A solas
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El cristal se hizo añicos contra el suelo, en un ruido sordo que nos espantó a ambas.
Me quedé estática, mirando los trozos contra el suelo sobre el único desolado lugar sin tela, temerosa de lo que podrías decir.
Pero no dijiste nada.
Un suspiro suave llego a mis oídos y luego solo me pediste que me alejara del peligro y me sentara de una vez.
Eso hice.
Te observé al fin trabajar.
Solía hacer mucho eso cuando estaba estresada, sólo sentarme y verte ser tú. Porque tu eres la cosa más emocionante mí amor.
¿Podría decirte mi amor?
¿Sería más fácil usar palabras de cariño, o me adelanto mucho?
Si es que llamas a meses de rondarte ser apresurad.
Meses. Yo creo diría que he sido paciente, pero duele, este amor unilateral duele.
Solo estar aquí y verte, duele.
El estar contigo a solas a esta distancia, duele.
¿Podrías mirarme? De repente me he vuelto un codiciosa por ti.
Es estúpido este sentimiento, estoy siendo surrealista otra vez, perdida en pensamientos utópicos del tu y yo que no ha sido, no es, no existe más que a oscuras.
Cuando mis ojos no ven.
—¿Quieres que te de mi opinión o...?
—No hace falta, solo quédate allí, vale..
Eso es todo.
Solo quedarme allí.
Solo mirarte.
Solo guardarme estos sentimientos y oprimir en silencio todo,
Solo verte y sin sentir.
Te ríes, como si supieras en secreto lo que me tiene afligida y me miras con una sonrisa pequeñita que me obliga a apretar mis dedos contra el cuero.
Por no se que vez, no pareces estar viéndome realmente.
Me tienes de vuelta en tu estudio.
Dijiste que querías mi opinión, pero hace más de una hora que estoy aquí en silencio solo soñándote.
¿Te gusta esto?
Tenerme rondándote una y otra vez...
Sé que sabes lo que siento, hace mucho que pasamos por todo esto de los momentos vergonzoso como para fingir que no sabes, que yo no sé.
Y aun así, pareces aferrarte con dureza a la ignorancia, tan fuerte que me temo lastimarme contra este muro que parece crecer mas y mas, que a veces me encuentro, divagando en sí es un sueño el que conoces mi mortal deceso por ti.
Una y otra vez, nos adentramos en este repetitivo bucle a solas, una y otra vez me enfrento a la desesperación de sentirte solo yo.
Y que tu no lo hagas.
Estoy a punto de levantarme por un en protesta y farfullar en quejas por lo que me haces pero te giras justo en el momento con tu ojos brillantes a mirarme así, tan tú.
Suspiro resignada devuelta en ese asiento rutinario.
—¿Quieres que te ayude en algo o..?
—No esta bien, solo quédate allí, vale.
Que me quede, siempre es solo eso. Llenas la habitación con melodías nuevas y te quedas allí mirándome en silencio.
Una y otra vez, hemos hecho esto una y otra vez. Y sería estúpido si dijera que no me gusta. Me encantaba, la idea de oírte la primera vez me encantaba.
Quedarme a solas contigo me encantaba.
¿Y ahora?
Ahora solo ruego por qué me des un momento más. Cada vez, solo ruego por qué vuelvas a estar tan ebria.
Ruego por qué repitamos una y otra vez mis veinte, y poder degustar tu boca una vez más.
Pero me miras con esos mismos ojos de apreció y termino saliendo horas más tarde del lugar.
Para luego regresar y repetir esto.
¿Habrá sido un sueño?
¿Me perdí en cavilaciones otra vez?
¿Cómo la tonta chiquillo que se enamoró de ti la primera vez?
No me sorprendería, mi cerebro peca de confusión hasta conmigo mismo, pero te juro que mi glucosa esta en cita.
Que mis pies no tiemblan esta vez.
Que no estoy flotando por las cornisas.
Ni soltando jadeos estúpidos sobre estrellas con sonrisas de gomitas.
Te prometo que esta vez te apreció con mis sentidos estables; pero me muero, estoy muriendo de esa forma, como cuando te veía al principio.
Muero, con cada vez que me obligas a quedarme viéndote y esperas que no divague por terrenos farragosos, que no me pierda entre el aquí y el antes.
Que no deseé volver a tocarte y esta vez hacerlo tan malditamente bien, que no sea la unica recordando todo a la mañana siguiente.
Porqué la unica amándote ya era yo, y ahora el recuerdo de tus jadeos también es uno que solo comparto conmigo.
—Bueno... ¿Quieres que te ayude en algo o...?
—Solo siéntate allí y escucha.
Escuchar.
La melodía suena preciosa pero no lo suficiente para que la aprecie por mucho tiempo.
Porque no es esta melodía que quiero escuchar contigo a solas, es una diferente, una que sale suave y queda cuando estás tan roja.
Una que se desliza rica y corta con sonetos que pudrirían en celos al mismo Mozart.
Una que se acompaña de jadeos, de suspiros, de lamentos, que tenía silencios hechos por mi boca y que podía volverse orquesta si sabias en que tecla descansar con más fuerza y si añadías la note sostenida lengua, entre húmedos tanteos que podrían vibrar en un ronco descenso.
Una sonata preciosa.
Una que solo conocía yo.
Una que me moría por tocar otra vez.
Una que quería tener contigo, cada vez que volvíamos a estar a solas.
—¡Hola!
—¡Hey! viniste, toma.
—¿Quieres que beba? ¿No quieres mi opinión con algo o...?
—No. No. Siéntate, aquí, escucha... creo que está es una buena canción.
Pero esta vez cambió.
Porque la rutina de verte de lejos se volvió terriblemente placentera cuando me di cuenta de que tu voz suave detonaba en jubiloso crescendo, casi acordes con los de mi corazón al tomar el vaso de vodka que extendías.
Porque estabas danzando en rosa.
Porque el recipiente estaba medio.
Porque solo es necesario un tercero para que nuestro a solas sea poético.
Para que también lo disfrute yo.
Aunque solo sea otro fragmento más de mis recuerdos.
Otro que solo recordaré yo.
Como siempre.
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PARA: Blume
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