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06

──La rehabilitación, en el mayor de los casos puede durar hasta un año, dependiendo de la gravedad del estado de su pareja. ──informó la doctora sosteniendo una carpeta en sus manos y chequeaba en esta.

Después de mucho Sana tomó la valentía para acercarse al centro de rehabilitación que le recomendó un amigo, quien por cierto, también había pasado por el mismo caso de Tzuyu. Cuando el australiano salió de ese lugar, Sana fue la primera persona em verlo.

Minatozaki pensó en un momento de su vida que Christopher Bang nunca regresaría y posiblemente su gran amigo se perdería, cuando los enfermeros lo fueron a buscar a su casa por orden de su madre y la doctora, se enteró por la misma señora Bang que él intentó escaparse, fallando en el intento.

Y a la japonesa le aterrorizó pensar en la imagen del rubio siendo arrastrado a la fuerza por cuatro hombres más grandes que él, sin embargo, en una parte supo que era por su bien y todo saldría bien para Christopher.

Cuando el chico le habló personalmente del centro, le impactó demasiado, solo podía significar lo agradecido que estaba con ellos al ayudarlo a sobrellevar su problema con la Cocaina.

──¿Y entonces, qué opina señorita?

Era por el bien de Tzuyu, aunque pudiera oponerse sería en vano.

──Lo que sea por recuperar a mi novia.

Y así Sana se había negado a la opción de la doctora en ellos ir a recoger a su novia, rechazó esa idea de ver que se llevaban a Chou cómo si de cualquier objeto se tratase.

Así que, fue ella quien optó por ir a convencer a Tzuyu... O al menos, intentar algo para llevarla hasta el centro de rehabilitación.

Llegó a los pocos minutos a casa, donde estacionó el carro y se bajó para entrar a su casa.

La fuerte ráfaga que golpeó contra su cara fue la sensación más horrorosa que experimentó. El ambiente en la sala de estar era tan gris y apagado, se adentró y a cada paso que avanzaba el punto de origen a ese terrible hedor era más y más visible, ya se estaba temiendo.

Soltó un suspiro y apretó sus ojos con fuerza conteniendo sus ganas de llorar.

No otra vez.

──Tzuyu. ──llamó a la morena, que yacía tirada en el suelo detrás del sofá con lo que parecía ser un tubo de alguna sustancia ya consumida, o bueno, se la había fumado. ──¡Tzuyu! ──volvió a llamarla agachándose para removerla.

La taiwanesa sonrió levemente, acto seguido se comenzó a reír con suavidad. Sana frunció el ceño, harta de su comportamiento.

──¡Tzuyu, levántate de ahí! ¡Ahora! ──ordenó la mayor.

──¡Ugh! ¡Te he dicho que no me grites! ¡Me aturdes los tímpanos! ──contestó la menor con enojo en su voz, llevándose ambas manos a la cara y restregándola frustrada.

Sana resopló con furia. ──Qué te metiste ahora, y por favor, respóndeme.

Pidió con toda la serenidad del mundo. Y ahí su novia mostró sus ojos por primera vez, Sana creyó sobresaltarse del susto.

Las pupilas casi hinchadas de Tzuyu y sus globos oculares se habían coloreado de un terrorífico tono rojizo, la luz de la habitación era nula y pero esa triste mirada destrozada resaltaba únicamente entre el resto. Sana se sintió peor, la apariencia de la morena era digna de una película de horror.

──Cánnabis, muéstrale respeto por favor.

──No puede ser. ──Sana ya se arrepintió de preguntar. ──levántate, te voy a llevar a un lugar. ──nuevamente ordenó jalando del brazo contrario.

Un repentino movimiento brusco para zafarse fue ejercido por la menor, quien se cruzó de brazos aún echada en el suelo de la sala, su mirada cambió a un semblante más desafiante y su respirar pasó a ser más pesado. Sana tragó en seco y miró desconcertada a su novia.

──Tzuyu.

──¡No! ¡No te atrevas a llevarme allá! ¡Si lo haces juro que haré algo de lo que te arrepentirás!

Sana directamente tomó esto como una clara amenaza, pero lo que dejó su cuerpo paralizado y su mente incrédula fue el hecho de que haya deducido a donde quería llevársela. ¿Cómo podría saberlo si en ningún momento había hecho mención?

──¿De qué estás hablas, y por qué me amenazas de esa forma?

──¡No creas que soy una idiota! ¡Odio cuando piensas que no tengo cerebro!

La droga si se lo estaba afectando. Sus palabras eran exageradamente exaltadas.

──Baja la voz, por favor.

──¡No! ¡Quiero que todos se enteren que mi novia quiere encerrarme en una prisión sin razón aparente!

¿Qué demonios decía ahora? ¡Sana iba a perder la paciencia! Todo este lío era agobiante.

──Tzuyu, aclárame algo; ¿De qué estás hablando?

Insistiría en jugar al desentendido.

──No te hagas la payasa, Sana, yo lo leí... ¡Lo leí! ──la acusó apuntándola con su índice. ──vi en tu maldito celular como Bang te sugería llevarme a ese lugar y tú... Tú aceptaste de acuerdo. ¡¿Para qué?! ¡Yo estoy bien! ¡No necesito que un doctor desquiciado me trate! ¡Me juntarán con un montón de bichos raros! Y eso jamás te lo perdonaré, y juro que-

──¡Basta! ──Sana terminó por estallar, no era posible cada palabra que su oídos procesaban. ¿En qué momento Chou había revisado sin consentimiento sus cosas? ──¿Por qué hiciste eso?

──¡No! ¡Por qué tú quieres hacerme esto!

──¡Es por tu bien! ¿Vale? ¡Mírate como estás! Eres un maldito desastre... Ni siquiera te reconozco, el olor en esta casa me ahoga y encontrarte en este estado solo me quiebra más. ¿Por qué no puedes entender eso? Solo quiero ayudarte.

Tzuyu la miró unos segundos y luego bajó la mirada, era ella quién quería llorar ahora.

Una parte de su cerebro quería comprender cada reproche de Sana, pero su otra mitad estaba lavada por esas malignas sustancias y optaban duramente en seguir neceando.

Para colmo... O desgracia, está ganaba la batalla por una ridícula ventaja que no podía descifrar.

──No quiero ir a ese lugar, Sana... Déjame tranquila, y si haces algo al respecto... Juro que cometeré un error del cuál tú te arrepentirás.

Sana se rindió nuevamente ya cansada, era imposible, no podía más con Chou Tzuyu.

No era consciente si la taiwanesa cumpliera sus palabras de verdad, o solo que el efecto de meterle el susto era efectivo, pero de lo que si estuvo segura era en que cancelar el ingreso de Tzuyu sería la única solución... Por ahora.

O al menos, eso creía.

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