capitulo 9
Después del embarazoso pero entrañable momento en el que ambos cayeron uno sobre el otro, María y Benjamin continuaron avanzando por el sendero del bosque, la tensión entre ellos aliviada por el toque de humor y complicidad que compartieron. Sin embargo, el ambiente del bosque, aunque más ligero, aún tenía un aire misterioso que les recordaba que estaban lejos de casa y que cualquier cosa podía suceder.
El sendero que seguían empezó a desaparecer, reemplazado por un terreno más irregular cubierto de musgo y raíces retorcidas. Los árboles a su alrededor se volvían más densos y, poco a poco, una neblina comenzó a elevarse desde el suelo, envolviendo todo en una bruma espesa. Era como si el bosque mismo estuviera cambiando, llevándolos a un lugar aún más profundo y oculto.
—¿No te parece que esto está volviéndose un poco… raro? —comentó María, tratando de disimular el nerviosismo en su voz.
—Definitivamente raro —respondió Benjamin, mirando a su alrededor con cautela—. Parece que Elyas quería que encontráramos este lugar.
—¿Pero dónde está él? —preguntó María, notando que el guardián no estaba a la vista, como si se hubiera desvanecido en la niebla—. No lo hemos visto desde que... bueno, desde que caímos.
Benjamin frunció el ceño, sintiéndose algo inquieto. Elyas los había guiado hasta ese momento, pero ahora parecía haberlos dejado solos justo cuando la situación se volvía más extraña.
—Deberíamos seguir adelante —sugirió Benjamin, intentando sonar más seguro de lo que se sentía—. Tal vez esta es otra prueba, o tal vez Elyas está esperando que nosotros descubramos algo por nuestra cuenta.
María asintió, aunque su mirada seguía buscando al guardián entre los árboles. Sin embargo, no había señales de él, así que continuaron caminando juntos, la bruma haciendo que cada paso fuera más incierto.
A medida que avanzaban, los susurros comenzaron a surgir de la neblina. Eran suaves, apenas audibles, pero lo suficientemente claros como para que ambos se dieran cuenta de ellos.
—¿Escuchas eso? —preguntó María, deteniéndose para afinar el oído.
—Sí, pero no puedo entender qué dicen —respondió Benjamin, susurrando instintivamente, como si tuviera miedo de ser escuchado por lo que sea que estuviera emitiendo esos sonidos.
Los susurros parecían rodearlos, viniendo de todas partes y de ninguna a la vez. Las palabras eran indescifrables, pero transmitían una sensación de urgencia y tristeza. Era como si el bosque mismo estuviera tratando de comunicarles algo, pero el mensaje se perdía en el aire.
De repente, la bruma frente a ellos pareció abrirse, revelando un claro pequeño y rodeado de árboles. En el centro, una piedra antigua, cubierta de musgo y con inscripciones desgastadas, destacaba como un monumento olvidado en el tiempo.
—¿Qué es eso? —preguntó María, su voz apenas un susurro.
—No lo sé, pero parece importante —respondió Benjamin, dando un paso hacia la piedra.
Los susurros se hicieron más intensos cuando se acercaron al monumento. Aunque seguían sin poder entender las palabras, había una extraña sensación de familiaridad en esos sonidos, como si alguna parte de ellos reconociera lo que significaban.
Cuando Benjamin extendió la mano para tocar la piedra, algo extraordinario sucedió. La bruma se agitó, y de repente, Elyas apareció a su lado, como si hubiera emergido de la niebla misma.
—¡Elyas! —exclamó María, sorprendida por su repentina aparición—. ¿Dónde estabas?
Elyas la miró con una expresión grave, sus ojos brillando con una luz que nunca antes habían visto en él.
—Este es un lugar sagrado —dijo con voz solemne—. Un lugar donde el tiempo y el espacio se encuentran, donde las realidades se cruzan. Este monumento es un portal hacia lo desconocido, una puerta a mundos más allá de la comprensión.
María y Benjamin intercambiaron miradas, sus corazones latiendo con anticipación y temor. Todo lo que habían experimentado hasta ahora los había llevado a este momento, a este lugar.
—¿Qué hay del otro lado? —preguntó Benjamin, sin poder ocultar su curiosidad.
Elyas guardó silencio por un momento, como si estuviera evaluando si decirles la verdad o no.
—Lo que hay más allá de este portal —dijo finalmente— depende de lo que ustedes lleven en sus corazones. Es un reflejo, un eco de sus miedos, deseos y sueños. Puede ser un lugar de maravillas, o puede ser una pesadilla. Todo depende de ustedes.
La idea de cruzar un portal hacia un lugar desconocido, donde sus miedos y deseos más profundos pudieran manifestarse, los llenó de una mezcla de emoción y aprensión. Benjamin, especialmente, sintió que sus recientes luchas con los celos y la inseguridad podrían tomar forma en ese lugar, y no estaba seguro de si estaba listo para enfrentarlas de nuevo.
—No tienen que cruzar si no están listos —agregó Elyas, su tono más suave—. Pero si lo hacen, deben estar preparados para lo que encontrarán al otro lado.
María y Benjamin se quedaron en silencio, mirando el portal que parecía brillar tenuemente bajo la luz filtrada de la bruma. Ambos sabían que, aunque la decisión era difícil, era un paso que debían tomar juntos.
Finalmente, María tomó una decisión.
—Vamos juntos —dijo, extendiendo la mano hacia Benjamin—. No importa lo que encontremos, lo enfrentaremos como hemos hecho hasta ahora: juntos.
Benjamin la miró, sintiendo una calidez en su pecho que alivió parte de sus temores. Sin dudarlo más, tomó la mano de María, apretándola con firmeza.
—Juntos —repitió con una sonrisa.
Elyas los observó con una mirada impenetrable antes de asentir lentamente.
—Entonces adelante —dijo, dando un paso atrás para dejarlos avanzar—. El portal los espera.
Con el corazón latiendo con fuerza, María y Benjamin dieron un paso adelante, atravesando el umbral del portal. La bruma los envolvió, y en un instante, el mundo a su alrededor cambió.
Lo que les esperaba más allá, era un misterio que solo ellos podrían desentrañar.
---
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro