comedida su falda y se alejó de la mesa. Buscaba alguna esquina, un rincón donde pudiera estar sola, con mesura apuraba el paso entre las mesas. Detrás de un biombo que separaba un pequeño espacio donde había sillas apiladas se encontró con un enorme ventanal con una esplendida vista hacia el Sena y los Campos Elíseos.
Se recargó abatida contra una de las columnas que formaban parte de la estructura de la torre y con la mirada puesta en el brillante horizonte de París se permitió llorar como hacía mucho tiempo no lo hacía. Aquella noche que en otros tiempos era sinónimo de alegría y cariño junto a su familia, donde se compartía afecto y se recibían abrazos, ahora era una muestra hiel de vánales intereses donde su presencia no tenía cabida ni tan siquiera para sus padres. Era la noche más esperada en el mundo entero y ella estaba sola.
- En garde. - su espalda se tenso al notar un leve punto en ella a la vez que escuchaba la tan conocida expresión en un agradable tono meloso.
Apuró a retirar las copiosas lagrimas de sus ojos y manteniendo la vista baja se giró. Unos impolutos Oxford en charol se mostraban frente a ella, subiendo muy despacio la vista se encontró con una alegre sonrisa, la más sincera que había podido ver esa noche, acompañada por unos expresivos ojos verdes.
- A...Adrien, ¿que...que haces aquí? - entre balbuceos preguntó confundida de verlo ahí - Pensaba que estarías con tus amigos.
- Je, je, esa era mi intención pero...mi padre tuvo otros planes. - explicó llevándose la mano a la nuca en clara señal de resignación.
- ¿Y tú?, ¿que hacías aquí sola y...llorando? - eran evidentes los rastros de tristeza que marcaban su rostro, ojos ligeramente rojos, maquillaje levemente apagado y sutilmente deslavazado y algún sollozo delator que aun escapaba por sus labios.
- So..solo recordaba lo que era disfrutar de estas fiestas con mi familia en Japón. - entrelazó sus manos al frente y bajó la mirada con la seña de la nostalgia en ella - Disfrutaba cuando nos reuníamos todos en casa de mis abuelos para recibir el nuevo año, y aunque a mis padres no les fuera posible asistir por su trabajo, - un tenue brillo acuoso se mostró en sus ojos - yo no estaba sola.
Un silencio cómplice se formó en el ambiente, lo que Kagami acababa de contar no era desconocido para Adrien. El, desde que su madre desapareciera tuvo que afrontar el despotismo absurdo de su padre, viéndose forzado a convivir con una angustiosa soledad.
Pero todo tiende a tener un principio y un fin, y esto no era tan distinto. Lo que había comenzado como un desapego acabó por convertirse en confianza, lo que había sido soledad ahora era ilusión, aquello que marcaba un solo yo ahora era un nosotros.
- Solo estarás sola si tú crees que lo estas. - dijo pausado el joven modelo - Tus padres antes o después se darán cuenta que hay cosas que son más importantes. Y ahora tienes amigos. - sonrió confiado hacia ella.
- ¿Amigos?, - lo miró confundida - pero si tú al final también estabas aquí solo. - afirmó con desavenencia frunciendo levemente el entrecejo.
- Je, je, se a lo que te refieres, pero no es necesario que este con ellos, me basta con saber que soy importante para ellos al igual que ellos lo son para mí y que en estos momentos seguramente se estarán acordando de mi como yo me estoy acordando de ellos. - miró su reloj y una alegre sonrisa se mostro en sus labios que contrastaba con la expresión de desconcierto de Kagami.
- Falta un minuto para las doce. - indicó colocándose junto a la azabache para contemplar el cielo estrellado de París.
Ella continuó observándolo confundida sin saber que pensar de él, ahí estaba completamente tranquilo y feliz mirando con entusiasmo hacia al firmamento, cuando al igual que a ella lo habían obligado a asistir a aquella celebración. Cuando se disponía a decirle que aquello solo eran falsas utopías y que él era un iluso por pensar así el teléfono del Adrien comenzó a sonar con fuerza.
Vio con curiosidad como tomaba el dispositivo y como su sonrisa se ampliaba al ver quien era la persona que lo llamaba, en cuanto presionó el botón para responder a la llamada se escucharon varias voces gritando a la vez.
- ¡ADRIEN! - salió llena de júbilo la exclamación por el altavoz del teléfono.
- Shhhhh, a callar todos, dejen hablar a Marinette. - acercándose a él vio en la pantalla como Alya intentaba calmar a todos sus compañeros.
- ¡Hola Adrien! - exclamó alegre Marinette - ¿Listo para dar la bienvenida al nuevo año?.
- Lo he esperado toda la noche. Y además mira con quien me he encontrado. - giró su teléfono hacia la azabache que de inmediato se tenso ante la repentina acción.
Marinette y Alya se vieron entre sí extrañadas, hasta que Kagami vio con sorpresa como las dos chicas sonreían hacia ella.
- Hola Kagami. - saludaron ambas chicas - Cuantos más seamos mejor. - apuró a decir Marinette.
La cuenta regresiva que daría inició al nuevo año había comenzado, por primera vez en esa noche Kagami sonreía viendo a Adrien seguir el conteo junto con sus amigos al otro lado del teléfono.
Con un fuerte estallido que iluminó de colores el cielo de Paris todos guardaron silencio para al momento estallar en gritos de alegría. El nuevo año había comenzado y quien sabe, tal vez aquel fortuito encuentro fuera el perfecto inicio para forjar nuevas amistades. Ahora solo restaba esperar a que el nuevo tiempo de ilusiones y esperanza hiciera ver a sus padres que ella estaba ahí.
- Feliz año nuevo Adrien. - sin apartar su vista del iluminado cielo de Paris apoyo su cabeza sobre el hombro de su amigo.
- Feliz año nuevo Kagami. - correspondió cordial pasando su brazo por sus hombros.
FIN
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Elementos a incluir en la historia:
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N/A:
Historia participante en el "Concurso Navideño" de @-JAZVAL-
#NavidadconJAZVAL
Palabras: 3386
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