38
Ni si quiera quise mirar las dichosas luces liláceas de los fuegos artificiales que iluminaban el cielo, entonces ya oscuro. Tampoco me atreví a observar de nuevo su rostro, que se proyectó sobre una roca y luego se vio cubierto por una gigantesca cruz roja. Sentía que de algún modo había sido culpa mía. Sus palabras sobre nuestro futuro habían calado en mi mente. ¿Y si tenía razón y lo que le habían explicado era cierto? Entonces solo quedaría yo con vida, y todos los demás morirían. Rick moriría. Pam. Timothy. Dorian. Cedric. Todos serían eliminados, incluido Gillian. Pensar en aquello me revolvía el estómago. Por una parte me daba por pensar en los demás y la idea de quitarme del medio cada vez se hacía más presente. Pero por otro lado me permitía el privilegio de ser egoísta y no querer desprenderme de este mundo con tanta facilidad. Además, en casa me esperaban. Mis padres me necesitaban, y Nick me necesitaba. No podía abandonarlos, no para siempre.
Esa noche fue bastante lúgubre, todos se mantenían más en silencio que de costumbre y yo soñé con los cuerpos ensangrentados de mis amigos. Mi ensoñación llegó a ser bastante tenebrosa. Una niebla azulada deboraba todo lo que encotraba a su paso y tan solo dejaba a la vista una zona de la montaña. Hubiera preferido que la niebla hubiera consumido todo para no tener que presenciar aquella imagen. Tardaría un tiempo en borrar la escena de mis retinas.
Todos estaban muertos a mi alrededor, con sus cuerpos sin vida tendidos sobre el pasto verde. Aunque del verde intenso de la hierba quedaba poco, estaba totalmente eclipsado por el espeso color carmesí oscuro que se había secado sobre el suelo. Parecía que cada uno había sufrido de alguna manera distinta antes de morir. Cada cuerpo parecía haber muerto por culpa de circunstancias totalmente aleatorias y crudas. Decapitados, con la cara desfigurada, abiertos por el estómago o incluso aplastados, literalmente. A pesar de ser tan solo una pesadilla, sentí como la bilis me subía por la garganta, esperando a que le dejara paso entre mis labios para salir al exterior. Era un sueño terrorífico. En mis brazos estaba el cuerpo de Gillian, que parecía haberse desangrado por un corte en la garganta. El corte era fino y primoroso como el de una espada. Mi espada. Lo peor del sueño era que mientras yo luchaba para no desmoronarme entre el mar de cadáveres, la vocecita débil de Félix resonaba en mi cabeza. Una y otra vez, repitiendo las mismas palabras. Te lo dije.
Dormimos tirados en el suelo, como nos habíamos acostumbrado a dormir desde hacía varios días. Rick era el único que durmió sentado sobre una de las ramas más gordas de un árbol. Su excusa era que así podía hacer una mejor guardia, pero se notaba a millas que estaba allí porque no quería estar cerca de nadie. Cómo habían cambiado las tornas. Rick había comenzado siendo el líder de todo el grupo, con esa sonrisa radiante que haría que cualquiera le siguiera, y yo una simple extraña que se había unido a los demás la última. Ahora parecía que yo tenía la voz cantante, a pesar de no saber ni siquiera cómo la había conseguido, y él parecía ser un extraño que se sentía diferente y no quería compañía alguna. Aunque no le culpaba por ello, le habían hecho una jugarreta y aún seguía sin ser él mismo.
Cuando Gillian notó que me estremecía en sueños debió de abrazarme, porque cuando me desperté sus brazos me rodeaban el torso y su nariz estaba pegada a mi oído. Notar su cuerpo tan cerca del mío conseguía distraerme un poco, pero no lograba arrebatarme el sentimiento de culpa que me corroía el cuerpo.
Me giré para ponerme de cara al chico de ojos azulados sin deshacerme de su abrazo de oso y le observé mientras dormía. Su respiración era lenta. Parecía estar en calma. Su pecho se inflaba y desinflaba con parsimonia. Estando tan cerca de él podía ver las pequeñas pequitas que le adornaban el rostro bajo los ojos, casi imperceptibles pero adorables. Tenía las pestañas de un negro intenso puro, al igual que aquel cabello despeinado que tantas veces había soñado con acariciar. Me permití el derecho de pasarle los dedos entre los finos cabellos oscuros que tanto adoraba. Mis movimientos eran suaves, y a pesar de todo lo que habíamos pasado y lo sucios que debíamos estar parecía que a su pelo no le hubiera afectado nada estar estos días aquí. El tacto era satisfactorio, tan suave como la seda, como el algodón blanco que mi madre usaba para curar mis heridas.
Él pegó un pequeño bostezo y estiró los brazos, soltándome por un instante. Pensé que me iba a separar de él para poder moverse, pero tras estirarse pasó su brazo por mi cintura hasta posicionar su mano en mi espalda baja y tiró de mi hacia él. Me pegó tanto a su cuerpo que mi estómago se quedó rozando el suyo. En mi campo de visión no cabía otra cosa que no fuera él.
- Buenos días - Dije, aún con mi mano en su pelo.
- Buenos días, preciosa - Contestó él sonriendo. Aún tenía los ojos entrecerrados por el sueño - Creo que me va a gustar esto de levantarme así por las mañanas.
Acercó su rostro al mío hasta que nuestro labios estuvieron rozándose y unió su boca a la mía en un beso lento. Sus labios se movían de una manera que me hacía derretirme y no quería que aquel momento acabara jamás. Su otra mano, que antes estaba sobre el suelo, pasó a colocarse en mi mejilla. Y con movimientos circulares me acarició con el pulgar. Sentí su corazón palpitar sobre mi pecho. Su ritmo se aceleraba por segundos. El sabor de su boca me envolvió y me capturó por completo. Quedé prendada de sus labios y de sus sonrisas. De la forma en la que curvaba sus comisuras hacia el cielo mientras que me besaba. De cómo achinaba los ojos y del olor que desprendía.
Sumida en su boca me dejé llevar por mis pensamientos y me encontré pensando en lo peor que podría pasarme por la cabeza en aquel hermoso instante. ¿Y si después de lo ocurrido todos decidían alejarme de ellos? ¿Y si comenzaban a comportarse de forma extraña? ¿Serían capaces de aislarme para luego acabar conmigo y así asegurarse unas horas más de vida? No sabía cual sería el comportamiento de los demás conmigo a partir de aquel instante. Pero tenía claro que con lo que acababa de pasar, Gillian no sería capaz de llegar a hacer aquellas cosas. ¿O si?
Bajé de las nubes en cuestión de segundos al sopesar todas estas posibles opciones. Esa sonrisa blanquecina no parecía estar enfadada conmigo, era imposible que destilara odio. Pero en aquel momento no estaba tan segura, y de solo pensar en que la persona que más me dolería perder en esos instantes me odiara se me hizo un nudo en la garganta.
Apoyé las manos sobre su pecho y lo aparté de mi haciendo que rompiera nuestro beso. Él parecía desconcertado. Me solté de su agarre y me incorporé hasta quedar sentada sobre la hierba verde. No pude evitar pensar en lo que había soñado. Abracé ligeramente mis rodillas cuando percibí que aquella sonrisa radiante se le borraba del rostro.
- Kailee - Me llamó. Percibí la incertidumbre en su tono de voz. Incluso parecía algo nervioso - ¿Ocurre algo? - Por un instante su voz tembló y tubo que aclararse la garganta para continuar hablando - ¿He... He hecho algo malo?
- No, no eres tu - Me apresuré a decir - Es solo que... Me siento culpable de lo que ha ocurrido con Félix, y hacer como si nada hubiera pasado hace que la culpa me carcoma más aún. Siento como si estuviera faltándole al respeto.
Decir aquellas palabras aflojó la tensión que engarrotaba mis hombros, pero aún esperaba impacientemente su respuesta con un nudo en el estómago.
Sus ojos, que se habían vuelto algo fríos al deshacerse de mi contacto físico, se dulcificaron. Sus facciones se volvieron menos tensas, y creí percatarme de que había estado sosteniendo el aire sin poder respirar.
Puso una de sus manos sobre mi hombro y me apartó el cabello que caía sobre mis ojos. Su tono era dulce, tranquilizador. Por un instante olvidé lo que había sucedido y me sumergí en el movimiento de sus labios, en el aroma a menta fresca que le envolvía, en la forma en que pequeños mechones de pelo negro le caía sobre la frente formando un remolino y casi rozando sus ojos azulados. Me entraron ganas de olvidarme de todo y lanzarme encima suyo para volver a sumergirme en aquellos labios de seda.
Oír su respuesta hizo que cada terminación nerviosa de mi cuerpo parara en seco y me diera un respiro.
- Escúchame. Nada de esto es culpa tuya. Eres una persona increíble y tu corazón es bondadoso. Todos los que estamos aquí sabemos que jamás nos harías daño. Fue el SECMA quien metió aquellas ideas en la cabeza de Félix, ninguno de tus actos demuestra nada de lo que le dijeron. No tiene ni pies ni cabeza. Ellos quieren jugar con nosotros, querían provocar esto. Que tú pienses eso es por su culpa. No dejes que ganen, no se lo permitas - Su otra mano se posó en mi mejilla - Muchas veces he estado a punto de derrumbarme. El peso de la realidad me ha caído encima mil veces desde que estamos aquí. No va a ser fácil escapar de este lugar, esto es una ratonera. Y es muy difícil mantenerse fuerte e intentar no resquebrajar mi careta de tipo duro durante tanto tiempo. Pero cuando eso me ha sucedido la clave has sido tú - No pude evitar contener el aliento - Cuando me estaba hundiendo te miraba. Y allí estabas; Tan terca, valiente y llena de vida. Entonces la energía volvía a mi cuerpo. Eres como la chispa que me hace volver a la vida cada mañana - Parecía que sus ojos azules brillaran de esperanza - Tu has sido mi salvavidas, déjame que yo sea ahora el tuyo.
Abrió los brazos y yo me lancé sobre él rápida como una liebre. Él me apretujó entre sus brazos, dándome cobijo y calor. Su salvavidas. Jamás me habían dicho nada semejante.
Hundí me cara en su cuello. Me entraron ganas de no soltarlo jamás. A penas en unos días, Gillian Dupont había averiguado cómo calar hondo en mi corazón. Una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla y me sumergí en su calor corporal. Noté sus labios que rozaron mi frente, y su respiración profunda en la cara.
Entonces noté que otro par de brazos me rodeaba. Abrí los ojos con sorpresa. Cuando me separé un poco para ver quién se había unido a nosotros me topé con el infantil rostro de Timothy, que nos sonreía abiertamente mientras que su media melena morena se movía al son del viento.
- Buenos días - Dijo alegre - Yo también quería un abrazo.
El pequeño nos miró a ambos con una sonrisa que le llegaba a las orejas. Yo alcé los ojos para observar a Gillian, que miraba al niño enternecido y mostraba un amago de sonrisa. No pude evitar reír, aún con lágrimas en los ojos, y apretujé a ambos entre mis brazos.
Mientras tanto, el resto del grupo se desperezaba ya, comenzando a ponerse en marcha de nuevo. Dorian bostezó mientras que se ponía en pie y se rascaba la parte baja de la espalda. Rick parecía que ya hacía minutos que estaba despierto. Se notaban unas ojeras púrpuras bajo sus ojos y el cabello rubio le caía enmarañado sobre la frente. Me pregunté si habría presenciado la escena, aunque ya sabía la respuesta.
Habíamos acabado durmiendo frente al río. Nos habíamos movido unos cuantos metros más adelante de donde la trágica escena había ocurrido la noche anterior. Y me alegraba no haber tenido que dormir junto a un cadáver. Metí las manos en el agua helada del río y me las pasé por la cara para enjugar mi rostro. El agua fría del riachuelo me hizo despertar en cuestión de segundos. Los ojos dejaron de pesarme, y mientras que los demás comenzaban a ponerse en movimiento yo llené las cantimploras de agua, que ya estaban más que secas.
Al acabar de llenarlas y guardarlas en las bolsas me percaté de que Timothy se había alejado un poco de nosotros. Caminaba con una mirada curiosa, cómo un cervatillo recién nacido, observando su entorno. El niño parecía totalmente ajeno a la muerte de nuestro compañero. Jamás se diría por su aspecto que había visto a un hombre morir frente a él, pese que el día anterior lo había llorado a moco tendido.
Fue entonces, en un abrir y cerrar de ojos, cuando un destello de luz plateada apareció delante del pequeño, que quedó perplejo ante tal espectáculo. Caminó hasta la luz, y de golpe uno de sus pies desapareció en la nada, al igual que todo su diminuto cuerpecito. Abrí mucho los ojos. Dorian pareció percatarse de lo ocurrido igual que yo, porque ambas salimos corriendo en dirección a donde antes se había encontrado el niño.
- ¡Timothy!
Como dos balas nos precipitamos cruzando la verde hierba bajo nuestros pies. Los demás nos observaron desconcertados. Y, sin pestañear, ambas cruzamos la luz plateada que había aparecido a un lado del río.
Cuando la traspasamos, una luz de un blanco cegador nos absorbió por completo. A penas podía abrir los ojos. Parecíamos estar frente a la nada, hasta que di dos pasos hacia delante y encontré el cuerpo inmóvil de Dorian, que observaba el paisaje frente a nosotras sin entender qué había ocurrido. Estaba confusa y aturdida. ¿Era aquello algún tipo de brujería? ¿Otra ilusión más que añadir a la lista? Entonces me acordé de lo que dijo Félix. Hologramas. Y lo comprendí todo.
Allí había una puerta y nos la habían estado escondiendo.
No nos habíamos percatado hasta que la luz plateada había aparecido para indicarnoslo, estabamos haciendo justo lo que ellos querían, cuando ellos querían.
La luz blanca se había disipado en el horizonte y aguardaba dos pasos tras de mi. Mis ojos estaban muy muy abiertos ante lo que teníamos frente a nosotras. A penas podía pensar con claridad, un millón de ideas me venían como fantasmas a la mente. Dorian rompió el silencio.
- ¿Dónde cojones estamos?
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