Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: Sobreprotección

—Hay traidores, la Sociedad está en declive.

El presidente Timoteo, junto a su séquito de hombres de confianza, afirmaban lo que todos ya sabían, aunque el pronunciarlo con su boca rebelaban la magnitud de la situación.

La División Alfa quedaba pasmada por la noticia, no porque no supieran lo de la traición, sino porque al fin lo admitían. Era cuestión de tiempo para que todo estallara, y no imaginaban de qué modo sería.

—¿Tienen sospechosos? —preguntó Gary, haciendo que más de uno tragara saliva con fuerza.

—Es información clasificada —respondió el anciano.

Luca lo interrumpió.

—¿Y si quien clasifica la información es el traidor? —preguntó, todos sus músculos se tensaban.

—Hay varios grupos trabajando en ello. —El anciano volvió a sus papeles—. Si todos esos fuesen traidores ya habríamos desaparecido, pero como seguimos en pie suponemos que aún no pueden debelar su rostro, se trata de un grupo reducido, pero con un acceso importante a nuestra información clasificada.

—Pero están próximo a mostrarse —afirmó Yaco—. ¿Qué se supone que debemos hacer con esta información?

—No exteriorizarla —dijo la mano derecha del presidente—, analizar su entorno. Deben traernos cualquier información que pueda ser relevante en el caso.

El nerviosismo de cada uno fue notorio, pero era fácil suponer que se debía a la circunstancia. No hubo interrogatorio ni acusaciones. Tras pocos minutos los chicos abandonaron el despacho y se fueron al jardín sin decir ni una palabra. El aire estaba fresco por la tarde, el canto de los grillos no se hacía esperar. Alma miró al cielo en tonos violetas y luego dirigió su vista a Luca, la tensión en la vena de su cuello persistía, por lo que estaba apartando encendiendo un cigarro en busca de calma.

—¿Vas a echarle la culpa a Alex? —preguntó Alma, entre risas irónicas.

Luca chasqueó su lengua.

—Ese tarado no tiene el poder ni el objetivo de hackear el sistema mundial —afirmó, y dio una pitada—. Alex es una hormiga y lo sabe, solo está interesado en engañarte a ti.

Alma puso su vista en blanco decidiendo no responder, algunas veces era consciente que ella provocaba a Luca. Era mejor no descender a su nivel.



Las personas podían imaginarse las consecuencias de lo conocido, y era por eso mismo que Alma no tenía idea de las consecuencias de los traidores dentro de la Sociedad. Quería pensar en Alex, en conocer a sus amigos y pasarla bien por la noche, pero cuanto más se miraba al espejo, cuanta más máscara de pestañas se ponía, se sentía más idiota, algo malo pasaba y ella era parte del problema.

—¿Debí dejar que muriera? —murmuró pensando en Mateo, pero la bocina de Alex la espabiló.

Alma corrió hasta la ventana de su habitación, y pudo verlo en su auto rojo esperar por ella. ¿Cómo le explicaría a Cathy que su novio tenía un vehículo de alto calibre siendo un supuesto estudiante de la pública? Lo pensaría más tarde.

Con el rugir del motor, el viento cálido del norte ingresaba por el techo descapotable, que se iba guardando en la parte trasera. Alma abrió su boca, atragantando sus comentarios tontos, prefirió distraerse con el perfecto perfil del chico que la acompañaba y le daba seguridad al manejar tan concentrado en ello.

—Estás muy callada hoy. —Alex sonrió sin quitar la vista del camino—. Ni siquiera dices nada del paisaje, sé que te gusta lo urbano, los tonos rosas y violetas en el cielo, el aire primaveral...

Alma sonrió, era lindo que recordara esas cosas de ella. De hecho era así.

—Los centinelas me abruman —admitió—, por eso quiero despejarme esta noche.

Alejándose más de lo previsto, su ruta se desvió a los barrios de élite, aquellos desconocidos lares para alguien que creía que los suburbios era lo mejor que le podía pasar a la noche de Marimé. El derroche de dinero y el uso inconsciente de espacios para mansiones no le hacía gracia, cuanto más penetraban la zona, el lujo se acrecentaba.

Bares, discotecas, salones y autos de alta gama, con señoritas de pasarela de rubio platino acompañadas de jóvenes de músculos bronceados. Alma se miraba con pudor, sintiéndose fuera de lugar. Estaba lejos de sentirse como en casa, y no pasaría mucho para que la notaran como a un ente extraño al lugar.

Alex estacionó en una hilera de vehículos del mismo calibre. Su acompañante podía sentirse más calmada, las aceras de ese sitio estaban colmadas de gente extraña. ¿Góticos? ¿Punks? La tintura fantasía era la reina de la noche, así como el gel, las medias red y el color negro. Era bueno hallar un punto alternativo aunque no dejaban de ser niños bien, cada borceguí de cuero de esos supuestos "antisistema" valía lo mismo que el sueldo de un joven de los barrios bajos. No era más que pura pose.

—Bienvenida al Club Inferno —dijo Alex, haciendo un ademán con la mano para que se adelantara—. Una pequeña capilla de placer para aquellos que quedamos fuera de la élite centinela...

Sosteniendo una sonrisa, Alma tomó la mano de Alex, que parecía conocer muy bien aquel agujero y se encontraba más que entusiasmado. Sin chistar, ella lo siguió hasta la entrada en donde los gorilas le pidieron su identificación.

Calor húmedo, el cabello se le pegaba a la piel; humo con aroma a cigarro, alcohol y transpiración; láseres, luces de neón y los bajos con sintetizadores a todo volumen, haciendo vibrar el suelo. Nada de otro mundo, excepto por las gárgolas y estatuas del inframundo que decoraban los muros, y las jaulas con bailarinas exóticas así como las pantallas gigantes mostrando imágenes de soft porn. Y no terminaba allí, los pasillos se ampliaban a nuevas salas con barras de bebidas, mesas y tarimas con bailarines exóticos en caños. Alma reservó sus comentarios, no le habría parecido que Alex tuviera interés en un sitio de estilo "burdel". Necesitaba conocerlo más.

—¿Te gusta? —preguntó Alex a su oído.

Alma asintió con una sonrisa de dientes apretados y mirada rígida.

—Pues vayamos por los chicos —indicó Alex—. Están en el subsuelo,

<<¿Subsuelo?>>

Sí, había oído bien. Bajo unas escaleras anchas se encontraba una pista amplia con mesas de manteles rojos y meseras vestidas de diablas. La música estaba más baja y las luces eran más tenues. Se podía respirar.

—¡Ahí están! —Alex alzó su brazo, saludando a un grupo sentado al fondo.

—¡Alex, Alma! —exclamó Ángeles, tan excéntrica como siempre—. ¡Vengan!

Encontrar a alguien conocido ponía a Alma de buen humor, más cuando vio al resto de amigos de Alex. En ese momento entendió el porqué estaban en un sitio como ese y no en cualquier cafetería de la avenida principal.

—Chicos, ella es Alma.

Alex la presentó con entusiasmo, invitándola a tomar asiento al lado de Ángeles, enfrentada a los otros cuatro miembros de la Legión del Mal.

—Ellos son Sebastián, Yamil, Dante y Romeo. —Señaló Alex.

Sebastián era un pequeño chico encapuchado como la parca y un barbijo blanco, quizás para la gripe, podía verse que su cabello era negro y muy lacio. Dante se mostraba serio, inexpresivo, con su cabello oscuro bien peinado y lentes de grueso marco. A su lado estaba Romeo, lucía mucho más inquieto, su mirada no se posaba en ningún sitio en particular, Alma creía que su cabello alborotado de color avellanas podía deberse a estar en constante movimiento. Por último se encontraba Yamil, quien era el más diferente a todos, no solo porque vestía de colores vibrantes, con túnicas al mejor estilo hindú, sino porque llevaba una larga trenza rubia, con sus costados rapados y una sonrisa serena en su tostado rostro.

Pronto la hicieron partícipe de sus ocurrentes disputas y peculiares conversaciones.

—¡Está claro que los centinelas venimos de Marte! —Ángeles gritaba como siempre, golpeaba la mesa y escupía al hablar.

—¡Eso es una locura! —Romeo saltó de su asiento, apretando sus ojos con fuerza—. ¡Esa es una idea tonta que no reconoce el potencial humano!

Alma llevó sus manos a la boca, ellos bebían más que ella, y es que el dinero se los permitía. Ahora desvariaban.

—Me importa una mierda —murmuró Dante.

—¡¿Ahora no te importa?! —gritó Alex, ceñudo, enfadado.

Eso era una sorpresa para Alma, era la primera vez que se mostraba tan molesto y solo era un comentario tonto.

—No, no me importa perder el tiempo pensando burradas —replicó Dante—. Suceden cosas más importantes.

—No podemos preocuparnos de lo que nos excluyen. —Sebastián se encogió de hombros.

La nueva invitada caía en cuenta que ellos no tenían la traición confirmada, y debían resignarse de sus ganas de saber las verdades, a diferencia de ella, que prefería divagar sin preocupaciones.

Yamil, sin dejar de sonreír, interrumpió:

—Por lo pronto creo que hay cosas a las que no deberíamos buscar respuesta.

Todos los chicos bufaron y lo insultaron en desacuerdo. Entre idas y venidas, Alma sentía su teléfono vibrar y vibrar, por lo que decidió apartarse, decepcionada de no poder comentar nada de lo que sabía.

Apartada en un baño comenzó a leer los mensajes del grupo de la División Alfa.

"¿Dónde estás, Alma?" preguntaba Yaco.

"Es urgente, el anómalo suelto anda por los suburbios, estamos intentando identificarlo. Tienes que alejarte de la zona". Dijo Luca.

"¡Puedo ir por ti ahora mismo!" añadió Gary.

"No estoy allí", le respondió Alma, "estoy en el Club Inferno, con Alex y sus amigos".

De inmediato, Luca llamó a su teléfono, el cual Alma apagó sin responderle. No dejaría que ese ser maligno intentara boicotear su felicidad.

—¡Alma! —llamó Ángeles—. Todavía no oímos tu opinión sobre los centinelas.

¿Opinión sobre los centinelas? Alma volvió a la mesa y tomó toda su cerveza antes de darse el lujo de responder, sabía que no podía dar una mala impresión a los amigos de Alex, pero lo que le pedían tocaba sus fibras más sensibles, y no mentiría cuando ya se lo había dicho a Alex.

—Está todo mal —afirmó, dejando a los habladores sin palabras—. Desde los cimientos, estoy en desacuerdo con todo, y ya lo sabe todo el mundo.

Tan solo la música de fondo se oyó. Alma tomó una de las tantas botellas sobre la mesa y sirvió en su vaso, no estaba segura de que fuera vino, vodka o ron. Daba igual.

—Es una mierda, sí —afirmó Dante—. Pero aquí estamos.

—No te preocupes. —Ángeles le palmeó la espalda—. Es un pensamiento recurrente en la Legión.

—No parece que vaya a mejorar. —Yamil borró su mueca—. Está en el mal camino.

—Más con una traición —dijo Alma, y de inmediato tapó su boca.

Alex lanzó una carcajada.

—¿Te dijeron que no hablaras de ello? —preguntó, pero Alma solo tragó saliva—. No te preocupes, amor. No somos idiotas.

Alma agitó su cabeza, buscando espabilarse y prosiguió.

—Solo creo que la Sociedad Centinela está cómoda con su poder. Lo mejor que puede pasar es que deje de existir.

El silencio incómodo se volvió a producir.

—¡Otra ronda, por favor! —Ángeles llamó a la mesera antes de que la mesa cayera en depresión.

No se volvió a tocar el tema, y Alma no paró de beber, de bailar y de procurar olvidar todos los malos momentos. Alex y sus amigos la integraban a su círculo íntimo y podía distenderse con ellos como si los conociera de toda la vida. Riendo, danzando y bebiendo.

Cuando la noche llegó al fin y aunque sintiera un revoltijo estomacal, Alma no pudo vomitar. Por experiencia, sabía que si dormía así, el día siguiente sería una mierda, pero ya no podía hacer fuerza para mantenerse en pie. La ebriedad le ganaba.

Alex alzó a su novia maltrecha entre sus brazos, el resto de sus acompañantes se marcharon como si nada, acostumbrados a los tragos fuertes.

Al salir del Club, con la luz del amanecer, Alex procuró dejar a Alma en el asiento trasero, pero una fuerte frenada lo distrajo antes de conducir. Una camioneta se detuvo frente a él, las puertas se abrieron.

—¡Alma! —Gary bajó corriendo y se dirigió a la dormida jovenzuela.

Tras él descendían Luca, Lisandro, Mao y Yaco.

—No puede ser cierto... —murmuró Alex, frotando el puente de su nariz—. ¿Nos están siguiendo?

—¡Estamos trabajando! —bramó Luca—. Algo que tu novia debería hacer de vez en cuando.

—No pretendías conducir estando ebrio, ¿verdad? —preguntó Lisandro, admirando el deplorable estado de Alma.

—No estoy ebrio —afirmó Alex, tomando aire.

—Sales de un bar a las seis de la mañana —dijo Yaco—, no deberías conducir.

Luca lo interrumpió.

—¡No debiste dejar que Alma bebiera hasta quedar así! ¡Tiene problemas de adicción! ¡Seguro ni lo sabías!

—¡Estábamos celebrando! —Alex se adelantó a ellos extendiendo sus brazos—. ¡¿Qué quieren?!

—Nos llevamos a Alma —dijo Mao—. Hay cosas que debemos hablar con ella en privado.

—Y no dejaremos que seas tú el que la devuelva a casa —añadió Yaco.

Alex rió entre dientes y habló.

—Lo sé, aunque Luca sea el único que lo exprese... —Alex negó con su cabeza—. Desconfían de mí, pero quien tiene motivos para hacerlo soy yo. Yaco, sabiendo que Alma es inexperta monopolizas el poder de la División, y dices simplificar el trabajo cuando le das a Alma información masticada.

Yaco abrió la boca para responder, pero Alex prosiguió

­—Mao, no tuviste mejor idea que dejar a Alma en terapia intensiva para que al fin tomara a la Sociedad en serio. Gary... no haces más que subestimarla y la asesinaste en un sueño lúcido. —Alex suspiró con la vista en Luca—. ¿Hace falta que te diga lo mierda que eres con ella? Al menos todavía guardo fe en Lisandro.

—No tienes idea de lo que hablas —barbulló Yaco—. Si nos has investigado para sacar conclusiones tan absurdas...

—¿Investigado? —interrumpió Alex—, todas esas cosas me las dijo ella. Dejaré que se la lleven, porque admito que conducir ahora podría parecer imprudente, pero no me confundan. Y sé de los problemas de adicción de Alma, pero por ahora también sé que por un buen tiempo le va a ser difícil dormir sin pastillas o alcohol, una noche de diversión no va a matarla.



—Le rompería la nariz de no ser por ustedes —rumiaba Luca.

—Para ya... —Yaco estaba hastiado, conduciendo sin ganas ni sonrisas.

Luca no detenía sus insultos, durante el viaje no paraba de defenestrar a Alex White, y esta vez coincidía con los demás en que era un arrogante, aunque no fuera indicio de ser un traidor o tener algún plan maquiavélico.

El vehículo se detuvo en la esquina de la casa de Alma, quien seguía dormida en el regazo de Gary. Yaco se frotó la cabeza, Mao lo observó al momento que dejaba escapar un suspiro, solo él sabía cuánto trabajaba su mejor amigo; de la mañana a la noche, era el único que lo intentaba.

—Despierta, Alma... —Gary procuró espabilar a Alma con suavidad, para que pudiera abrir la puerta de su casa por sus propios medios.

Luca, que los miraba resentido, no tuvo paciencia ni piedad. La tomó por los hombros y comenzó a agitar su ebrio y dormido cuerpo.

—¡Bájate de una vez!

—¡Luca, no! —Gary logró darle un manotazo en toda la cara, haciendo que su cabeza roja se estrellara contra la ventanilla de la camioneta.

—¡¿Estás loco?! —bramó Yaco—. Va a vomitar los asientos.

Alma tomó su cabeza entre sus manos, inhaló aire y sintió un fuerte aroma a Whiskey y tabaco. De inmediato, abrió sus ojos ante un ardiente calor, para encontrarse atrapada en los brazos de Gary.

—¡Gary! —Alma terminó por espabilarse, pero antes de seguir encandilada ante su rostro, el revoltijo en su estómago subió hasta su faringe.

—¡Ábrele la puerta, carajo! —ordenó Yaco.

Gary se apresuró y la arrastró fuera del vehículo, donde los chorros de líquido anaranjado salían como si de un grifo roto se tratara.

Una vez que todo salió, limpió su boca con el puño. Los demás chicos descendieron del vehículo para corroborar que Alma no necesitara una desintoxicación en un hospital.

—¿Qué pasó? —preguntó Alma, tambaleándose en sus tobillos—. ¿Dónde está Alex?

Luca respondió.

—Pretendía traerte a tu casa en estado de ebriedad —dijo y encendió un cigarro—. Quizás matarte en un "accidente", a lo mejor nos hacía un favor.

—Cierra el pico —murmuró Alma, buscando en su pequeño bolso las llaves de su casa, y, todavía sin poder dar dos pasos firmes, avanzó hacia la entrada.

—¡Cuidado! —Gary la tomó por la cintura al verla fracasar en su intento.

—Alma —habló Lisandro—, debes caminar por tu cuenta, ¿qué le diremos a tu tía si nos ve?

Alma lanzó unos murmullos inentendibles, sus ojos entintados con la máscara corrida se cerraban solos, sus piernas eran como flanes, y tras dar otro paso, comenzó a vomitar con la misma intensidad anterior. En eso, un fuerte chillido se oyó a lo lejos.

—¡Alma! —Jazmín, vestida de fiesta, corría hacia su amiga, junto a ella iban Sofía, Renata y Carmela—. ¡Déjenla en paz!

—Carajo... —Luca exhaló el humo de su boca.

—¡Renata, toma a Alma y llévala a su casa! —ordenó Jazmín, abriendo una navaja stiletto que llevaba en su bolsa —. ¡¿Qué le hicieron?! ¡Hijos de puta!

—Yo solo... —El nerviosismo de Gary fue inmediato, ¿qué excusa podía poner?

—¡Sofi, llama a la policía! —prosiguió Jazmín.

—¿Por qué? —inquirió Sofía, acostumbrada a ver a su hermana en ese estado.

—¡Estos violadores la embriagaron y se aprovecharon de ella! —Jazmín los apuntó con su arma, la ira la corroía por completo.

—Qué asco. —Luca frunció el ceño—. Su estúpido novio pretendía conducir estando ebrio, solo le hicimos el favor de traerla, idiota.

—¡¿Piensas que voy a creerte?! —Jazmín no dejó de gritarle y apuntarlo.

—Tú no, pero yo sí —interrumpió Sofía—. Alma se hace esto sola.

Carmela interrumpió a Sofía.

—¿Cómo puedes confiar en extraños por sobre tu hermana?

Sofía chasqueó su lengua y vio a Alma con desprecio. La misma volvía a despertarse.

—Oigan, dejen de gritar, ¿sí? —dijo, dejando a todo el mundo helado—. Necesito un baño, y un antiácido. Mi cabeza me está matando.

Alma ingresó a su hogar, restando interés a todos. Jazmín guardó su navaja y miró a los chicos, los recordaba  de aquella vez en el hospital, también habían presenciado el show de las Gatas Ácidas. No tenía idea que hacía su amiga rodeada de tipos extraños, incluyéndolo a su exnovio, tan solo temía una recaída.

—Muy bien, lo siento. —Jazmín puso su vista en blanco y resopló antes de mirarlos otra vez—. Yo solo...

—No te preocupes. —Gary le sonrió—. Conocimos a Alma el poco tiempo que estuvo con Luca, pero sabemos que es una buena chica, solo quisimos ayudar.

Jazmín mordió su labio.

—Muchas gracias —añadió apenada.

—Sí —interrumpió Luca—, mejor cuiden que su amiga no ande con patanes.

—¡Increíble! —exclamó Renata, esbozando una sonrisa juguetona.

Tras el altercado, los chicos pudieron irse sin contratiempos. Sofía volvió a su hogar, Carmela tomó el autobús, mientras que Renata y Jazmín caminaron un trecho juntas.

—¿Qué fue eso? —preguntó Renata a Jazmín.

—No tengo idea. —Jazmín se detuvo en la puerta de su hogar—. Alma no parecía alterada en lo más mínimo. Tendré que esperar a que ella me diga que hacía con tantos hombres, y que nos explique por qué nos dejó plantadas.

—Parecen chicos buenos —rió la rubia.

—Todos lo parecen, pero ella no sabe diferenciarlos.



Chat abierto:

Perro: ¿cuánto más?

León: lo necesario, perro.

Águila: el movimiento está hecho, el fin justificará los medios.

Delfín: mejor descansemos, analicemos su movimiento. Será el último que hagamos.

Chat cerrado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro