capitulo 5
La senda de piedras lisas los condujo a través de un paisaje que parecía en constante cambio. Las estrellas arriba fluctuaban en brillo, a veces desapareciendo por completo y dejando al descubierto un cielo oscuro e insondable. A cada paso, María y Benjamin sentían que se adentraban más en lo desconocido, pero también más en los recovecos de sus propios pensamientos.
Caminaban en silencio, pero no era el silencio incómodo de antes. Había algo que se compartía entre ambos, una conexión invisible que se fortalecía con cada desafío que enfrentaban juntos. Sin embargo, Benjamin sentía una mezcla de ansiedad y emoción que no podía definir por completo.
Después de un tiempo, llegaron a un claro donde el suelo se volvió suave, cubierto de hierba luminosa que brillaba bajo sus pies. Al centro del claro, había un estanque de aguas cristalinas, tan quieto que parecía un espejo, reflejando las estrellas que aún brillaban en el cielo.
—Es hermoso —dijo María, rompiendo el silencio mientras se arrodillaba junto al estanque—. Es como si este lugar estuviera vivo.
Benjamin se arrodilló a su lado, observando el reflejo de las estrellas en el agua. Pero lo que más capturaba su atención era el reflejo de María, tan claro y sereno. Sin querer, sus pensamientos se desviaron hacia los sentimientos que comenzaban a crecer en su interior. Era como si el reflejo de María en el agua le hablara, mostrándole algo que él no había querido ver antes.
—María... —comenzó a decir, pero se detuvo, inseguro de cómo continuar.
Ella lo miró, esperando a que hablara, sus ojos grandes y llenos de curiosidad.
Benjamin vaciló, sintiendo un nudo en la garganta. No estaba seguro de cómo poner en palabras lo que estaba sintiendo, ni siquiera estaba seguro de entenderlo del todo. Finalmente, decidió ser honesto.
—He estado pensando en... todo esto —dijo, su voz suave y algo tensa—. En lo que hemos pasado hasta ahora, en todo lo que hemos visto. Y... en ti.
María levantó una ceja, su expresión entre curiosa y sorprendida.
—¿En mí? ¿Qué quieres decir?
Benjamin miró el agua, tratando de ordenar sus pensamientos.
—No sé cómo explicarlo —admitió—. Solo sé que desde que llegamos a este lugar, he comenzado a sentir algo diferente... por ti. Algo que no entiendo completamente, pero que está ahí, y no puedo ignorarlo.
María lo miró en silencio, su expresión suavizándose mientras lo escuchaba.
—Benjamin... yo también he estado pensando en todo esto. En nosotros. No sé si es este lugar o lo que hemos vivido juntos, pero... también siento que algo está cambiando.
Las palabras de María resonaron en Benjamin, aliviando un poco su ansiedad, pero también añadiendo una nueva capa de complejidad a sus sentimientos.
Antes de que pudieran decir algo más, el agua del estanque comenzó a agitarse. Una suave brisa sopló a través del claro, y la superficie del agua empezó a cambiar, mostrando no solo el reflejo de las estrellas, sino también imágenes fugaces de lugares desconocidos, escenas de paisajes lejanos que parecían pertenecer a otro mundo.
—Mira esto... —dijo María, señalando una de las imágenes que aparecían en el agua.
Benjamin observó, fascinado, mientras las imágenes seguían cambiando. Vieron una ciudad hecha de cristal, un bosque con árboles de hojas doradas, y finalmente, una puerta gigantesca, cubierta de símbolos brillantes.
—Creo que esas son las pruebas que nos esperan —dijo Benjamin, viendo la puerta—. Este estanque nos está mostrando lo que vendrá.
María asintió, pero antes de que pudiera responder, una nueva imagen apareció en el agua: era una figura que les resultaba vagamente familiar. Era un ser envuelto en sombras, con ojos que brillaban como brasas en la oscuridad.
—Esa figura... —murmuró María—. La vimos antes, en la torre.
Benjamin frunció el ceño, sintiendo una mezcla de desconfianza y preocupación. La figura en el agua parecía estar observándolos, como si supiera más de lo que ellos podían comprender.
—Sea lo que sea, creo que está relacionada con lo que debemos hacer —dijo Benjamin—. Debemos estar preparados.
La imagen de la figura se desvaneció, dejando el agua en calma una vez más. María y Benjamin se miraron, conscientes de que el camino por delante sería aún más difícil. Pero también sabían que, de alguna manera, lo enfrentarían juntos.
—Vamos —dijo María, poniéndose de pie—. No importa lo que venga, sé que podremos enfrentarlo.
Benjamin la siguió, sintiendo que, a pesar de las dudas y confusiones, había algo sólido en su relación. Algo que, aunque aún no lograba definir, le daba fuerzas para seguir adelante.
Mientras se alejaban del estanque, las estrellas parecían brillar con más intensidad, como si alentaran a los dos viajeros en su camino. Y aunque el misterio de sus sentimientos permanecía, Benjamin sabía que, paso a paso, estaba comenzando a entender lo que su corazón intentaba decirle.
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