2
Al despertar me encontraba tirada en medio de un pasto de hierba verde. El olor a pasto fresco inundó mis fosas nasales. Centré mi vista en lo que había enfrente mío y lo analicé.
El chico de ojos azules que me había estado observando tiempo atrás llacía inconsciente a mi lado. Su pelo negro sedoso le caía en la frente. No pude evitar apartárselo del rostro.
Su cara angelical hacia que pareciera débil y indefenso bajo esa capa de cabello que le llegaba hasta la punta de las orejas de forma escalada. Algo me decía que no era así.
Oprimí el deseo de acariciar aquel suave cabello y lo zarandeé suavemente de los hombros.
- Ey... Despierta... - se desperezó un poco y sus ojos azules me miraron confundidos. Se los frotó.
- ¿Quién...? - Iba a decir él, pero yo lo interrumpí.
- ¿Qué estamos haciendo aquí?
- ¿Aquí dónde? - aún adormilado miró a su alrededor. De golpe pegó un bote y se puso tenso, despertándose por completo. Yo aún lo sujetaba de los hombros. Al darme cuenta lo solté - ¡Diablos! ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué está...?
- ¡Ey! - un grito se escuchó a nuestro alrededor. Miramos en todas direcciones buscando a alguien - ¡Ey, aquí!
Al final de la pradera vi a alguien que me era conocido.
- ¡Rick!
Corrí hacia él, dejando atrás al chico con rostro serio. Al llegar a su lado me lancé a sus brazos y lo abracé muy fuerte. Aspiré su aroma personal, olía a almendras.
Me separé al instante recordando la cuestión vital en aquel momento. El chico de antes ya había llegado a nuestro lado.
- ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué está pasando, Rick?
- Esos capullos nos han metido aquí, nos ha engañado. Pero no estamos solos, mirad.
Lo seguimos apartando las ramas de los árboles a nuestro paso. Al pasar a través de unos arbustos entramos a una especie de campamento, en este habían más adolescentes como nosotros he incluso algún que otro niño.
- Y lo más sorprendente de todo es esto. Me desperté con ella colgando del pecho.
Nos mostró una nota en un trozo de papel con una caligrafía excelente:
"Queridos niños, habéis sido seleccionados para un proyecto muy importante. Sentimos haberos tenido que dormir pero era la única manera de que entrarais con seguridad. Lo único que os podemos decir es que debéis sobrevivir a toda costa, no dejéis que el miedo os bloquee.
No os podemos decir nada más.
Sin más dilación, nos despedimos.
Buena suerte.
Os estaremos vigilando.
Los consejeros del SECMA."
- ¿Entrar a dónde? No lo comprendo. ¿Por qué nos dejarían aquí tirados? ¿En qué tipo de proyecto nos han involucrado? - Mi cabeza estaba a punto de explotar. Gotas de sudor resbalaban por mi frente, aunque fácilmente podían pasar por gotas de jugo cerebral por donde escapaban más pensamientos.
Me giré para mirar al chico pelinegro de mi derecha y saber qué opinaba pero este estaba observando a los demás inquilinos. Al notar que lo miraba me preguntó:
- ¿Qué?
- ¿Has escuchado algo de lo que hemos dicho?
- Estaba pensando en eso justamente. También observaba los palos que habéis utilizado para hacer las tiendas. Aquella de allí - señaló una que estaba hecha con palos con manchas verdes - se pudrirá en poco tiempo. Los palos están llenos de musgo, eso creará humedad y entonces la habremos cagado. Hay que volver a hacerla.
Rick lo miró sorprendido y preguntó:
- ¿Y con que sugieres construirla? - se cruzó de brazos.
- Quizá con madera de roble. Como aquella. - apuntó con el dedo a unos robles grandes y fuertes - ¿Cómo habéis construido esto tan rápido?
- Estuvimos montando el campamento entre todos mientras dormíais - Respondió el rubio.
- ¿Y cuánto hemos dormido? - mencioné yo.
- Tres días.
- ¡¿Tres días?! - Exclamamos al unísono.
- Debisteis inhalar más gas que los demás y la anestesia os hizo mucho efecto. Yo fui el primero en despertar.
Una voz lejana le llamó.
-¡Rick! ¿Puedes venir a ayudarnos con esto?
La voz era de Kenzo. Él y dos chicos más transportaban en brazos el tronco de un árbol.
- ¡Voy!- nos miró - Nos vemos luego.
Y salió corriendo.
- Bueno ¿Y ahora qué...? - Me giré pero el chico ya no estaba y yo me encontraba hablando sola. Lo busqué con la mirada y lo encontré examinando unos árboles. Tenía una mano en la cadera y otra en la barbilla, estaba tenso. Se apartó el flequillo de los ojos y por un fugaz segundo me miró. Aparté la mirada avergonzada.
Caminé hacia unas rocas. Escalé un poco y me senté encima de una de ellas. Desde allí se veía todo el campamento, y con ello a los integrantes de este. Logré divisar a una chica rubia junto con otra rubia más, estas parecían no hacer nada mientras que el resto del grupo trabajaba para acabar de montar el campamento. El campamento estaba bastante bien situado. Escondido entre los arboles del bosque. A unos veinte metros había una pequeña colina que bajaba hasta el prado donde había despertado con anterioridad. En la parte frontal del campamento había un acantilado, desde allí se veían cientos de quilómetros de bosque y ni una sola casa.
- ¡Hola! – Gritó alguien de la nada.
- ¡Ahhh! - Del susto me caí de espaldas. Me clavé una de las rocas en la parte baja de la espalda.
- ¡Lo siento, no quería asustarte! – Una chica pelirroja me ayudó a levantarme. Sonrió con amabilidad.
- Tranquila, solo... no me lo esperaba.
- Soy Pamela, pero no me gusta mi nombre así que llámame Pam. Un gusto. - Me tendió la mano y yo se la acepté gustosa.
- Yo soy Kailee, un placer - La pelirroja sonrió. Era de baja estatura. Era de menor edad que yo, de eso estaba segura. Sus dientes eran de un blanco brillante y llevaba el pelo pelirrojo peinado en dos trenzas.
Entablamos una pequeña conversación. Era muy divertida y simpática. Me pidió perdón un montón de veces. Me hizo reír. En aquel momento era la mejor persona que me había topado en este lugar, aunque no era la única que me llamaba la atención. Tras diez minutos mi amigo rubio nos llamó.
- ¡Ey, venid todos aquí, vamos! - Rick nos convocaba a todos delante de una hoguera improvisada moviendo los brazos en el aire para llamar nuestra atención. Obviamente, el que había escogido la madera "ideal" para la fogata era aquel misterioso chico pelinegro, se había encargado él mismo de ir a buscarla al bosque.
Todos los presentes acudimos enseguida. Él nos hizo sentarnos en el suelo de piernas cruzadas, como los indios.
- Ya que ya no queda nadie bajo los efectos de la anestesia y estamos todos despiertos, será mejor que nos conozcamos si tenemos que vivir todos juntos, aunque sólo sea por un tiempo. Cada uno tiene que decir su nombre, edad y clase. Y empezamos por...... ¡Ahí! - Señaló a la rubia que había visto antes. La chica estiró la espalda y se hecho el pelo rubio hacia atrás.
- Yo soy Fancy, soy de clase alta y tengo 18 años - Habló como si fuera superior a los demás.
La otra rubia se presentó también, aprovechando que su amiga ya había acabado de hablar - Mi nombre es Daphne, pertenezco a la clase alta obviamente y tengo 17 años.
Richard asintió lentamente con una casi imperceptible mueca de disgusto.
- ¿ Y tú? - Señaló a una chica de aspecto rudo. Llevaba una camisa con las mangas arrancadas. Tenía el cabello como un chico, en forma de tupé alto, y este era negro con las puntas azul eléctrico. Tenía una mirada penetrante color esmeralda y unos rasgos muy perfilados.
- Dorian, clase baja, 18. - Respondió desinteresada mientras golpeaba las piedras del suelo con un extraño objeto.
- ¿Pero Dorian no es nombre de chico? Aunque bueno te queda bien porque ya pareces uno - Dijo Fancy, Daphne a su lado rió ruidosamente.
La chica levantó la mirada del suelo. Su rostro era gélido como el hielo y me dio un escalofrío cuando le lanzó una mirada amenazadora.
- ¡Es unisex idiota! - Contesto ella enfadada.
Algunos chicos soltaron una risilla, yo murmuré un "zasca" silencioso, aunque ella llegó a escucharlo y sonrió. No me gustaban aquel par de rubias.
Uno de los chicos se levantó y habló. Tenía un aspecto amigable y muy tierno. Era muy guapo y parecía encantador.
- Me llamo Cedric, tengo 19 años, soy el mayor junto con Rick, Y soy de clase baja.
Cedric era muy alto, de pelo castaño claro y ojos color miel, parecía agradable.
Otro chico de aspecto más temible se levantó del suelo. Este tenía el pelo marrón oscuro y unos ojos amenazantes, aún así se mostró alegre y nos demostró a todos que nada es lo que parece.
- Yo soy Ares. Tengo 16 años y soy de clase alta. Un gusto conoceros.
Al sentarse de nuevo chocó los cinco con otro chico mientras que Fancy y Daphne lo miraban envovadas.
Ese chico se levantó también, su cabello era de un rubio platino y tenía ojos color café - Soy Oliver - exclamó muy serio - tengo 16 años, soy de clase alta y odio este lugar.
Sin decir más se sentó en uno de los troncos, esta vez no chocó los cinco con su amigo. Parecía algo nervioso, no dejaba de mirarnos a todos y cada uno de nosotros intermitentemente. Su actitud sugería que su único amigo era Ares. No tenía pinta de ser un mal tipo.
Kenzo se levantó de un salto con la típica alegría que lo había caracterizado siempre que lo había visto por las calles.
- Yo soy Kenzo, tengo casi 19 años y soy de clase baja. Encantado señoritas. - hizo una reverencia - Y por si no lo sabíais , el mundo es mejor en color así que... - señaló su piel color chocolate y se encogió de hombros. Quiso hacerse el gracioso.
Muchos empezaron a reír. A Dorian la bromita no le había hecho gracia, por lo que miraba seria al suelo mientras que giraba en su mano una pequeña daga... Espera, ¿Una daga? ¿De dónde la había sacado? Se lo preguntaría más tarde.
Era el turno de Rick y aunque todos lo conocíamos ya que parecía haberse vuelto el líder, se presentó.
- Como ya todos sabéis yo soy Rick, tengo 19 años y soy de clase baja – Richard finalizó su pequeña presentación con rapidez, cerrando el dialogo con una de sus sonrisas cautivadoras. Luego todos callaron.
Era mi turno.
Todas las miradas cayeron sobre mí. Incluso la del chico de ojos azules, que no había prestado atención a nada. Carraspeé un poco para aclararme la garganta y estiré la espalda para hablar.
- Yo soy Kailee, tengo 17 años y soy de clase baja.
Me volví a sentar ya que me había tenido que poner de pié como los demás, y al hacerlo vi que al chico, que estaba apoyado en un árbol, se le curvaban las comisuras de los labios en una corta sonrisa. Me pregunté que le hacía tanta gracia. No podía negar que tenía una sonrisa muy tentadora y que verlo sonreír lo hacía ver realmente atractivo. Me puse colorada de mi propio pensamiento y me sentí tonta. Pero realmente, ¿Qué era lo que le hacía gracia? ¿Mi forma patosa de presentarme?
Antes de que pudiera seguir pensando en la reacción del chico Pam se levantó para presentarse. Aun así segui mirando de reojo al chico, que finalizada mi presentación volvió a desconectar de nuevo. No pasé desapercividas alguna que otra mirada que me lanzaba.
- Yo soy Pam, tengo 14 años y soy de clase baja.
Y así continuaron las presentaciones. Dos chicos más se presentaron. Uno que llevaba gafas se presentó como Félix y tenía 15 años, el otro se llamaba Damián y tenía 16.
Me di cuenta de que dos niños corrían a nuestro alrededor. Cogí al más pequeño de la cintura y él enroscó sus piernas a mi alrededor. Pasó sus pequeños y delgados brazos por mi cuello y me miró confiado.
- Hola.
- Hola guapo, ¿tienes nombre?
Él sacudió su melena marrón de cabellos lisos arriba y abajo, en forma afirmativa. Sus pequeños ojos color lima se le achinaron al sonreír.
- Soy Timothy.
- Que nombre más bonito. ¿Y cuantos años tienes?
- Siete.
¿Cómo el SECMA podía meter a un niño tan pequeño en esto, lo que fuera que fuese que tuviéramos que hacer aquí?
Era una crueldad.
Supuse que sería de clase baja, ya que según sus ropas lo parecía, además de que el SECMA nunca metería a alguien tan pequeño en esto si fuera de su clase.
- ¿Y quién es tu amiga?
La niña que segundos atrás corría con Timothy se acercó. Sus ojos grises me recorrieron el rostro curiosos. Se tocó el cabello con las manos, haciendo pequeños rulos.
- Soy Gea. Tengo 9 años y soy de clase alta.
Me equivocaba. Si son capaces. Y sin escrúpulos.
- ¡Y yo de clase baja! - chilló entusiasmado Timothy sin saber que para algunos eso era como un virus.
Rick me miró con cara compasiva, al igual que Félix, que sentó al pequeño Timothy en su regazo.
- Bueno, ya estamos así que... - Cuando Rick dijo eso todos comenzaron a levantarse lentamente. Fue cuando yo recordé que aún faltaba alguien. Alguien al que me apetecía mucho conocer. Me alcé de un bote y grité:
- ¡Esperad!
Todos se giraron y me miraron como si fuera un bicho raro.
Un poco avergonzada por mi repentina acción dije - Falta alguien...
El chico me miró de reojo y comenzó a caminar deprisa en dirección contraria. Se adentró en el bosque con paso apresurado. Lo seguí por detrás, miraba el suelo mientras caminaba. Ya a unos cincuenta metros del campamento logré alcanzarlo, su ritmo había disminuido considerablemente. Me acerqué a él mientras caminaba, lo cogí del hombro y lo giré bruscamente.
Su rostro quedó a centímetros de mi cara. Me miró fijamente. Primero sorprendido, pero luego sus ojos azulados reflejaron una mirada felina.
- Qué quieres. - Dijo cortante pero sin separarse. En voz algo baja. Noté cada nervio de mi cuerpo estar a punto de explotar al escuchar su voz, que al hablar tan bajito y suave había sonado algo ronca.
- Tu nombre.
Mi respiración se había entrecortado un poco por la proximidad. Aun así no me moví. Me mantuve firme, aunque sin saber por qué las piernas me flaquearon.
- Gillian, 18 años, clase alta – Esta vez alzó un poco más la voz al mencionar su nombre. Su voz era un suave suspiro tersa. El aliento me chocó en la cara.
Se quedó en silencio un momento, sus ojos azules estaban a punto de hacer chocolate caliente los míos. Las narices casi se rozaban.
- ¿Contenta? – Arqueó la ceja derecha e inclinó la cabeza un poco.
- Sí... – No dejó de mirarme ni un solo segundo. Había una especie de tensión eléctrica entre los dos.
Nos habíamos alejado un poco de los demás al ir a cogerlo del hombro para que respondiera. Aun así todos habían escuchado su nombre a lo lejos, pero no podían ver nuestra proximidad. Rick llamó a todos para que fuéramos para dormir, ya que había oscurecido. Al escuchar su grito nos separamos de golpe, solté su hombro el cual aún tenía agarrado y di tres pasos hacia atrás. Confusa por lo ocurrido.
- Perdón... tenemos que ir.
- Tienes razón. - dijo. Caminamos hasta el campamento algo incómodos. Me lanzó un par de miradas mientras volvíamos a nuestra pequeña "aldea". No entendía lo que había ocurrido.
Cuando llegamos los demás aún nos esperaban. Rick se nos acercó, todos lo escuchamos.
- Escuchad, solo hay tres cabañas disponibles así que tendremos que dormir 5 en cada una.
- Paso - Gillian caminó hacia un montón de hojas y destapó una tienda de madera algo más grande que las demás, y claro está, mucho más bonita. Todos soltamos un audible "Oh".
- ¿Cuando la has hecho? - Cuestioné. Era impresionante para el poco tiempo que había tenido para montarla.
- Cuando Pam y tú estábais en la roca.
Debía ser muy rápido porque de eso tan solo hacía un rato. Todos miraban la obra maestra que había creado el pelinegro. Damián se acercó a la cabaña y le hizo una pregunta a Gillian.
- ¿Puedo dormir aquí contigo?
Él contestó automáticamente - No. Yo he estado trabajando mientras que algunos como tú no hacíais nada. Ahora yo dormiré aquí y vosotros dormiréis allí apretados, haré lo que quiera con mi creación. Móntate tú una casa solito – Damián se alejó de él con las manos alzadas.
- Vale tío no te enfades...
Algunos suspiraron y todos se marcharon hacia las cabañas resignados, mostrando claros signos de disgusto. Yo me quedé observando la cabaña. Era preciosa, si tenemos en cuenta que estamos hablando de una cabaña hecho de la nada, sin recursos y en... ¿10 minutos quizás? Al verme tan anonada observándola Gillian se acercó a mi.
- ¿Quieres pasar?
- ¿Puedo?
- Claro – Se encogió de hombros y con la mano me indicó que pasara.
Pasé por la puerta hecha de tallos de hojas aún frescos, estos servían de cortina. Caminé por el interior, parecía más grande que des de fuera. Estaba dividida en dos habitaciones que se separaban gracias a otra cortina de hojas.
- Aquella es la habitación donde pondré las reservas. Ésta es el "dormitorio", he acolchado un poco el suelo enredando tallos de hierba. Creo que no me ha quedado tan mal.
Yo caminaba rozando con las yemas de mis dedos las paredes.
- ¿Te gusta?
- ¡Es increíble!
- Gracias. Oye...- me miró pensando si debería decir algo, y al final lo hizo. Se puso colorado - Puedes quedarte a dormir aquí si quieres, no tienes que quedarte allí y dormir con cuerpos por todas partes.
- ¿Pero no habías dicho...? - me interrumpió.
- Olvida lo que he dicho – Sacudió las manos en el aire y luego se rascó la nuca un poco avergonzado - Mira, puede que cambie de opinión rápidamente, así que mejor escoge rápido. ¿Quieres dormir como si estuvieras en una lata de sardinas o prefieres dormir aquí conmigo en un lugar espacioso y sin nadie que te moleste? Prometo no acercarme si eso es lo que te incomoda – Me miró con ojos cálidos. Muy distintos a los que había mostrado al resto de personas al mostrar su cabaña. Era una gran oferta, quizá un poco incómoda al principio pero aun así una gran oferta. No me podía negar.
No lo pensé dos veces.
- Está bien, me quedo.
- Genial – se le dibujó una sonrisa tímida en el rostro.
Se tumbó en una punta de la habitación mirando hacia la pared, yo me puse en la otra e hice lo mismo.
El sueño comenzó a invadir mis extremidades. Los párpados comenzaron a cerrarse con dos persianas.
- Buenas noches, Kailee.
Iba a contestarle pero caí en un sueño profundo.
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