38. Mangos | AU
Resumen: Sólo un regalo para su pareja, sabe que son su fruta favorita, y él ama la sonrisa de su Auroncito cuando llega con ellos.
Holi, ha pasado un tiempo, el trabajo y las sesiones con mi psiquiatra me tienen más ocupada, lo bueno es que voy mejorando. Igualmente, traigo una pequeña dosis de fluffy Luzuplay por qué ¡Viva el amor!
También... TENGO NOVIA.
¡Seré más cursi ahora con mis fics!
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Luzu no pasa tardes completas en una sola tarea.
Siempre ha sido más de organizar sus tiempos y hacer múltiples cosas, así aprovechar el día de mejor manera, tanto en su trabajo como maestro de universidad (adora a sus estudiantes de audiovisuales aunque tengan ideas locas sobre sus cortometrajes cada semestre) o en esos otros trabajos que realiza de vez en cuando.
Como aquel álbum fotográfico de la flora en Los Ángeles.
Ambos trabajos convivieron juntos por todo un año hasta que el álbum fue terminado. Y Luzu hizo todo perfectamente.
Tampoco tiene problemas para hacer varias tareas al mismo tiempo, jamás se ha atrasado en la revisión de los exámenes o la entrega de cualquier proyecto, siempre responsable.
Pero hay cosas, tan pero tan específicas, que ocupan su mente más que cualquier otra cosa que haga en el día.
Y es que al momento de pasar frente a esa tienda de frutas y verduras y ver aquel color anaranjado tan brillante y jugoso de un mango cortado a la mitad como exhibición una persona se le vino a la mente.
—A Auron le gustan esos...
Que dice de gustar. ¡Los ama!
Luzu tiene esta habilidad de recordar demasiado bien las cosas que le gustan a su esposo, y por supuesto que los mangos encabezan la lista.
Normalmente no lo consiente demasiado (mentira, cochina mentira) y sabe la cantidad de azúcar que puede tener una de esas frutas lo cual está tratando de mantener a raya para cuidar la salud de Auron, sin embargo y con el dolor de su estricto régimen de comida sana, saca la billetera.
—¡Buenas tardes profesor! —La casera es una mujer casada con tres hijos que se la pasaban de trabajo en trabajo por sus estudios y Luzu más de una vez les dio clases privadas para sacar adelante sus carreras.
Siempre pasa por ahí y lleva verduras, no es extraño.
—Hola vecina... —Luzu titubea, podría preguntar por sus hijos, por su vida, por el clima pero sólo quiere los mangos y regresar a casa.
La cara de Auron cuando lo vea llegar con ellos será un poema, lo sabe.
—Le tengo los tomates en oferta, los últimos del pedido de esta semana, mañana llegan los nuevos y...
—Mangos.
—¿Mangos?
—Um... Sí, sólo mangos. —¿Puede su rostro no ponerlo en evidencia? No debería estar tan sonrojado sólo por comprar un poco de fruta.
—Mangos será profesor —La mujer comienza a elegir lo mejor de su fruta para uno de sus clientes más fieles, tararea una canción infantil que vio en un comercial hasta pesar todo en su balanza para luego sonreírle al profesor. —Espero le gusten a su marido.
Las mejillas de Luzu se enciende, sus ojos brillan y siente las manos temblar.
¿Cuándo se acostumbrará a que se referían así a Auron?
Marido, su marido.
Suyo .
Auron es de Luzu.
Luzu es de Auron.
—Yo también.
.
Es tarde en casa, las cortinas ya están cerradas y Auron ha tenido una pequeña contienda contra la aspiradora. La maldita no ha querido funcionar correctamente el día de hoy y Auron no es conocido como un hombre con paciencia al momento en que las cosas en casa no salen.
Pocas veces pasa. Y lo detesta.
—Mira asquerosa —Le ha dado personalidad a la aspiradora, todo sea para canalizar su disgusto. —, tengo que limpiar y vas a cooperar.
Está mirando seriamente a la maldita aspiradora en el suelo, quién no emite sonido pero tampoco quiere cooperar en hacer la única función para la que fue creada y comprada: Aspirar.
Auron mira la hora, pronto llegará Luzu a casa y él aún tiene una alfombra llena de pelos de gatos que no ha terminado de limpiar por la maldita aspiradora que ha decidido no funcionar más.
Presiona una y otra vez el botón de encendido y nada. Es que ya ni la luz roja que le indicaba el pase de corriente iluminaba para confirmar el cableado, la aspiradora había dado sus últimos intentos de trabajar y había caído en batalla.
Lo que claramente le jode.
—Mierda —Auron se cruza de brazos, está a punto de ir por la escobilla y terminar con esto hasta que al cruzar delante de la puerta escucha las llaves entrando por el seguro.
Se queda de pie frente a la entrada, la puerta se abre lentamente y asoma por un costado la cabellera larga y castaña de Luzu junto a una pequeña sonrisa cansada.
—Auroncito... —Pero no puede evitar reírse un poco al verlo con un delantal rosa con detalles de frutillas y un pañuelo en el cuello, asume que es para la boca. —¿Qué usas?
—Eh... ¡Ah! —Auron sacude su delantal quitando un poco de pelusa de encima y se acerca a su esposo. —Estaba limpiando... Nada ¿Qué tal te fue?
Auron se apresuró a abrirle la puerta y recibir su maleta con sus cosas hasta que nota lo que lleva en la otra mano.
Pareciera que una luz ilumina su rostro, la sonrisa más brillante y feliz se clava en su rostro y sus ojos se clavan en los ojos de su esposo en ese mismo instante.
El bolso con los papeles de Luzu cae al suelo, y antes de dar el rebote por el golpe los brazos de Auron ya están alrededor de su cuello y usa toda la fuerza de su cuerpo para abalanzarse sobre su esposo y dar saltitos de felicidad.
—¡Te amo! —Grita con todas sus fuerzas, mueve el cuerpo de Luzu a diestra y siniestra por la más pura felicidad que lo invade sólo con ver aquella bolsa llena de mangos.
Luzu choca contra la pared de su propia casa y sus mejillas sonrojadas se llenan de besos cortos, fugaces y cargados de muestras de amor. No puede ni formar una palabra y ya está siendo interrumpido por otra ola de besitos húmedos y sonoros que lo obligan a comenzar de nuevo.
No se queja. Para nada. Auron es efusivo cuando está feliz y Luzu no puede estar más feliz de ser la causa.
Bueno, la mayoría. Es que no puede hacer mangos por sí mismo pero puede traerlos a casa y dárselos a su marido.
Así es como trata de hacerse a la idea de que en serio están juntos, que viven en el extranjero, lejos del caótico pueblo donde se conocieron, otro poco más lejos del pueblo donde se casaron y ahora viviendo como una pareja formal en una ciudad que hablaron un millón de veces con visitar en vacaciones de navidad.
—¡Te amo, te adoro, te como todo Luzu! —Auron dice aquello tan rápido que Luzu apenas si puede procesarlo correctamente. Rodea a Auron con sus brazos por su cintura y trata de volver a su centro.
—Son solo mangos, amor...
Auron detiene todo y mira cara a cara a Luzu.
—No hables así de esta maravilla de fruta dada por la divinidad máxima del universo. —Auron zarandea gentilmente a Luzu de un lado a otro reclamando la ofensa a su fruta favorita en el mundo, junto a la risa instantánea de su esposo.
¿Cómo es que puede verse tan adorable reclamando por su fruta favorita y le conoció siendo un caótico chico de pueblo recién mudándose para trabajar de psicólogo?
Que le vio en las fiestas del pueblo riéndose al haber provocado una discusión después de un comentario desafortunado de su parte, hasta que claramente Luzu le descubre y regaña.
Al inicio.
Después, con el tiempo, simplemente aprendió a amar esa faceta caótica. A reírse de sus chistes, a escuchar sus chismes del pueblo y admirar la resiliencia con la que llegó a enfrentarse a una mudanza.
—Okay, lo lamento.
—Vamos a comer mangos, Luzu.
Y ahora lo tiene entre sus brazos, feliz por un kilo de mangos en una mano.
Mirándole con tanto amor que no cabe en esta casa.
Juntos después de tanto.
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Esta idea es parte de la lista de "Ideas Luzuplay pendientes" que tengo en mi Twitter (Me niego a decirle X, cierra el orto Elon) Que poco a poco voy sacando completas.
Espero les haya gustado.
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