CAPÍTULO 16: Drasill
Uno a uno, Alma siguió los pasos. Preparó su habitación con velas y sahumos de lavanda, laureles, rosas y romero. Debía concentrarse, ese era su tarea, su deber. Los entrenamientos habían terminado, pero lo importante era que su habilidad como Skrulvever floreciera. Necesitaba unir sus fuerzas y convertirse en un Ánima Mundi como fuera.
Cruzó sus piernas y se sentó sobre el suelo de madera. Cerró sus ojos y respiró con liviandad. Poner la mente en blanco, en un caso como el suyo, era de las tareas más difíciles que le tocaban, pero era necesario para entrar a su "espacio negro" y poder ejercitar las teletransportaciones. Pero primero debía conectarse con todas las almas errantes en su interior. Gracias a sus simbiontes podría ir al mundo de los muertos: el Limbo.
Un paso a la vez. Primero tomó consciencia de cada sensación en su cuerpo; luego, reguló su respiración; y por último dejó sus pensamientos pasar. No se detenía en ninguna idea y se sentía como ese instante antes de caer dormida, pero este no sería el caso pues logró ingresar a aquel sitio que solo era de ella.
A su alrededor todo era negro, pero se sentía como en casa, era dueña del don y la llave. Lo lograba al fin, ya podía ingresar a su espacio negro, algo básico para cualquier Skrulvever.
A lo largo y ancho de ese sitio solo se sentía calma y seguridad. Nada ni nadie podía atacarla de forma desprevenida. La oscuridad no le generaba temor, sino una extraña familiaridad. No obstante, algo difería del espacio negro que había conocido de Yamil. Cuanto más caminaba, más claridad podía llegar a ver, como un pequeño y luminosos umbral en la lejanía.
No conocía la extensión de su propio espacio, así que siguió con la esperanza de conocer más allá de sus límites.
—Es extraño ver a alguien más por aquí —dijo una voz que alertó a Alma, quien miró a todos lados hasta distinguir una silueta antropomorfa acercándose a ella—. Sin embargo, un secreto no puede guardarse para siempre, que existiera alguien más como yo era inevitable.
No tenía rostro, y su voz se oía como un eco.
—¿Tú eres el Ánima Mundi? —preguntó Alma—. No creí que fueras alguien con quien se pudiera hablar, y no pensé encontrarte en mi espacio.
—Solo soy accesible para otro como yo, soy un Ánima Mundi, aunque algunos me llaman Dios —afirmó aquella aparición—, creé el mundo que conoces hace miles de años, cuando mi mundo no tuvo más alternativa que un reinicio. Y, ahora que se ha llegado al mismo punto de inflexión, es necesario pensar si esa es la única alternativa.
Alma lo observó, perpleja. No creía que existiera otro humano capaz de transcender con los tres secretos. Una persona que en un acto desesperado había creado un nuevo mundo perfecto, como aquel que veían los iniciantes en la Sociedad Centinela en sus viajes astrales. Con el tiempo, ese mundo perfecto pereció debido a la podredumbre humana, a la avaricia y al egoísmo, finalmente estaba en el punto de partida otra vez.
—No puedo dejar que todos mueran —dijo ella.
—Borrar toda la historia para salvarlos es condenarlos al mismo destino —argumentó el Ánima Mundi—, no te digo que bajes los brazos, pero tu solución es provisoria. De esta forma nunca se alcanzará un grado mayor de consciencia humana.
<<¿Qué tan necesaria es esa consciencia humana?>> se preguntó Alma.
No podía coincidir con él, la idea del sacrificio por el bien mayor era la misma idea de los Skrulvevers y de los salomónicos.
—¿Vas a detenerme? —preguntó Alma.
—Sé que aún no eres capaz de usar tus habilidades —respondió el Ánima Mundi—, te falta mucho. Mientras exista un bloqueo en tu mente, no lograrás el máximo de tu potencial. Y no, no te detendré. No es mi trabajo y no es de mi incumbencia.
—¿Y a qué te refieres con el bloqueo en mi mente? —inquirió Alma, preocupada.
—Es tu tarea averiguarlo —añadió él—. El camino de un Ánima Mundi es largo, deberías saber el sacrificio que conllevará convertirse en el alma de todas las cosas. Serás la completa responsable del equilibrio de tu universo, serás quien guie y distribuya las almas, quien purifique, quien dé forma a cada átomo de cada cosa. Serás la existencia en sí, sin embargo ya no tendrás un hogar al cual volver porque no pertenecerás al mundo que crearás.
—Un trabajo de tiempo completo —murmuró Alma—, como sea, nada está dicho. A penas puedo ingresar a este sitio y los salomónicos ya han atacado el Limbo. Y ahora vienes tú a darme un sermón en vez de ayudar en algo —resopló.
—No aparecí para darte un sermón —respondió el Ánima Mundi, con cada palabra que emergía de él más humano parecía—. No podría porque yo me equivoqué. Estoy lejos de ser alguien perfecto, y este desenlace es causa del mundo que inicié. Es mi error.
—¿Y qué buscas aquí? —preguntó Alma, más molesta que impresionada—. No pareces dispuesto a ayudarme con mis habilidades.
—Yo no tuve un mentor, y tú tampoco lo necesitas —explicó él y su luz se intensificó hasta tomar una forma humana.
Alma retrocedió un paso, impresionada al ver su verdadera forma. Tenía la apariencia de un hombre de unos veinticinco o treinta años. Su piel era trigueña y sus ojos de un verde oscuro, era alto y de cabello negro lacio, poseía hermosas pestañas tupidas y nariz afilada, pero lo que llamaba más la atención era su ropa, la cual se componía de un traje verde de telas sintéticas y precintos, guantes, botas negras y un bolso. Era ropa para todo terreno, de elementos modernos y resistentes.
—Mi nombre fue Drasill y esta es la forma que tuve antes de dejar el mundo de los mortales —explicó aquel que llamaban "Ánima Mundi"—, en mi época, convertirse en un centinela, skrulvever o salomónico no era una tarea tan sencilla como lo fue en este mundo. Pero quienes lo alcanzaron solo causaron dolor. ¿Quieres que te muestre cómo inició? —Drasill le extendió la mano. Sin dudarlo, Alma la tomó.
La atmosfera era densa y caliente, quemaba la piel de aquellos que no tuvieran un traje apropiado. Quedaban pocas ruinas de pie sobre una superficie árida de tierra arenosa, sin un rastro de vegetación. Alma caminaba por ese dramático mundo apocalíptico como si fuera un fantasma. A lo lejos oía gritos, disparos, sirenas.
De pronto, descubrió que sobre el suelo habían tapas de alcantarillas y de allí emergían algunos susurros. Alma descendió por las escaleras hacia los conductos. Necesitaba seguir el rastro que Drasill le intentaba mostrar.
Allí, bajo las penumbras de lo subterráneo y los hedores de los deshechos, había un grupo de niños refugiados, todos sentados, acostados, agotados y famélicos. Alma no lo sentía, pero podía imaginar que el aire era insuficiente, el calor sofocante y la hambruna fatal.
¿Cuántos eran? Decenas y decenas. Ya no tenían fuerzas para llorar, por lo que Alma avanzó hasta encontrarse con un grupo de adultos hablando entre sí, todos vestían con trajes verdes y se ubicaban alrededor de una mesa improvisada con algunos artilugios tecnológicos, en los que distinguió una especie de pantalla plana, similar a una tableta, la cual tenía un mapa. ¿Por Qué parecía el futuro? ¿Acaso no era el pasado?
Drasill se encontraba en el centro, dando indicaciones a los demás.
—Los últimos vuelos a Titán están colapsados —dijo una mujer, señalando en el mapa un sitio en el desierto—, todo está rodeado con inhibidores de siddhis y los grupos rebeldes tienen las zonas controladas. No podremos usar nuestras habilidades sin morir en el intento.
—¿Qué hay de tu siddhi, Drasill? —preguntó un joven—, ¿no puedes teletransportarte del Limbo a la plataforma de despegue? Quizás podamos boicotear uno de los viajes.
—El Limbo es un sitio hostil para los vivos, Muspel —respondió Drasill, bajando su mirada—, apenas puedo asegurar mi supervivencia por unos segundos. No tienen idea, el Limbo está repleto de monstruos devoradores de almas.
—Dices eso pero estuviste cuatro meses desaparecido allí dentro —respondió Muspel—, sabemos que han sido diez años en el Limbo, ¿cómo lograste sobrevivir? Dinos, entiendo que te haya dejado secuelas, pero ese sitio puede ser nuestro último resguardo antes de que este planeta colapse.
Drasill resopló. Sí, había estado diez años enteros en el Limbo, cuatro meses en el mundo real, pero no quería hablar de ello sobre sus compañeros que subestimaban su habilidad, la cual solo la consideraban como un siddhi para cobardes escapistas.
—A eso me refiero —explicó Drasill—, quedé atrapado, solo, en un mundo de muertos durante diez años.
Alma escuchó la conversación con atención, y de repente el tiempo se congeló. Drasill, el verdadero, apareció tras su espalda y con la mirada puesta en su recuerdo.
—Nunca les dije a mis compañeros lo que sucedió en el Limbo —explicó Drasill—, caí al río de las almas en pena tras huir de los errantes. Creí que no viviría para contarlo, absorbí todos los pecados de mi mundo. Cuando caí a lo más profundo tuve que seguir luchando por mi vida, con uñas y dientes, literalmente. Devoré a los errantes, enloquecí.
—¿Cómo sobreviviste a ello? —preguntó Alma.
—Mi mundo evolucionó de forma muy distinta al tuyo —explicó Drasill—, solo conocimos la violencia y la ruina. Y, cuando la humanidad descubrió como desarrollar siddhis, las cosas fueron en picada, más aún cuando se descubrió la forma de convertirnos en Grises. Aprendimos nuestras habilidades antes de aprender a convivir como seres humanos.
—Sin embargo, pensé que la transportación al Limbo era una habilidad Skrulvever, no un siddhi —dijo Alma.
—Puede ser ambas cosas —explicó Drasill—, en mi mundo, menos del uno por ciento había desarrollado tal maldito siddhi en toda la historia. Quien se transportaba al Limbo no tenía chances de sobrevivir, por ello, quienes lo desarrollaban no lo usaban porque siempre morían al primer intento. Yo sobreviví, y quizás fui el único que descubrió y dio forma a las habilidades Skrulvever, y por último a la formación de un Ánima Mundi. Fue ahí cuando entendí que un poder tan grande atraería problemas mayores.
Drasill chasqueó sus dedos y todo el entorno cambió. Alma se vio envuelta en un paraíso terrenal. Flores y árboles repletos de frutos, aire puro, un sol resplandeciente en un cielo azul y nubes acuareladas. El canto de las aves, el soplido del viento y la hierba fresca bajo sus pies: era el nuevo mundo creado por Drasill, el mundo conocido por Alma.
—Cuando me di cuenta de lo que era capaz, copié el mundo como fue en un principio —explicó Drasill—, no quería que se perdiese la historia de la evolución, y traje a todos los sobrevivientes del viejo mundo, los repartí en sus tierras y borré sus recuerdos. En ese momento, con mis hermanos, decidimos un plan para proteger el potencial humano.
—¿Cómo lo hiciste? —inquirió Alma, con la vista a su alrededor.
Los niños que antes estaban famélicos ahora corrían por los prados comiendo de la naturaleza, bebiendo agua de los ríos.
—Pedí a Muspel, mi hermano mayor, que protegiera el secreto de los siddhis y borré de su memoria la posibilidad de crear Grises, la existencia del Limbo y todo lo relacionado a él —explicó Drasill con la mirada en sus recuerdos—, luego, pedí a mi hermana menor, Hel, que se encargara de cuidar del Limbo. La instruí para que obtuviera las habilidades y conformara el clan Skrulvever, que en mi idioma significa "guardián de almas", también fabriqué un portal para ambos mundos en el Triángulo de las Bermudas, así mismo la hice olvidar como obtener siddhis y de su historia de su antigua vida. Ellos se separaron cada uno a cumplir su misión. Hasta que la humanidad no evolucionara no podrían expandir estos secretos. Luego, tuve que alejarme de todos y dedicarme a una vida solitaria. Mi sola presencia era una amenaza a la tranquilidad, me aterraba la idea que alguien se enteraba de la posibilidad de convertirse en un dios, las guerras no tardarían por regresar.
—Aun así nunca fue un mundo pacífico —comentó Alma—, sobre todo cuando aparecieron los salomónicos.
—Fueron una consecuencia de borrar la memoria de Muspel —Drasill resopló y regresó al espacio negro de Alma—. La historia se desarrolló tal y como la viste en los viajes astrales. Ya no tuve incidencia en las decisiones que se fueron tomando, tampoco pretendía convertirme en un tirano que ordenara el destino de la humanidad, al fin y al cabo siempre fui un simple humano con el sueño de un mundo mejor. Por eso no interferiré en tu decisión ni en la forma en la que te conviertas en un Ánima Mundi.
—No necesito más —Alma sonrió—. Ha sido un gusto conocerte, Drasill, y espero que volvamos a vernos. Tomaré la decisión que considere y tendré en cuenta lo que me has dicho.
Drasill casi pareció sonreír al momento de desvanecerse y dejarla a solas.
No era un adiós, Drasill la trataba como a una igual, una colega entre la pequeña familia de Ánima Mundis que era mejor no seguir agrandando.
A solas, luego de la revelación de aquel que los Skrulvevers llamaban el "Ánima Mundi", Alma volvió a concentrarse en su espacio negro, incluso con las palabras de Drasill respecto al bloqueo en su mente. No creía que se tratara de una casualidad, quizás era una cosa de Ánima Mundis, pero podía presentir la sinceridad de sus palabras puesto que tenía el poder de hacer lo que quisiera con el mundo que había creado, aun así consideraba mejor dejarlo todo al libre albedrío ya que no era un verdadero dios ni le interesaba serlo.
—Debo concentrarme —se dijo Alma, y se cerró sus ojos, su objetivo era transportarse al Limbo, hacia donde estuviera Yamil—. Por favor, espíritus, guíenme al Limbo —pidió y sus deseos fueron cumplidos.
Una fuerza interior removió sus moléculas y sacudió su cuerpo para moverlo a su destino.
Alma sintió una brisa y un aroma particular: el perfume de Alex. De inmediato abrió los ojos.
—¡Alma, apártate! —gritó su compañero, advirtiéndole de un errante que corría a ella, pero al percibirla, todos los monstruos que se dirigían a la guarida de Yamil, Bautista, Alex y Kiran, se detuvieron de manera abrupta.
Desde que los errantes más monstruosos habían sido liberados, Yamil y Kiran no habían podido juntar fuerzas suficientes para transportarse hacia la IPC para rescatar a Ángeles y a Sam, los errantes los habían olido, pretendiendo devorarlos como a todos los intrusos.
—¡Lo logré! —Alma dio un salto de satisfacción—. ¡Logré transportarme al Limbo! ¡¿Están bien?!
—Alma... —siseó Yamil—, espantaste a los errantes —añadió, dejándose caer de rodillas.
—¿Qué... qué sucedió? —inquirió absorta, y pudo darse cuenta del agotamiento de sus compañeros.
Ellos se encargaron de contarle todo lo sucedido, desde la intromisión de los salomónicos al sacrificio inútil de los Skrulvever y la destrucción total de las ruinas.
—Esos errantes eran de los más peligrosos y antiguos —explicó Yamil—, nadie puede sobrevivir al Limbo con esas bestias sueltas, creímos que moriríamos hasta que llegaste y salieron espantados.
Alma mordió su dedo pulgar con una expresión pensativa. Era obvio que Drasill, en un inicio, había modificado el Limbo, encerrando a esos errantes, de modo que fuera habitable para su hermana Hel y así los Skrulvevers pudieran asentarse sin los peligros de muerte propios del Limbo.
—Quizás se debe a mis nuevas habilidades —reflexionó Alma, era algo que todos coincidían—, pero lo importante es que me siento con energía como para otro viaje. Quizás pueda llevar a Ángeles y a Sam por mi cuenta.
—No te apresures —dijo Kiran—, si nos dejas solos los errantes no tardarán en atacar. No tenemos chances con ellos.
—No se preocupen —respondió Alma—, me quedaré hasta que regresen a casa y luego iré a la IPC.
—Pareces bastante confiada respecto de la última vez —Yamil le palmeó el hombro y mantuvo una amable sonrisa—. Me alegra saber que lo estás dominando.
—Conocí al Ánima Mundi, su nombre fue Drasill —dijo Alma, de forma sorpresiva—. No entraré en detalles, porque no me los ha dado, pero creo que me dio un empujón para hacer lo correcto. Fue un humano que solo quiso salvar a su gente, y aunque ya no habite la tierra de los vivos su esencia sigue siendo la de un hombre. En cuanto a mí, me falta mucho por aprender.
—Eso es increíble —dijo Kiran, refiriéndose a Drasill—, si los del clan siguieran vivos estarían muy celosos.
En el borde del abismo, Alma se sentó a contemplar el Limbo, las bestias liberadas habían arrasado con cualquier intruso, exceptuando que no se acercaban a su perímetro y ese era el único hecho por el cual sus amigos habían sobrevivido. Ahora entendía que el siddhi de teletransportación al Limbo, en la época que había vivido Drasill, había sido más una maldición que una bendición.
Bautista y Alex acompañaron a Alma, mientras Yamil y Kiran meditaban para poder regresar a la tierra.
—¿Estás segura que no necesitas cargar energías? —preguntó Bautista.
—Lo haré en un momento, aunque me siento bien —respondió Alma, con la vista en el horizonte.
—No has dicho mucho de ese tal Drasill —Alex alzó una ceja—. ¿Te dijo algo que te preocupara?
—No diría eso —Alma suspiró, no quería ahondar en detalles, pero sus amigos merecían saber—. Me mostró su mundo, era un mundo en el que cualquiera podía ser un Gris. Era un caos inhabitable al borde del colapso total. Solo fue una casualidad que él pudiera convertirse en Ánima Mundi. Me ha dicho que si hemos llegado al mismo punto de inflexión debe significar que crear otro mundo no es la salida.
Un breve momento de silencio los incomodó a los tres. Nadie podía predecir lo que sucedería de crear un nuevo mundo para salvar a la gente y vencer a los salomónicos, ¿podía ser peor la cura a la enfermedad? ¿Importaban las probables consecuencias que podrían surgir en cien o diez mil años? ¿Surgirían consecuencias? ¿Y qué consecuencias podría traer dejar actuar a los salomónicos?
—Ningún destino está escrito —Bautista frotó la espalda de su sobrina—. Como dijiste, Drasill no fue más que un humano y tampoco tiene las respuestas. Está claro que ha compartido sus experiencias contigo porque quiere que seas autora de tus decisiones, y lo que hagas estará bien.
—De todas formas dijo que mi mente está bloqueada y de este modo no podré utilizar todo el potencial de un Ánima Mundi —Alma resopló—. Sé que es cierto, es un problema que tapé con drogas y alcohol, es un problema que vi frente a mis ojos en los viajes astrales. Creí que era la infección que me convirtió en una Gris. Hay un bloqueo, algo que aún no logro solucionar.
—¿Cuándo comenzó esto? —preguntó Alex, con el ceño fruncido.
Alma negó con la cabeza.
—Fue tiempo antes que mi madre se fuera de casa —Alma chasqueó su lengua—. Si soy sincera, mis recuerdos se ven como un lejano sueño. Luego de que ella se fuera, comencé a ir en picada por la depresión y las adicciones. Es un tema que hablé con Evenson, pero ya no queda tiempo para sesiones de terapias.
—Todavía nos queda intentar detener a los salomónicos —dijo Alex, que forzó una sonrisa—, nunca tuve seguridad en la idea de crear un nuevo mundo, por ello realicé un plan B.
—Sí, quizás haya otra alternativa —Alma asintió con la cabeza—. Los salomónicos no podrán ingresar al Limbo con los errantes sueltos, y con los Skrulvevers muertos el tercer secreto está más seguro que antes. Una vez que pueda usar mis habilidades de Ánima Mundi debería ser posible cerrar la entrada al Limbo, ya que fue abierta por Drasill. Nadie más podrá entrar.
El sacrificio de los Skrulvevers les otorgaba más tiempo y la seguridad de que ningún salomónico podría convertirse en Ánima Mundi. Nadie más, fuera quien fuera, podría acceder a las habilidades del clan, ni podría acceder al Limbo sin perder la vida en el intento.
Cuando terminaron de reunir fuerzas, Kiran transportó a Alex y a Bautista a la casa de campo para continuar con el plan, mientras que Yamil y Alma se transportaron a la IPC de inteligencia para buscar a Sam y Ángeles.
Con enfocarse en la idea de ir por sus amigos, Alma tomó la mano de Yamil y cerró sus ojos, cuando los volvió a abrir se encontró dentro de una jaula de barrotes: una prisión.
—¡Alma! —Ángeles saltó con sus ojos llenos de burbujas de agua—. ¡Nos van a ejecutar, saben que robamos la información y que vinimos como espías!
—Gracias al cielo vinieron —Sam tenía la nariz con sangre, sus lentes quebrados y un ojo morado.
—Quédense tranquilos y tomen mi mano —dijo Alma y las alarmas se encendieron.
En todas las cámaras de seguridad podían verse las imágenes de Yamil y Alma liberando a sus amigos, ya no existía forma de ocultar la evidencia, pero tampoco no los podrían detener.
Los cuatro desaparecieron antes de que los guardias pudieran verles un pelo.
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