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CAPÍTULO 4.1: El mismo idioma

PARTE 1

Con una destreza que nadie en su equipo de investigación había visto antes, Devron saltó del búfalo y corrió hacia los nómadas ancianos que surgían lentamente de las cavernas.

—Maldición, vas a arruinarlo —pensó Loui mientras se deslizaba por la cuerda sujeta de la montura hasta el suelo de hierba seca y corría para alcanzarlo. Un gran número de ancianos, mujeres y hombres adultos emergían cada vez más rápido, rodeando a los recién llegados. Los otros investigadores aún estaban sobre los búfalos; los jóvenes que los conducían bajaron para calmar a la multitud que los llenaba de preguntas en su extraño idioma.

Devron se acercó a una mujer de unos cuarenta años que parecía estar a cargo. Sostenía un largo cayado de madera decorado con figuras geométricas coloridas y llevaba una túnica roja, con la piel de un lobo que cubría su espalda. Devron pidió, de una manera torpe con su escaso conocimiento de la lengua de los pueblos libres:

—Por favor, lléveme con las mujeres que han rescatado. Estoy buscando a mi esposa.

Loui lo alcanzó, hizo una venia de respeto y tradujo con mayor fluidez el pedido de su amigo, añadió palabras de cortesía y gratitud por la ayuda recibida. Loui extendió uno de sus largos brazos y detuvo a Devron de realizar más preguntas, este guardó la compostura consciente de su poca fluidez en la lengua de los pueblos libres.

Irina, la líder de la tribu, ignoró a ambos y continuó avanzando hacia el grupo de jóvenes nómadas que habían retornado a casa. Floki, el hijo de Irina, había liderado la expedición compuesta por otros diez muchachos de piel morena, los cuales socorrieron a los científicos. Cada uno montaba un gran búfalo, sobre cuya lomo transportaban a los investigadores en grupos de cinco personas y su equipamiento básico de supervivencia.

Floki explicó a su madre los beneficios de las tecnologías que negociaron y que ahora eran de su propiedad, así como los términos de su acuerdo.

—Son lámparas que pueden iluminar las cavernas y darnos calor en el invierno —insistía el chico—. Tendremos calor sin necesidad de fuego ni energeum.

No era necesario saber completamente el idioma de los pueblos libres para darse cuenta de la furia en el rostro de Irina y la forma en que regañaba al grupo de jóvenes estaba muy decepcionada por su retorno. Los jóvenes bajaron la cabeza con gesto adusto.

Irina levantó la voz con autoridad y se dirigió a todas las personas a su alrededor indicando en la lengua común que no habría ningún intercambio. Floki frunció el ceño y explicó a Loui que la líder de la tribu no aceptaba los términos de su negociación y que no eran bienvenidos. Loui insistió en que le dieran la oportunidad de hablar con los líderes de la tribu apelando a su compasión, en su grupo también habían investigadores de más edad con la salud deteriorada que necesitaban cobijo. Devron comenzó a preocuparse al ver cómo todos eran obligados a bajar de los búfalos y algunos hombres, que portaban largos cuchillos en sus cinturas, se acercaban al grupo. Floki, esbelto como una rama, se acercó a su madre con los brazos arriba, mirando en dirección a los ancianos de su tribu. Luego, señaló a los heridos en el equipo de Devron y a los animales exhaustos. Finalmente, sentenció en la lengua común para que todos entendieran:

—Los caminos hacia el norte están bloqueados. Todo es fuego, muerte y destrucción.

Un grupo de ancianas se acercó, rodearon a Irina, y le dieron palmadas en la espalda. Los hombres armados obligaron a descender a los investigadores, incluso a los ancianos y enfermos, uno a uno y los revisaron al detalle. Irina, claramente angustiada, se agarraba la frente y caminaba en un firme ir y venir entre el grupo de Floki y los ancianos. Floki nuevamente alzó la voz:

—Estos ahora son gente del pueblo libre, gente que ha perdido su hogar. Es nuestra ley ayudar.

Irina solo se cubrió la cara, agitada. Finalmente, su sentencia fue tajante: extendió el cayado hasta golpear el pecho de su hijo y dijo:

—Tu deber es encontrar un camino al norte, no más bocas que alimentar.

Las ancianas dieron palmadas de aliento a la espalda de Floki y los demás adolescentes y les hicieron señas para que se retiraran del centro de la discusión. Los cubrieron con mantas y los condujeron hacia las cavernas, otras mujeres de la tribu desataron las monturas y llevaron a los animales a pastar y beber. Podía sentirse el gélido frío del sur soplar fuertemente e hizo que el grupo temblara de frío por no estar adecuadamente vestidos, en un intento por mantener el calor, los investigadores se agruparon y se sentaron en el suelo para compartir el abrigo de sus cuerpos. Para su sorpresa, algunos ancianos de la tribu proveyeron de mantas y agua al grupo.

Finalmente, después de oír el consejo de los sabios de su tribu, Irina luego de un suspiro, señaló con su cayado hacia una estructura circular cubierta con pieles de animales, a unos cincuenta metros de distancia. La cual parecía ser un espacio público de reunión.

—Ahora empezará la verdadera negociación —susurró Devron a Loui equipo, dándose cuenta de su completa vulnerabilidad y angustiafo por las terribles posibilidades.

—Quédate aquí y no digas ni una maldita palabra —susurró Loui a Devron, e intentó acercarse al extremo donde Floki discutía con algunos ancianos. Sin embargo, a solo cinco pasos de su intento, un hombre corpulento, puñal en mano, lo detuvo en seco colocando el metal en su garganta. Loui se quedó inmóvil al sentir el acero frío en la piel, levantó ambas manos y susurró palabras de disculpas—. Si esto se sale de control ni todas las tecnologías de Erio podrán salvarnos —pensó.

El hombre corpulento, escoltado por otros guerreros, separó a Loui y a Devron del grupo mientras los demás se dirigían hacia el centro de reunión, sin bajar el puñal.

Devron comenzó a lamentarse por haberse dejado llevar por las emociones en el primer contacto. Los dos hombres a sus extremos sostenían las empuñaduras de sus armas como una clara amenaza ante cualquier movimiento brusco.

—¿Qué demonios me pasa? —pensó, avergonzándose por su impulsividad y su falta de liderazgo. Levantó las manos a la par de Loui y también pidió disculpas, dirigiéndose hacia el hombre que amenazaba a su amigo. Su mente comenzó a trabajar a un ritmo frenético; siempre había logrado soluciones innovadoras y estratégicas para su equipo, esta vez no sería diferente, se dijo con calma, y empezó a analizar cada detalle de su entorno para encontrar argumentos útiles con los líderes de los pueblos libres.

Irina se acercó a Loui y sostuvo la mano del hombre corpulento que lo amenazaba con un puñal, negando con la cabeza. Loui sintió como el alma volvía a su cuerpo y bajó los brazos.

—Ustedes dos hablarán por su grupo —ordenó Irina a Loui y Devron, quienes asintieron ligeramente. Luego, señaló con su cayado hacia la estructura de reunión y ordenó que los dirigieran al centro. A pesar de su aparente enfado, parecía estar dispuesta a escuchar, lo que ofreció un rayo de esperanza en medio de la tensión.

De camino a la estructura principal cubierta de pieles, la mente de Devron trabajaba a gran velocidad, alimentada por la desesperación y la urgencia. Solo tenían unos minutos hasta llegar hasta el espacio público de negociación. Los nómadas habían iniciado la época de migración, el paso entre Erio y Kuntur estaba cerrado, y el grupo de jóvenes exploradores había vuelto sin encontrar una salida viable al norte, causando desesperanza con hombres y mujeres que claramente eran miembros del reino de Erio. Los miembros de los pueblos libres podían saber su origen con sólo mirarlos, llevaban puestos sus trajes de laboratorio, sus emblemas de color índigo, su típica cabellera blanca.

—Bien, esa es su principal preocupación —concluyó Devron en voz baja para él y Loui—. La batalla debe haberse prolongado y tener dimensiones grotescas, no se están respetando sus derechos de paso para su migración anual hacia el norte y es un suicidio intentar cruzar entre ambos ejércitos, sobre todo teniendo este número de ancianos y niños —concluyó en un susurro casi inaudible.

Devron miró disimuladamente alrededor del grupo.

—Los hombres y mujeres jóvenes con fortaleza para un trayecto así de desafiante son muy pocos, dependen de que su trayecto siga rutas fijas donde aún pueden encontrarse recursos naturales para su supervivencia, no podrán hacerlo sin sacrificar el paso de sus ancianos o niños —sentenció. Devron y Loui podían ver el cuidado y respeto que tenían hacia ellos ¿serían capaces de sacrificarlos a todos, dejándolos en el frío sur, por la supervivencia de la tribu?

Loui, de reojo, empezó a entrever los pensamientos de su compañero y también evaluaba con determinación las opciones que tenían. Si no lograban el refugio de los nómadas, el grupo de investigadores estaba perdido, ya no contaban con más alimento. Si con un milagro, lograban sobrevivir la negociación esa tarde, solo les quedaba la opción de unirse a la guerra o inmolarse por resguardar los secretos de sus investigaciones.

Loui y Devron se conocían mejor de lo que a veces les gustaría admitir. Habían trabajado juntos tanto tiempo que entendían sus patrones de pensamiento. Loui a menudo podía comprender lo que Devron estaba pensando solo con mirar los gestos de su cara, y por la forma en que fruncía las cejas y miraba el suelo al caminar parecía estar tejiendo algún plan. Aunque a veces a Loui le frustraba esa impulsividad y hermetismo, también admiraba la mente aguda y calculadora de su compañero, y agradecía en ese momento tenerlo a su lado para velar por la seguridad de todo el equipo de investigadores. Loui, sencillamente, se había quedado sin ideas.

—No podemos morir aquí, demonios, sería patético —susurró Loui a Devron, y no pudo evitar reir ante su total desgracia mientras fijaba la vista en las tenso estructuras hacia las cuales se dirigían. A distancia parecían ser sólo una cobertura uniforme sobre una estructura tradicional de pórticos; sin embargo, al acercarse, Loui, el arquitecto del grupo podía distinguir como cada piel trabajaba de la manera más eficiente, sostenida por puntales o cables tensores en un equilibrio que debía estar delicadamente calculado—. Esto de ningún modo es el resultado de conocimeintos empíricos pensó y distrajo su mente en los detalles constructivos de los encuentros entre las pieles, y los tensores.

La cordillera que se extendía de sur a norte del continente de Hamman hasta el archipiélago de Cirdan, no permitiría otra ruta de migración más que la establecida en los tratados del continente. Salvo que en un extremo de suerte, lograran cruzar directamente por el interior de Erio o Kuntur, para lo cual necesitarían el permiso de sus gobernantes, lo que en guerra sería imposible. Incluso en tiempos de paz, los habitantes de los reinos de Hamman eran profundamente desconfiados hacia los nómadas, a quienes veían de manera despectiva por su cultura y su forma desarraigada de vida.

El territorio en el que el grupo de Devron y los jóvenes nómadas hicieron contacto era conocido como el altiplano del sur, compartido por los reinos de Erio y Kuntur. Seguramente Floki y los demás nómades estuvieron explorando las posibilidades de internarse en uno de los dos reinos para negociar su paso pensó. Finalmente, en una rápida conclusión, alzando la voz, Devron dijo:

—Loui, no son tus estúpidas lámparas perpetuas lo que ellos querían a cambio. Necesitan de Erio, cruzar por nuestras ciudades con el permiso de sus gobernantes. Kuntur debe haberse vuelto un territorio imposible.

Le dijo a Loui, quien caminaba a su lado. Devron había recuperado un poco a su ácido humor, lo cual era una buena señal, pero Loui seguía molesto con él por su impulsividad y no le daría la complacencia que esperaba de sus ideas, solo asintió levemente lleno de preocupación en cómo sería capaz de traducir la ingente cantidad de información con su limitado conocimiento del idioma de los pueblos libres.

—Esta gente necesita negociar su paso por los reinos que siempre los rechazaron o resistir el invierno aquí, lo que para su medio de vida es imposible—. Continuó Devron.

Loui miró a los búfalos a lo lejos, pastando la escasa hierba que quedaba por el cambio de estación y el viento frío que soplaba constantemente empezaba a cubrirla de escarcha.

—La época de recuperación glaciar iniciará en unas semanas y cubrirá todo este terreno como cada invierno, incluso sepultará las cavernas que ahora están habitando. Son unos cuatro meses quizá cinco hasta que ocurra —dijo Loui, señalando la masa glaciar de la montaña en la que se encontraba el hogar de los nómadas, intentando aportar con su conocimiento a los planes del líder de laboratorio—.

—Ese Loui, es un tiempo que no tienen. Tendrán que sacrificar a muchos de sus animales, lo intuyo por lo escaso de la hierba y la necesidad de alimentar a su población. Si sacrifican sus búfalos no podrá retomar sus planes de viaje. Se encuentran en graves circunstancias. Quizá más que nosotros. Sentenció Devron al tiempo que frotaba sus manos buscando un poco de calor y esperanza en medio del delicado momento.

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