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Capitulo 6 / Sobrevivientes

Cera se encuentra aburrida de esperar en la cocina de la cabaña de la señora Verónica, su madre está hablando con la señora ella a solas. La adolescente gira su cabeza hacia unos periódicos antiguos y empolvados. Era lo más interesante que veía. Camina hacia el estante y lee un poco las hojas arrugadas, hablan sobre un grupo llamado Hienas: en la imagen se ve a dos hombres con una niña sentada en el cuerpo de un león muerto con el título: La masa se inclina más fácilmente hacia el que domina, que hacia el que implora. Ella siente curiosidad por la pequeña y los dos hombres, sus rostros se ven conocidos. Revisa otro periódico y ve a una mujer parecida a la niña con sus puños levantados, de título se alcanza a leer: Fuerza a toda mujer que luchó y se defendió de su agresor, venga a marchar por la libertad. La chiquilla se queda fascinada leyendo el periódico, sonríe un poco y finge ser una soldada con su mano derecha en alto. Alguien la ve, es un joven pelirrubio que la observa hace rato.

—Pareces toda una dictadora... no sigas el ejemplo de esa mujer.

Cera se asusta, suelta el periódico viejo y este cae al suelo: deja una pequeña nube de polvo. Javier se ríe unos segundos, se disculpa.

—Tengo un arma en mi ropa, no camines hacia mí o...

—Me vais a cazar, imagino que en la escuela te enseñaron a usar un arma y a pelear igual que soldada. Me pregunto si eso es bueno... ni idea.

—... ¿quién eres? ¿Cómo te llamas?

—Veamos, dime Javier, soy un humano herido que habla con una jovencita pelirroja... digo, ese tono de cabello no es común por aquí. Me intriga lo que hiciste hace un rato, los dictadores hacen esas cosas.

Cera no está de acuerdo.

—La niña sacó al pueblo de la esclavitud, hizo justicia. ¿Cuál es el problema?

—El tiempo paso, la niña se convirtió en una cruel mujer, ella llegó a un país con su ejército y conquista gran parte del territorio. No fue buena con todos, esa es Reltih.

—¿Quiénes son los hombres de la fotografía? —La pequeña pregunta, tiene curiosidad.

Javier toma el periódico con su mano, lo sacude un poco y ve la imagen con atención. Él no sabe mucho de esa historia, deduce que los tipos de son quienes las cuidan, el león es un trofeo y un regalo para la pequeña: en sus manos tiene un arma de cacería

—Si no me equivoco, estos son las Hienas, un grupo social y militar peligroso: se caracterizaron por robarle los derechos a miles de personas... veo que tu mamá y la señora hablan un poco. —Javier contesto.

—¿Qué paso con ese grupo?

—Su jefe murió, los soldados sobrevivientes a una guerra fueron capturados y encarcelados por la cruel Reltih.

Cera lo mira con atención, es la tercera vez que ve a hombre joven, siente una curiosidad tremenda. Se acerca a su cintura y le sube la camisa. Javier se aleja incómodo, no entiende por qué ella hizo eso, la pequeña quiere saber si el muchacho tiene una marca de nacimiento: ella fue creada dentro de un vientre artificial, eso el joven no lo sabe.

—¿Dónde está tu número? Veo que tienes un ombligo, yo no tengo eso... ¿para qué sirve el ombligo?

El chico la vuelve a mirar, esta vez con más dudas que respuestas, le pregunta:

—¿No tienes ombligo? ¿Cómo?

—Según mi profesora, en la guerra se lanzaron bombas que contaminaron el aire con tanta brutalidad que mujeres y hombres sanos fueron incapaz de procrear a niños, las tazas de nacimiento decayeron gravemente y tuvieron que tomar medidas extremas como la inseminación artificial... yo soy una niña artificial...

—Los niños nacen dentro de un vientre maternal, eso es lo natural.

—... en ese caso ¿de dónde salen los bebes?

Javier no quiere responder eso, se aleja de la pequeña, desde la ventana ve a un niño pequeño que se acerca. La chiquilla pelirroja sale de la casa con seriedad en su rostro, el joven la sigue hasta un auto color gris, ella se detiene, observa a un muchacho pequeño que tiene sus ojos cerrados, su ropa está sucia. Ella no duda en ayudarlo, le habla, lo mueve un poco y nada, el muchacho no se levanta.

—Niña, no te acerques, puede ser una trampa. —Javier advierte al dejar de caminar, vigila el jardín, no ve a nadie.

La pequeña quiere en ayudar al pequeño.

—Despierta, vamos... levántate.

El niño se sienta en el suelo, abre sus ojos color miel claro. No dice ninguna palabra, espera unos segundos y se levanta del suelo sujetando el brazo de Cera. Este sonríe un poco y con fuerza hace correr a la chiquilla. Ella se resiste, nota que el chico tiene más fuerza que ella, él la volvió a tirar fuertemente. Javier corre hacia ellos.

—Odio esta clase de broma, suelta su brazo... ¡ahora!

El pequeño deja caer unas cuantas lágrimas al suelo y susurra apenas:

—Lo siento, tengo que hacer esto o no me dejaran comer... ¡lo lamento! —Empieza a sollozar sin control.

Javier cierra sus ojos unos segundos, piensa en la ropa, del niño, la forma de arrastrar a Cera, la forma de llorar. Él mira detrás de él y nota a tres mujeres con pañoletas en sus rostros: ellas cargan armas dentro de sus mochilas. La adolescente las reconoce: son rebeldes. El joven lo supo al instante. Es una trampa. Una mujer alta saca una escopeta oxidada y los amenaza a los tres, el pequeño se acercó al grupo limpiando sus lágrimas.

—Veo que piensa de forma radical... que hembrita de su parte.

Una de las mujeres toma de rehén a los jóvenes contra su voluntad, la pequeña grita pidiendo ayuda, la mujer de cabello oscuro tira una bomba lagrimosa cerca del auto, el chico no se resistió. En su oreja lleva un chip de rastreo, lo peor está por venir.

"Tengo que asegurarme de conocer a este grupo, el niño no debe ser el único secuestrado por este sucio grupo". Javier pensó.

...

Un camión pequeño recorre el territorio rápido, dentro del vehículo: está un joven atado con las manos a la espalda, él intenta mantener la calma. Una adolescente pelirroja intenta desatarse de sus ataduras, se ve asustada, está con los ojos vendados. En el rincón hay dos asientos, hay una señora de cabello color negro: este se ve enredado. Su jefa va en el asiento delantero: son tres mujeres, estas tienen un plan para conseguir dinero más rápido y ese es vender el cabello de los chicos capturados. Aún no llegan a su guarida, donde tienen a más niños y jóvenes encerrados.

¿Ahora se llevan a niños? Eso ya es muy cruel de su parte. —Javier no esta de acuerdo con las chicas enmascaradas.

—Así es el trabajo, haces lo que sea para ganar dinero...

—¡¿Dañando a niños?! ¿En serio? Yo debo ser el cabro con más edad. No entiendo en qué clase de mundo esto puede estar ocurriendo.

—... en este, cariño, en este mundo la gente mala existe. Tus padres debieron enseñarte a...

Javier la interrumpe escupiendo a piso, en su forma de rebeldía. La mujer no se lo toma bien, de su bolsillo saca una tijera afilada. Camina hacia el joven con cuidado y la acerca a uno de los ojos azules del joven, este intenta no asustarse, no quiere que Cera tenga más miedo con todo lo que está pasando.

—Me encantaría comer uno de esos ojitos que tienes, pórtate bien, y quizás solo te coma uno. Por fis, sé un buen niño. —dice la mujer, lo vuelve a amenazar con las tijeras y se aleja mirando los pezones del joven.

Javier siente un escalofrío que recorrer todo su cuerpo, se da cuenta de lo puede pasar si no escapa, aprieta su mandíbula con fuerza. El vehículo se detiene rápido, deja de avanzar. Las dos mujeres se ven enfurecidas. Alguien lanza una bomba de pintura al parabrisas, la mujer de cabello castaño se baja con un arma del camión. Se escuchan varios disparos, nadie sabe lo que está pasando. Cera se pone de pie y le ruega al joven pelirrubio que la dejen ir. El niño pequeño llega caminado cerca de Cera, él tiene una navaja pequeña en su mano.

—¿Qué ocurre allá afuera? —pregunta la mujer de cabello negro.

El niño no responde. Eso irrita a la señora y le grita:

—¡Contesta!

La puerta se abre dejando ver a una mujer más alta que todos: sus ojos son de color verde, su cabello es color anaranjado, su rostro es blanco, es una mujer hermosa a simple vista, su ropa está manchada de baro, tiene puesto un vestido color amarillo. Le dispara en el brazo a la cruel señora. No habla con nadie. Avanza hasta Cera, le quita las cuerdas, luego ve a Javier con una sonrisa formada por sus finos labios.

—Tú, debes ser el que tiene un chip de rastreo, estuviste dañando mi señal... un gusto, soy Gema.

—¿Volviste? ¿Por qué?

Gema lo desata y se queda un buen rato pensando

—Vengo por la loca. Fernanda, esa demente se llevó a mi niño favorito. Es una casualidad que te vea por aquí. —ella responde con una sonrisa, mira a la mujer con brazo herido, la toma de los pies, la arrastra fuera del camión y la encadena con cadenas de bronce, le habla: —Te lo advierto, me encargaré personalmente de que pases tus días encerradas en una cárcel.

Cera se quita las vendas de sus ojos, quiere salir de esa situación. No entiende a Gema, piensa que es una mujer malvada y en sí, no se equivoca mucho. Gema fue una soldada, sentir empatía es una debilidad para ella. Gira su cuerpo hacia los tres rehenes nuevos. Observa las nubes unos segundos: estas se juntan con otras de color grises, empieza a soplar un viento muy helado, se escucha un rugido alrededor. Se acerca un acontecimiento peligroso.

—Tormentas de fríos... debo apresurarme... chicos, ¿cuál es el refugio más cercano? —La soldada sube una mini escalera: se sienta en el asiento del volante, lo pone en marcha rápida.

Cera nerviosa se abraza a sí misma, Javier le explica lo que está sucediendo, le cuenta con calma que a veces se levantan heladas de nieve debido al cambio climático del territorio. Ella se ve desconfiada, no le habla a nadie. Los minutos pasan, el vehículo se detiene frente de una casa pequeña color amarillo, primero entra la soldada con un arma, una bomba lagrimosa y su mascarilla de cuero. Se escuchan disparos, empiezan a salir varios jóvenes de la edad de Javier, otros adolescentes. La joven pelirroja se sorprende, nunca había visto a más de diez chicos con características distintas a ellas, algunos eran de piel morena, otros de piel tostada, cabellos largo color miel, oscuros, pelo ondulado, corto. Los sigue mirando con cierto asombro, a uno de ellos lo encuentra lindo, no para de mirarlo.

—¿Sientes mariposas? —Uno de ellos le pregunta a Cera.

Cera no responde, siente un remolino en su estómago, se queda en silencio hasta que Javier se acerca al muchacho. Ambos se reconocen, son compañeros desde el orfanato. Se abrazan con una felicidad inmensa, luego el grupo de niñas que entra al camión corren hacia el joven sonriente, parecen todos felices al verlo y ser rescatados de las garras de una cruel mujer. Gema vigila el lugar con cuidado, espera a su niño favorito, es un androide con la apariencia de un adolescente, no se va a rendir tan fácil, los espero hasta que vio a alguien salir de unas cajas de madera y la saludo con seriedad.

—Tardaste mucho. Mi chip de rastreo casi fue descubierto por esas mujeres. —el androide corre hacia ella rápido.

Se escucha un rugido más fuerte, las ventanas de la casa son las primeras en congelarse, las plantas se marchitan rápido, el aire se vuelve más pesado, violento y frío. Es hora de buscar un refugio, la soldada no piensa quedarse en la guarida del enemigo. Su arma tiene pocos sedantes. Antes de subir al vehículo pregunta si alguien conoce un refugio cerca, advierte que se acerca una tormenta helada. La mayoría de los niños se ven mal nutridos, se miran entre sí, ninguno contesta. Javier busca un mapa entre los papeles del suelo, recuerda que tiene un lugar a donde ir. Es un hotel donde vive su hermana mayor al mando de un grupo de jóvenes fuertes y guerreros.

—Conozco un lugar, mi hermana vive allí... queda un poco lejos. —Javier fue el primero en hablar.

—¿No podemos volver con mi mamá? Debe estar preocupada. —Cera le habla a Gema.

—Le enviaré la dirección en cuanto pueda, de esa manera va a encontrarte.

La voz de la pequeña es interrumpida por dos niños que no paran de hacerle preguntas, la soldada no les responde a todos con claridad, sube al asiento delantero y se pone en marcha siguiendo el mapa del joven pelirrubio.

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