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Capítulo 2/ Salir de la ciudad

Pasaron las horas, ambos empacaron sus cosas dentro de grandes mochilas. Cera fue la primera en buscar ropa nueva para ponerse, Henry lee algunos papeles con cuidado: tiene el permiso para visitar a otras ciudades de solo hombres. La adolescente se viste rápido, se arregla un poco su pelo desordenado y se ve con disgusto frente del espejo.

—La ropa se ve fea.

—No sabes lo difícil que fue encontrar ropa de niño... casi nadie vende.

—En mi ciudad viven niños... muy pocos. —dijo la pequeña al usar una playera azul, luego decidió usar los jeans verdes oscuros, juntos y la peluca falsa.

Ella está escondida en otra habitación. Henry no puede verla.

—No olvides llevar tus cosas, llevaré abrigos de invierno y comida por si debemos acampar.

Cera salió caminando con su nueva ropa de la habitación, caminó rápido a su mochila. Iba a llevar fruta, cepillo de dientes, cosas personales junto a su perfume. Henry por varios segundos la miro en silencio, hace años que no veía ropa de adolescente.

—¿Y tú qué miras? —pregunto ella con una mirada seria.

—El chaleco está al revés.

—No me voy a cambiar frente de ti... es asqueroso.

—¿Qué te dijo tu mamá sobre los varones? Has estado así desde que te conozco, me miras como si fuera malo. No entiendo por qué.

—En mi escuela dicen: que los hombres fueron responsables de las guerras y la causa de violencia intrafamiliar... lo siento, eso fue lo que aprendí.

—Qué miedo... ¿y algo positivo de nosotros, los hombres?

—Mi profesora me habla sobre un esperma, dijo que esa era una semilla para dar a luz más mujeres y...

—No me expliques, eres muy pequeña para saber esas cosas.

Henry la interrumpe, se siente incómodo con esa conversación.

—Voy a cumplir mis diecisiete, tonto.

Al salir del apartamento. Henry se aseguró de las cámaras de seguridad. La pequeña a simple vista tenía la apariencia de un chiquillo de joven edad: su cabello se ve recogido y corto, sus pantalones son oscuros. Llegaron rápido por las escaleras del departamento hasta el estacionamiento más cercano: están en un subterráneo... Tardarían dos horas de viaje y cada kilómetro de vista era ver: cárteles de igualdad social, árboles frutales, calles pintadas, televisores destruidos juntos a periódicos que chocaban entre sí por el viento, algunas casas antiguas a medio construir y un hospital con la fila de unas personas.

—Parece un basurero... ¿Qué ocurrió aquí?

Cera no conoce esa ciudad.

—Reltih conquistó el país y nos dejó libre de la guerra a cambio de la división... Fue triste.

La chiquilla se quedó pensando.

— Según mamá, fue mejor. En mi ciudad no existían delitos, excepto que...

—En todas las ciudades ocurren cosas malas, niña. —interrumpió Henry leyendo el mapa.

—... supongo, gracias por recodarme a los malos doctores. Ellos me alejaron de mamá.

—¿Te secuestraron?

La pequeña asintió con su cabeza, no quiere llorar.

—Existe una prueba psicológica, las madres calificadas para educar son aceptadas para criar a un bebé. —Contestó la joven. —Y cuando eso ocurre, los malos creen que nos pueden vender al mejor postor... ¡es injusto!

Él miró a Cera nuevamente y le asusto esa respuesta.

—Un bebe nace cuando dos personas se juntan, se enamoran y crean una familia. Tu mamá debió hablarte de eso. — contestó Henry cerca de una gasolinera.

—Baja la velocidad, necesito un baño. —ella ordena sus cosas.

Él hubiera usado un arbusto, no le gustaba la carretera.

—Ve a un árbol, dentro de la gasolinera podría estar alguien.

—¡Quiero bajar ahora! —la adolescente grito, golpeó el asiento delantero con fuerza y miró al conductor —. ¡Por favor! Lo necesito.

—Niña no me grites. Ya voy —contestó él al mover el volante y estacionar el vehículo en la gasolinera desgastada.

Cera salió rápido del auto, necesitaba privacidad.

—¿La dejo aquí?... ¡Esto no va a funcionar! —Henry no se fue.

Le dio un golpe al volante con fuerza, sé pregunto si había hecho algo mal, sí debió ir con las autoridades o pedirle ayuda a alguien. Él gira su cabeza hacia unos papeles de la mochila de la chica, le dio una curiosidad enorme saber lo que ocultaba. Su padre desde pequeño le había enseñado a conocer a las personas. Tomó los papeles con cuidado y comenzó a leerlos con cuidado: el nombre de la madre era Livia Allison. Estaba su biografía como madre legal y un número escrito al otro lado de un papel. Henry, curioso, llama al primer número.

Buenas tardes. ¿Desea visitar la clínica? ¿Una compra más especial? — contesta una voz femenina

Él mordió su lengua. Antes de responder, se armó de valor.

—Yo... me pregunto donde vive la mujer Livia Allison.

Aquí se pueden comprar espermatozoides. Allison es el apellido materno. Un momento, ¿con quién hablo?

—¿Quiénes son los padres? Vuelvo a preguntar, cómo encontrarlos. —Habló serio.

No se escucha bien la respuesta. El preocupado volvió a preguntar hasta que alguien contesto:

Su madre pidió una orden de búsqueda. ¿Eres un hombre?

—¿De dónde salió Cera?

La orden de Cera, es para su madre. Ella la debe firmar si desea cuidar a Cera Allison. Su madre compró un ensayo, y aquí en la clínica se sigue la ley.

—¿De dónde llegan los ensayos? —Henry volvió a preguntar.

Usted está llamando a una clínica de espermas. Por favor, diga su nombre completo: esta llamada está siendo grabada por las autoridades de La plata.

...

Henry tiene el arma de pintura en sus manos, buscar a Cera y su madre se estaba convirtiendo en su única opción, la calle es peligrosa y andar sin armas era una llamada al suicidio. Los rechazados de la sociedad son un peligro: andan como locos en la carretera abandonada.

—Livia, ¿por qué no me dijiste? —dijo él buscando su otro revolver, no veía a la chica hace varios minutos... espero y espero: no se veía ningún alma.

La gasolinera parecía abandonada. Henry encontró una lata de pescado abierta dentro del lugar. Caminó hacia la puerta del baño, letras puntiagudas pintadas de sangre estaban escritas formando una frase: Sin libertad y derecho, mis armas verás.

—¡Cuidado con mi trampa! —gritó un encapuchado detrás de Henry.

Él asustado intentó correr, pero las cuerdas en sus pies lo hicieron caer.

—¡Mi arma está cargada! —advirtió él intentando desatar sus pies.

—¿Has visto un niño aquí? —preguntó el encapuchado, su cabello era femenino. Camina hacia Henry con cuidado. —Busco a un chiquillo.

—¿Qué harás con el niño?

—Piden un dineral por él, es peligroso que esté aquí. —contesta el encapuchado, desató a Henry y luego se quitó la mascarilla mostrando un rostro femenino.

Él la reconoció al instante.

—Tía Verónica. ¿Sigues molesta?

—Lo mismo te pregunto. ¡No sé nada de ti en días! ¡Estás con un niño que no conozco! ¡Huyes de la ciudad y..!

—No hice nada ilegal.

Es su madrastra.

—¡Te cuidé hasta que pude y luego te vas de casa sin decirle nadie! —Lo regaña su tía furiosa.

Verónica había cuidado de Henry cuando lo abandonó su madre y no saber nada de él la molestaba.

—¿Ahora usas trampas para humanos? —gritó Henry al estar en pie y enfrentarla. —. ¡Me sentía terrible para volver! No me sentía capaz de caminar, me dolía hacerlo.

— ¿Qué pretendes?, ¿ser papá? Te vi con un niño, hace un rato.

Henry sospechó que su tía había bebido alcohol y visto a Cera. No tenía más tiempo que perder. Debía buscar a la chiquilla. Cera apareció cabizbaja detrás de la madrastra y dijo:

—Señorita Verónica, gracias por...— Se calla al ver a Henry enfadado, ella seguía con su disfraz de niño.

—Sí, ya fuiste al baño, podemos irnos. —el adulto sonrió de forma forzada antes de perder la paciencia.

—Bien.

...

Su tía verónica no sospecha de la pequeña: le hablo durante todo el camino con tranquilidad. Las dos mujeres se reían un poco. Henry era el único en silencio. Henry estuvo en silencio todo el trayecto hasta llegar fuera de una ciudad: esta es habitada solo por mujeres.

—¿Y tu madre te cantaba de pequeño?

—Claro, ella es muy amable —Contestó Cera sonriendo.

—Henry de pequeño tenía una amiga igualita a ti.

Eso le molesto mucho a él. Seguía mudo.

—¿Cierto? — preguntó Cera curiosa y miró a Henry —. ¿Y qué paso? ¿Se siguen viendo?

—La ideología de Reltih nos separó, hace años que no la veo. —Respondió él.

Verónica sospechó de su voz, ella sabía que él peleó por sus derechos ante de la guerra, una guerra que acabo con hombres siendo prisioneros del gobierno de la líder Reltih: usados como ganadero de espermas.

—Henry, buscaré un sándwich para comer... Quiero hablar contigo fuera del auto.

—¿Hice algo mal? —preguntó la pequeña preocupada.

— Mi niño, claro que no. Hablaré con Henry —Verónica salió del auto. Camina lejos para que nadie la escuche.

Henry cruza sus brazos, la sigue y pregunta:

—Te escuchó ¿Qué quieres?

—¿Por qué lo ayudas? ¿Qué rayos pensaste cuando te lo trajiste? ... ¡Contesta!

Él lo pensó por un buen rato.

—Llegó sola a mi departamento, le di comida, agua y sinceramente... No sabía qué hacer—Se calló unos segundos y miró a su alrededor serio —. Debo ir a terapia, no me siento capaz de cuidarla.

—¿Una niña? No, una madre nunca dejaría a su hija con un desconocido. —dijo Verónica nerviosa sin entenderlo.

—Un grupo de rebeldes la secuestro, estuvo dos días con doctores hasta que logró escapar... Según la clínica Allison, es el apellido de esa niña, una mujer lo compró y meses después nació ella.

—Inseminación artificial, lo más probable que viviera en una clínica. —susurró ella avergonzada—Henry, lo siento tanto.

—En prisión me usaron como ganado de espermas.

Verónica sintió un dolor en su pecho.

—Henry, lo siento, sí no pude evitarlo... Años que...

—No importa las veces que vaya a terapia... ¡La sociedad se rompió! — Henry grita con cierta melancolía en su corazón.

—... Intente reparar ese día, pero no encuentro la manera de curarte.

Los dos adultos se abrazaron en silencio: ambos en el fondo buscaban paz. Henry fue el primero en hablar:

—Lo siento, me alejé de todos.

—Devuelve a la pequeña... Por favor. —contesta Verónica con una lágrima en su ojo derecho, dejó de caminar unos segundos—. Yo sobreviví, inténtalo tú también.

...

Un auto entra a la ciudad La plata: capital de Argentina. En la ventana se ve una mujer mayor y una niña pelirroja en el asiento delantero, dentro del  coche se ve un bulto de ropa y dos mochilas. La señora conduce hasta una población llamada Las quinta: al principio casi se pierden, después de mirar un mapa de la población, llegaron hasta una casa de dos pisos. La chiquilla fue la primera en bajar y gritar:

—¡Aquí es! ¡Mamá vive aquí!

Una mujer joven y alta abrió la puerta de la casa, apenas vio a la niña. Se puso en marcha  rápido hacia ella: la abrazó con fuerza, la pequeña devolvió su abrazo.

—Henry me trajo, tiene un gato lindo, mamá.

Ella mira a su hija confundida, con lágrimas en sus ojos le pregunta:

—¿Quién? —preguntó al mirar intranquila.

Él la miraba serio sin ánimo de bajar del auto.

— Livia, a ella la encontré...

—Tú me hablas después —La mujer lo interrumpió. Miró a su hija y le indicó que entrara a casa rápido, limpio sus lágrimas con su mano—. Henry, un gusto verte.

—... ¿Por qué nunca me hablaste de Cera?

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