No más lágrimas
Ay, no. Ahí está de nuevo. Me hace entrar a la habitación y se pone el impermeable, porque afuera va a llover. Los relámpagos quiebran el cielo iluminando todo a través de la ventana. Otra vez está emocionado. La sola idea de que va a recoger a otra lo emociona. A mí me causa, náuseas, repulsión. Los hábitos de este monstruo son despreciables. Me lleva consigo y salimos a la calle. Otra vez se mueve lo más cerca que puede de los edificios. Y la lluvia comienza a caer, primero como una leve llovizna y poco a poco se intensifica. La luz de otro relámpago se esparce por la calle permitiéndole verla correr buscando donde refugiarse; pero él pasa desapercibido. La única preocupación de ella es no mojarse más.
Desde la oscuridad, la escucha suspirar aliviada de haber llegado bajo el toldo de una tienda, justo a tiempo para ver como el cielo suelta la lluvia torrencial. Ella es hermosa; como todas las anteriores. Sus largas y torneadas piernas están expuestas en su corto traje de fiesta. Sus tacones altos le añaden estatura. Su largo cabello castaño, se ha vuelto rizado por la humedad. Tiene frio. ¿Cómo no va a tenerlo con ese minúsculo traje que apenas le cubre los pechos en ese pronunciado escote?
El corazón de mi captor está agitado. Desde su oscuro escondite se prepara para el ataque. La lluvia merma y un nuevo relámpago dibuja una torcida y efímera escalera hacia la oscuridad. El trueno no se hace esperar. El monstruo toma esto como una señal; y comienza a caminar cubierto con la capucha del impermeable, se acerca a paso decidido como si acabara de entrar a la calle y apurara el paso para llagar a su destino. Que listo. Se va acercando a la joven que al verlo se le nota temor en los ojos. "Si, teme. Corre." Pero ella al parecer no quiere parecer una histérica; así que toma su pequeña cartera entre las manos. Una minúscula cajita atada a una endeble cadenita. Pobre diabla.
Cuando el hombre llega frente a ella, desde la oscuridad de su capucha, le pregunta si está bien. La joven, disimulando su miedo, le contesta que sí; que pronto llegarán a recogerla. Pero acostumbrado como está a esa parodia, el hombre sabe que es una mentira. La puede oler. El aroma de su perfume lo embriaga y sus músculos se tensan ansiosos de entrar en acción, pero los controla; aún falta. Le falta, introducirse bajo el toldo y descubrir su rostro. Iluminado al fin por el farol de la calle, ella ve que es un hombre joven y bastante guapo. Demasiado guapo. Con un rostro de niño bueno, de caballero de cuentos de hadas. Su cabello bien recortado, sus ojos de un castaño oscuro que reflejan confianza. Una sonrisa encantadora decorada con dientes inmaculados. Y una voz suave y melodiosa le da el golpe de gracia al hechizo en el que la joven claramente ha caído.
Ella le devuelve la sonrisa, acomodando su cabello tras la oreja para dejarle ver su rostro bronceado por el sol. Devuelve la carterita a su lado y a pesar de que aún tiene frio, levanta los brazos con una nerviosa risita, dejando ver lo atractivo de sus senos asomándose provocativos a través de su escote. "No es bueno que una joven tan linda esté sola a estas horas en la calle"; le dice. Y ella le comienza a contar la aventura que la llevó a ese lugar, con una soltura natural; como si le conociera de toda la vida. ¿Qué acaso tu mamá no te dijo que no debes hablar con extraños?
El lobo disfrazado de oveja, se ofrece para acompañarla hasta que lleguen por ella. Yo me limito a desear que se dé cuenta de la trampa en que está cayendo, se quite esos zapatos, que obviamente no son de ella, y salga corriendo. Pero la muy estúpida le confiesa que nadie va a recogerla.
"¡Corre niña, corre!" le grito en mi mente, pero yo no tengo el control. Un escalofrío recorre el cuerpo del hombre, falta poco. Ella se vuelve a abrazar a sí misma indicando que tiene frio. "Pero que tonto, toma", le dice él, quitándose el impermeable y acercándose para ponérselo. "ahora tú vas a sentir frio"; le responde ella tomándole del brazo y aprovechando para acariciar los bien definidos músculos de su brazo. El se limita a no darle importancia con su encantadora sonrisa. Ella se encoge y frota sus muslos con esa nerviosa sonrisa que dice a todas luces: "haz conmigo lo que quieras."; estúpida. ¿Por qué no buscas en el bolsillo trasero de su pantalón para que tengas una idea? La lluvia es ahora una leve llovizna suave. Si tan solo pudiera hablar. Pero ya es tarde. El le ha ofrecido acompañarla su casa. Y ella, mirando su reflejo en el escaparate de la tienda, recoge otra vez su cabello tras la oreja y le responde que sí.
Caminaron por la vacía calle y el silencio es roto estruendosamente por el sonido de sus tacos y la animada conversación de la chica, que inocentemente se cuelga del brazo del hombre, caminando como res al matadero. Me siento tan impotente al verla tan confiada. No sé como las chicas pueden ser tan superficiales, que no pueden ver el peligro, en un hombre atractivo en medio de la noche. Y se lanzan como a una piscina llena de vidrio esperando no ser lastimadas. El monstruo está desesperado. Pero aún están en una parte muy iluminada. En esos edificios de apartamentos, suelen haber ancianas chismosas asomadas a sus ventanas mirando la noche, tal vez recordando sus viejos amores y en medio de su melancolía; ven a una pareja pasar. Ella, caminando con pasos alegres que entonan un ritmo en el silencio y él cubriéndose con la solapa de su camisa de la llovizna. "No le pude ver el rostro oficial, estaba oscuro y mis ojos no son lo que eran antes". Eso dirá si le preguntan.
Los edificios de la calle dejan de verse y ahora dan paso al solar baldío cubierto de matorrales y arbustos; y un pequeño parque de niños con sus juego se abre ante ellos. Ella sale corriendo hacia los columpios, riendo como una adolescente traviesa, sabe que él la seguirá, porque tiene su impermeable. Se sienta en un columpio y comienza a mecerse. El, la alcanza. No puede disimular su sonrisa que para ella significa que le gusta, pero yo sé que significa; que se lo está haciendo aún más fácil. Cuando llega junto a ella, sigue el juego y comienza a empujarla para mecerla más alto. La pobre chica ríe y se columpia inclinándose hacia atrás dejando que él la vea acercarse con el escote, que levemente se levanta y les permite a sus senos desnudos asomarse. Lo hace con toda la intención de darle una idea de lo que le espera. Pero es ella la que no sabe lo que le espera. El rabioso monstruo está listo para atacar, pero un vehículo pasa por la calle y se detiene. Otra vez la empuja para que se columpie aún más alto. El auto pasa. Dios, en cualquier momento la va a tomar, la llevará hacia los arbustos tapándole la boca con sus fuertes manos; para eso hace tanto ejercicio. La está arrastrando como un maniquí, tan fácil. Ella no tiene la fuerza para oponerse.
La tira al suelo con su mano aún cubriendo por completo su boca y el miedo da paso al pánico en los ojos de la chica, no quiero ver. No puedo. Le está mordiendo los dedos, pero él es una bestia que no siente dolor, porque lo disfruta, lo goza. Como goza el ver los hermosos ojos de esta joven y de las otras, al ver el cuchillo de filete que saca del bolsillo trasero. Seis pulgadas de acero inoxidable y apenas media pulgada de espesor en su parte más ancha; que, a la que la luz lejana de un farol, le arranca un destello que se refleja en los ojos de su ahora victima número... ya perdí la cuenta. Ella grita, se siente la vibración en la mano de un grito sofocado, desesperado, rozando la locura. Las lágrimas corren por el rostro de la joven, la inminencia de la muerte ha llegado a su mente. "Shhhhh... no llores", le dice la bestia con su malévola y sarcástica sonrisa; "no más lágrimas". Repite, al momento de, prácticamente, deslizar la punta del cuchillo levemente hacia la izquierda del centro del tórax, esquivando el esternón. El maldito ya tiene práctica y se ha vuelto todo un experto.
La pobre chica lanza un último grito, se sacude con violencia, pero aún sometida por él. Treinta segundos más tarde, la joven deja de moverse, sus ojos húmedos van perdiendo el brillo, mirando a la nada, apenas ha habido sangre. Este maldito monstruo se complace estando sobre el cuerpo durante largo rato, solamente observando como la vida se le escapa a su nueva víctima. Era tan linda. ¿Qué planes tenía para el futuro? ¿Qué amores hubiera tenido? ¿Quién va a llorarla? Ya han pasado un par de horas y aún él sigue sobre el cadáver, disfrutando de su obra, en todo su esplendor que hasta le ha llevado al orgasmo. La tenue luz de un nuevo amanecer, se asoma por el horizonte, se escurre por entre los matorrales que los cubren. Un beso sobre los fríos labios consuma el acto, le retira su impermeable, saca una toalla barata de uno de los bolsillos y limpia el cadáver de su sudor. Se pone el impermeable, y lo cierra casi completo, no quiere que se le note la mancha en su entrepierna.
Ahora me lleva a rastras de regreso a la casa, a la habitación en que me deja abandonado, sufriendo el haber sido testigo mudo de su crimen. Me lavo las manos. No hay suficiente agua para lavar mi vergüenza. Me miro al espejo, estoy hecho un guiñapo, a pesar de mi musculatura, me siento cansado y mis ojos están llorando de rabia y dolor interior. Me acerco a mi reflejo y le escucho decirme lo mismo de siempre.
"Shhhh...No más lágrimas..."
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