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capitulo 12

Al cruzar el portal dorado, María y Benjamin se encontraron en un nuevo paisaje, completamente diferente al Reino Espejado. Ahora estaban en un campo de flores silvestres, bajo un cielo claro y soleado. El aire estaba impregnado de un aroma dulce y fresco, y el suelo bajo sus pies era una alfombra de pétalos de colores vibrantes.

—¿Dónde estamos ahora? —preguntó María, admirando la belleza del lugar.

—Parece un jardín —respondió Benjamin, mirando a su alrededor—. Aunque no estoy seguro de qué nos espera aquí.

Mientras exploraban el campo, encontraron un sendero de piedra que se serpentaba a través de las flores. Decidieron seguirlo, preguntándose qué les depararía el próximo desafío.

A medida que avanzaban, el sendero los llevó a un pequeño claro en el bosque, donde un arroyo cristalino fluía suavemente. Al llegar, María se detuvo y se agachó para tocar el agua, disfrutando de su frescura.

—Es tan relajante aquí —dijo, sonriendo mientras el agua salpicaba ligeramente.

Benjamin se acercó y se inclinó para mirarla, disfrutando del momento tranquilo. Mientras lo hacía, sus brazos se rozaron ligeramente, creando una chispa de contacto que hizo que ambos se detuvieran y se miraran con una mezcla de sorpresa y emoción.

—Sí, es un buen cambio de ritmo después de todo lo que hemos pasado —comentó Benjamin, su voz suave.

María levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Benjamin. Había una intensidad en su mirada que antes no había estado allí, una conexión que parecía ir más allá de las palabras.

—Gracias por estar conmigo en todo esto —dijo María, sin poder evitar sonreírle.

Benjamin se acercó un poco más, sintiendo el calor de su proximidad. Sin pensarlo, le tomó la mano, sus dedos entrelazándose con los de ella en un gesto natural. La cercanía hizo que ambos se sintieran aún más conscientes de sus sentimientos.

—No podría haberlo hecho sin ti —dijo él, su voz cargada de sinceridad.

María sintió una oleada de calidez al oírlo. El contacto de su mano, la proximidad de Benjamin, le hacía darse cuenta de cuánto significaba para ella. Sin poder resistirlo, se inclinó hacia él y, en un momento de espontaneidad, lo abrazó.

Benjamin, sorprendido pero encantado, rodeó a María con sus brazos, manteniéndola cerca. El abrazo fue breve, pero el contacto hizo que ambos se sintieran más conectados que nunca. Cuando se separaron, ambos sonrieron, sintiendo una mezcla de alivio y emoción.

—¿Qué crees que encontraremos a continuación? —preguntó María, rompiendo el silencio mientras se alejaban un poco para seguir explorando.

—No lo sé, pero estoy seguro de que lo enfrentaremos bien —respondió Benjamin, observándola con una mirada que denotaba algo más que simple compañerismo.

A medida que continuaban su recorrido, encontraron una serie de desafíos en el jardín: acertijos de naturaleza mágica y pruebas que requerían que trabajaran juntos. Cada prueba que superaban los acercaba más y permitía que sus sentimientos se fortalecieran.

En un momento, enfrentaron un laberinto de vides que cambiaban constantemente de forma. Mientras se movían a través de él, se encontraron atrapados en un rincón estrecho. El espacio era tan reducido que sus cuerpos estaban apenas separados, y el roce de sus cuerpos en el confinamiento hacía que sus corazones latieran con rapidez.

—Parece que estamos atrapados —dijo María, intentando mantener la calma.

—Sí —respondió Benjamin, sintiendo la cercanía de María de una manera que le hacía difícil concentrarse—. Pero encontraremos una forma de salir.

Mientras trataban de resolver el laberinto, sus manos se encontraron nuevamente, esta vez por casualidad al buscar una solución. El contacto hizo que ambos se miraran y sonrieran nerviosamente, conscientes de la tensión en el aire.

Finalmente, lograron encontrar la salida del laberinto y se encontraron en un hermoso claro con una fuente en el centro. La fuente emitía una luz suave y mágica que llenaba el claro con un resplandor dorado.

—Esto es hermoso —dijo María, su voz llena de asombro.

Benjamin se acercó a ella y, en un impulso, la rodeó con su brazo, disfrutando del momento de paz. María se apoyó en él, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. Sin decir una palabra, entendieron que este lugar no solo era un desafío, sino un reflejo de lo que sentían el uno por el otro.

—¿Te das cuenta de lo lejos que hemos llegado? —dijo Benjamin, su voz suave mientras miraba a María.

—Sí, y no podría haber pedido un mejor compañero de viaje —respondió ella, su mirada llena de emoción.

Benjamin se inclinó hacia ella, y por un momento, la distancia entre ellos se volvió casi imperceptible. Estaban tan cerca que podían sentir la respiración del otro. Fue María quien, con una sonrisa tímida, dio el primer paso, acercándose más a él.

—¿Qué tal si tomamos un momento para disfrutar de esto? —sugirió ella, su voz un susurro.

—Me encantaría —respondió Benjamin, su mano rozando el rostro de María con ternura.

Se acercaron más, y sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de promesas. Fue un beso lleno de emoción, una confirmación de lo que ambos sentían sin necesidad de palabras. Cuando se separaron, ambos sabían que sus sentimientos habían sido aceptados y correspondidos.

Con una nueva claridad en sus corazones, se tomaron de la mano y continuaron explorando el jardín, sabiendo que lo que sentían el uno por el otro era tan real como el mundo que los rodeaba.

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