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CAPÍTULO FINAL: El alma de todas las cosas


Su último recuerdo era una enorme estaca de barro atravesando su cuerpo, provocándole un dolor inenarrable, una completa desolación. El último recuerdo de Alma era el recuerdo de su muerte y ahora miraba su estómago con impresión, aunque todo seguía allí, intacto como si nunca le hubiera pasado nada.

De alguna manera tenía puesta su ropa preferida y sus borceguíes de cuero negro, con los cuales caminó sobre la suave hierba. Sus manos sentían los dóciles pétalos de las flores silvestres, y sus ojos veían ese extraño mundo donde solo había paz.

—¿Dónde estoy? —preguntó Alma a Drasill—. ¿Qué ha sucedido?

—Te moriste —dijo Drasill—, y te traje a mi mundo, uno que creé solo para mí. Podría decirte que estás en el cielo. Preferí traerte aquí para que pudieras resurgir.

—¿De qué hablas? —Alma miró a sus lados, sabía que estaba lejos de casa—. ¿Resurgir?

Drasill tomó las manos de Alma y la acompañó con una sonrisa calma.

—Como Ánima Mundi, estás condenada al eterno retorno —dijo él—. Al morirte, tu alma no va al mismo sitio que los demás, vuelves a renacer bajo un mismo cuerpo, con tus mismos recuerdos, desde el punto de partida.

—Entonces no me morí —dijo Alma, sus ojos casi brillaron de la emoción.

—Hay un cuerpo tuyo sepultado en Marimé —dijo Drasill, cortando el aire—. Debes saber que un Ánima Mundi puede perder toda su energía en una gran batalla como la tuya, volviéndose vulnerable a la muerte. El problema es que, en el Tierra han pasado tres años desde tu partida. Esos tres años son los que has tardado en regenerarte.

—¡¿Tres años?! —exclamó Alma, retrocediendo con espanto—. ¿Cómo es posible? Lo recuerdo como si hubiese sucedido hace un instante.

—Tu regeneración depende de tu poder, te asesinaron siendo una novata y cuando ya no tenías nada de energía —dijo Drasill—, todo este tiempo, tu alma estuvo purificándose para el retorno. Pero eso ya no es un problema, debo felicitarte por cómo han salido las cosas. No cometiste mi error, y el mundo está dando un interesante giro.

Alma sonrió, no entendía mucho lo del eterno retorno, la regeneración y la purificación. Quizás le preocupaba un la idea de que hubieran pasado tres años, pero estaba ansiosa por regresar.

—¿Cómo hago para volver? —preguntó ella. Pero la cara de Drasill solo denotó preocupación.

—Alma, aunque hubieses seguido con vida, ese mundo ya no te pertenece —dijo Drasill, y antes de que ella empezara con sus interrogatorios, él continuó—: tienes un poder supremo, no puedes morir ni envejecer. Estar entre los mortales solo te hará daño, y es un riesgo que estés con ellos, muchos querrán tu poder y no puedes ceder. Además, ellos te han dado por muerta, te han llorado y sepultado, ya han rehecho sus vidas... pasó bastante tiempo desde que te fuiste.

Alma se mantuvo un instante en silencio y luego se sentó sobre el suelo. La angustia la carcomía con todo lo que debía pensar al respecto.

—¿Eso hiciste tú? —preguntó Alma—. ¿Cómo soportaste la soledad?

Drasill se sentó a su lado y contempló su mundo.

—Durante un tiempo decidí vivir entre los mortales, también tuve compañía de personas a las que les di poder, pero ellos se fueron de a poco —Drasill sonrió con una mirada en la lejanía—. No todos soportan que seas un dios. Esa es otra desventaja. Luego, cree algunos compañeros que me ayudaron en las tareas que me he impuesto. También conservé las almas de algunos animales y ahora viven conmigo. No estoy solo, y tú también podrías quedarte aquí, o incluso podrías crear tu propio reino.

<<¿Mi propio reino?>>, pensó Alma. No quería nada de eso.

—Quisiera volver —afirmó Alma y se puso de pie—, he relegado mi vida por la Sociedad Centinela y por el deber de detener el apocalipsis. Quiero ver a mi familia y a mis amigos una vez más. Quizás más tarde lo tenga que lamentar, pero ahora mismo necesito volver con ellos. ¡No puedes decir que ese mundo ya no me pertenece, tengo muchos pendientes allí!

Drasill suspiró y se dio la media vuelta para hablarle.

—Imagino que no te haré cambiar de opinión, así que tan solo te pido que seas responsable con el poder que ahora tienes.

—Puedes quedarte tranquilo —le dijo Alma—, sabes que hice las cosas bien, y sé que ha sido en parte gracias a tu ayuda. Si me equivoco, podrás venir a deshacerte de mí.

—No puedo deshacerme de ti, ese es el problema —Drasill sonrió con algo de pena—, pero, es una lástima, pensé que te gustaría quedarte aquí, con otro de tu clase.

La forma en la que lo decía parecía una broma, pero detrás de esa broma se escudaba una verdad.

—¿Por qué no vienes conmigo? —preguntó Alma—. Esta victoria te pertenece, sin ti no lo habría logrado. Quizás puedas hacer amigos...

Drasill apoyó su mano sobre la cabeza de Alma.

—Puede que no lo parezca, pero tengo miles de años. Confiaré en que harás las cosas bien, mientras tanto, sabes que tienes un lugar al cual venir.

—Gracias —Alma le estrechó la mano a Drasill, y ambos se dieron un fuerte apretón antes de que ella desapareciera de ese extraño y hermoso lugar.



El cuerpo de Alma cayó sobre un montículo de flores en medio de la noche. Lirios blancos saltaron sobre su cabeza, dejándole algunos pétalos sobre su enmarañada cabellera. No sabía dónde estaba, y eso tenía sentido, porque la ciudad que la había visto crecer ya no existía como la recordaba.

Alma se puso de pie y pudo oír el sonido de unas guitarras acompañando a los redoblantes, el aire cálido acariciándole la piel, un ambiente festivo tras ese enorme laberinto de altas piedras y nombres, que no hacía falta leerlos para saber que eran de los fallecidos. Ella caminó con lentitud, siguiendo las notas musicales de canciones que desconocía pero sonaban familiares, mirando las estrellas en el cielo, acariciando los monolitos con las yemas de sus dedos. De pronto se sintió invadida por la ansiedad, tres años era un tiempo considerable, ¿su regreso complicaría las nuevas vidas de sus amigos?

Las manos temblaban con cada paso que daba fuera de aquel sitio y se acercaba más y más a un enorme cúmulo de gente. Era un recital en un campo abierto, con grandes estructuras repletas de luces centellantes y un gran escenario central en el que una banda de cuatro hermosas chicas demostraba que todavía el punk seguía vivo.

Los ojos de alma se llenaron de burbujas que explotaron en un incontrolable llanto. Todo el mundo coreaba las canciones de las Gatas Ácidas y realizaban pogo en medio del campo. En las enormes pantallas, podía reconocer a sus amigas y a su hermana reemplazándola de manera magistral en el bajo.

Ella avanzó más y más entre la gente, transpirando por el calor de los cuerpos saltando al ritmo de la música, sintiéndose una humana común y corriente atrapada por las vibraciones de la música. Y, casi sin pensarlo, desplegó su siddhi provocando una tenue nevada que aplacaba el sofocamiento.

De las miles de personas, pocos se daban cuenta que en sus cuerpos se deshacían pequeños cristales helados, pero quienes lo notaron al instante fueron todos aquellos que la conocían bien. Se miraron entre sí, creyendo estar presenciando un milagro del más allá.

Las Gatas Ácidas miraron al cielo y sonrieron para seguir tocando con más energía en homenaje a su amiga.

—Alma... —Luca sintió su corazón acelerarse desde lo alto del V.I.P—. Ella está aquí.

—Quizás solo quiera decirnos que está bien —le dijo Gary, palmeándole el hombro.

Pero Luca negó con su cabeza, y comenzó a ver desde arriba a toda la masa indistinta de gente, aunque, entre todos, solo una persona estaba quieta, brillando como un faro en el océano, y no era un fantasma.

Luca apresuró su paso y abandonó el V.I.P

Aunque sus amigos le gritaron para que volviera, prefirieron desistir. Si bien todos tenían secuelas psicológicas de la guerra, Luca era el que más tardaba en recomponerse, el que pasaba noches enteras en vela bebiendo, el que pasaba días enteros sin querer levantarse de la cama, y aunque intentara su mayor esfuerzo, no podía dejar de llorar por Alma. Por más que intentara ocultarlo, todos podían adivinarlo con facilidad: no podía superar su pérdida.

Empujando a la gente con sus codos, desesperado, se abrió paso entre la multitud hasta chocarse con su cabello castaño adornado con algunos pétalos de flores, usando sus jeans desgastados, una camiseta sin mangas de color negro y una camisa escocesa roja atada en su cintura. Ella estaba ahí.

Luca se paralizó tras su espalda. No quería creer que había perdido la razón por completo, ¿era ella? ¿Y si no era? No podía dudarlo, la nieve lo confirmaba. Él extendió su mano y rozó su brazo, tocarle la piel helada lo erizó por completo y las lágrimas volvieron a salir.

Las Gatas Ácidas tocaban su tema de cierre.

Y la nieve nunca más cayó en el trópico,

Y el edén que dejaste nunca fue visto por tus ojos,

El mundo es injusto con los justos.

¡Dime si esto valió la pena!

Cuando nadie más podía seguir imaginando algo mejor,

No dudaste de hacerlo por tu cuenta, y la nieve nunca más cayó en nuestros hombros.

Los aplausos y los gritos coparon la ciudad, y con el final de la canción se hizo una gran suelta de linternas flotantes en conmemoración a los caídos. La noche estrellada de iluminó con miles de pequeñas llamas dirigiéndose al cielo.

Alma quiso avanzar al escenario, pero Luca la tomó de un tirón, obligándola a darse la vuelta.

Sus miradas se cruzaron y el tiempo se detuvo.

De un arrebato, Luca la tomó por la nuca y la besó con desesperación. Era ella.

Alma no se resistió, reconoció los labios de Luca queriendo devorarla con un frenesí apresurado, con el terror de perderla otra vez y con el amor que siempre le había tenido. Tenía un sabor dulce y salado, podían saborearse sus lágrimas incontenibles.

Luca solo se apartó para tomar el rostro de Alma y verla otra vez a la cara, quería estar seguro, no quería creer que había enloquecido. Su piel suave se veía radiante entre las luces de la noche, sus ojos brillantes estaban repletos de vida, no era un fantasma.

—Sabía que regresarías... —dijo él, ella solo pudo leerle los labios, el ruido le impedía oír.

Los sentimientos de Luca la atravesaban por completo, a pesar que ella recordaba todo como si hubiese sucedido el día anterior, y las cosas entre ellos no habían podido hablarse, podía darse cuanto lo había afectado su pérdida.

Alma sonrió y le limpió las lágrimas. y él la alzó entre sus brazos para llevársela lejos del tumulto.



—Estás aquí... estás aquí... —decía Luca, embelesado, sin poder dejar de ver a Alma, que sonreía de verlo tan feliz.

—Lamento haberme tardado tanto —dijo ella, mientras él seguía besándole las manos y las mejillas—, pero para mí ha no ha pasado ni un día. Puedo entender que estás conmocionado, sin embargo es algo extraño que me beses de esa forma, yo estoy tan confundida.

—Lo siento —balbuceó Luca, la voz y el cuerpo le temblaban sin parar—, hoy hace tres años que te fuiste y no he dejado de llorar en todo el día. Las cosas han cambiado, pero mis sentimientos por ti siempre han estado intactos. Cada día, desde que te fuiste, me culpé demasiado por no haber luchado para estar contigo, por hacer todo mal, por...

—No digas más —Alma le colocó su dedo anular en los labios, silenciándolo—, volví porque no quiero tener más pendientes y quiero vivir la vida que nos arrebataron. Por eso ya no quiero que hables de lo que no fue.

Luca asintió y tomó a Alma de las manos.

—Sé que quieres ver a los demás, pero necesito tenerte conmigo a solas un momento más, vámonos de aquí.

Alma miró a un lado, las Gatas Ácidas se retiraban del escenario y el tumulto de gente comenzaba a desconcentrarse.

—Lo mejor sería aclarar algunas cosas con los demás, ya sabes.

—¿Te refieres a Gary? —Luca sonrió, sus lágrimas ya estaban secas, se sentía tan revitalizado como si ella nunca se hubiera ido—. Alma, pasaron tres años.

—Pero tú no me olvidaste.

—Él tampoco, y eso le ha costado dos años a la hora de estar con Jazmín.

Alma abrió su boca, estupefacta, pero luego pudo reírse de ello.

—¿A dónde quieres ir? —preguntó ella a Luca.

Él la jaló lejos de la gente y ella lo siguió. Tendría tiempo de sobra para reencontrarse con los demás, pero en el fondo ansiaba reencontrase con Luca luego de tantas desventuras. Él había sido perdonado, y cuando ella se había visto a sí misma morir, se sintió estúpida por no besarlo una vez más cuando sus recuerdos reflotaron en su mente. Él había sido la persona que más había amado en el mundo, aquel que deseaba con locura incluso cuando se esforzaba para ser odiado, lo amaba incluso cuando no recordaba nada de él.



La nueva casa de Luca estaba cerca del centro, y Alma no pudo evitar mirar el desastre que lo rodeaba. Era la casa de alguien deprimido. Pastillas, alcohol, desorden, así que trató de ignorarlo y prosiguió a responderle sus besos, mientras él se quitaba la ropa y la llevaba a la habitación.

—Necesito saber que no estoy delirando —susurraba Luca a su oído.

—Estoy aquí, contigo, y aquí me quedaré —respondió Alma, acariciándole las cicatrices del cuerpo—. Nunca me dijiste cómo te quemaste.

Ella preguntó, a pesar que él mostraba claras intenciones de no hablar más.

—Nuestras cartas, las quemaron —Luca la alzó y la dejó en su cama para posarse encima de ella—. Quería rescatarlas, fue en vano. ¿Se ven horribles, verdad?

—¿Tus cicatrices? —Alma sonrió—. De ninguna manera, ahora sé que son el fuego de nuestras palabras.

Luego de eso, ya ninguno de los dos volvió a hablar. Las caricias y los besos se profundizaron en la cama, donde pudieron liberar todo aquel amor guardado durante años, comenzando ese capítulo que les había quedado pendiente.

Ya no importaba lo que les deparara el futuro, como fuera, lo enfrentarían juntos.



Aunque había amanecido, ninguno de los dos había podido pegar un ojo. El amanecer de un nuevo día en Marimé les confirmaba que lo de la noche anterior no había sido una ilusión. Todo era real, su nueva realidad, una realidad que siempre habían soñado.

Entre las sábanas, sus cuerpos desnudos se encontraban para tocarse con suavidad luego de una noche sin descansos. Las palabras ya estaban de más, solo se comunicaban a través de miradas y besos, los cuales fueron interrumpidos por el incesante sonido de un teléfono.

Luca tomó su móvil. Tenía decenas de llamadas perdidas y mensajes: "¿dónde has ido?", "estamos esperándote tras bastidores", "Luca, no hagas locuras, ven con nosotros".

—Si quieres podemos ir a buscar a los demás —dijo Luca—, anoche iban a seguir la fiesta y no han parado de mandarme mensajes. Me cuidan demasiado.

Alma le acarició el cabello y el cerró sus ojos a gusto. Ella no podía concebir la idea de todo el sufrimiento que él había pasado en esos tres años, y mucho antes de todo. La vida de Luca había sido miserable desde el inicio, con pocos matices de amor, un amor que les habían arrebatado. De ahora en más, quería ayudarle a sanar todas sus heridas, quería acompañarlo para siempre.

—Vamos, pero adviérteles de mi presencia —dijo Alma—, no quiero que me vean como a un fantasma y que alguno sufra un infarto.

Luca rió, pero de inmediato escribió un mensaje a sus compañeros.

"Reúnanse en El Antro, voy en media hora con una sorpresa."



El mensaje de Luca los confundía por completo. Luca no era de hacer ni bromas ni sorpresas. De hecho, desde la muerte de Alma, su apatía había aumentado tanto como su depresión, por lo que cada día le costaba más salir de su pozo. Todos tenían miedo de dejarlo solo y que cometiera una locura, pero él seguía sin hacerlo gracias al apoyo de la doctora Evenson, su madre Lilian y todos sus amigos. Si bien lloraba a diario, tenía trastornos del sueño y su ánimo le impedía siquiera limpiar su casa, se esforzaba por tomar sus pastillas y hacer algo del trabajo en la Sociedad del Ánima Mundi en honor a su único amor.

Mientras Luca escribía en su teléfono, Alma lo miraba con cuidado. No había cambiado mucho, pero la forma en la que la había besado, la forma en la que le había expresado su irrefrenable amor, la obligaban a plantearse sobre cómo habría lidiado con la pérdida. Tenía demasiadas preguntas, sobre todo tenía preguntas para hacerse a sí misma. ¿Cómo había cedido tan rápido a acostarse con él cuando lo último que recordaba era haberlo rechazado en el Limbo?

Luca la miró y sonrió al verla absorta en sus pensamientos. Alma mordió su labio inferior con una expresión de total bochorno.

—¿Cómo han estado? —preguntó ella—. ¿Qué sucedió luego?

La sonrisa se borró del rostro de Luca, no quería recordar, pero Alma merecía saberlo.

—Agarré a Mateo y estuve a punto de destrozarlo, pero Sofía lo asesinó más rápido.

Alma llevó sus manos a la boca, espantada.

—Dios mío, ¿cómo está ella? —preguntó con preocupación—. ¿Y, Cathy?

—Alma, todos están bien —Luca se acercó a ella y la envolvió en un abrazo—. Todos te lloraron demasiado, pero fueron superándolo. Yo no, yo te lloré hasta ayer. Pero el mundo está en calma. Hay complicaciones, mucho trabajo, eso sí. Ahora vivimos en un mundo sin Orden de Salomón y Sociedad Centinela.

Los brazos de Luca la sujetaban con fuerza, se sentía acogedor, como si no quisiera dejarla escapar nunca más. Era extraño, y su cabeza un lío, pero a Alma le gustaba la forma en la que Luca asumía que ella iba a aceptarlo, tal vez porque durante tres años había podido superar su pasado, podía haber perdonado sus errores, pero lo único que no había podido superar era haber dado marcha atrás con su amor.

—¿Recuerdas que te dije que lo nuestro estaba roto? —preguntó Alma.

Luca se separó del abrazó para verla a los ojos.

—Podemos arreglarlo —dijo Luca—, sé que quieres hacerlo. Estoy dispuesto a hacer todo lo que tenga que hacer para tenerte conmigo y no te arrepientas.

Alma sonrió.

—Cambiaste.

—No lo hice —dijo Luca—. El miedo y la desesperanza me habían bloqueado, pero eso ya no existe más. Desde el primer instante te amé, te lo dije y eso no cambiará.

—Me hace feliz oírte decir eso.

Esta vez, Alma tomó a Luca del rostro y lo besó con cuidado, sus labios querían fundirse otra vez. Pero Alma lo detuvo a tiempo y se levantó de la cama.

—Vámonos ya —dijo ella—. Quiero verlos a todos.



En El Antro, los chicos de la Sociedad del Ánima Mundi se encontraban dormitando en las sillas luego de una larga jornada de música y alcohol, sin embargo algo les impedía rendirse al sueño. En primer lugar, Luca les había pedido que lo esperaran allí; luego de su abrupta huida, querían saber si estaba bien. En segundo lugar, la tenue agua nieve los había dejado desconcertados.

—Creo que fue una señal del más allá —dijo Jazmín—. Un milagro.

—El único más allá que conocemos es el Limbo —respondió Yaco, frotando sus ojos somnolientos—. No hay ningún misterio. Si Alma fue allí, quizás su energía se recicló en el Ánima Mundi de este universo, ese tal Drasill. Es por eso que no volvió con nosotros.

—Son suposiciones —dijo Bianca—. Me preocupa Luca, a veces veo sus ojos hinchados, es obvio que sigue sufriendo. Sé que sigue con su terapia pero ha pasado por mucho.

—Todos pasamos por mucho —le dijo Sofía.

—Pero para algunos solo fueron momentos malos —dijo Gary—, para él fue toda la vida.

Un silencio incómodo los retrotrajo al pasado, un pasado que querían tener presente para avanzar de forma asertiva, pero no querían que se convirtiera en un ancla que no los dejara avanzar. Era difícil mantener el equilibrio.

—¿Quieren café? —preguntó Mao, forzando una sonrisa para alivianar la tensión.

En ese momento se oyó el rugir del auto de Luca, estacionando frente al El Antro. Todos detuvieron sus miradas sobre la puerta.

Luca entró primero, y Alma esperó afuera, estaba comiéndose las uñas, quería verlos a todos, abrazarlos, pero sin causarles un infarto.

Todos se sorprendieron al ver a su compañero, se veía radiante, con la mirada luminosa y la piel suave.

—Luca, ¿qué es todo esto? —preguntó Alex.

—Alma, ella volvió —dijo esbozando una sonrisa.

Todos quedaron paralizados ante tales palabras. No sabían creerle, compadecerse de él o pedirle que dejara de decir estupideces, pero Luca no les dio tiempo y abrió la puerta del bar.

Alma dio un paso al frente, su presencia irradiaba una energía que dejó a todos atónitos. El Antro quedó en silencio, solo roto por el suave tintineo de la puerta al cerrarse tras ella. Su figura, aunque familiar, parecía casi etérea, pero era ella de carne y hueso.

Todos la miraron con una mezcla de asombro y alegría, presenciando el milagro. Alma, por su parte, se acercó al grupo, sintiendo la mirada de cada uno de sus amigos clavada en ella. Estaban sin habla, pero Sofía fue la primera en romper el silencio.

—¿Alma? —murmuró, como si no pudiera creer lo que veían sus ojos.

—Pero... tú estabas muerta —balbuceó Jazmín, llevándose las manos a la boca.

Alma esbozó una suave sonrisa y se aferró a la mano de Luca, quería ir despacio para no asustarlos. El resto de la Sociedad del Ánima Mundi se quedó paralizado, incapaz de procesar la realidad que tenían ante ellos.

—No es un truco —dijo Luca con emoción en la voz—, les dije, se supone que un Ánima Mundi no podía morir.

Sofía fue la primera en reaccionar y se lanzó hacia Alma, abrazándola con fuerza. Los demás siguieron, envolviéndola en un cálido abrazo colectivo. Las lágrimas de sorpresa y felicidad se mezclaban en sus rostros mientras Alma, con lágrimas en los ojos, asimilaba el amor y la calidez de sus amigos.

—¿Cómo es posible? —preguntó Gary, aún sin poder creerlo.

—Es una historia larga, pero Drasill me dejó volver —Alma miró a cada uno de ellos con gratitud—. Estoy muy feliz de estar de vuelta y de tenerlos a todos juntos.

Mao, que había estado observando en silencio, rompió el hechizo del momento:

— Creo que el café será necesario, después de todo. —dijo, sonriendo mientras se dirigía hacia la barra.

La Sociedad del Ánima Mundi, se dispuso a celebrar la inesperada y milagrosa reunión en El Antro. Alma había retornado de la muerte y había abandonado el paraíso por una segunda oportunidad para vivir esa vida que tanto había relegado.

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