Capítulo 2: Encaminamiento
El perfume de las flores se filtraba por las hendijas de la ventana de la habitación de Alma. Esta vez el despertador no la sonsacaba de sus dulces sueños, era la felicidad de la vida misma lo que lograba ponerla de pie y dibujarle una sonrisa de estúpida al mirarse en el espejo. Era oficial: tenía novio. Uno de verdad, uno hermoso.
La chica aplanó su blusa ya lista para el nuevo día, tan solo que antes decidió hacer un llamado, por más que la culpa la carcomiera.
—¿Alma? —Sam atendió la llamada, algo intrigado, no eran muy cercanos.
—No quería molestar, pero eres a quien necesito. —Alma se mordió la lengua—. Tú conoces a Alex White, ¿no es así?
—¡Claro! —Sam habló de un modo más amistoso—. ¿Cómo salió tu cita con él? —preguntó al recordarlo.
—De eso se trata. —Alma se sentó en su cama—. Me propuso ser su novia, y le dije que sí.
—¡Felicidades! —Sam acomodó sus lentes, perplejo—. Entonces, ¿qué necesitas?
—Necesito saber si es confiable. —Alma no dilató su duda—. Tú naciste en la Sociedad, debes conocerlo.
Sam frotó su barbilla, pensando.
—No es el chico más convencional, pero jamás lo asociaría a un traidor, si eso te preocupa. —Sam esclareció la duda con velocidad—. Tu hermano podría darte más información de ese estilo, yo nunca fui su amigo.
—Prefiero hablar contigo. —Alma giró sus ojos—. Mateo y yo no somos tan cercanos como nos creen.
—Es verdad —respondió Sam—, lo que puedo decirte de Alex es que es el menor de dos hermanos, su madre es pediatra, su padre arqueólogo y él sigue sus pasos. Son una familia típica. —Sam se detuvo para pensar en que otros datos darle a Alma, y prosiguió—. Practica boxeo, pero su pasión es el ajedrez, tiene muchos premios en ello. Ah, y Ángeles es como su hermana.
—Gracias, Sam. —Alma sonrió satisfecha—. Parece un buen chico para presentarle a mi tía.
—Seguro que sí —afirmó Sam—, por cierto, hay trabajo.
—¡De acuerdo, ya voy!
Alma cortó la llamada, y dando pequeños brincos bajó por las escaleras para tomar su desayuno. Cathy sonrió al percatarse de la luz que Alma irradiaba.
—¡Qué buen humor traes hoy! —exclamó la mujer.
—Sí... —Alma no pudo contener su risita—. Hoy será un gran día.
—¿Volviste con Luca? —preguntó Sofía, expectante.
El ceño de Alma se encogió de inmediato, una mirada confundida se posó sobre Sofía. El falso romance con Luca era una historia pasada que deseaba no recordar.
<<¿Por qué preguntas eso?>>, pensó.
—Eso jamás. —Alma tomó una tostada, su alegría se esfumó.
—¿Será otro chico? —inquirió Cathy, bromeando.
—Mi felicidad no depende de ningún hombre. —Alma colocó mermelada a su tostada, y de inmediato volvió a sonreír—. Aunque en este caso...
—¡Estás enamorada! —Cathy aplaudió llena de goce.
No había podido soportarlo ni un día, Alma necesitaba esparcir su amor a todos lados, por eso, con la misma cara de tonta se dirigió a hacer sus tareas diarias.
—¡Te vio la cara de estúpida! —Luca escupió al hablar, sus venas se hincharon y sus puños emblanquecidos golpearon contra la mesa al enterarse que la cita de Alex y Alma concluía en un flamante noviazgo.
—Luca... —resopló Yaco.
—¡Cierra la boca, Luca! —gritó Alma—. Eres el único que habla pestes de Alex, ¿por qué será? ¡Quizás cuando te veas al espejo encuentres la respuesta!
—¡Alma! —Lisandro intervino para detener a la chica.
En cuanto a las agresiones, Luca y Alma siempre empataban. Ninguno tenía piedad, era difícil defender a uno o a otro cuando ambos eran el problema.
—¡Ja, ja, ja! —Luca fingió una risotada—. La que no se vio al espejo eres tú. Yo estoy muy consciente de mi rostro deforme, ¿y tú? ¿Crees que Alex se fijaría en ti porque eres linda y simpática? ¡Por favor!
—¡Luca, discúlpate! —intervino Gary, siendo ignorado.
La sala de trabajo de la División Alfa estaba a punto de convertirse en un infierno con esos dos.
—¡¿Por qué eres tan miserable, Luca?! —Los ojos de Alma se colmaron de lágrimas—. ¡No haces más que humillarme y maltratarme desde que estoy aquí!
Luca la miró con dureza, pero en ningún momento planeaba callarse.
—¡No seas ilusa, Alma! —exclamó Luca—, trato de abrirte los ojos, a ti y a todos. La Sociedad Centinela no es un juego, no hay espacio para romanticismos baratos. Despierta de una vez, eres débil e ingenua y nos arrastrarás a la miseria.
—¡Luca, basta ya! —Yaco se colocó frente a Luca para darle un empujón, su sonrisa amable ya no estaba, cualquiera podía decir que estaba dispuesto a dar un puñetazo a su amigo si se pasaba un centímetro de su lugar.
Alma contuvo sus lágrimas en sus ojos, y no derramó ninguna, no lo haría por culpa de Luca, sería fuerte frente a ese abusivo.
—Tú ya estás en la miseria —respondió Alma.
—¡Y tú lo estarás pronto! —alegó Luca—, y cuando estés destrozada y veas la realidad con tus ojos, seré el primero en reírme en tu estúpida cara para decirte "te lo dije".
Alma se dio la vuelta y escapó de la habitación. Luca cruzaba la línea, si quería ganarse su odio, se podía decir que el trabajo estaba hecho. Ella corrió por los pasillos hasta hallar el baño para poder llorar de la impotencia. Apretó sus puños con rabia e intentó tranquilizarse. Era obvio, Luca era un ser tóxico, que desde el primer momento solo le demostraba sus ganas de verla sufrir.
—¡¿Qué mierda fue eso, Luca?! —Gary lo empujó.
Luca apretó su mandíbula con la mirada puesta en el piso, respiraba con dificultad, y su cuerpo se iba relajando.
—Ustedes también deberían darse cuenta, Alex no es trigo limpio —refunfuñó.
Lisandro negó con la cabeza y la mirada puesta en Luca.
—Si querías que Alma te odiara más ya lo lograste —reprochó el joven de ojos violetas—, te pasaste y deberíamos golpearte. La agrediste, la humillaste y arruinaste su día. Hacía mucho no la veíamos sonreír de verdad, ¿por qué te molesta verla bien? ¿Qué problema tienes?
—¡No sean idiotas! —Luca se dejó caer en uno de los sofás, de inmediato encendió un cigarro—. No se trata de algo contra Alma, se trata de todos, se trata del maldito de Alex. ¡Y todo es culpa de Gary!
—¡¿Yo?! —Gary se sorprendió tanto como todos.
—Si fueses menos lento... —murmuró Luca.
—¡Y si tú fueses menos dramático! —exclamó Mao—. Tan solo espero que estés equivocado, porque será difícil bajar a esa chiquilla de su nube de amor.
—Y no permitiremos que la sigas maltratando. —Yaco lo miró con dureza—. La próxima vez te callaré de un puñetazo en los dientes. Te lo juro.
Luca sonrió.
—Yo sé lo que piensan de mí —afirmó Luca—,me importa un bledo que Alma tenga novio, el problema es que sea Alex White, ¡y si es necesario lo investigaré solo!
Los chicos se miraron entre sí. Luca desvariaba, tan solo se ganaría el beneficio de la duda por sus años de amistad, y por el hecho que conocía a Alex antes que todos. Así que lo decidieron en conjunto, ese mismo día recopilarían información de Alex a pesar de no tener ni una pizca de sospecha contra él.
Primero llamaron a Mateo para darle "la buena nueva" que su hermana todavía no le decía.
—¡¿Alex y Alma?! —La voz de Mateo se oyó aflautada ante la sorpresa—. ¡Harán una pareja de ensueño!
—¡No finjas qué estás feliz, hipócrita! —gritó Luca al micrófono.
Tras unos pocos minutos de charla, Yaco decidió dejar a Mateo en paz, ya que del otro lado del globo era de madrugada. Por otro lado, Mateo se mostraba más que satisfecho con la noticia. Luca y su paranoia perdían puntos, sin embargo era demasiado pronto para darse por vencido. El joven obligó a Sam a hacer un informe detallado de las acciones de Alex durante el tiempo que Alma llevaba en la sociedad, y de toda su vida.
—Inteligente, deportivo, buena familia... —enumeró Mao al leer el informe—. Alex está comenzando a gustarme a mí también.
—¡Carajo! —Luca arrojó el informe al suelo y abandonó la habitación al perder el último rastro de credibilidad—. ¡Todo es tu culpa, Gary!
Gary se sobresaltó, no lo entendía.
Yaco dejó el informe de Alex a un lado, no podía creer el tiempo perdido en algo, que desde el primer momento, le parecía una alucinación provocada por un chico tan temperamental, posesivo e imposibilitado para aclarar sus sentimientos.
—Supongo que ya acabamos con esta payasada —dijo Lisandro, arrojando el informe de Alex al cesto de basura—. Luca necesita ver a un psiquiatra, su actitud para con Alma es enfermiza.
—Quizás solo está celoso —musitó Gary.
—De eso se trata lo enfermo, Gary —apuntó Lisandro—. No puede gestionar sus emociones y hace daño a la gente.
—Tenemos que detenerlo o puede ser peor —dijo Yaco—, no me interesa saber qué clase de trauma tiene, los malos tratos tienen que parar.
—¿Y qué me dicen de Alma? —siseó Mao, girando en la silla de escritorio—. Luca la maltrata, y todos pagamos los platos rotos.
—No voy a negar que me angustia —confesó Gary, atrayendo la mirada de todos sus compañeros—. Aunque lo intenté, quererla y cuidarla como a una hermana, Alma solo nos repele, pensé que se debía a que somos de la Sociedad, pero no sucede lo mismo con Alex...
—No podemos llevarnos bien con todo el mundo —Yaco le palmeó la espalda—. Alma no es tu hermana menor, solo tú la ves así.
—Lo sé —Gary sonrió—. Estoy conforme con que Alex la haga sonreír.
La mansión se superpoblaba, algo grande sucedía a sus alrededores. Luca daba una pitada a su cigarro y exhalaba humo desde el balcón del segundo piso, desde allí veía gente arribar la casona. Pensaba en silencio, un perpetuo silencio. Lo que tenía en mente solo era cosas suya y de nadie más.
—Luca, me alegra verte. —El presidente Timoteo tocó su espalda y lo saludó con una leve mueca torcida—. ¿Sucede algo? Vi salir a Alma hace unas horas, no se veía bien.
—No lo sé. —Luca volteó su mirada al parque—. ¿Por qué hay tanta gente?
—Los Altos Mandos harán una presentación simultánea del Disociador M.
—¡¿Lo aprobaron?! —Luca sonó alterado.
—Sí, es un avance único —explicó Timoteo—. Y ya ha sido testeado con éxito en humanos de distintas IPC de investigación.
—¿En humanos? —inquirió Luca frunciendo el ceño.
—Naturalmente —Timoteo desvió su vista al parque y carraspeó su voz—. No entiendo tu preocupación, Luca. Podría servir para no eliminar traumas o situaciones que no convengan saber.
—Puede ser usado como arma —afirmó Luca, dejando caer su cigarro para pisotearlo con rabia—. Se llama disociador porque modifica las personalidades.
—Si tienes miedo que se haga un lavaje cerebral, te recuerdo que para eso tenemos el programa Monarca. —Timoteo lo miró con extrañeza—. La Sociedad modifica las conductas de los poderosos para que respondan a nuestros intereses, eso no es un secreto. El Disociador M borra recuerdos traumáticos, no implanta nuevos.
—No me parece apropiado presentarlo en esta situación —habló Luca entre dientes.
—Está decidido —dijo Timoteo—. Tan solo avísale a tus compañeros, la División Alfa debe estar en la presentación esta noche.
Esa noche, solo el sector más importante de la Sociedad se encontraba reunido en el hall de la mansión. El equipo presidencial, el equipo vicepresidencial, las divisiones Alfa y Beta, y un pequeño porcentaje de la DII. Todos ubicados en sillas dispuestas frente a una gran pantalla, en donde se podía apreciar la sede central de la Sociedad Centinela en algún suntuoso y recóndito lugar del planeta.
Cuatro ancianos, tres hombres y una mujer, se situaban tras una mesa de conferencias, en una sala adornada por las insignias correspondientes. Eran los Altos Mandos y a Alma no podía importarle menos cuando se estaba hablando por mensaje con Alex.
"Hay cuatro viejos hablando de algo ", escribía Alma, "muero del aburrimiento, estuve todo el día trabajando aquí y ahora están dando una charla larguísima".
"Deben ser los Altos Mandos", respondió Alex, "los de bajo rango no tenemos permitido a acudir a esas conferencias, ¿están hablando de la fuga de archivos?"
"Dijeron que se van a ocupar, ahora están presentando unas máquinas para no sé qué".
El intercambio de textos se volvía más intenso entre Alex y Alma y parecía no tener fin. De vez en cuando los chicos la miraban de refilón, esperando a que nadie se diera cuenta de su falta de respeto. Ella no prestaba la más mínima atención, no le importaba para nada. Los altos Mandos, su abuelo, las fugas de información y el Disociador M podían irse a la mierda.
Cuando la reunión acabó, Alma se desperezó en la silla, ansiosa por ir a su casa.
Yaco, como siempre, se ofreció a llevarla junto a los demás. Incluso Luca iría con ellos, y los demás lo permitían con la esperanza de que se disculpara con su compañera, pero lejos de eso, Luca no soportó mantenerse callado un segundo más.
—¡Qué falta de respeto! —bramó a la espalda de Alma, que al escucharlo decidió ignorarlo y seguir su camino al vehículo—. ¿Crees que esto es un chiste?
—Ya hice demasiado por esta Sociedad —respondió Alma, sin siquiera mirarlo—. Lo demás no me importa.
Yaco hizo un gesto a Luca para que se callara y continuó hablando él.
—Alma, no justifico el comportamiento de Luca, pero lo que hiciste fue una falta de respeto.
—¿Y cómo le llaman al haberme arrebatado mi vida? —preguntó Alma—, debería usar ese disociador en mí y así podría olvidarme de todo esto.
—¡Hazlo de una vez! —exclamó Luca—. ¡Bórrate la maldita memoria! A nadie le importaría.
Alma dejó de responderle, se sentó en la camioneta con la vista a la ventana.
—¿Hablabas con Alex? —preguntó Gary, en medio del silencio incómodo.
—Sí. —Alma sintió un nudo en la garganta, no entendía qué le interesaba a Gary.
—Me alegra verte feliz, veo que con Alex puedes mantener largas charlas.
—Así es. —Alma hizo una sonrisa apretada y miró a Gary a los ojos—. Alex me escucha, me entiende y entiende mis sentimientos.
—No como otros —dijo Mao observándolos por el retrovisor—, ¿verdad?
El hecho que Alma hubiese sentido cosas por Gary, o que por lo menos le pareciera atractivo, parecía no ser un secreto para los demás, excepto para el mismo Gary. Eso ya no importaba, con cada palabra de amor que Alex le dedicaba, más se esfumaban los absurdos e imposibles sentimientos hacia él. Era lo mejor.
La semana de un corto noviazgo se resumía en una catarata de arrumacos y cursilerías en las que Alma vivía una "tercera" y nueva vida, en donde el trabajo en la Sociedad y su vida de eterna universitaria pasaban a un segundo plano. Esto no solo molestaba a la División Alfa, quienes se convencían que ya no podrían contar con su "líder"; sino que sus amigas, en especial Jazmín, siempre recibían una negativa a la hora de una salida a un bar o a la plaza.
Jazmín no quería admitirlo, y no dejaría que sucediera. Alma no podía alejarse de ese modo, no podía dar fin a las salidas de chicas y los ensayos de las Gatas Ácidas, ¡no! Durante mucho tiempo Alma la había esquivado, durante mucho tiempo ella misma se había alejado por culpa de sus novios, sabía de las consecuencias que un perecedero romance podía traer a una amistad de años. Por eso mismo, ese viernes, no esperó a que su vieja amiga se negara otra vez y se dirigió hasta su casa para increparla al momento que esta estaba saliendo.
—¡Aquí estás! —Jazmín se colocó frente a Alma, quien sorprendida, no se movió—. Hoy es viernes de fiesta.
—Jazmín... —Alma habló entre dientes—. Hoy no.
—¡Ese nuevo novio tuyo te aleja de mí! —reprochó Jazmín y se cruzó de brazos—. ¡Lo odio!
—No exageres. —Alma comenzó a caminar—. Parece que te olvidas cuando salías con Apolo y que olvidaste de mi cumpleaños, o cuando salías con el barman del Antro y me dejaste plantada en la entrada del cine, ¡o cuando te acostaste con el baterista de esa estúpida banda grunge y olvidaste que a mí me gustaba más que a ti!
Alma aceleró su paso, recordar todas esas veces en las que había sido relegada por su mejor amiga despertaban sus sentimientos más oscuros. ¡¿Con que derecho Jazmín la acusaba?!
—Yo era una adolescente. —Jazmín llevó sus manos al pecho—. Tú eres una adulta, ¡una muy rencorosa!
—Llevo una semana con Alex —bufó Alma y se volteó hacia Jazmín—. ¡Una puta semana, Jazmín! Déjame disfrutar.
Jazmín lo pensó mejor, si bien pasaba una semana desde el noviazgo, Alma llevaba semanas hablándose con Alex, debía procurar no agobiarla con sus críticas.
—¿Y qué tal si salimos mañana? —Jazmín juntó sus manos en una plegaria—. Llamaré a las chicas, y convenceré a Sofía para que nos acompañe.
—De acuerdo. —Alma no lo pensó, tan solo pensaba en no retrasar más su cita con Alex.
Tras despedirse, Alma se apresuró a tomar el autobús. La tarde era mucho más prolongada y calurosa que días atrás, los niños aún podían disfrutar más tiempo de la calle y los parques, y el aroma a azahar la tranquilizaba con recuerdos de vacaciones. Alex aguardaba en la esquina de una pequeña cafetería de estilo barroco, con colores pasteles en su interior y empapelados de flores, incluso de afuera podía olerse la canela y la mies con la cual preparaban sus galletas especiales.
—Lo siento. —Alma mordió su labio inferior—. Jazmín está celosa de ti y me increpó en la calle para invitarme a salir hoy, cosa que tuve que rechazar.
—¿Jazmín? —preguntó Alex, aguantando una risita—. La amiga que cada vez que tenía un novio se olvidaba por completo de ti.
—Irónico es poco —murmuró Alma, ingresando al bar.
Ambos escogieron una mesa para dos frente a la ventana, la misma estaba decorada con flores rosadas y un mantel de puntillas. Por un momento, Alex dejó de sonreír, dejó de mirarla y tan solo miró hacia la ventana. Alma quiso ver, aunque no podía distinguir nada.
—¿Sucede algo? —preguntó ella.
Alex pestañeó con rapidez, su sonrisa volvió a dibujarse en su rostro, como un acto mecánico.
—Por un momento me perdí. —Alex tragó saliva.
—¿Algo te preocupa? —Ella encogió su entrecejo, era la primera vez que Alex tenía una actitud preocupada, distraída.
Alex llenó sus pulmones de aire y apretó sus puños contra la mesa. Algo no estaba bien. Su boca se movía, como queriendo hablar y conteniéndose a la vez.
—Mi padre, hoy se fue de casa. —Los ojos de Alex se colmaron de lágrimas.
El corazón de Alma se aceleró, Alex se esforzaba por mantener la sonrisa, por no llorar.
—Lo siento —dijo Alma, estirando sus manos hacia él.
Alex apretó su sonrisa.
—No es lo que piensas, fue a hacer un trabajo arqueológico. —Él volvió a levantar su mentón—. Investiga la leyenda de los tres secretos, ¿la conoces?
—Lisandro me dijo algo —recordó ella—. Un mito que existe para que los centinelas no se sientan omnipotentes. Se supone que hay tres secretos universales; uno son las enseñanzas de los centinelas; el segundo y el tercero no son más que teorías absurdas.
—Exacto. —Alex asintió—. Tan solo debería corregirte, porque el segundo tiene que ver con los objetivos de la Orden de Salomón, así que tengo la conjetura que el tercero debe ser algo relacionado a los Skrulvever.
—Tenía entendido que los Skrulvever podían moldear zombis de energía —dijo Alma.
—Nadie lo sabe —respondió él, enarcando una sonrisa—. Lo que me preocupa es que se meta en problemas debido a su curiosidad. No es momento para agitar las aguas, y los tres secretos es la única barrera que tenemos los centinelas para no sobrepasar los límites.
—¿Cuáles límites? —preguntó Alma—. Lo controlan todo, ¿acaso hay más límites que quieren romper?
—Es lo que me preocupa.
Silencio. Alma no sabía que responder, no sabía cómo animarlo o aconsejarlo y eso Alex lo sabía bien.
—Ya no hablemos de ello —dijo el muchacho—. No te traje para contarte pálidas.
—Deberías poder conversar de todo conmigo —rumió Alma, decepcionada de sí misma—. No sé qué decir.
—¡Di que aceptas conocer a mis amigos! —Alex tomó las manos de Alma, sus lágrimas estancadas ya no estaban—. Ellos están ansiosos por conocerte, ¡Ángeles ha estado encantada contigo!
Cuando Alex hablaba de sus amigos, Alma notaba un brillo especial en el turquesa de sus ojos, sus palabras nacían de una sonrisa risueña y relajada, su cuerpo hacia ademanes suaves. La entusiasmada expresión de su amado, provocaba en Alma querer complacerlo, quería verlo así de feliz todo el tiempo.
—Me encantaría. — Alma no podía evitar sonreír.
—Mañana por la noche —propuso él—. Pasaré por tu casa, saludaré a Cathy y a Sofi e iremos al Club.
A pesar de haberle dicho que sí a Jazmín, Alma no pensó en ello. La cancelaría e iría con Alex. Él parecía estar pasando un mal momento, y prefería consentirlo esa vez.
Alma asintió y Alex se acercó a ella para besarla. Sus labios estaban atrapados por la ternura de Alex. Y habría sido una tarde perfecta, de no ser por ese "toc-toc" en el vidrio de la ventana de la cafetería, ese maldito toc-toc que iba a acabar con la paciencia de ambos.
El beso se interrumpió. Alma quedó desconcertada. Tras la ventana se encontraba un grupo de subnormales queriendo llamar su atención.
Mao comenzó a frotarse sobre el vidrio lamiéndolo y haciendo caras obscenas. La vergüenza ajena se apoderó de los clientes y los mozos de la cafetería, y sobre todo de Alma. Yaco se partía de la risa, se retorcía arrodillado en el suelo. Luca fumaba con la mirada fija en la nada, pretendiendo no ver el espectáculo de Mao. Gary saludaba con un niño sin dejar de agitar su brazo y Lis permanecía parado mirando cual espectro del más allá.
—Y yo creía que mis amigos eran raros... —comentó Alex, asombrado.
Alma percibía sus mejillas a punto de estallar y el sudor frío de la espalda llegándole hasta los tobillos.
—¡No son mis amigos! —Alma salió corriendo del bar—¡¿Qué mierda hacen?! —preguntó, desesperada por ahuyentarlos.
—¡Alma! —exclamó Gary, abalanzándose para abrazarla— ¿cómo estás?
—Estaba bien, ¿qué quieren? —Alma frotó su cabeza, la extenuaban.
Alex fue tras su novia.
De inmediato Luca le lanzó una mirada tajante que lo hizo consumir el cigarro por completo. Alex solo respondió con una sonrisa burlona y ojos fríos.
—¡¿Acaso no te das cuenta dónde estás parada, idiota?! —preguntó Luca, enardecido.
—¡No le faltes el respeto! —bramó Alex, dirigiéndose a Luca.
—Déjalo, Alex. —Alma se interpuso—. No vale la pena.
—Lamento esto. —Yaco limpió una lagrimilla de su ojo—. No tuvimos opción, desde hace rato te estamos llamando, el presidente mandó una junta de emergencia.
—No des tanta información frente a éste —dijo Luca, con la mirada puesta en Alex.
—Tenemos que irnos —irrumpió Lisandro.
—Alma. —Alex tomó del brazo a su novia—. No voy a traerte problemas, luego nos vemos.
Alex tomó la mejilla de la joven y la besó con sus ojos puestos en los de ella.
Los chicos de la División Alfa permanecieron en silencio, frente a la incomodidad que les provocaba la exageración de melosidad. Incluso habían visto como la lengua de Alex entraba en la boca de Alma, ¡qué asco!
Alex se marchó con una última mirada penetrante sobre Luca.
—Yo también quiero un beso —comentó Mao, acariciándose los labios.
—¡No era necesario que vinieran! —comentó la joven exacerbada.
—Perderíamos tiempo, además queríamos presenciar cómo te trataba Alex —respondió Lisandro—. Mateo, aunque está conforme, nos envió a supervisar.
—Ese imbécil... —dijo Alma entre dientes—. Por lo que ven, Alex y yo estamos muy bien. Me trata como lo merezco.
—Sí, como a una idiota... —murmuró Luca.
Gary dio un suave empujón a Luca.
—Cierra la boca —dijo, y se dirigió a Alma—. Me alegro que estés bien.
Ella no le respondió, la amabilidad de Gary podía seducirla como sofocarla.
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