CAPÍTULO 18: Pequeña victoria
Las cámaras repetían la imagen una y otra vez. Alma y Yamil habían ingresado a la celda de Sam y Ángeles y, sin previo aviso, desaparecían de la misma junto a los reclusos.
Marie Dolfin retrocedía el vídeo y lo volvía a ver una y otra vez. A su lado, los guardias de seguridad esperaban una reprimenda, aunque no habrían podido detener esa huida.
—Los archivos que se llevaron son bastante obsoletos —siseaba Marie—, pero... hay algo que me extraña más que un intento de sabotaje a nuestro sistema, lo cual era esperable.
Marie fijó su vista en el vídeo. Entendía que Yamil habría podido liberar a sus amigos, pero no entendía qué estaba haciendo Alma con él, todavía no se atrevía a dilucidar que fuera parte del escape, porque eso significaría admitir que les tenía ventaja.
—¡Marie! —exclamó Isaac, ingresando al buque en donde se encontraba la mujer—. Han codificando las imágenes del "otro plano".
Isaac elevó su vista y vio el vídeo del escape.
—¿Puedes creerlo? —Marie elevó una ceja, y mantuvo sus puños apretados.
—Da igual lo que tramen —dijo Isaac—, tenemos más cosas que atender antes de que esos niños intenten alguna tontería.
Marie quería creer eso, pero ella no subestimaba a ningún enemigo. Esta vez prefirió guardar silencio y seguir a Isaac.
Era la media noche y ningún soldado o Skrulvever emergía del oscuro océano del Triángulo de las Bermudas, y tampoco daban señales de vida, por lo que habían resuelto dejar de enviar tropas por el portal.
Marie e Isaac ingresaron a una gran habitación en donde podían comunicarse a través de pantallas translúcidas con otros miembros de la Orden de Salomón, miembros tan valiosos como los dos ex altos Mandos.
Tan pronto como los llamaron, Leonardo, Orlando y Pandora se acercaron a la habitación. Marie lanzó una mirada fulminante a Leonardo.
—¿Dónde están tus hijos? —preguntó la mujer—. Tu hija ha liberado a mis prisioneros con ayuda de Yamil Skrulvever.
Leonardo retuvo su aliento con una expresión de asombro, aunque luego aflojó sus facciones. Era ingenuo pensar en que ese grupo de rebeldes se quedaría quieto y obediente hasta los últimos días de su vida. Debía darle la razón a su hermano.
—Mateo, Luca y Bianca se han quedado en Marimé —explicó Leonardo—, Alma había enfermado luego de su última prueba. No esperaba esto.
—Más te vale que los localices —dijo Marie entre dientes—, si noto algún movimiento peligroso de Mateo o cualquier otro de tus hijos, de sangre o adoptivos, los ejecutaré sin clemencia.
—Quédate tranquila —dijo Leonardo—, si eso sucede yo los ejecutaré con mis manos.
Leonardo tomó su teléfono y envió un mensaje a Mateo.
"Tu hermana está tramando algo en contra de la Orden, tráemela o te ejecutaré a ti y a ella antes de que el mundo termine".
Por el momento sería una simple amenaza, más tarde se encargaría el mismo de rastrearla y, de ser necesario, cumplir con su palabra de ejecutarla.
—¿Podemos empezar? —preguntó Isaac, quien no consideraba importante lo de los ex centinela más que lo que acababan de descubrir.
El ex Alto Mando proyectó las imágenes del Limbo. Tras haber descubierto el desfasaje temporal, podían editar los vídeos de los drones enviados para saber lo que ocurría en tiempo real. Las respuestas estaban ahí; una hora en el mundo real era un día en la guarida de los Skrulvevers, por lo que la guerra había concluido incluso antes de que dejaran de enviar tropas.
Orlando señaló en la pantalla a uno de los entes milenarios atacando a los anómalos adiestrados.
—Los Skrulvever liberaron a estas bestias sin importarles morir en el ataque —explicó—, no tiene caso seguir perdiendo hombres si no podemos dilucidar como acabar con ellos, los mismos han recibido ataques de todo tipo y no han obtenido ni un rasguño. Dudo siquiera que sean seres materiales.
—Un ataque nuclear debería bastar —dijo Pandora—. Ya han visto que ni mis preciados anómalos pudieron con esas cosas.
—No sabemos que son ni de qué están hechos —lanzó Orlando con fastidio—, además, eso eliminaría cualquier registro arqueológico que los Skrulvevers hayan olvidado borrar y dificultaría nuestro ingreso a futuro.
—Debemos pedirle al equipo científico que envíe maquinaría adecuada para evaluar la situación —intervino Leonardo—. Podemos retrasar el plan principal, pero no podemos poner en riesgo nuestra única fuente hacia el tercer secreto.
En ese instante, Mateo leyó el mensaje de su padre. Su expresión no hizo ningún cambio al enterarse de lo de su hermana, en cambio, se dirigió a la cocina de su casa paterna en Marimé a servirse otra copa de vino junto a Luca y Bianca.
—Alma planea algo —Mateo enseñó el mensaje a sus compañeros—. Aunque estoy seguro que el de la idea es Alex y su séquito de amigos. Me envió un mensaje cinco minutos antes diciéndome que quería vernos a los tres, mañana a primera hora. Dice que tiene algo para nosotros que podía interesarnos.
—Una trampa —siseó Bianca—, demasiado burda y obvia. Querrán ponernos algún localizador, parlante o micrófono. Incluso intentarán interrogarnos para obtener información de la Orden.
—¿Qué haremos? —preguntó Luca con la mirada en Mateo.
—Debemos saber qué traman —Mateo dio un largo trago a su copa y la vació—. Es importante que no interfieran con lo que sigue. No quiero que la Orden nos considere un problema a nosotros.
—Deberíamos ser cautelosos —añadió Bianca—, Alex no da puntada sin hilo. Está claro que tiene un as bajo la manga.
Mateo la miró con fijeza, pero con las facciones relajadas.
—Mientras recordemos nuestras convicciones no habrán inconvenientes —dijo y sirvió una copa de vino, luego continuó—: ninguno de nosotros debería hablar de más estando tan cerca de llegar a nuestro objetivo.
Bianca tomó la botella y se sirvió una copa para ella y para Luca, quien se mantenía en silencio tras la resolución de su hermano adoptivo.
—Deberíamos brindar —Bianca entregó la copa a Luca—. Somos lo único que tenemos, los unos a los otros. Mañana, tengan por seguro, que será un día complicado. De momento es buena idea desearnos buena suerte.
Luca tomó la copa y brindó junto a Mateo y Bianca, por el momento se guardaba sus propias opiniones al respecto. Mateo tenía bien en claro como proseguir, además era quien mantenía el optimismo y el objetivo central de su organización. Bianca, por su parte, denotaba un poco más de preocupación al respecto, aunque no pretendía dar ni un paso atrás ni uno al costado.
A las seis de la mañana los primeros rayos del sol alumbraban la costa de Salamandra. Alma mojaba sus pies descalzos en el agua de mar, respirar el aire puro la renovaba por completo luego de una noche de un insomnio grupal.
—No hablamos desde que nos vimos —dijo Sofía a su espalda—, y quería preguntarte si estarás bien con que traigamos a los traidores aquí.
Alma se dio la media vuelta y respondió:
—Estaré bien —se encogió de hombros—. Siendo sincera, estoy agradecida que personas como Alex, Bautista, Yamil e incluso Yaco tomen las riendas de la situación. No tendría idea de cómo seguir si no es por ellos, por todos. Ser poderosa siquiera me es suficiente, no he podido convertirme en un Ánima Mundi por completo.
—Sobre eso... —suspiró Sofía—, dijeron que se debe a un bloqueo mental, ¿no es así?
—Lo recuerdas, ¿verdad? —preguntó Alma—. Sabes lo que sucedió ese día en el bosque. Sabes lo que sucedió cuando mamá se fue. Mi personalidad no fue la única que cambió ese día. Debí suponerlo, tú tampoco volviste a ser igual.
—Lo recuerdo —afirmó Sofía—, pero no tiene caso decírtelo. Tienes que buscar la forma de recordarlo por tu cuenta.
—No sé lo que haya sucedido, pero lamento que hayas cargado con eso —siseó Alma.
—¿De qué hablas? —preguntó Sofía—. Te llevaste la peor parte.
Yamil las interrumpió.
—Es hora de irnos, Alma.
Solo ellos podían secuestrar a los miembros de la Orden. Serían tres agotadores viajes, pero no tenían opción sino querían ponerse en riesgo y perder tiempo con el avión.
Gary corrió hacia Alma y la abrazó antes de que desapareciera en la playa. Ella recibió el abrazo con fuerza.
—Puedes hacerlo —dijo y le dejó un beso en sus labios.
—No voy a fallar —respondió ella.
Habían planificado durante toda la noche. Alma tenía un speech preparado para los tres traidores y así guiarlos a la isla de los anómalos y hacerlos prisioneros. Sería una tarea difícil pero estaba dispuesta a cumplir con su parte.
Con todos reunidos en la orilla del mar, Yamil y Alma desaparecieron dejando un halo de negrura.
Su viaje fue corto. Al instante se trasladaron al barrio privado, frente a la casa Santamarina, en donde Luca, Mateo y Bianca los veían aparecer sin previo aviso.
Las miradas intensas se cruzaron, la incertidumbre era notoria.
—Alma —susurró Mateo, sonriendo con amabilidad—, creí que solo vendría Alex.
—Es obvio que no —Alma intentó contenerse, debía fingir que no quería vomitarle en la cara—. Yamil me transportó porque queremos hablarles del Limbo.
—¿Limbo? —inquirió Mateo.
—La tierra de los Skrulvevers —explicó Yamil—, ese es su nombre. Lo llamamos Limbo porque allí van todas las almas una vez que un ser vivo muere.
—El apocalipsis que intentan llevar a cabo podría traer más problemas de lo que creen —Alma mintió de forma parcial, necesitaba tiempo para llevarlos al Limbo y de allí a Salamandra—. Yamil puede transportarnos allí y puede mostrarles el sitio.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Bianca—. Ya sabemos lo del desfasaje de tiempo y de los monstruos que lo habitan. Todos han muertos. ¿Acaso quieres llevarnos a nuestra tumba?
—Esos monstruos se llaman errantes —explicó Yamil—, mientras se mantengan a mi lado, ellos no los dañarán. Los Skrulvevers han provocado su muerte para evitar que se supiera el tercer secreto, pero estoy dispuesto a decirles lo que sé si es que eso les sirve para cambiar de opinión.
Mateo dio un paso adelante.
—¿Tú sabes de qué se trata? —preguntó intrigado—. Todos los de tu clan lo sabían, ¿no es así?
—Sí —respondió Yamil—, es por eso que decidimos hablar con ustedes y no con otra persona. Creemos que son los únicos que pueden escucharnos y cambiar el curso de la situación.
—Les pedimos que vengan con nosotros —Alma extendió su mano con la mirada en Mateo, pero sintiendo la punzante mirada de Luca—. De verdad creemos que pueden reflexionar acerca de lo que estamos por mostrarles.
<<Vamos, muerde el anzuelo>>, pensaba Alma.
Bianca puso su vista en blanco, podía oler tras las intenciones. No creía nada, tampoco Mateo o Luca, simplemente les seguirían el juego y, a lo mejor, obtenían eso que tanto ansiaba la Orden.
—Gracias por confiar en nosotros —Mateo se acercó a Alma y la tomó de la mano, sin saber que ella ejecutaría el viaje de ida al Limbo.
Yamil extendió su mano también, y Bianca la tomó sosteniendo una sonrisa cínica. Alma resopló y miró a Luca, a quien le entregó su otra mano.
—¿Vendrás? —preguntó ella—. Sé que eres bueno Luca, tú me curaste la noche anterior. Puedes confiar en mí como yo en ti.
<<Toma mi mano, maldito demonio>>, pensó Alma por dentro.
Luca tragó fuerte y rozó los dedos de Alma con delicadeza. Temía tomarle la mano, pero Alma lo sujetó antes de que pudiera arrepentirse, y, en un parpadear, todos fueron transportados al Limbo.
Los cinco aparecieron en lo alto de la montaña con la pequeña choza que utilizaban de parador, la misma estaba rodeada de entes que no se les acercaban debido a la presencia de Alma.
—No es cierto... —susurró Mateo, maravillado ante la bastedad oscura del Limbo.
Bianca dio algunos pasos atrás, espantada. Lo último que esperaba de esa reunión era terminar en el inframundo. En cambio, Luca giró su mirada a Alma, quien se tomaba el estómago y caía de rodillas.
Luca detuvo la caída, pero ella comenzó a vomitar ese viscoso líquido negro.
—¡¿Qué le sucede?! —preguntó alterado.
Había transportado a cuatro personas, incluyéndolo a Yamil para poder viajar más rápido. Otra vez sobrepasaba sus límites.
—Tranquilo, estará bien —Yamil apartó a Luca y ayudó a Alma con sus vómitos—. Solo son efectos secundarios debido a que no es una Skrulvever. Tiene que descansar algunas horas.
Tenía que inventar una excusa rápido, y debía lograr que Alma recuperara sus fuerzas para el viaje de vuelta.
—No debiste dejar que viniera —se quejó Luca.
—Ella quería hacerlo —respondió Yamil—, a mí solo no me habrían seguido.
—¿Entonces? —preguntó Mateo—. Dinos lo que tenías que decirnos.
Bianca miró a Alma, quien todavía tosía algunos restos de esa extraña materia, y luego vio a Luca intentando sanarla, colocándole la mano en la espalda, pero Mateo sabía lo que era "importante", por eso insistía para que Yamil ya no les hiciera perder el tiempo.
El joven Skrulvever debía inventar un cuento creíble, entonces prosiguió por la historia que habían escrito junto al equipo.
—Aquí, en el Limbo vienen todas las almas que no pueden ascender —Yamil comenzó con la verdad—. Los errantes que asesinaron a los ejércitos de la Orden llevan años aquí, son un cúmulo de energía negativa que no puede navegar por el río de la purificación y por ello su energía no puede reciclarse. Son carniceros de almas vivas. Por eso es mejor que no se alejen de mí, como Skrulvever puedo mantener un halo protector en nuestra zona.
—¿Qué tiene que ver con el tercer secreto? —insistió Mateo.
Yamil suspiró al ver la única preocupación del joven Santamarina.
—Esto es el tercer secreto —dijo Yamil, hastiado—. Mis habilidades lo son, y nadie podrá obtenerlas si destruyen el Limbo o a los únicos sobrevivientes de mi clan.
—¿Y cómo puedo obtener esas habilidades? —preguntó Mateo.
—No las obtendrás —Yamil fue tajante—. Si llega a existir un apocalipsis, la entrada al Limbo desaparecerá, todo cambiará aquí dentro. Incluso puede que escapen los entes hacia la Tierra y eso sería el fin de toda la vida conocida.
Era una mentira puesto que jamás le diría sobre la verdad de la existencia del Ánima Mundi. De este modo ponía a la Orden entre la espada y la pared. Debían elegir entre el tercer secreto y su apocalipsis, claro que nunca obtendrían lo segundo.
—¿Qué pruebas tienes de eso suceda? —preguntó Bianca.
—No tengo —siseó Yamil—, de eso se trata la confianza.
Mateo llevó su mano a la barbilla y habló:
—¿Quieres decir que si el apocalipsis llega ya no existirá la oportunidad de obtener las habilidades Skrulvevers?
—Sí... —farfulló Yamil, algo en la expresión de Mateo no le gustaba.
—Quizás sea lo mejor —Mateo dejó de pestañear y miró a Yamil a los ojos—. Por alguna razón, el tercer secreto suena decepcionante. ¿Todos los Skrulvever murieron por algo que no sirve de nada? ¿O me estás mintiendo?
Yamil sintió un frío recorrer su espalda.
—¿Qué no sirve de nada...? —preguntó Yamil.
—¿Por qué alguien querría entrar y salir del mundo de los muertos? —preguntó Mateo—. Es una habilidad inútil, y si te preocupa que los errantes escapen y asesinen a la gente del nuevo mundo, déjame tranquilizarte. La Orden ya está buscando una forma de eliminarlos. Y, ahora que sé que se trata de energía negativa de las almas en pena, quizás hallemos una solución más rápida.
Alma se recompuso y miró a Mateo de reojo. No interferiría, ya lo tenía donde lo quería, no le interesaba convencerlo de nada más.
—Supongo que nos equivocamos con ustedes otra vez —murmuró Alma—, no te preocupes, aunque pudiéramos dejarte morir en este sitio no lo haremos. Puedes comentarles esto a la Orden cuando vuelvas a tu casa, quizás ellos prefieran retractarse.
—Alma, eres tú la que no entiende —dijo Mateo—, pero no llegaremos a un acuerdo, al menos espero que ya no hagas tonterías. La Orden no está dispuesta a perdonarte más.
Alma soltó una carcajada y cerró sus ojos. Necesitaba concentrarse.
—¿Eso es todo? —preguntó Bianca.
—Creímos que era suficiente —dijo Yamil—, pero veo que tenemos distintos conceptos sobre lo que es importante.
—Entonces llévanos devuelta —pidió Mateo.
—Debo concentrarme para regresar —explicó Yamil—, y ustedes deberían descansar para no terminar como Alma. Quizás puedan usar el tiempo para reflexionar.
En su tradicional pose de meditación, Yamil se dispuso a concentrar energía para colaborar en el viaje de vuelta. De igual modo, Alma se había quedado dormida junto a él.
Mateo los observó, trataba de analizar la situación sin resultado alguno. ¿De verdad creían que ese mediocre tercer secreto era suficiente para alejarlos de sus convicciones? Estaba claro que no les decían todo. No podía creer que Alex estuviera tras un plan tan mediocre. ¿De verdad no intentarían otra cosa?
Luca se sentó al borde del abismo y contempló a los errantes. Eran bestias gigantescas que variaban su estatura de dos a veinte metros. Le causaban tanto espanto como asombro.
—Este sitio es brutal. —Bianca se sentó a su lado—. ¿En qué piensas?
Los ojos de Luca se movieron en dirección a Alma.
—¿Por qué llegar tan lejos cuando ya no vale la pena? —preguntó Luca—. Incluso el averno se siente más tranquilo que el mundo real.
—No lo ven de ese modo —explicó Bianca—. Mateo siempre lo supo, por eso prefirió que Alma estuviera con los centinelas en vez de incluirla en la Orden.
—Lo sé, lo sé —farfulló Luca.
Tras un par de horas Yamil abrió los ojos.
—Es hora de regresar —Yamil extendió sus manos, y lo mismo hizo Alma.
Los cinco viajeros se tomaron de las manos, y cuando estuvieron sujetos, los unos a los otros, desaparecieron del Limbo.
El cálido sol de la mañana les cacheteó los rostros de los miembros de la Orden, y el murmullo de múltiples anómalos y viejos centinelas terminó de espabilarlos.
—Bienvenidos a la isla Salamandra —dijo Alma a Mateo, Luca y Bianca—, considérense secuestrados.
—Sabía que el tercer secreto no podía ser una mediocridad —dijo Mateo y miró a Alex entre los anómalos, él le sonreía victorioso.
—Y sabíamos que Alex siempre trama cosas a lo grande —susurró Bianca.
Sin oponer resistencia, los prisioneros fueron enviados a celdas separadas, con eso, el cuarto paso de sabotaje a la Orden comenzaba a ejecutarse de la mejor manera.
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