Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 5: Esperanza


Era temprano, las seis de la mañana, y ni siquiera cantaban los gallos, pero la resaca despertaba a Bautista de un cachetazo en sus neuronas deshidratadas. Así que decidió vestirse y servirse algo de beber. En tanto se calentaba el agua para su café, él tragaba de una botella de agua. Mientras, revisó su lista de ítems diarios. Debía iniciar con el entrenamiento de Alma y de sus compañeros. Por otro lado, quedaba el dueto de Ángeles y Sam para su proyecto de plataforma espacial. Antes del mediodía tendrían tiempo para un descanso y tomar duchas, y finalizar con la etapa de peleas en el cuadrilátero. Alma debía ganarle a Sebastián, el único invicto.

—Vida de mierda —murmuró, luego de vaciar el envase y lanzarlo al cesto de basura.

El agua hirvió al momento que se oyó el ruido de motores detenerse en la morada. Bautista elevó su mirada en el reloj de pared, podía ser que los chicos hubiesen llegado más temprano de lo habitual; así que se asomó a la sala de entrada, y, en cuanto vio una melena rubia ingresar a la sala, no pudo evitar correr hacia ella.

—¡Bianca, hija! —Bautista quiso abrazarla, pero ella lo detuvo con su brazo.

—No me llames así y no te me acerques —dijo ella, haciendo que el hombre se detuviera en su lugar—. Dejaste de ser mi padre el día en el que preferiste tus idioteces ante mi vida o la de mi madre.

—¿Idioteces? —Bautista frunció el ceño—. Idioteces son las que busca la organización psicópata para la que te obliga a trabajar mi hermano.

—Nadie me obliga —Bianca dio un paso adelante—. Lo sabes, siempre supiste que la Sociedad Centinela estaba corrupta desde los cimientos, y no se te ocurrió otra cosa que fundar una organización de fracasados. Por suerte, descubrimos a otro de tus cómplices: Orlando White. Era muy obvio. Podrías decirle que cooperara, después de todo queremos lo mismo que querías tú.

—Así que Leonardo te envía para ablandarme y que yo ablande a Orlando —Bautista rió con fuerza y regresó a la cocina, ignoró el agua de su café y abrió una lata de cerveza. Bianca lo siguió—. Estás equivocada. Mi organización estaba en contra de la Sociedad Centinela y de la Orden de Salomón. Nadie me creía a pesar de las pruebas, siempre supe que existían traidores y que eran peor que la muerte. Leonardo me ofreció ser parte de su secta de megalómanos y los rechacé, por eso permanecí veinte años encerrado. A diferencia de mis camaradas, que fueron ejecutados, conmigo tuvieron una falsa piedad porque sabían que podían usarme como carta del triunfo, por eso me liberaron ahora. Pero, ¿sabes qué? Pueden irse a la mierda. Lamento que en mi ausencia te hayas convertido en esto. Pero sí, creo que el bien de toda la humanidad está por sobre mi individualidad y la tuya. Lo siento, y lamento que Leonardo te haya convencido que ustedes son mejores que el resto.

Bianca apretó sus puños con fuerza.

—No me conoces en lo absoluto —rumió Bianca—, por eso crees que soy un soldado sin ideas propias. A decir verdad, desde que quedé sola he buscado mi propio criterio de justicia y libertad.

—¿Y ese criterio te ayuda a decidir quién va a vivir y quien va a morir en el apocalipsis? —Bautista vació su lata de cerveza y la lanzó al cesto de basura—. Quizás deberías analizar el momento en el que tu juicio se asemejó tanto al de mi hermano. ¡Libertad, justicia y verdad! Eso es lo único que saben repetir mientras cavan la tumba de millones. Me dan asco.

—Veo que no podré llegara un acuerdo contigo —Bianca resopló—. Seré directa, si tu amigo no coopera será asesinado; si entrega su lealtad a la Orden se salvará.

Bautista carcajeó y se dirigió a buscar otra lata de cerveza.

—¿Y qué garantía existe de que lo dejen vivir una vez que obtengan todo de él? —preguntó Bautista, dando vueltas a la cocina—. No se puede negociar con terroristas, pierdes el tiempo conmigo. Nunca estuve interesado en los tres secretos, no sé nada de ello ni qué relación existe con los Skrulvevers.

Bianca quedó un instante dubitativa, jugueteando con uno de sus brazaletes, hasta que se lo quitó de un tirón, casi como un acto nervioso. En ese momento, la tensión se rompió con el rugido de los motores. Bautista elevó su vista al reloj de pared, los miembros de la ex División Alfa comenzaban a llegar.

—¡Llegamos! —exclamó Alma con una gracia impropia, y es que su noche había terminado de maravilla—. Trajimos pasteles para desayunar, con limón y chocolate, tus preferi...

Alma se asomó a la cocina y se encontró con la mirada penetrante de Bianca. Su respiración se detuvo, así como el tiempo. En un segundo recordó todo lo que la Orden había hecho para hacerla explotar y reafirmar su condición de Gris, y así convertirla en su sujeto de experimentación. Alma desvió sus ojos a la mano de Bautista, que sostenía una lata fría. Ella, en dos pasos, se acercó a su tío y le arrebató la bebida para tirarla al cesto.

—Nada de alcohol por las mañanas, Bautista —dijo firme, ignorando a su prima—. Desintoxícate ya mismo.

—Piensa en lo que dije —siseó Bianca, en dirección a su padre—, puedes negociarlo conmigo, no tengo intenciones de que siga muriendo gente.

Bianca se dio la vuelta y se oyó un ruido metálico. Era su pulsera que caía al suelo, sin embargo ella siguió su camino.

El resto del equipo abrió paso a Bianca, antes de caer en las hostilidades que no llevaran a ningún puerto.

—Debiste avisar que tenías visitas —murmuró Alma, de regreso a la sala con su tío y una botella de agua.

—Fue una sorpresa —admitió Bautista—, trató de persuadirme para que hiciera hablar a Orlando. A pesar que mi hermanito dijo que no lo matarían, bueno... no piensan tenerlo de rehén por siempre.

Alex inspiró hondo y apretó sus puños.

—No esperaba otra cosa —murmuró Alex, y dirigió su vista al brazalete en el suelo—. ¿Qué es eso?

Alma lo agarró y lo miró en detalle. Era un brazalete ancho, de al menos una pulgada, de color dorado y líneas azules en los bordes con tres pequeñas perlas incrustadas.

—Es el tótem de Bianca —dijo Bautista—, volverá por él.

—¿Un brazalete puede ser un tótem? —preguntó Alma, pensaba que todos debían ser armas.

—Mi hija posee una increíble habilidad telequinética —explicó Bautista—, su mente habla a través de sus manos para mover lo que desee. Da igual el tótem que tenga, los brazaletes le ayudan a canalizar ese poder. Aunque, considerando su nivel de entrenamiento, es seguro que ya no lo necesite.

—Tirémoselo a la basura —dijo Ángeles, arrebatándoselo de las manos a Alma, y sin querer presionó una de las perlas que se hundió en el metal, lo cual llamó su atención—. ¿Qué mierda es esto?

Ángeles analizó la pieza más en detalle. Las perlas no eran genuinas, eran botones metálicos, y cada vez que los presionaba en las pulseras se dibujaban distintas formas iluminadas. Al presionarlos a los tres juntos un ruido blanco envolvió todos los rincones. ¿De dónde provenía? Los chicos buscaron por todos lados, para descubrir que venían de sus bolsillos, en donde guardaban sus teléfonos.

—No tienen señal —Mao mostró su móvil.

—Bien —Alex se cruzó de brazos—. ¿Cuántas posibilidades hay que un miembro de la DII olvide su extraño tótem en nuestra sede de entrenamientos?

—Lo analizaremos —dijo Ángeles con la mirada puesta en Sam—, ustedes sigan con sus puñetazos y sus tonterías.

—Si al final de cada semana Sebastián rompiera tu cara no dirías lo mismo —dijo Alma poniendo sus ojos en blanco.

—La idea es no dejarte golpear —dijo Sebastián.

—Basta de charlas —exclamó Bautista—, quiero que se dividan en dos grupos, los chicos con siddhis irán a entrenar al jardín, los chicos sin siddhis irán a luchar al ring. Alma, tienes una misión especial. Y los chicos nerds..., sigan con sus mierdas.

Ángeles murmuró algunos insultos y tomó a Sam de la mano, arrastrándolo a la biblioteca. Los grupos se dividieron acorde a la orden de Bautista.

—Lo siento, hoy no entrenaré —irrumpió Yamil—, me siento un poco aturdido, iré a meditar un poco al cuarto blanco.

Bautista asintió con la cabeza, podía intuir que el único Skrulvever de los alrededores comenzaba a sentir la presión de la Orden. Algo que no se decía en voz alta era la idea de que Yamil podía ser tomado de rehén una vez que Orlando ya no les sirviera. Sin embargo, atrapar a una persona capaz de desaparecer en el momento, era algo que la Orden no podía hacer a la ligera.

Las miradas de Alex y Alma se cruzaron. Desde aquel suceso en el que Yamil los había absorbido e intercambiado por kadavrés, no daba pistas de nada.



En el jardín de la casa de campo, Alma analizaba los informes enviados a Bautista. Esta vez, la Orden de Salomón pedía que la Gris replicara un iceberg en el prado. Era una locura.

—El hielo debe ser más sólido que la última vez —explicó Bautista—, recuerda que si sientes dolor de cabeza o mareos debes detenerte al instante. Los siddhis tienen un límite energético.

Alma aflojó su cuello, giró sus hombros y se concentró en la forma y estructura del iceberg. Generar una pieza gigante y sólida de hielo, con una figura específica en medio de un campo, dependía de toda su concentración. Ya no jugaba a las bolas de nieve con sus amigos, tampoco generaba ráfagas de nevadas incontenibles, y si bien los picos de hielo seguían siendo sus aliados en la batalla, ahora podía realizar esculturas, formas variadas y de distinta firmeza. Los entrenamientos variaban en complejidad y ocupaban un tercio de sus días. Su cuerpo era más ligero y su siddhi más asertivo. Podía usarlo en una batalla real sin recurrir a una desestabilización.

Desde el suelo emergía una gran roca blanca, Alma movía sus dedos, guiando su energía para dar forma a los detalles, para agrandarla y elevarla. Era pesada y su masa iba en aumento. El sudor recorría las sienes de la joven a medida que el bloque se agrandaba bastante, pero el diámetro debía ser mayor. Sus brazos temblaban, sus dedos se acalambraban, era una gran concentración energética en un solo punto.

La respiración se le dificultó, las piernas se le doblaban. Alma sentía la fatiga en todo su cuerpo. Sentía su propia energía abandonarla para proseguir con su tarea. Hasta que cayó de rodillas una vez que el hielo alcanzó el tamaño de una habitación.

Agotada, Alma reposó en el suelo, buscando oxígeno con el cual llenar sus pulmones. Bautista corrió a su lado y le tomó el pulso.

—Te dije que si sentías agotamiento debías detenerte —regañó el hombre.

—No lo entiendo —murmuró Alma, con la vista en el cielo—, congelé un parque de diversiones, un bosque... nunca me había agotado tanto en tan poco tiempo.

—Es distinto —explicó Bautista—, no es la cantidad, sino la calidad de lo que haces. Este iceberg es demasiado grande y denso, y está hecho a consciencia. Has moldeado un pedazo de glaciar. Tardará semanas en deshacerse.

La vista de Alma se dirigió a su enorme creación. No le encontraba sentido.

Bautista se sentó a su lado y resopló. Él podía imaginar los planes de la Orden de Salomón. Si tenían búnkeres listos para un apocalipsis, alguien iba a tener que reconstruir el mundo ideal en el que planeaban vivir.

—¿Qué sabes de los Skrulvevers? —preguntó Alma, a medida que su aliento regresaba—. ¿Dónde viven? ¿Por qué no se han involucrado en esta guerra? Al único que conozco es a Yamil y suele ser bastante hermético con esas cosas.

El hombre frunció el ceño.

—Nadie sabe dónde viven —relató Bautista—, sus habilidades les permiten esconderse del mundo y huir de cualquier tipo de rastreo. No les interesa involucrarse en asuntos sociales, por eso se han quedado al margen de los desastres ocasionados por centinelas y salomónicos. No permiten que existan relaciones de sangre con centinelas, por eso Yamil vive en tensión con su clan, aunque su padre, Kiran, permitió que su hijo aprendiera sus habilidades bajo la fuerte advertencia de que si entregaban su secreto a los centinelas, ellos se encargarían de limpiar el planeta.

—¿Tienen el poder de exterminar a todos? —preguntó Alma—. Si es así deberían actuar ahora en contra de la Orden. Tanto misterio me abruma.

—No se sabe cuáles son sus límites —Bautista negó con su cabeza—. Es como si fueran ajenos a este mundo, simples espectadores. Están tras algo más grande, y eso es lo que protegen, por eso prefirieron aliarse a los centinelas, y la Orden los detesta, detestan que haya alguien cuyas intenciones sean un completo misterio.

Al recuperar sus fuerzas, Alma se sentó y giró su cabeza hacia su grandiosa escultura. Sonrió amarga. No importaba que tan genial fuera tener habilidades "mágicas", no podía verse a sí misma más que como una cobarde atravesada por un poder que desconocía. Siempre había alguien más arriba sosteniendo sus hilos. Ya no podía imaginar una forma en la que el mundo fuera mejor.

Con desgana, se levantó del suelo y arrastró sus pies hasta el gimnasio, era hora de que la molieran a golpes.



En la pizarra ubicada al lado del cuadrilátero, Bautista anotaba con una tiza los nombres de los contrincantes; primero que todo, escribió el nombre de Alma junto al de Sebastián, no podían ignorar esa batalla hasta ser superada, pero los pronósticos indicaban que sería otro fracaso, porque a Alma le costaba aprender de sus errores.

—¿Esto es necesario? —preguntó Alma, al subirse al ring mientras ajustaba su cabello—. ¿O les gusta humillarme?

Sebastián también subió, se quitó su tapabocas y sonrió con calma. No era una mueca de soberbia, sino de amabilidad. No era la persona más sociable del grupo, y no era de abrirse con facilidad con quienes no eran miembros de la Legión del Mal, pero era una persona sincera que solo hablaba cuando era necesario. Asimismo, nunca subestimaba a sus oponentes, por eso mismo Alma no podía ganarle, no solo era el más fuerte sin un siddhi, sino que no se lo podía engañar o atacar por la espalda como lo había hecho con Mao.

—Cuerpo, mente y espíritu —enumeró Bautista—, debes estar equilibrada en todos los aspectos para hacer florecer tu máximo potencial.

<<Vamos, Alma, ya peleaste con él decenas de veces>>, se dijo a sí misma.

Desde que los entrenamientos eran cosa diaria, Alma había afinado sus técnicas de combate, su fuerza había aumentado, así como su agilidad y destreza; sin embargo, Sebastián le llevaba una vida de ventaja. Los que podían atestarle un golpe, lo hacían luego de un duro trabajo, quien podía igualarlo, y hasta superarlo, era Mao, claro que se lo debía a su siddhi.

—Ya has hecho esto antes, Alma —dijo Sebastián, saltando de un lado a otro, calentando sus brazos con sus tonfas—. Si vuelves a correr como desquiciada, o a cubrirte con hielo, no tendré más alternativa que vencerte en un parpadear. Yo no te subestimo, tú tampoco lo hagas.

En ese momento Alma entendió que él le pedía a ella que se tuviera fe, porque el poder ya lo tenía. Ella tragó duro y miró a los costados. Gary jugueteaba con sus dedos, los nervios lo carcomían porque ya conocía el resultado. Lo mismo sucedía con cada uno de los presentes. Algunos ya evitaban verla al rostro. Claro que no tenía que sentir vergüenza al ser derrotada cada semana por un sicario profesional, pero era lamentable que todos tuvieran que sufrir el mal momento.

—No correré —Alma entró en calor, saltando a los lados, y en el momento justo que Sebastián arremetió contra ella, ella se elevó en el aire mediante un gigantesco bloque de hielo.

Sebastián dio un golpe brutal al bloque, partiéndolo. Alma trastabilló y saltó al otro extremo del cuadrilátero. Con una mano, ella tomó la vara que guardaba a sus espaldas, y con la otra formó un escudo de hielo. El chico usó sus tonfas para partir el escudo de una indiscutible solidez. Alma gritó y con ello crecieron decenas de picos de hielo desde el suelo. Sebastián saltó y las golpeó para poder pararse sin pincharse. Ella aprovechó el instante para correr hacia él y lanzarle un violento golpe con su palo. El bastón le dio justo en el brazo, ya que Sebastián se cubrió antes de ser herido en la cabeza.

El chico la pateó en el estómago, y aunque dolía como la muerte, Alma se encerró en una burbuja de hielo para recomponerse. Con un solo golpe, los cristales del domo de hielo volaron por el aire, y justo cuando Sebastián arremetió contra ella, del suelo emergieron filosas agujas que lo enredaron y lo detuvieron en el acto.

Todo el mundo se mantuvo expectante. Era la primera vez que Sebastián quedaba atrapado y eso se debía al manejo del siddhi de Alma.

Sebastián trató de liberarse, el hielo comenzó a quebrarse, pero Alma no tuvo piedad. Cubrió sus puños de picos con hielo y le atestó una lluvia de puñetazos que marcaban su primera victoria en cuatro meses.

El hielo fue reabsorbido y Alma cayó de rodillas frente al cuerpo abatido de Sebastián. Los aplausos no se hicieron esperar.



El shock del triunfo persistía en Alma. Si bien su estómago dolía por la patada, quería guardar el moretón como recuerdo de su único golpe recibido, a diferencia de su compañero que debía embeber su rostro en elixir.

—Has logrado un increíble dominio de la forma y espesor de tu hielo —dijo Sebastián, extendiéndole su mano—. Eres capaz, y ahora tienes el valor y las herramientas. Me gustaría volver a luchar en otra ocasión.

Alma le estrechó la mano, pero luego lo abrazó de un arrebato.

—Gracias por creer en mí —dijo ella, con la voz agarrotada en la garganta.

—Vamos a traer a Bianca más seguido —musitó Mao, con el mero propósito de cortar la emoción—, al parecer necesitabas que tu sangre volviera a hervir.

Alma, con los ojos brillantes, le enseñó su dedo del medio, pero antes que pudiera responderle con algún insulto, Gary fue corriendo a ella para atraparla en un abrazo y callarla de un beso. Bautista abrió sus ojos a más no poder. Algunos carraspearon sus gargantas ante la efusividad del prematuro romance, pero el incómodo momento fue interrumpido por Yamil, que regresaba tras horas de meditación en el cuarto blanco.

—¡Yamil! —Alex corrió a él—. ¿Estás bien?

Era inevitable preguntar cuando su amigo abría las compuertas del gimnasio con sus ojos cerrados.

—Estoy bien —respondió, abriendo los ojos con lentitud—, ¿dónde están Ángeles y Sam? —inquirió.

—¡Aquí estamos! —Ángeles corría hacia los chicos, sosteniendo el brazalete de Bianca, detrás de ella venía Sam, con la cara pálida.

—¿Averiguaron algo? —preguntó Yaco a Sam.

—No es un tótem —dijo Sam—, es un objeto que puede manipular las radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia.

—¿En español? —inquirió Mao.

—Es como el arete que había creado —recordó Ángeles—, parece ser un plagio de mi creación, la cual nos prohibieron usar. Sin embargo, esta también tiene la capacidad de atraer ondas, lo que significa que podemos oír conversaciones ajenas, no solo bloquear las propias.

Bautista se acercó a Ángeles y tomó el brazalete. Por un instante pensó en las palabras de su hija, ¿existía alguna posibilidad de que en realidad tuviera un criterio propio? ¿Habría utilizado ese brazalete para bloquear o difundir su conversación? ¿Había olvidado su brazalete adrede? ¿Intentaba ayudar o fingir? El hombre apretó su puño, su única certeza era que su hija no era quien decía ser.

—Aleja esa cosa de aquí —ordenó Alma—, sean buenas o malas las intenciones, no necesitamos nada que provenga de Bianca.

La determinación de la líder era asertiva en el momento correcto. Ángeles asintió con la cabeza y guardó el brazalete en una caja metálica para regresar al gimnasio.

Una vez que estuvieron todos reunidos, y lejos de ese extraño artilugio, Yamil extendió sus brazos sin previo aviso y envolvió a todos en la negrura de su habilidad. Más de uno perdió el equilibrio al verse sorprendido, pero Alma y Alex estaban firmes frente al Skrulvever.

—Lamento hacer las cosas de este modo —dijo Yamil.

—¡¿Qué es esto?! —bramó Bautista, la mayoría aguardaba una respuesta con el pánico impostado en la cara.

—Este es el único método para hablar sin ser escuchados —explicó Yamil—, he advertido a Alma y a Alex de esto —añadió, refiriéndose a los demás presentes—.Sé cuál es el tercer secreto, sé cómo ejecutarlo y creo que esa podría ser nuestra única arma contra la Orden antes del apocalipsis.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro