31
Dos días.
Ya habían pasado dos días sin ningún incidente. El bosque parecía más tranquilo que de costumbre, todo se había vuelto de un tono más intenso y había un olor embriagador en el ambiente. Ahora todo parecía más vivo. Incluso los ojos de Gillian aparentaban ser mucho más azulados que en los días anteriores. También el paraje había cambiado. La naturaleza a nuestro alrededor se había vuelto más exótica, como si nos hubiéramos adentrado en la selva.
En dos días caminando habíamos recorrido mucho terreno, pero seguía sorprendiéndonos la inactividad que había en aquel lugar. Aunque esperábamos que durara lo máximo posible. Rick iba a la cabeza. Se había mantenido la gran parte del viaje callado y delante de todos, intentando evitar el contacto visual conmigo. No entendía que le ocurría, pero a Rick era mejor no molestarlo cuando se ofuscaba. Por el contrario, Cedric estaba detrás mío, y observaba todo el paisaje con admiración. Hablaba en voz baja consigo mismo. "Esto es una maravilla, la de cosas que podría hacer yo con esas flores..." decía. Parecía un niño pequeño en un parque de atracciones.
Noté una mano que recorría mi espalda y se apoyaba en mi hombro. Un pequeño escalofrío me heló la columna. Unos dedos perspicaces y delicados se deslizaron por mi piel con lentitud y sensualidad, a sabiendas de que yo era consciente de su presencia. Finalmente posó su mano en mi hombro y me dio un ligero apretón en éste. Gillian sonrió mostrándome sus blancos dientes y sus hermosos oyuelos.
- ¿Te encuentras bien? - Me preguntó, a lo que yo asentí con rapidez. Satisfecho con mi respuesta me dio un fugaz beso en la mejilla y adelantó un par de posiciones hasta llegar junto a Rick. Una vez allí los dos se pusieron a conversar. Aún quedaban restos de aquel polvo lila sobre la herida de su hombro.
Esos dos días había tenido tiempo para acercarme un poco más a él. Había descubierto que tenía una pequeña hermanita y que su familia tenía una historia particular, aunque aún no me la había explicado. Habíamos estado juntos todo el tiempo y había conocido nuevas facetas que no sabía sobre él. Era atento, detallista y cuidadoso. Sus ojos se movían muy rápido y captaba cualquier cosa que ocurriera ante él. Se fijaba en todo. Y hasta los detalles más insignificantes parecían hacerle feliz. Le gustaba hacerse el misterioso y le encantaba embelesarme con esa aura de atracción tan característica suya. Era tímido a veces, lo notaba en pequeño gestos que hacía, y aquello me enternecía.
Día a día me iba mostrando cosas sobre él y su forma de ser, a pesar de que yo sabía que a veces le costaba mucho. Y cada vez me gustaba más.
Dorian apareció remplazando el sitio de Gillian a mi derecha. Se había remangado la única manga del mono negro que le quedaba y tenía el flequillo azulado mojado por el sudor. Dorian y yo también habíamos estrechado lazos estos días. Al no ocurrir ningún imprevisto habíamos podido hablar con tranquilidad y era una persona muy especial. A pesar de su aspecto frío y duro tenía un corazón enorme. Aunque eso no evitaba que mostrara sus sentimientos con frases firmes y algún que otro insulto.
- Esto es una mierda - Me dijo. - Espero y deseo que hayamos escogido el buen camino. No sabes las ganas que tengo de salir de este puñetero bosque. ¿Tarde o temprano tendremos que dejar los arboles atrás y salir a algún sitio, no? - Se rascó una de sus pobladas cejas oscuras mientras hablaba y observó a Pam y Timothy, que corrían delante nuestro.
Suspiré agotada - Yo también lo espero. Pero el bosque está muy extraño hoy. ¿No te parece que hace demasiada calor? - Estiré el cuello del mono negro para que pudiera transpirar el aire - Es como si de golpe hubiéramos entrado en la selva. Todo está cambiando a nuestro alrededor.
- No se si eso es bueno - Murmuró - No creo que estemos volviendo hacia atrás pero no parece que estemos llegando a una salida. Es como que no cuadra nada. ¿Desde cuando las selvas y los bosques están prácticamente al lado? - Rió sarcástica - A esos cabrones les encanta jugar con nuestra mente.
Estuve a punto de responder a su declaración, pero algo me lo impidió. La explosión feroz de un cañón causó que se hiciera el silencio en todo el bosque al instante. Todo el mundo se quedó inmóvil. Tan solo unos segundos después el segundo cañonazo detonó, y a pesar de ser de día, se distinguieron los débiles fuegos artificiales liláceos entre los rayos de sol. Con lentitud se disiparon sobre el suave cielo azul, como si jamás hubieran brillado.
- Mierda - Exclamó Dorian, notablemente asqueada y malhumorada.
Rompió el sepulcral silenció que nos había inundado a todos. La miradas iban de un lado para otro. Pronto alguien habló.
- Eso ha sido... - Comenzó Pamela. Cedric la interrumpió.
- Los fuegos artificiales. Han muerto dos más - Sentenció.
Las caras de los presentes fueron cambiando por momentos, se vislumbraba la incertidumbre, el terror y la rabia. Pero sobre todo la tristeza.
- Félix -Susurró Pam. Comenzaron a nublársele los ojos por culpa de las lágrimas.
- ¿Qué pasa? - Interrogó el pequeño Timothy desconcertado - ¿Le ha pasado algo a Gea?
El pequeño de ojos olivados arrugó las cejas. Dorian pasó sus brazos sobre los hombros del pequeño y los de Pamela, y les dio un leve apretujón.
- No, cariño - Le dijo - Ella está genial. No te preocupes -Las comisuras de los labios de Cedric decayeron por momentos.
Antes de que alguien rompiera a llorar Gillian habló para intentar mantener la calma - Será imposible saber... quienes han sido. Las imágenes probablemente les aparezcan a los tres que aún estén vivos. Están más cerca. Seguramente quieran dejarnos con la intriga. Pero no tenemos que pensar en lo peor ¿De acuerdo?. En cualquier caso, una pérdida es una pérdida, independientemente de quién haya sido el afectado. Y en este caso son dos pérdidas.
-Independientemente de lo que digas - Interrumpió Rick con un tono poco apropiado para la situación - Hay que ser realistas. No debemos dejarnos llevar por los sentimientos. Ahora mismo son una distracción. Es mejor pensar que estar todos muertos y centrarnos en nosotros mismos de ahora en adelante. Basta de distracciones.
- ¿Estas diciendo que me olvide de Félix y lo abandone? ¿De verdad estas pidiéndome eso? - Pamela contestó alterada y con lágrimas rodándole mejillas abajo. Se sorbió los mocos e intentó mantener la compostura - Pensaba que tu eras el bueno, el que no solo pensaba con la cabeza. Pero si me dices eso es que realmente no tienes corazón.
-Tienes que afrontarlo, Pamela. Están muertos y punto. Cuanto antes lo digieras mejor. Y aunque realmente tuvieras razón y mucha suerte, y Félix o incluso Gea no fueran los dos que se han muerto ¿Realmente crees que durarían mucho? - El rubio dio un paso adelante, con el rostro serio y con una actitud chulesca. Probablemente esa chulería impropia de él escondía el terror que le corroía por dentro - Félix está solo. No tiene a nadie con él, y con la pierna como la tiene no llegará muy lejos. ¿Y Gea? Gea es tan solo una niña. Una diminuta e insignificante niña. ¿Si se queda sola, qué se su pone que va a hacer? Probablemente muera de hambre o se la coma algún bicho más grande que ella. Incluso puede que muera de hipotermia si en su zona no hace tanto calor como en la nuestra. Y de los otros tres ya no te digo nada. Hay tantas posibilidades... - Se pasó las manos por la cara, intentando liberarse del nerviosismo y la rabia que se habían adueñado de su rostro - Asúmelo y dolerá menos, Pam. Las esperanzas no son buenas. Luego la caída duele más - Me lanzó una mirada de soslayo y se dio la vuelta.
Ante las palabras de Rick, Pamela rompió en llanto y Dorian la separó de grupo para consolarla. Con rapidez agarré a Rick del brazo y lo arrastré lejos de los demás antes de que soltara alguna otra cosa por aquella bocaza tan grande que tenía.
-¿Pero qué diablos te pasa? No puedes decir esas cosas. ¿Se te han cruzado los cable o qué?
Rick se puso las manos tras la cabeza y estiró el cuello hacia atrás, cerrando los ojos - Es que no puedo. Me duele ver que vamos cayendo uno a uno como moscas y no puedo hacer nada.
- ¿Y crees que con esas palabras arreglas algo? ¿Que no entiendes que le importaba? Nos importan. ¿Cómo puedes haber dicho todo eso?
- Los nervios - Comenzó a negar con la cabeza, parecía que se hubiera vuelto loco, y semejaba estar enfadado - Me han jugado una mala pasada. ¿Pero qué más da? Mejor asumir la verdad cuanto antes. Ya no puedo hacer nada para evitarlo... Y luego estás tú, que... - De golpe se quedó callado y me miró fijamente, por fin se quedó quieto. Luego contestó, como si aún albergara más rabia que antes - ¿Sabes qué? Déjame en paz de una vez. No tengo ganas de hablar contigo.
Echó a andar hasta posicionarse justo en la otro punta, muy alejado de mi. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Qué había hecho?
Gillian me observó apoyado en un árbol. Pero en cuanto me acerqué a él para hablar, la voz de Timothy nos sorprendió a todos.
- ¿Gea?
A Timothy se le iluminaron los ojos y vi en su rostro la sonrisa más verdadera que jamás un ser humano podría mostrar.
Entre los arbustos de delante había aparecido la cabecita de muñeca de Gea, sudorosa y toda manchada de barro. Lo que ocurrió después pasó demasiado rápido. Nadie tubo tiempo de reaccionar.
Gea pidió ayuda con una vocecilla casi inaudible y Timothy se acercó para echarle una mano. Pero cuando esta fue a cogerse del brazo de Timothy, una gigantesca pantera salió de tras los arbustos y se lanzó sobre el cuerpo de la niña, arrancando un chillido de sorpresa a todos. Con una velocidad sobrenatural, la pantera negra abrió su gigantesca mandíbula y, tras clavar sus afilados colmillos en la carne tierna del cuello de la niña, se llevó su cuerpo hasta perderse entre los arbustos de nuevo.
Todo pasó demasiado rápido, e incluso algunos no acabábamos de creer lo que había ocurrido ante nuestros ojos en cuestión de segundos.
Antes de comenzar a correr sonó el cañonazo, y los fuegos artificiales cubrieron el cielo de motas azules. Pero ningún sonido fue más aterrador que el grito que profirió de la boca del pequeño Timothy, al ver cómo la pantera se perdía con el cuerpo de su amiga entre la vegetación.
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