Capítulo 6.2: En la sombra que proyecta la tarde
PARTE 2
Zethiuslav descendió del auto cuando llegaron al extremo sur del Complejo Aeroespacial Bauer, donde se ubicaba su residencia temporal. El tercer hijo del emperador agradeció al conductor y a Frederick con una leve inclinación de cabeza. La infantería rápidamente tomó posiciones, formando una escolta a lo largo del camino que recorrería el príncipe hasta la residencia. Zethiuslav se giró hacia el comandante de los soldados, quien sostenía un rígido saludo militar, llevando la palma derecha a la sien en señal de respeto.
—Tendré una conversación con el emperador. Al finalizar, les informaré sus órdenes. Espero de todo corazón que me permita alargar mi estancia en Felgrie —dijo Zethiuslav con amabilidad. El comandante asintió a las indicaciones del príncipe. Frederick, manteniéndose a una respetuosa distancia, seguía las coordinaciones mientras observaba la escena separado por un pequeño jardín de arbustos de ciprés finamente cortados.
La elegante mansión, simétrica y de color blanco, se alzaba frente a los visitantes. Tenía dos plantas y un semisótano. En la entrada, una gran fuente circular emitía un chisporroteo placentero, trasmitía una atmósfera relajada y familiar que contrastaba con los otros espacios industriales del complejo. Una gran escalinata de mármol, invitaba a los recién llegados hacia la puerta principal. En el centro, una mujer rubia de unos cincuenta años, lucía un elegante vestido azul con mangas largas, esperaba a los recién llegados con una sonrisa, sus ojos mostraban unas profundas ojeras que el maquillaje no había logrado ocultar. Tenía la mirada fija en su hijo mayor, Gerhard, que retornaba a casa después de cinco años. Junto a ella, un niño de cabello negro y brillantes ojos marrones miraba con fascinación la llegada del príncipe. A lo largo de ambos lados de la escalinata, la servidumbre saludaba con una reverencia a los invitados.Gerhard suspiró de alivio; su madre Mirtha siempre había sido un apoyo en situaciones difíciles.
Zethiuslav extendió el brazo hacia la entrada de la residencia, indicando su decisión de ingresar, luego se dirigió hasta la escalinata escoltado por Frederick y Gerhard quien cargaba a Kheled en los brazos; los soldados a la orden de su capitán se retiraron y rodearon el exterior de la residencia familiar para su protección. La arquitectura exterior de la vivienda presentaba un estilo tradicional, con molduras en todos sus bordes; resaltaban las rejas de hierro forjado negro, que simulaban las formas de tallos y flores entrelazadas en ventanas, balcones y barandillas en toda la extensión de la mansión. Al llegar al inicio de la escalinata, el príncipe se giró hacia Frederick.
—Bienvenido a la residencia Bauer divino Zethiuslav, esta es mi esposa Mirtha y mi hijo menor Faris, es un honor recibirlo—. Dijo Frederick señalando a su esposa e hijo menor.
—Agradezco infinitamente que me acojan en su hogar, haré presente a mi padre sus amables atenciones en nuestra comunicación—. Respondió Zethiuslav con una mano en el corazón. Los sirvientes se colocaron a un lado para permitir el acceso del príncipe, quien subió la escalinata seguido por la familia Bauer y el séquito de sirvientes tras él hasta el recibidor, el cual era un espacio que tenía una doble altura y distribuía a los invitados hacia la biblioteca, la oficinas personal de Frederick, las salas de estar y el comedor. Atravesando el recibidor, podía llegarse a una galería que rodeaba un patio privado al interior de la residencia; Zethiuslav continuó hasta la galería. Dos escaleras ubicadas en ambos extremos, conducían hacia las habitaciones privadas de la familia en la planta superior. Al extremo del patio familiar, el cual estaba cubierto por una cúpula de cristal, podía observarse el comedor principal de la residencia, en cuyo techo colgaba un gran candelabro; cuando cerraron las puertas de la vivienda, Zethiuslav giró su rostro hacia Gerhard. Era considerado una ofensa a un sagrado de Hamman dirigirle la palabra sin que este lo autorizara expresamente con sus palabras o gestos.
Madre, por favor, ayúdame a atender a Kheled; que esté presentable para la cena. Llevamos veinte horas volando sin descanso; es tu nieto —dijo Gerhard con naturalidad al tiempo que ponía al niño en los brazos de Mirtha.
A pesar de la tensión en el ambiente, Mirtha no pudo evitar sonreír ante las palabras de su hijo y extendió los brazos hacia Kheled, el niño presintiendo que los separarían, se aferró fuertemente a Gerhard y ocultó su rostro bajo su brazo.
—Bien, hijo vamos juntos —dijo finalmente Gerhard, tratando de que Kheled no empezara a llorar—. Zeta, ven con nosotros. Te prestaré algo de ropa para que tu padre no se desmaye al ver tu estado —añadió Gerhard con una media sonrisa, cansado de tanto protocolo ante la mirada atónita de su padre. Zethiuslav no pudo evitar una ligera risa.
—La servidumbre atenderá al príncipe y le proveerá el uniforme más distinguido de nuestra empresa. Aunque no es lo más apropiado, le brindará comodidad y abrigo esta noche —dijo Frederick directamente a su hijo, cortando de inmediato la cercanía entre ambos—. Gerhard, tú vendrás conmigo al estudio mientras tu madre y Faris atienden al niño —ordenó Frederick.
—Agradezco sus atenciones —sentenció Zethiuslav, y volvió a dirigir su atención hacia el patriarca de la familia Bauer.
—Nos reuniremos para una cena familiar en el comedor principal, a las siete de la noche—. Anunció Frederick a los presentes. Cerraron las puertas de la residencia, los soldados permanecían inmóviles al exterior atentos al mínimo movimiento, era un constante recordatorio de la gravedad del momento. Zethiuslav asintió y siguiendo las indicaciones de Frederick fue conducido por los sirvientes hacia la escalera ubicada al lado derecho de la galería, rumbo a las habitaciones del ala oeste de la vivienda.
—Faris, ayúdame a darle un baño y vestir a tu sobrino Kheled —dijo Mirtha al hermano menor de Gerhard, quien no se separaba de él y miraba a Kheled con curiosidad casi celoso de no estar en su lugar.
—Ven conmigo Gerhard, necesitamos hablar —dijo Frederick, y luego de que lograra dejar al niño en brazos de su madre, siguió a su padre hasta el estudio y cerró las puertas sintiendo una gran acidez en el estómago, había huído de una conversación como esa por demasiado tiempo.
Al interior del estudio, Frederick indicó a Gerhard que se sentara en uno de los muebles de la antesala y observó de manera discreta por el ventanal la distancia de los soldados. Cerró los cristales y las cortinas para conversar con privacidad.
—Estamos en una situación muy grave, Gerhard, para permitirnos tanta amabilidad —resondró a su hijo mientras caminaba al escritorio en el otro extremo del espacio y servía dos vasos de whisky, pensando cuidadosamente sus palabras.
A pesar de lo tenso del momento, Gerhard sentía el alivio de encontrarse en un ambiente familiar. Los libros de Frederick cubrían las paredes del estudio del piso hasta el techo. La alfombra era suave a sus pies, y el ambiente tenía un olor que le recordaba a largas horas de lectura junto a su padre, cuando era un niño.
—¿Me estás escuchando? ¿Qué es eso de volver con un hijo desconocido y un príncipe al que todo el continente busca? Explícate y hazme entrar en razón para el beneficio de todos.
Gerhard recibió el vaso de whisky de su padre sin verlo a la cara, mirando al techo, apretando los dientes. Finalmente bajó la vista del gran candelabro que iluminaba el espacio y se enfrentó a sus palabras.
—Kheled es mi hijo. Lamento no haberte informado antes; estuve ocupado en los estudios — y bebió un trago. La seguridad con la que hablaba Gerhard hizo que Frederick contemplara la posibilidad. La relación entre ambos no era buena desde hacía varios años, y mantenían escasas comunicaciones geralmente ante la insistensia de su madre en festividades. Sin embargo, su hija Anke no se lo había mencionado.
«¿Quién podría ser la madre del niño?», pensaba Frederick con incredulidad mientras bebía licor para aclarar las ideas. Gerhard continuó:
—Sólo nos fue permitido evacuar Eridor a Zethiuslav, Kheled y a mí por orden directa de Abel, en su nave personal, quien nos tiene en alta estima. La madre de Kheled no pudo venir con nosotros porque es parte del equipo de élite de investigación liderado por Devron, quienes están resguardados con alta seguridad en el edificio de laboratorios en Eridor debido al conflicto entre Tirio y Kuntur. Anke está con ellos.
La mirada de Frederick se oscureció. «Aún no lo sabe», pensó para sí, sacando las cuentas que debieron partir antes de la llegada de Kuntur a Eridor.
—Zethiuslav debe marcharse pronto. Hay un conflicto diplomático entre Felgrie, Cirdan y Tirio porque no apoyamos su guerra. Su presencia aquí es un alto riesgo para todo Felgrie debido a la débil diplomacia. Tirio puede aprovechar este incidente para iniciar un conflicto y tomar control de las fábricas, como ya lo ha intentado con Kuntur y su estúpida excusa de rescatar a la princesa Sibylle. ¿Entiendes? No importa la amistad que tengas con Zethiuslav; su presencia es una invitación a la guerra y un altísimo riesgo para nuestra familia. Del niño me hablarás después —sentenció Frederick.
En la otra ala del edificio, Zethiuslav acababa de darse un baño y se vistió con el uniforme provisto por los sirvientes. Era un pantalón azul marino con un corte entallado en las piernas, que permitía lucir unos elegantes zapatos de cuero. Vestía también una camisa blanca y un saco negro con el bordado de un discreto logotipo de la empresa en el pecho. Habían provisto para él también guantes de cuero y un maletín en el que pudiera guardar su vestimenta usada.
«Puedo acostumbrarme a tanta amabilidad», pensó mientras se observaba en el espejo, y se ataba nuevamente la cinta dorada de su familia en la cintura con un nudo menos protocolar. Discretamente observaba cómo los soldados continuaban en su posición y cerró los cristales y las cortinas para su descanso. Guardó la corona y sus ropas en la maleta.
El estallido de un vaso de cristal resonó con un gran eco en el patio central de la casa, al tiempo que empezaron a oírse airados gritos de Frederick y respuestas desafiantes de Gerhard a su padre en toda la vivienda familiar. Zethiuslav se apresuró a salir de la habitación y cerrar las puertas para que no se pudiera escuchar la discusión en el exterior. Luego ordenó a la servidumbre que hicieran lo mismo, lo que fue atendido con diligencia en toda la casa.
Fue el llanto de Kheled lo que hizo que Zethiuslav empezara a correr hacia el patio central, dejando las habitaciones hasta la desesperada escena. Desde el segundo piso, observaba con terror cómo Frederick, con el rostro enrojecido por la cólera, alzaba a Kheled en una sola mano y amenazaba con el bastón a Gerhard mientras gritaba en un perfecto idioma de Erio:
—¡El niño está marcado con la serpiente de Kuntur! ¿Quién demonios es la madre del niño? ¡Contesta o acabo con ambos!
Gerhard miraba furibundo a su padre mientras apretaba las manos de impotencia, sabiendo que no le alcanzaría el tiempo para recuperar a Kheled antes de que, por ira, pudiera lanzarlo. Mirtha estaba en el piso, desesperada y arrepentida de haber informado sobre el tatuaje de Kheled a su esposo. Rogaba para que ambos mantuvieran la calma. Toda la servidumbre, ignorante de la lengua de Erio pero consciente de la gravedad de la situación, comenzaba a rodear el ambiente, nerviosa sobre cómo actuar. Kheled, sostenido en lo alto por la mano de Frederick, lloraba espantosamente. Zethiuslav se llenaba de ira.
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