25
Todos me miraban expectantes, aguardando a mis palabras como si de un milagro se tratara. Y eso me cohibió por un instante. Sus pupilas en cada poro de mi piel. Esperando una respuesta complaciente cuando en realidad lo que iban a recibir era un chute de realidad.
Sobre la roca los talones me temblaban. El circulo a mi alrededor observaba como tragaba saliva con dificultad. No estaba segura de que fuera a funcionar, pero me armé de valor y inauguré el discurso que podía salvarnos o lanzarnos en el abismo de la perdición.
- Tenemos que irnos.
Algunas caras mostraron una mueca entre sorpresa e incredulidad.
- ¿Que tenemos que qué? ¿Ya estás otra vez con tu rollito de superheroína? - Dijo Fancy, me lanzó una mirada electrizante, y si fuera un gato apuesto a que se le hubiera crispado el pelaje de la espalda - ¿Cuándo te va a entrar en la cabeza que no pienso mov...?
- Ya lo sé - la interrumpí cortante - Pero antes de que escuchemos tu opinión déjame acabar.
En su rostro podía ver que ésta conversación no había acabado, pero se cruzó de brazos y me miró resignada. Con los ojos entrecerrados y torciendo el gesto. Un suspiro de exasperación salió por la boca de Daphne.
- Tenemos que irnos - Proseguí - Sé que éste es el sitio donde podemos sentirnos más seguros, pero también sé que tenéis miedo, y os comprendo, yo también. El miedo nos acobarda, nos hace estancarnos en nosotros mismos, en una única idea. Ya hemos sido atacados. ¿Creéis que no volverán a venir a por nosotros? Pues claro que sí. Tenemos que deshacernos del miedo, del qué pasará. Allí fuera puede que no estemos seguros, pero aquí tampoco. Somos un blanco fijo, un objetivo fácil de derribar si no nos vamos.
Me miraban de una forma extraña. Algunos parecían de acuerdo, otros... no tanto. Gillian tenía la vista fija en mis ojos, pero parecía estar perdida, como si estuviera en otro mundo. Pero yo solo miraba a Cedric, que había curvado los labios hacia arriba, en una sonrisa sin mostrar los dientes. Asentía complacido y orgulloso. Eso debía significar que no lo estaba haciendo tan mal.
- Aquí los malos no somos nosotros. Ellos nos han metido aquí y nosotros somos las víctimas - Miré a Fancy de reojo - No somos enemigos. Ahora en las únicas personas que podemos confiar somos en nosotros mismos. En el equipo que formamos. Si queremos encontrar una salida, una manera de volver a casa, debemos hacerlo juntos. Por eso os pido que dejéis vuestro miedo atrás. Sé que es difícil. Todos estamos asustados. No sabemos lo que pasará si nos vamos, pero tampoco sabemos que ocurrirá si nos quedamos. Aquí ya hemos sido heridos, y si nos quedamos no creo que tarden en volver a asaltarnos. A acometer contra nosotros.
Nadie hablaba, tan sólo escuchaban el sonido de mi voz y continuaban atendiéndolo en silencio, esperando a que acabara de hablar. El rumor que aullaba en mis cuerdas vocales retumbaba por las cavidades vacías de las arboledas.
- Si nuestro propósito es encontrar una salida no lograremos nada quedándonos aquí quietos eternamente. Debemos partir cuanto antes.
Por fin acabé de hablar. No estaba del todo orgullosa de mi discurso, quizá no me había hecho entender lo suficiente, pero ya estaba hecho.
Cedric se separó del gentío y avanzó hasta colocare tras mi espalda, poniéndome una mano en el hombro. Me miró de refilón y apretó ligeramente la mano sobre mi hombro en señal de apoyo.
- Estoy de acuerdo con la señorita. Estamos exponiéndonos demasiado y corremos un grave peligro quedándonos aquí. Cuanto antes partamos mejor.
Fancy por fin abandono el silencio que había estado guardando y moviendo las manos frenéticamente avanzó dos pasos.
- No, no, no - exclamó con rapidez - Me niego a irme. ¿Habéis perdido la cabeza?- Sus manos se movía con rapidez, al son de los latidos acelerados de su corazón - Allí no hay nada. Es un lugar desconocido. Podría pasarnos cualquier cosa. Nos estamos lanzando de cabeza a la boca del infierno.
- A eso es a lo que me refería - Alcé las ceñas y ladeé la cabeza mientras que encogí los hombros - Tenemos que dejar de lado ese miedo. Entiendo que nos aferremos a este lugar. Nos ha mantenido a buen recaudo durante días, pero ya es hora de irnos. ¿Es que no tienes ganas de volver con tu familia, Fancy?
Quedó en silencio por un instante, con la cara encogida como cuando chupas un limón. Entonces avanzó hasta tener la cara lo bastante cerca de mi rostro y montó en cólera mientra gritaba.
- ¿Y si morimos todos allí fuera qué? ¿Te harás cargo tú? - Sus ojos me lanzaron miradas tan afiladas como la punta de una aguja - ¿Serás tú quien nos guíe? ¿La niñita que se cree una líder? Venga ya - Giró en redondo, dispuesta a marcharse, pero paró en seco y volvió su cuerpo hacia el mío con lentitud. Una sonrisa torcida surgió en su rostro y no pude evitar pensar en la sonrisa macabra de un pequeño demonio - ¿Quieres que nos vayamos? Bien, vayámonos entonces. Pero no pienso ir contigo.
Rick nos miró impactado, no esperaba este giro de los acontecimientos, mas fue Cedric quien intervino.
- No voy a permitirlo, debemos estar juntos. Si nos separamos seremos más débiles, más accesibles. Nos mataran uno a uno. Estaríamos poniendo nuestra vida en bandeja de plata.
- Te he dicho que no pienso ir con esa ridícula niñata que lo único que quiere hacer es matarnos a todos. Si quieres seguir conmigo únete a mí - Poso los brazos sobre sus caderas y se giró en dirección a la otra rubia - Daphne.
La susodicha avanzó con paso arrogante hacia Fancy y se posicionó a su lado cruzándose de brazos.
Fue entonces cuando Dorian se aproximó a mi y al situarse a mi lado dijo - Estoy contigo Kailee.
Timothy siguió a Dorian, al igual que Pam, y se posicionaron en mi bando. Rick nos miró a las dos, de un lado a otro. Con los brazos cruzado sobre el torso. En esa posición se realzaba su figura, mostrando sus grandes y fuertes espaldas.
- Esto no me gusta, para nada. - Murmuró. Sus ojos se dirigieron por un segundo en mi dirección, pero al instante miraron a la rubia. Pareció dudar en qué hacer, pues quedó en silencio en lo que me pareció una eternidad - Pero lo siento Fancy, Kailee tiene razón.
Por el rostro de Fancy pasó un atisbo de ira, pero cuando Damián escogió el bando de las rubias su rostro se relajó por un instante.
La pequeña Gea miraba de un lado al otro la discusión como si de un partido de tenis se tratase. Con delicadeza se levantó del suelo, donde llevaba todo el rato sentada, y avanzó un par de pasos. Alzó su mirada azul buscando los ojos color lima del pequeño Tim.
Cuando Gea fue a reunirse con Timothy, la rubia la agarró del brazo y la arrastró consigo. La niña forcejeó pero el agarre de cangrejo de Fancy era mucho más fuerte. Intenté evitarlo, pero esta me lanzó una mirada envenenada.
- No seas tonta, soy la única que conoce a tu madre y ella no querría que te fueras con una banda de idiotas como ellos. - Le susurró a la niña al oído - Si no vienes conmigo estos perros rastreros te llevarán a la perdición.
Fancy mostraba una clara irritación a través de las facciones de su rostro, a pesar de que intentara sugerir una falsa tranquilidad. Pero el aleteo de su nariz y sus cejas fruncidas la delataban.
Los únicos que quedaban eran Gillian y Félix.
Gillian elevó la mirada buscando mis ojos. Tenía el rostro algo encogido, como si estuviera preocupado. No sonreía, me miraba con las cejar torcidas. A través de sus ojos destilaba la indecisión, pero yo sabía que no dudaba sobre qué bando escoger. Recordé la conversación que mantuvo con Cedric. Él también quería irse, pero decía que esperaría por mi.
Estaba sufriendo por mí. La que le preocupaba era yo. Era cierto que había tenido un accidente y acababa de levantarme por primera vez. También era cierto que no me encontraba genial, pero el tiempo era oro. Necesitábamos marcharnos de inmediato.
Asentí con la cabeza en su dirección. Le miré con dulzura y tranquilidad. Que se preocupara por mi de aquella forma me enternecía, y la verdad es que aunque no quisiera admitirlo, me hacía sentir algo más. Pero no quería que sufriera por mi culpa.
Sonrió inseguro y finalmente se posicionó junto a mi pasándome el brazo por la parte baja de la espalda.
Acercó su boca mi oído consciente de que todos miraban y me susurró al oído.
- Me preocupas ¿Lo sabes, verdad?
- No tienes por qué preocuparte.
Félix estaba solo. En medio de los dos bandos divididos. Se giró en mi dirección, pero sin embargo no avanzó hacia nosotros. Se rascó la nuca, probablemente buscando las palabras adecuadas.
-Kailee... Creo que he descubierto algo. Tengo sospechas sobre una cosa, y para saber la respuesta debo emprender un viaje diferente... Solo.
-¿Has descubierto algo? Genial, pues iremos contig...
- No lo entiendes Kailee - Me interrumpió - No podéis ir conmigo. Es un viaje que debo emprender solo. Es peligroso, y no pienso poneros en peligro por algo que quizá no sea cierto. - Se subió las gafas de pasta al puente de a nariz. Acción que no serviría de nada, ya que tenían tendencia a resvalársele.
Entonces mi amiga de rizos rojos avanzó hasta ponerse ante él con pequeñas lágrimas en los ojos.
- Pero... ¿Y tu pierna? No puedes irte solo, estás herido. No puedes dejarnos.
Félix la cogió con delicadeza de los hombros, la miró a los ojos y dejándose llevar por las emociones la abrazó con fuerza. Le acariciaba el cabello pelirrojo con movimientos frenéticos, como si no quisiera desprenderse de él.
- Tranquila, estoy mejor. Ya puedo caminar. No pienso dejar que ninguno de vosotros me acompañe ¿Me oyes? Y mucho menos tú. Prometo volver a por vosotros.
Se separó de ella y nos miró. Cogió una mochila y un pequeño machete del baúl de las armas. Para mí todo estaba pasando muy deprisa. Félix estaba ya apunto de marcharse. Antes de echar a andar nos miró, en especial a mi.
- Volveremos a vernos - Dijo - Os lo prometo.
Y esas fueron sus últimas palabras antes de sumergirse en la vegetación. Mientras se iba lo único que se oía era el rumor lejano de sus pasos y el sollozo apagado de Pam.
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