CAPÍTULO 20: Legión de Medianoche
Las situaciones siempre habían sido inestables más allá de las amenazas de apocalipsis. Hacía veinticinco años atrás las cosas no resultaban tan tranquilas para la antigua División Alfa de la que Leonardo era el líder indiscutido.
Desde que el joven de diecinueve años había asumido el puesto de su padre, su rutina consistía en un arduo trabajo de doce horas diarias en la gran biblioteca, donde tenían una sala privada repleta de libros prohibidos y el más ostentoso mobiliario.
Cada uno de los miembros recordaba ese fatídico viernes que fue un punto de inflexión para los hermanos Santamarina, o por lo menos Bautista lo hacía. Recordaba todo. Estaba molesto por como Leonardo llevaba la situación de las cosas, por como manejaba la gente a su antojo, pero lo que más le molestaba era trabajar como su peón y el de su padre. Los sentimientos negativos solo le secaban la garganta, quería beber licor para saciarse, pero debía disimular su vergonzosa adicción frente a sus compañeros, sobre todo frente a Bella Beltrán, con quien había conseguido una cita luego de tantos años de enamoramiento en silencio.
—Ella es Pandora —señaló Leonardo a una jovencita de largo cabello castaño y piel pálida como la de un enfermo—. Los Altos Mandos han decidido unirla a la Sociedad Centinela, y será nuestra compañera, ya que nuestro trabajo consiste en el control de las subsociedades y Pandora ha trabajado codo a codo con Edgar Hyde en la creación de los anómalos.
Una mujer alzó la mano, se trataba de Bella, y Bautista la observó con el rubor en sus mejillas. Cada cosa que ella hiciera era motivo para estar embobado. La joven de cabello sedoso y rubio, de mirada celeste y felina habló con un tono bajo pero firme.
—¿Por qué ella y no Edgar? —preguntó y alzó una ceja—. ¿Por qué los Altos Mandos quieren que trabajemos con la asistente y no con el creador?
Pandora rechinó los dientes y apretó los puños, pero Leonardo se encargó de responder.
—Pandora es una mente excepcional y tiene lo que le falta a Edgar: cordura —dijo y continuó—. Tratamos de llegar a él por muchos medios, pero no es una persona apta para ser un centinela. Además, ese demente ha creado centenares de anómalos desde hace décadas y los ha repartido por el mundo, debemos buscarlos y reunirlos para que no presenten un problema mayor. Pensaba utilizar una IPC y reunirlos ahí, no lo sé... debemos planificar lo que haremos con los anómalos para mañana, sí o sí.
—Estábamos trabajando en el asunto de los Nobeles —dijo un joven de cabello negro alborotado, él colocaba los pies sobre la mesa y observaba a Leonardo con una mirada desafiante.
—Baja los pies, Kuno —ordenó Leonardo. Kuno sonrió y se sentó con la postura erguida, entonces Leonardo le respondió—: el caso de los Nobeles ha sido tomado por Isaac Wolser.
—¡¿Un Alto Mando?! —Bautista se puso de pie—. ¿Por qué? La División Alfa se encarga de las subsociedades.
—No me dieron explicación —Leonardo tomó aire—. Da igual, tenemos trabajo que hacer.
—Esto es increíble —murmuró un joven de rostro delgado y lentes.
—¿Quieres decir algo, Frey? —preguntó Leonardo al joven de lentes
—¿Acaso puedo decir algo? —preguntó Frey—. Estuvimos trabajando sin descanso en el asunto de los Nobeles para que nos destituyan sin una razón y ahora nos pidan un trabajo de último momento. Esto es una basura, y lo sabes.
Pandora se sentó y escuchó la discusión. Recién llegaba y no podía acotar nada.
—También me indigna —resopló Leonardo—, pero los cuestionamientos a los Altos Mandos están prohibidos. No aceptarán otra queja de mi parte.
—Los Nobeles representan una amenaza —habló Bella—. Estamos hablando de genios indiscutidos, hay que reconocer nuestros límites.
—¡Al carajo! —Kuno se levantó y pateó la mesa—. Todo este sistema es una maldita farsa.
—No me quedaré de trasnoche haciendo la tarea —añadió Bautista antes de levantarse y abandonar la habitación.
Frey y Kuno fueron tras él.
En la habitación, quedó Leonardo junto a Bella y Pandora.
—No estoy de acuerdo —resopló Leonardo—. Justo cuando creemos que podemos prosperar y guiar a la humanidad, como se debería hacer, los mismos Altos Mandos sabotean nuestros avances, archivan nuestros casos, congelan nuestras investigaciones.
—Así que esto es más de lo mismo —rumió Pandora, casi para sus adentros.
—Le diré a los chicos de ir a tomar una cerveza —dijo Bella, intentando una sonrisa—, podemos distendernos y llegar a un acuerdo.
—¿Con mi hermano y los otros dos? —preguntó Leonardo—. Olvídalo.
Sin ningún tipo de vergüenza, Bautista vaciaba su vaso de cerveza en compañía de sus amigos y compañeros de trabajo: Kuno y Frey, allí también estaba Bella, quien había tenido la idea de ir por un trago a la Puerta Dorada, el bar de la Sociedad Centinela.
—No es justo que te enojes con tu hermano —dijo Bella a Bautista—. Él elevó decenas de quejas cada vez que interrumpían nuestro trabajo o nos cambiaban de funciones.
—Sabía que esto pasaría —respondió él—. Estoy cansado de ser un peón. Todos los cuentos que nos dijeron acerca de la Sociedad Centinela son una farsa. No podemos avanzar si sigue habiendo secretos entre nosotros.
—Lo estás llevando muy lejos —añadió Bella.
—No es la primera vez que sucede —habló Kuno—. Nuestra misión parece limitarse en archivar y clasificar a las subsociedades, pero cuando profundizamos nos sacan del juego.
Un aura lúgubre los dejó en un silencio dramático que fue interrumpido por Orlando White.
—¡Qué depresión! —Orlando soltó una risotada, tras él venía su novia Ada y su amigo Kiran Skrulvever—. Cada vez que veo a la División Alfa me alegra ser de la baja casta.
—¿Qué les sucedió? —preguntó Kiran—. Estaban muy emocionados hasta ayer.
—Nos destituyeron del caso de los Nobeles —respondió Frey, acomodándose los lentes.
—Debe ser por lo que me dijo Lilian —siseó Orlando.
—¿Lilian? —preguntó Bautista—. ¿No es la hija del presidente de la DII? ¿Qué es lo que te dijo.
Orlando miró a los lados, tomó un vaso de cerveza y llevó su dedo a la boca en un gesto de silencio. Sus ojos se estrecharon y observó a cada uno de los presentes antes de hablar.
—Lilian me dijo que los Nobeles trabajan en una máquina a la que le llaman Disociador M —explicó en un susurro—. Sirve para encriptar recuerdos mediante traumas, su objetivo es dominar las mentes de los anómalos para crear un ejército de bestias despiadadas. No tengo mucha información de su forma o funcionamiento, pero la DII está muy interesada en ello.
—¿Cómo es que sabes eso? —preguntó Ada, poniendo sus manos en sus caderas—. ¿Y por qué no me dijiste nada? ¡¿Y qué relación tienes con Lilian?!
Los miembros de la División Alfa intercambiaron miradas de asombro.
—¡Lilian es mi amiga! —exclamó Orlando—. Una amiga que hice por conveniencia... pero una buena amiga. Ella es mi informante, mis ojos dentro de las más altas cúspides de esta hermosa y corrupta sociedad.
—¿Qué carajos, Orlando? —preguntó Bautista, desconcertado.
—No me juzguen —Orlando tomó asiento y se sirvió un trago—. Los de la alta casta no tienen los problemas que tenemos nosotros. No podemos dar un paso sin consultar a todo el mundo. Vengo de una familia de arqueólogos respetada, y el único motivo por el cual nunca pudimos avanzar en nuestras investigaciones es porque no nos dejaban ascender.
—Porque tu familia tiene una obsesión con lo que no se debe investigar —respondió Kiran.
—¿El tercer secreto? —rió Bella—. Es un cuento.
—Si lo fuera, los Altos Mandos no estarían tan interesados en silenciarme y quitarme los recursos —respondió Orlando—. ¿Saben qué creo? Creo que deberíamos formar una sociedad paralela que investigue toda la mierda que nos ocultan. Después de todo, estamos de acuerdo con que las cosas están mal desde los cimientos.
—Orlando, hay formas más rápidas de suicidarte —murmuró Ada—. Pensar lo que piensas en un crimen digno de ejecución.
—Estoy dentro —Kuno puso su mano sobre la mesa—. Estoy harto que me pasen por encima.
Orlando colocó su mano encima de la de Kuno.
—Amigo, soy un Skrulvever —murmuró Kiran a Orlando—. Lo lamento, debo irme...
—También me voy —Ada tomó su bolso y se fue tras Kiran.
Contaban con que no dijeran nada de lo que estaba a punto de suceder.
—Me uno a ustedes —dijo Frey, colocando su mano encima de la de Orlando.
Siguió Bautista.
—Es bueno tenerlos de amigos —dijo al poner su mano sobre la de Frey.
Solo quedaba Bella.
—No tienes que hacerlo —le dijo Bautista, sonriéndole.
—Lo haré igual —dijo Bella antes de colocar su mano por encima de la de Bautista.
Había sido una decisión apresurada e infantil surgida de un momento de frustración, pero allí estaban ellos la "Legión de Medianoche" conformada por Orlando, Bautista, Bella, Kuno y Frey. Llevaban ese nombre porque se reunían los sábados de trasnoche. Nadie sospechaba porque tenían un sitio especial dentro de un local bailable perteneciente a una familia de la baja casta, ese local que luego se convertiría en el Club Inferno.
Tras un año de trabajo en secreto, la Legión de Medianoche buscaba en desentrañar un entramado de corrupción que elegía a aquellos miembros que estarían en lo más alto para que todo se perpetuara tal y como ellos quisieran. Las suposiciones se hacían cada vez más evidentes, la Sociedad Centinela estaba repleta de seres nefastos que lo último que querían era la evolución de la humanidad.
Bella lloraba sobre los últimos informes enviados por su miembro de incógnito: Lilian. Eran archivos sobre las IPC a los que solo accedían un selecto grupo de miembros escogidos por los Altos Mandos y las divisiones presidenciales.
—No puede ser cierto... —Bella limpiaba las lágrimas con rabia—. ¡La DII, los equipos presidenciales de todo el mundo, las subsociedades que no nos dejan investigar, todos son demonios! ¡No son corruptos, son demonios!
Bella destrozó los papeles sobre la mesa, siendo retenida por Bautista.
—¡Bella, basta! —dijo Bautista, abrazándola—. Creamos la Legión de Medianoche para desenmascarar a la Sociedad Centinela, o por lo menos a la facción corrupta.
—No es corrupción —interrumpió Kuno—. Esto es lo que siempre ha sido la Sociedad Centinela: un antro de control, manipulación y depravación. No nos debería sorprender lo que sucede en las IPC, no nos deberían sorprender las depravaciones más sanguinarias, los experimentos más inhumanos porque es así como lo han conseguido todo a lo largo de los siglos.
—Debemos hacer algo —dijo Frey—. Debe haber alguna manera de hacer que todos sepan lo que ocurre en las IPC más restringidas. Deben saber de los abusos, de las muertes y los experimentos.
—Esto es peligroso —dijo Orlando—, más que investigar el tercer secreto. Si la Sociedad Centinela se entera que conspiramos contra la casta alta nos ejecutarán. No creo que quieran eso, justo ahora que Bella está embarazada.
—Tú empezaste esto —le dijo Bautista—. ¿Quieres que nos olvidemos de todo? ¿Qué sigamos como si nada y nuestros hijos crezcan aquí?
—Quería saber sobre el tercer secreto —Orlando se puso de pie—. Hasta ahora no encontré nada, solo demasiada mierda que no puedo manejar.
—Así que todo este tiempo se trató de tu estúpida obsesión —afirmó Kuno—, nos usaste de acceso a documentos clasificados como lo haces con Lilian.
—Ustedes son mis amigos —siseó Orlando—, y sí, mi prioridad era el tercer secreto, lo sabían. Por favor, esto se nos ha ido de las manos.
—Queríamos saber la verdad y ahora la tenemos —dijo Bautista—, hay que responsabilizarnos de esto. Hay que buscar alguna forma de no ser rastreados, pero esto debe salir a la luz.
—Puedes irte, si quieres —dijo Frey a Orlando.
—No me iré a ningún lado —Orlando volvió a sentarse—. Busquemos una solución.
Con el nacimiento de Bianca, los asuntos de la Legión de Medianoche y las tareas de la División Alfa se veían un poco complicadas para Bautista y Bella, por lo que la planificación para sabotear a la Sociedad Centinela eran cada vez más escasas. Sin embargo, una vez al mes el grupo se reunía para compartir datos y experiencias que incriminaran a las altas castas, ya que pretendían difundir esa información para todo el mundo.
Fue así que una particular noche, la Legión se reunió, pero faltaba uno de sus miembros: Orlando.
—Lo último que supe es que ya están arreglados todos los puestos a la división de la presidencia de, al menos, veinte países —Frey dejaba una serie de documentos y fotografías en la mesa.
El miembro faltante ingresó dando un portazo.
—Tenemos un problema —dijo Orlando—, Lilian ha dejado de ser mi informante.
Cada uno de los miembros se paralizó. ¿Habían sido descubiertos?
—¿Qué sucedió? —preguntó Bautista.
—Lilian se casará con tu hermano —respondió Orlando, con una dramática expresión—. Considera que no debe ponerse más en riesgo y que ya tenemos material suficiente para trabajar.
—Casi nos matas de un infarto, imbécil —masculló Kuno.
—¿Lilian y Leonardo? —se preguntó Bautista—. Ellos siquiera tienen relación.
—Parece que tu hermano piensa más allá de la división presidencial —dijo Frey—, quien se case con la hija del director de la DII tendrá acceso al cerebro de la Sociedad Centinela.
Algo era cierto, los hermanos no tenían una buena comunicación y el trabajo en la División se había vuelto monótono y los imposibilitaba de un crecimiento personal. Por eso, Bautista no podía dejar de pensar en lo que había tras un compromiso inesperado entre Lilian y su hermano.
Las dudas no tardaron en esclarecerse. Al día siguiente, en la oficina de la biblioteca, donde la División Alfa se reunía a trabajar, Leonardo esperaba a los miembros de su equipo junto a Lilian, aunque Pandora había quedado fuera de la reunión.
Bautista, Kuno, Frey y Bella intercambiaron miradas en silencio. Lilian era la informante de Orlando, la hija del presidente de la DII, una valiosa aliada en su pequeña Legión.
—No se asusten —sonrió Lilian—. Es hora de decirles la verdad.
—¿Verdad? —preguntó Kuno, frunciendo el ceño. No esperaba nada bueno.
—No son los únicos que quieren ver caer a la Sociedad Centinela —explicó Lilian—, yo pertenezco a una facción llamada la Orden de Salomón. Todo este tiempo estuve evaluando sus capacidades y ambiciones y creemos, que al igual que Leonardo, son aptos para contribuir en un plan definitivo que acabe con este sistema.
Frey soltó una risotada casi insultante.
—¿La Orden de Salomón? —preguntó—. He leído sobre ellos, nunca pensé que estarían entre nosotros. Pero lo que sé es que planean una anarquía, planean crear Grises y distribuir el poder de manera indiscriminada por el mundo. Eso sería una locura.
—No si forjamos un nuevo mundo —explicó Leonardo—. Con los Grises podríamos concretar un nuevo mundo donde no quede nada de la Sociedad Centinela, y me refiero a sus ideologías impuestas a la sociedad.
—Es una locura —dijo Bella.
—Pueden pensarlo —dijo Leonardo—. Pero tengan en cuenta que si siguen trabajando a solas, los centinelas no tardarán en descubrirlos, así como nosotros los descubrimos desde el inicio. No vamos a obligarlos y esperamos que el pacto de silencio sea mutuo.
—¿Orlando ha aceptado? —preguntó Kuno, impaciente.
—No está en nuestros planes incluirlo —dijo Lilian—. Él no es altruista como ustedes. No le interesa cambiar al mundo siempre y cuando pueda descubrir el tercer secreto. Su trabajo es interesante, pero, por el momento, es mejor dejarlo a un margen.
—Debemos pensarlo —dijo Bautista—. Sabes, hermanito, lo que hemos aprendido de la Orden de Salomón nos da mucho para desconfiar.
—Por supuesto —Leonardo se encogió de hombros—. La Sociedad Centinela se encargó de demonizar a la Orden de Salomón, pero tú bien sabes quienes son los demonios. ¿Quiénes controlan y monopolizan el poder? ¿Quiénes tienen islas privadas para desatar los más retorcidos deseos y experimentos? ¿Quiénes dejan morir a la gente teniendo la solución en su mano? Piénsenlo, la Orden respeta la libertad sobre todas las cosas.
La elección parecía ser sencilla. Existía una organización que pretendía destruir a la Sociedad Centinela desde los cimientos. ¿Qué estaba mal con ello? La Legión de Medianoche lo sabía. Alcanzar la meta de los salomónicos implicaba un genocidio. Querían a los Grises para purificar y reconstruir el mundo.
Ni Bautista o Bella, ni Kuno o Frey aceptaron tal oferta. Contaban con que no serían delatados por lo que los hermanos siguieron sus trabajos en la División Alfa y, en paralelo, con sus organizaciones.
La Legión de Medianoche había comenzado a actuar. Ellos tenían una meta clara: abrirle los ojos al mundo y desenmascarar a las grandes élites que ocupaban cargos de poder dentro y fuera de la Sociedad Centinela. Para ello, iban liberando toda la información que habían recopilado a lo largo de los años.
Al encender cualquier televisor, una nueva noticia de corrupción se destapaba. Asimismo, en las reuniones de la Sociedad Centinela los murmullos y las acusaciones eran cada vez más fuertes.
Fue una noche de gala que Leonardo tomó a su hermano del brazo y lo apartó del resto.
—Deberían ser más precavidos —siseó—. Ya hay sospechas. Deberías dejar este juego que lo único que provoca es el chisme. Deberías venir conmigo a buscar un cambio real antes de que te ejecuten.
—No voy a ser parte de la Orden —masculló Bautista—, tu organización no es mejor.
—No es una competencia —respondió Leonardo—. Tienes una familia, una hija pequeña. Lo perderás todo.
—¿Y por qué no me ayudas tú? —preguntó Bautista—. Serás el director de la DII. Puedes evitar que me investiguen.
—No es así como funciona —respondió Leonardo—. Tu organización está poniendo en peligro a la Orden. Todos los miembros de la Sociedad están siendo investigados. Y, si nuestros planes se ven interferidos, la Orden no tendrá más remedio que delatarte.
—¿Qué? —Batista quedó congelado con una media sonrisa—. Yo también puedo delatarlos a ustedes.
—No puedes, no tienes con que —dijo Leonardo—. Es mi última advertencia.
La Legión de Medianoche no abandonó su plan, y, aunque intentaron ser precavidos, su plan pudo proseguir algunos años más, hasta que las acusaciones se hicieron presentes y los acusados tuvieron que enfrentarse al gran tribunal en donde no tenían defensa más que sus propias palabras mientras los Altos Mandos los juzgaban desde sus sillones, rodeados de los miembros más poderosos de la organización.
Bella apretó la mano de Bautista y dirigió su mirada a su hija de cinco años, quien estaba de la mano de Leonardo.
Había sido un error pretender hacer algo bien por el mundo.
No hubo chance de una condena menor. Kuno, Bella y Frey fueron ejecutados en una habitación aparte, sin siquiera poder despedirse, mientras que Bautista, por considerársele un miembro con "valiosa información", fue condenado a cadena perpetua. Orlando fue omitido del juicio, ya que no existían pruebas contundentes contra él, y Lilian fue ignorada por completo.
La Legión de Medianoche llegaba a su fin.
—Me dijeron que otra vez intentaste suicidarte —dijo Leonardo al visitar la celda de su hermano.
Bautista yacía en un rincón, tirado en el suelo. Desde la condena había pasado un mes, pero parecía una eternidad.
—¿Por qué... por qué me dejaron con vida? —murmuró con un tono de voz sepulcral.
—Eres hijo de un presidente muy corrupto —respondió Leonardo—. Además, uno de ustedes debía quedar vivo en caso de que existieran cómplices.
—Hice todo mal... —lloró Bautista—. Bella... y Bianca...
—Bianca estará bien —dijo Leonardo—. Sus abuelos maternos se encargan de ella, y yo me encargaré de que tenga un buen futuro.
Bautista se retorció en el suelo, no quería que su hija terminara en una organización criminal como la Orden de Salomón, pero tampoco quería que fuera adepta de la Sociedad que había asesinado a su madre. No tenía opción. Se había equivocado demasiado como para hacer reproches.
—Lamento como sucedieron las cosas, traté de advertirte —dijo Leonardo—. Sé que nuestra idea te parece radical, pero como verás es la única solución contra los centinelas. No se puede ser blando con ellos. Por eso, esperaré al día que la Sociedad caiga para liberarte, espero que esa próxima vez elijas bien tu camino.
En la actualidad, Bautista vaciaba su jarra de cerveza de un trago ante la mirada reflexiva de Alex.
—Visto de esa manera, Leonardo no parece tan mal hermano —rió Alex tras oír la historia de aquel hombre.
—¿Mal hermano? —Bautista miró hacia la ventana—. No, nunca lo fue. En realidad él siempre quiso justicia y libertad, pero... yo no podía ser parte de la Orden, ninguno de mis amigos, ni Bella. De ninguna manera concedíamos que esa era la salida, por más que estuviéramos cavando nuestra tumba, el precio de ser miembro de la Orden es muy alto.
—Lo sé —Alex se encogió de hombros—. Pero, respecto a mi padre. Él se salvó de la condena a pesar que estaba con ustedes. ¿Crees que alguien de la Orden lo dejó vivo a propósito? Está claro que en ese entonces no te decían toda la verdad, como que habían Altos Mandos involucrados, o que ellos también querían saber del tercer secreto.
—Es seguro —Bautista fue hasta la barra de la cantina para agarrar otra botella ya que no había personal que los atendiera—. Lo más probable es que nos delataran miembros de la Orden, ya que estábamos agitando las aguas de forma que los perjudicábamos a todos sin distinción.
—Mi padre siempre me habló bien de ti —dijo Alex—, al menos puedo entender porque nadie quería mencionarte.
—Puede que haya ayudado a que los últimos años de la Sociedad Centinela fueran un completo fracaso —dijo Bautista—, pero le di la fuerza a la Orden para que diera el puntapié final. Además, perdí a mi hija, y de verdad creo que nunca la recuperaré. Debí parar, pero ya me era imposible soportar la mentira.
—No tiene caso que te sigas castigando —dijo Alex, con la mirada puesta en la ventana—. Hiciste lo correcto, pero no eran los suficientes. Ahora mismo tenemos un plan, un ejército y al Ánima Mundi. Tenemos las cartas para ganar.
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